Es noticia
El declive económico elimina la fraternidad: Francia ya no es tierra de acogida
  1. Mundo
EL GOBIERNO se 'vende' como UN PAÍS DE ASILO

El declive económico elimina la fraternidad: Francia ya no es tierra de acogida

Francia, con 193.550 refugiados, sigue vendiendo al mundo que es una tierra de asilo, pero su declive económico le impide en la realidad convertirse en aquello de lo que presume el discurso oficial

Foto: El primer ministro francés, Manuel Valls, durante su visita al centro de acogida de inmigrantes Jules-Ferry en Calais, Francia, el 31 de agosto de 2015 (Efe).
El primer ministro francés, Manuel Valls, durante su visita al centro de acogida de inmigrantes Jules-Ferry en Calais, Francia, el 31 de agosto de 2015 (Efe).

A falta de medidas, una dosis de comunicación. El primer ministro francés, Manuel Valls, hacía su rentrée política visitando este lunes la ciudad de Calais, uno de los escenarios del drama de la inmigración que ha acaparado los informativos internacionales este verano. La tromba de agua que cayó durante su corta estancia sirvió al menos para ahogar los olores de "la jungla", el campamento salvaje donde se hacinan 3.000 personas que intentan cruzar el Canal de la Mancha con destino a Reino Unido.

Las cámaras estaban allí para recoger los besos del jefe de Gobierno y su ministro del Interior a los niños negros elegidos como atrezzo. Valls no visitaba "le jungle", sino un centro habilitado por la alcaldía de la ciudad en el que viven 115 mujeres y niños. El programa del premier coincidía con la decisión de la Unión Europea de contribuir con cinco millones de euros a la construcción de un campamento para albergar a los habitantes de la zona salvaje: 120 tiendas de campaña. Un parche que estará en funcionamiento en enero de 2016, según Valls.

Este verano, el alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados exigía a Francia una solución al problema humano que París intentaba remediar aumentado el número de policías encargado de frenar los asaltos de los migrantes a las verjas que cierran el paso hacia el Eurotunel, o de revisar cada hueco de los camiones y vehículos que se dirigen hacia el El Dorado británico.

Francia, como otros estados comunitarios, hace frente al problema de la llegada masiva de extranjeros que huyen de guerras, la persecución o la pobreza. Pero, para este país, el asunto tiene implicaciones especiales.

"Acoger toda la miseria del mundo"

"Francia no puede acoger toda la miseria del mundo". La izquierda francesa está obsesionada con esta frase desde que su autor, el entonces primer ministro socialista, Michel Rocard, la pronunciara en televisión, el 3 de diciembre de 1989. En aquella época, el país hacía ya frente a una avalancha de peticiones de asilo económico y político que los socialistas intentaban solucionar con medidas generosas, pero también con un tratamiento más riguroso en la concesión de los permisos de residencia. Un anatema para muchos ciudadanos que se despertaban -un poco tarde- a la realpolitik del presidente François Mitterrand.

Un cuarto de siglo más tarde, la frase de Rocard, escondida durante años en las hemero/vídeo/fonotecas, vuelve a ser reutilizada ya sin rubor por cualquier representante socialista.

La Oficina Francesa de Protección a los Refugiados y Apátridas, (OFPRA) publicó a principios de año que había 193.550 refugiados bajo su protección. En 2014, según la misma fuente, se aceptaron un tercio de las 65.000 peticiones de estatuto de refugiado. Toda persona que lo obtiene, tiene derecho a 11,54 euros al día, además de albergue gratuito. El problema es que ya no quedan plazas libres.

Francia sigue vendiendo al mundo que es una tierra de asilo, pero su declive económico le impide en la realidad convertirse en aquello de lo que presume el discurso oficial.

placeholder Vista general del campamento llamado 'La Jungla', en Calais, Francia (Reuters).

Inmigración, la especialidad del Frente Nacional

Al agotamiento del paraiso social francés hay que añadir un aspecto político clave: la inmigración, o mejor, el freno a la "inmigración masiva", uno de los principios más antiguos en el ideario del Frente Nacional, la única formacion política que crece cabalgando sobre la crisis económica y social.

