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Putin desconcierta a Occidente... mientras la economía aguante
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GUERRA EN SIRIA Y UNA CAMPAÑA DE RECORTES

Putin desconcierta a Occidente... mientras la economía aguante

El impresionante despliegue de Rusia en Siria no puede salir barato. Algunos economistas rusos esperan que Moscú aumente su presión fiscal para poder pagar la guerra

Foto: Miembros de la Defensa Civil buscan supervivientes tras una ataque aéreo ruso en Maasran, al sur de Idlib, Siria, el 7 de octubre de 2015 (Reuters).
Miembros de la Defensa Civil buscan supervivientes tras una ataque aéreo ruso en Maasran, al sur de Idlib, Siria, el 7 de octubre de 2015 (Reuters).

Moscú quiere conservar a sus aliados, y por eso se ha lanzado a luchar en Siria. El Kremlin sabe que Occidente se ha quedado sin opciones para pacificar ese país, que ya está salpicando de problemas a una Europa atónita ante la marea de refugiados. Pero el tercer ingrediente que le faltaba a este plato cocinado a fuego lento era sembrar el desconcierto en los gobiernos occidentales. Putin, igual que cuando se hizo con Crimea en 2014, ha vuelto a sorprender a todos: primero en la ONU (cuando propuso ganar la guerra que EEUU no quiere librar) y ahora en la OTAN, que no ha conseguido dar una respuesta seria al caos que se ha adueñado de sus contornos. Cazas rusos entrando en Turquía, un socio fundamental. Y misiles también rusos sobrevolando a países enemigos (Irán) y aliados (Irak) de Washington mientras se abren camino hasta Siria.

A Vladimir Putin le gusta ser el actor central sobre el cual han de improvisar el resto de los personajes. Pero puede dejarse algunos amigos por el camino. El primero es Turquía, incómoda por las incursiones en su espacio aéreo. Arabia Saudí, Qatar y Jordania han pedido a Moscú que detenga los bombardeos. Al fin y al cabo, la mayor parte de los objetivos que han recibido los ataques rusos son de procedencia suní.

Para Farhang Jahanpur, experto en Irán en Oxford, uno de los riesgos es que el conflicto degenere en guerra religiosa. Irán y su rival regional, Arabia Saudita, se enfrentan en varios frentes aparte de Siria, como Yemen y Bahréin. Rusia puede quedar como enemigo oficial de los suníes, igual que EEUU lo ha sido de los chiíes.

Algunos analistas como Aaron Stein, del 'Atlantic Council', apuntan que las incursiones rusas en cielo turco no son un accidente. "Rusia está atacando algunos frentes al norte en los que juegan un papel fundamental rebeldes apoyados por Ankara", cuyos avances forzaron a Asad a pedir ayuda. Moscú, que ha sido un buen aliado de los turcos, está poniendo las cosas en su sitio. Con autoridad y firmeza, pero sin romper de momento ningún plato.

"Nada a día de hoy tienen ningún sentido, sobre todo por la parte europea, que nunca quiso 'perder' a Rusia para poder contar con ella para arreglar las cosas en Siria", lamentaba hace unos días un diplomático europeo, "pues bien, ahora no hemos perdido a Rusia pero no sabemos qué va a hacer en Siria, sólo podemos esperar y ver".

Pero el show no puede salir barato. El despliegue de Rusia en Siria incluye más de 50 aviones y helicópteros, entre ellos los bombarderos Su-24M y Su-34, así como las naves de ataque Su-24. Putin ha reservado 53.000 millones de euros para dar fuelle a un sector militar que hace quince años estaba en ruinas. Así ha logrado acelerar el estirón final, que ha llegado justo a tiempo para dar la talla en Ucrania y Siria. Y todo esto desafiando las cifras de una economía en contracción. Desde el principio del año la cantidad de gente pobre (viviendo con menos de 130 euros al mes)ha crecido en tres millones hasta casi sumar 23. El país tiene 143 millones de habitantes en total, y buena parte de ellos se ha dado cuenta de que esta guerra en Siria coincide con una campaña de recortes en Educación, Sanidad e Infraestructuras. La viceprimera ministra Olga Golodets admitió hace unos días que la situación es "crítica". Algunos economistas rusos esperan que Moscú aumente su presión fiscal para poder pagar la guerra.

Rusia confía en tener suficientes recursos para sostener una campaña que, según han dicho desde las filas del Gobierno, podría durar unos tres meses. Pero en Moscú nadie olvida que la guerra de la URSS con Afganistán, el conflicto que terminó de agrietar al país en los últimos años, también arrancó en 1979 como una operación a corto plazo.

