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¿Qué fue de los refugiados cristianos? Un día con una familia acogida en Francia
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EL ÉXODO DE LOS CALDEOS IRAQUÍES

¿Qué fue de los refugiados cristianos? Un día con una familia acogida en Francia

Están a más de 4.000 kilómetros de casa y viven ocho personas en un piso de tres, pero se sienten afortunados. Los Sliwa, cristianos caldeos, lograron escapar del terror del ISIS. Ahora viven en Lyon

Foto: Cristianos iraquíes rezan durante una misa de Navidad celebrada en una iglesia de Bagdad, el 24 de diciembre de 2014 (Reuters).
Cristianos iraquíes rezan durante una misa de Navidad celebrada en una iglesia de Bagdad, el 24 de diciembre de 2014 (Reuters).

En el fondo, se sienten afortunados. Tenían un hermano en Francia que también huyó del horror. Entonces, de la guerra del Golfo. A sus hijos les convencieron diciéndoles que viajarían por primera vez en avión para visitar a su abuela. Así fue el comienzo para esta familia de cristianos iraquíes que nos abre la puerta de su nueva casa en Lyon. Francia acogerá a 24.000 refugiados en los próximos dos años.

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Cuando Mosul cayó en manos del Estado Islámico, el matrimonio Sliwa supo que “pronto vendrían a por nosotros”. Los Sliwa son caldeos, descendientes de los primeros cristianos que se establecieron en la región hace casi 2.000 años. Vivían en Bartella, un pueblo emplazado a unos 20 kilómetros de Mosul, en la llanura de Nínive. Narra la Biblia que se tardaba hasta tres días en recorrer la antigua ciudad asiria de mismo nombre, que fue edificada por un bisnieto de Noé. El ISIS la arrasó en agosto de 2014.

Los Sliwa huyeron con lo puesto. Primero a la catedral de Erbil, San José, donde pasaron cinco días en el patio de la iglesia con otras familias. Luego, a casa de sus suegros, en Kirkuk. Finalmente, pidieron asilo en Francia y un cuñado que reside en Lyon les acogió en su domicilio. Poco después, el ISIS destruía con explosivos la muralla de Nínive y, en septiembre, secuestraba a 50 personas en Kirkuk. A ellos, les quemaron la casa.

Todo lo que tenía se ha ido con las llamas”, refunfuña Siba, el padre de esta familia de refugiados, un señor corpulento de rostro afable, cejas espesas y barba de varios días, que insiste en que “si pudiese, claro que volvía”. Los Sliwa reciben a El Confidencial en su nuevo hogar, en el suburbio Vaulx-en-Velin, a las afueras de Lyon, donde les ha acogido su cuñado Kaís. Es de noche. La penumbra inunda la explanada en la que se levanta este prominente edificio de hormigón. Están a más de 4.000 kilómetros de casa y ahora son ocho en un piso de tres, pero se sienten afortunados.

Acomodadas en sillas y sofás, las dos familias rememoran lo vivido frente a una bandeja de dulces y té amargo. Son Kaís, un cartero que reside en Francia desde 1996, su esposa y los nuevos huéspedes: los señores Sliwa con sus tres hijos (Lord, de 7 años, Fadi, de 6 años y Malak, de tres). Les acompaña el sacerdote de la parroquia, Muhannad Altawil, que nos ha conducido hasta ellos. La prima, que es taxista, trabaja está noche. Siba critica, con enojo, que su historia “¡no le importa a nadie!”.

placeholder La familia Sliwa, cristianos caldeos que huyeron de Irak ante el avance del Estado Islámico (Foto: L.G. Ajofrín).
La familia Sliwa, cristianos caldeos que huyeron de Irak ante el avance del Estado Islámico (Foto: L.G. Ajofrín).