Los socialistas no pueden permitirse demasiada tolerancia con la inmigración para no ser acusados de destruir el Estado del bienestar ayudando a los extranjeros. Por otra parte, su ala más a la izquierda y sus volátiles aliados verdes les exigen una generosidad para la que no hay fondos. Un difícil equilibrio que el FN aprovecha para insistir en su histórico leitmotiv sobre la inmigración.

El FN denunció ya en mayo la concesión del estatuto de refugiado a 120 eritreos "por un procedimiento hiper-acelerado", y sin respetar los dos años exigidos en la legislación para estudiar cada caso (el examen individual puede llevar al menos 16 meses de estudio). Para el partido de Marine Le Pen, el flujo incontrolado de migrantes o refugiados que sueñan con instalarse en territorio comunitario es una bendición política que añade combustible gratis a su campaña política para les elecciones regionales de diciembre y las presidenciales de 2017.

El discurso cala entre una mayoría silenciosa, a la vez conmovida por el sufrimiento televisado y temerosa de ser olvidada por los poderes públicos frente a las necesidades de los inmigrantes

Marine Le Pen no tardó mucho en denunciar el anuncio de Valls sobre la construcición del campamento en Calais: "El primer ministro ha elegido su campo. En vez de apoyar en prioridad a los habitantes de Calais, exasperados por los robos, las peleas, la degradación y las agresiones de todo tipo que sufren, prefiere albergar a clandestinos". Un discurso que cala entre una mayoría silenciosa, a la vez conmovida por el sufrimiento televisado de los aspirantes a una mejor vida, y temerosa de ser dejada de lado por los poderes públicos frente a las necesidades de los inmigrantes.

Le Pen ha sabido también explotar la indecisión del Gobierno de François Hollande ante las soluciones globosondeadas por Alemania hace ya meses, antes de la multiplicación de desembarcos y éxodos como los vividos este verano. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, fue uno de los primeros en proponer un reparto de refugiados e inmigrantes entre los 28 países de la UE. Desde París, esa propuesta fue menospreciada y se dejó claro que, si había reparto, habría que contar con el número de refugiados que durante años habían sido aceptados el Hexágono.

Vilipendiada constantemente y acusada de todos los males de la UE por todo el panorama poliítico francés y la mayoría de la prensa, de derecha a izquierda, Angela Merkel aparece ahora para muchos franceses como el más generoso de los líderes europeos ante el dilema de los refugiados. Pocos en Francia se atreven a denunciar el permanente electoralismo cuando se aborda cualquier asunto y, en especial, los más graves, como el actual de la inmigración, convertido ya en un problema interno de cada miembro de la Unión Europea.

Un muro de porras y gases lacrimógenos

Francia ha sido, a través de su ministro de Exteriores, Laurent Fabius, uno de los paises más criticos con las medidas adoptadas en Hungría para cerrar el paso a los refugiados provenientes del Este del Edén. Otras voces, y no solo húngaras, han respondido arguyendo que la actuación de Francia en Calais y en Ventimiglia (en la frontera con Italia), utilizando a los C.R.S (policía militarizada) para frenar el paso a los aspirantes a la emigración, no es algo muy diferente. A unos se les impide pasar con muros de alambre y cemento; a otros, con muros de porras y gases lacrimógenos.

Los paises de la Unión Europea afrontan la crisis de los refugiados sin soluciones fáciles, improvisando una complicada concertación y con problemas internos diferentes. Para los franceses, el fenómeno supone además el reconocimiento de una realidad: Francia no puede acoger toda la miseria del mundo, pero tampoco los nuevos miserables sueñan ya con residir en Francia. Prefieren emigrar a Reino Unidos, Alemania o a los paises nórdicos. Francia ya no es tanto tierra de asilo. Es más un territorio de paso. Un amargo consuelo.

A falta de medidas, una dosis de comunicación. El primer ministro francés, Manuel Valls, hacía su rentrée política visitando este lunes la ciudad de Calais, uno de los escenarios del drama de la inmigración que ha acaparado los informativos internacionales este verano. La tromba de agua que cayó durante su corta estancia sirvió al menos para ahogar los olores de "la jungla", el campamento salvaje donde se hacinan 3.000 personas que intentan cruzar el Canal de la Mancha con destino a Reino Unido.

Unión Europea Refugiados Inmigración
El redactor recomienda