Los medios rusos han dibujado un arranque de la campaña militar absolutamente brillante: poderío militar, nada de bajas civiles y -una vez más- Occidente sin saber qué cara poner. La cuestión es si, además de táctica, en el Kremlin tienen una estrategia. El objetivo final podría ser propiciar una negociación, en la que Asad tendría una posición de fuerza si logra recuperar terreno. Moscú podría salvar así los restos del naufragio de la URSS: lograr que el sucesor de Asad fuese un gobierno con quien no se sintiese incómodo y con el que pudiese mantener, o tal vez ampliar, sus bases en la zona. Pero la guinda sería si, igual que ocurrió con el desarme químico de Asad, Putin lograse un acuerdo que forzase al líder de EEUU -Barack Obama, o a su sucesor o sucesora- a decir "yes" a plan ruso.

Pero para poder llegar a cualquiera de esos escenarios -o a una combinación de todos ellos- hace falta mantener a Asad con vida. Así que a día de hoy, todos los que lucha contra Damasco son para Moscú terroristas o elementos de desestabilización. Después se verá si Putin puede de verdad parar esa guerra: nadie lo ha hecho.

Irak, Afganistán, Libia... Moscú cree que es el fracaso del modelo de exportación de democracia contra los deseos de países que pueden ser dictaduras pero son soberanos. Lo han dicho con palabras estos años, y ahora con hechos apoyando a Damasco después del ensayo general que fue Ucrania.

Algunos autores creen que el origen de esta escalada rusa en Siria está en el tiempo que pasó Vladimir Putin como primer ministro (2008-2011). Surgieron las 'primaveras árabes', un movimiento amparado por Occidente que disgustó al actual líder ruso. Cómo manejó la situación Dimitri Medvedev mientras le cuidaba el cargo tampoco le gustó: se abstuvo en la ONU permitiendo una intervención en Libia que aniquiló a Gadafi y puso algunos cimientos para un 'reinicio' de las relaciones con EEUU. El regreso de Putin a la presidencia fue para dar la vuelta a ese marcador. Por eso esta guerra no es solo sobre quién ha de mandar en Siria. Es sobre el lugar que debe ocupar Rusia y el sitio donde debe estar Occidente.

Ahora hay que ver si la guerra se puede ganar. Putin cree que tendrá éxito porque en el caso sirio cuenta con la cooperación de las autoridades de Damasco. El secretario de Defensa estadounidense Ashton Carter cree sin embargo que Rusia pronto comenzará a sufrir bajas en Siria por el aumento de su campaña militar. Pero a día de hoy, Vladimir Putin, un apestado en la escena occidental hace un año, ha vuelto al centro del terreno de juego. Y si tiene éxito puede verse rehabilitado ante los gobiernos europeos, tan preocupados ahora por el flujo de refugiados sirios.

La participación de Rusia en el conflicto en Siria ya ha acrecentado la popularidad del presidente ruso en Irak, donde mucha gente espera una ayuda de Moscú en la lucha contra los yihadistas del grupo Estado Islámico. Algunos sectores consideran a Moscú como un aliado más natural que Estados Unidos, que al fin y al cabo ocupó el país durante ocho años.

La Iglesia ortodoxa rusa también le ha apoyado. "Hay una guerra y de su resultado depende, en particular, el bienestar de Rusia", dijo el patriarca de Moscú y toda Rusia, Kiril. De nuevo el cielo y la tierra pendientes de Putin. Y los viejos dueños del escenario mundial, EEUU, la OTAN y las principales potencias europeas, buscan su nuevo papel ante un Rusia aparentemente imparable.

Moscú quiere conservar a sus aliados, y por eso se ha lanzado a luchar en Siria. El Kremlin sabe que Occidente se ha quedado sin opciones para pacificar ese país, que ya está salpicando de problemas a una Europa atónita ante la marea de refugiados. Pero el tercer ingrediente que le faltaba a este plato cocinado a fuego lento era sembrar el desconcierto en los gobiernos occidentales. Putin, igual que cuando se hizo con Crimea en 2014, ha vuelto a sorprender a todos: primero en la ONU (cuando propuso ganar la guerra que EEUU no quiere librar) y ahora en la OTAN, que no ha conseguido dar una respuesta seria al caos que se ha adueñado de sus contornos. Cazas rusos entrando en Turquía, un socio fundamental. Y misiles también rusos sobrevolando a países enemigos (Irán) y aliados (Irak) de Washington mientras se abren camino hasta Siria.

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