“Puede que sean los últimos de Oriente Medio”

Cada día, 75 cristianos abandonan Irak, según datos de la Fundación AIN. Antes de 2003, había 1,6 millones de cristianos en Irak; ahora son menos de 300.000. Entre 1910 y 2010, el porcentaje de cristianos en Oriente Medio -en países como Egipto, Israel, Palestina y Jordania- pasó del 14% al 4%, según cifras publicadas por el New York Times, que explica que en Líbano, el único país de la región donde los cristianos cuentan con un poder significativo, pasaron del 78% al 34%. La baja natalidad, junto a la hostilidad política del entorno, ha contribuido a este fenómeno. “Puede que sean los últimos cristianos de Oriente Medio”, titulaba The Guardian, el pasado abril.

Todo lo hemos hecho por el futuro de nuestros hijos”, alza la voz la madre, de riguroso negro, que sostiene a Malak en sus rodillas. La niña, ajena a todo, bosteza, se tumba, se incorpora, coge otro pastel... Su madre la riñe con disimulo. “Lo más importante para nosotros es la seguridad; aquí todo va a ser distinto”, augura. Puede que Malak aún no entienda que tener un tío en Francia le cambió la vida.

“No tenía elección, son mi familia”

“No tenía elección -exclama el cuñado, Kaís, apoyado en la mesa del comedor frente a una virgen de cerámica-, son mi familia”. Fue él quien avisó a su hermana de que el Gobierno francés estaba recibiendo a iraquíes perseguidos y no dudó en acogerlos en casa. Entonces, iniciaron los trámites. Dice el señor Sliwa que en el consulado les hicieron muchas preguntas “sobre mi ocupación y sobre la de mi cuñado y su familia en Francia”, pero insiste, emocionado, en que se portaron muy bien con ellos: “El cónsul fue tan amable, incluso abrazó y besó a mis hijos y les dio unos caramelos”, enfatiza.

Pero, ¿cómo se le explica a unos niños que deben huir de su país? “Les convencimos diciéndoles que visitarían a la abuela -que vive en Francia- y que montarían por primera vez en avión”, explica el señor Sliwa, bajando el tono porque Malak está delante. La pequeña, de ojos intensos, mira de reojo.

placeholder Voluntarios cristianos de la milicia Hashid Shaabi descansan durante un entrenamiento en Bagdad (Reuters).
Voluntarios cristianos de la milicia Hashid Shaabi descansan durante un entrenamiento en Bagdad (Reuters).

“Nadie habla de la ocupación de Irak”

El padre Altawil advierte que la persecución de cristianos en Irak no empezó con el autodenominado Estado Islámico, sino con el caos provocado tras la invasión de Irak por parte de EEUU. “Sabíamos que la comunidad internacional, es decir, los americanos, iban a llevar las cosas demasiado lejos, que fue lo que al final pasó en 2003”, apunta.

“De lo que nadie habla es de la invasión y ocupación de Irak”, critica el periodista Imran Khan, en un reciente artículo para Al Jazeera. “De repente, los grupos radicales habían encontrado una nueva causa y una nueva lucha”, afirma Khan, que explica que “aprendieron nuevas tácticas” y “se convirtieron en combatientes endurecidos”.

“Leíamos el porvenir y sabíamos que, en Irak, la situación iba a acabar en otra guerra que terminaría aniquilando el país”, lamenta el padre Muhannad Altawil quien asegura que “el problema es que, después de la invasión de EEUU, todos los terroristas vinieron a por nosotros como revancha, en contra de la armada norteamericana en Irak”. “Los terroristas islámicos piensan que europeos y americanos son lo mismo”, exclama.

'Lyon me recuerda a Irak. Lo primero que vi, nada más llegar aquí, fueron velos y barbas'

Por aquel entonces, los Sliwa eran una familia normal, con una casa y un negocio. Siba trabajaba con su padre en una tienda de electrodomésticos y tenía una relación cordial con los vecinos: “Las minorías vivían bien y podían practicar su fe. No había ni exclusión, ni asesinatos, ni secuestros”, puntualiza.

Dos tercios de los cristianos de Irak (cerca de un millón de personas) huyeron en la década posterior a la caída de Sadam Husein, recuerda Jane Corbin en The Guardian. “Desde 2003, hemos perdido sacerdotes, obispos y más de 60 iglesias han sido bombardeadas”, conviene Bashar Warda, el arzobispo católico caldeo de Erbil, en un reportaje del NYT.

Dice el señor Siba que, pese a las atrocidades cometidas por Sadam Husein, por aquel entonces vivían en una tranquilidad aparente. Fue tras 2003 cuando empezaron los problemas para los cristianos: “Los musulmanes empezaron a beneficiarse de todo, les daban antes una línea de teléfono, electricidad, podían construir más fácilmente sus casas... se pusieron a comprar viviendas a precios inimaginables”.

La historia del padre Altawil se cuenta casi con las mismas palabras: “¡Nosotros perdimos todo en Irak: nuestra casa y todo lo que había en ella, ¡todo!,” exclama, mientras juega con el ‘smarthphone’, que luce una carcasa con la bandera de Irak. Un día, en 2008, su familia recibió una carta de fanáticos islamistas, diciéndoles que tenían que abandonar la casa: “Os tenéis que ir y no podéis llevar nada con vosotros, así que salid inmediatamente de aquí, ahora esta casa nos pertenece”. Por eso se marcharon.

placeholder El padre Altawil junto a miembros de la familia Sliwa en su casa de acogida, en Lyon (Foto: L.G.A.)

Aunque él reside en Francia desde 1999, dice que cada año procurar regresar a Irak, “para visitar a la comunidad de dominicos”. En 2014 también volvió, pero en este caso lo hizo a su antiguo barrio: “No podía ir justo a la entrada de mi casa porque era bastante peligroso, todo el mundo conoce a todo el mundo y saben que soy cristiano y sacerdote”, explica. Por ello, intentó acceder por detrás. “Entonces vi a la familia musulmana que vive ahora allí, en mi casa. Usan todo: nuestro coche, ¡incluso llevaban nuestra ropa puesta!”, lamenta.

Altawil está ayudando a ésta y otras familias de cristianos iraquíes con los trámites. El sacerdote critica el papeleo: “Se gasta mucho tiempo y energía en ir a la prefatura; de la prefatura al Foro de Refugiados; del Foro de Refugiados a la Prefatura y así, una y otra vez: ir y venir”.

“Siba puede trabajar, pero primero tiene que aprender francés”, explica el cuñado. Tras la huida y la búsqueda de asilo, los refugiados que llegan estos días a Europa, deben empezar sus vidas de cero. El primer paso son los trámites legales, luego intentar convalidar sus estudios y aprender el idioma. El siguiente paso es reaprender a convivir en un entorno multicultural tras un pasado de segregación y abusos.

Las heridas emocionales

- "¿Qué le parece su nueva ciudad?", pregunto a la familia, para concluir.

- "Nafs esh-shî (la misma cosa)", responde, tajante, en árabe, Siba. Durante unos segundos reina el silencio en el cuarto de estar de la casa.

- "La periodista se refiere a Lyon", interrumpe, incrédulo, el sacerdote, que achaca la respuesta a un malentendido lingüístico (los Sliwa responden en árabe y el padre Altawil hace de traductor improvisado en francés, con aclaraciones en inglés).

- "La misma cosa", insiste Siba, testarudo. "Lo primero que vi, nada más llegar aquí, fueron velos y barbas", puntualiza. Vaulx-en-Velin, donde los Sliwa han reiniciado su vida en Francia, es una comunidad con mucho emigración, mayoritariamente musulmana.

El sacerdote, para zanjar el asunto. matiza: “No debemos generalizar. Incluso hay algunos intelectuales moderados de familias musulmanas que han salvado la vida de minorías en Irak”. Menciona el caso de un profesor de la Universidad de Mosúl, que compró a mujeres para salvarles la vida y devolverlas a su familia. Siba lo reconoce.

En el fondo, se sienten afortunados. Tenían un hermano en Francia que también huyó del horror. Entonces, de la guerra del Golfo. A sus hijos les convencieron diciéndoles que viajarían por primera vez en avión para visitar a su abuela. Así fue el comienzo para esta familia de cristianos iraquíes que nos abre la puerta de su nueva casa en Lyon. Francia acogerá a 24.000 refugiados en los próximos dos años.

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