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Merkel, Grecia y el euro: la canciller en su laberinto
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Merkel, Grecia y el euro: la canciller en su laberinto

La canciller afronta este domingo su mayor reto: ceder ante Atenas para salvar al euro, aunque eso destruya su popularidad, o mantenerse firme en sus principios y dejar que sus votantes lo festejen

Foto: Angela Merkel. (Reuters)
Angela Merkel. (Reuters)

Thomas Piketty, Jeffrey Sachs y Dani Rodrik, tres primeros espadas de la teoría económica, escribieron esta misma semana una carta abierta a Angela Merkel. En una misiva más emocional y política que académica, los tres reconocidos expertos pedían a la mujer más poderosa del continente que no permitiese un Grexit. Apelaban al "liderazgo" de la canciller para salvar al país heleno y hablaban de las perniciosas consecuencias que una salida del euro tendría para Europa y todo el mundo. "La Historia le recordará por sus acciones esta semana", remataba el escrito.

Quizá Merkel no comparta alguna de las aseveraciones plasmadas en el texto. Pero sin duda sí esta última. La canciller es totalmente consciente de que Europa y el mundo la observan y esperan que ella -la única con peso específico para lograrlo- decante la balanza de las deliberaciones en Bruselas y, con su decisión, marque este fin de semana el derrotero que va a seguir a partir de ahora el culebrón heleno.

Pero no es sencillo. Merkel tiene ante sí uno de los dilemas que marcarán el rumbo futuro del continente y el que tiene visos de determinar su propia carrera política. Tras cinco años, la crisis griega se ha convertido en un caótico embrollo para la jefa del Gobierno alemán donde la idoneidad política tropieza a menudo con la conveniencia económica, y donde los intereses comunitarios chocan con frecuencia contra los nacionales. Una inquietante disyuntiva donde no hay opciones buenas y malas, y en la que resulta casi imposible distinguir a priori qué tonalidad de gris será finalmente más oscura. New York Times advierte de que Merkel se encuentra frente a una "prueba de liderazgo" sin parangón.

El dogma de la austeridad

Merkel es una política extremadamente pragmática. Cero pasional. Algunos lo achacan a su formación científica. Otros a su pasado en la República Democrática Alemana. Lo que es cierto es que la canciller ha demostrado en múltiples ocasiones, de Fukushima a Ucrania pasando por el escándalo del espionaje estadounidense, que huye de los prejuicios y los lugares comunes, que evita los estereotipos que nutren los discursos de las bancadas parlamentarias y que no vive en los dogmas ideológicos. Salvo en un ámbito: la austeridad.

La canciller, que centró a la Unión Cristianodemócrata (CDU) en el espectro político alemán tras la era Kohl, abrazó la consolidación fiscal al irrumpir la crisis financiera global de 2008. La causa de las turbulencias financieras era el déficit excesivo de muchas economías, concluyó Merkel bebiendo de las teorías del ordoliberalismo, la escuela de política económica mayoritaria en Alemania, que combina algunos puntos del liberalismo con una estricta regulación.

La corriente de pensamiento de Merkel encaja a la perfección con la mentalidad del alemán medio, que lleva el ahorro y la aversión a endeudarse en su ADN

Obtener respaldo público en su país no le resultó difícil. Esta corriente de pensamiento encaja a la perfección con la mentalidad del alemán medio, influida por el protestantismo, que lleva el ahorro y la aversión a endeudarse en su ADN y en cuyo idioma "deuda" y "culpa" se escriben igual (Schuld).

Entonces, tras un paquete de estímulo, Merkel promovió en 2009 una reforma de la constitución para incluir lo que se dio en denominar el "freno de la deuda", un artículo que limita a su mínima expresión la capacidad de endeudamiento anual del país (incluso en épocas de crisis o con los tipos de interés en negativo). El Gobierno alemán logró ya el año pasado el déficit cero en sus cuentas y pretende reeditar la hazaña este ejercicio. El siguiente paso era extender sus ideas a nivel europeo.

placeholder Tsipras, Schulz y Merkel, en Bruselas. (Reuters)
Tsipras, Schulz y Merkel, en Bruselas. (Reuters)

En el viejo continente Merkel siguió imponiendo sus tesis. Logró un pacto de estabilidad reforzado, nuevas competencias de supervisión financiera para Bruselas e impuso dolorosos recortes en los países que solicitaron un rescate financiero (Grecia, Irlanda, Portugal, España y Chipre). Mientras tanto, su popularidad no dejaba de subir en Alemania. La política a la que en su primera legislatura se acusaba de falta de carisma cotiza desde hace años en niveles de popularidad imbatibles, cuando el resto de sus colegas europeos sufren por ser reelegidos. Su ministro de Finanzas, el veterano Wolfgang Schäuble, disfruta también del cénit de su popularidad.

Esperando a la canciller de hierro

Así, Merkel tiene difícil dar un paso atrás en este ámbito para mantener a Grecia en el euro. Cualquier acuerdo que pueda ser entendido en su país como una cesión ante la díscola Atenas le pasará factura en las urnas. Algunos miembros prominentes del bloque conservador en el Bundestag, incluidos algunos exministros como Peter Ramsauer y conocidos "rebeldes" del ala más ortodoxa, están ya en armas y piden abiertamente la salida de Grecia del euro por falta de disciplina. La presión es enorme: el tabloide conservador Bild, el diario más leído de Europa, titulaba a toda página este martes, antes de la cumbre de líderes de la eurozona: "Hoy necesitamos a la canciller de hierro. ¡No más miles de millones para Grecia!".

Además, hay otros elementos tóxicos para Merkel a nivel político si opta por la permanencia helena en el euro. Cualquier nuevo acuerdo con Atenas tendría que lograr el respaldo del Bundestag, donde se evidenciaría la enquistada disidencia interna en las filas de Merkel. La posición del gobierno lograría seguro el apoyo de la mayoría gracias a los votos de los socialdemócratas, integrados en la actual gran coalición, aunque la puesta en escena de la oposición conservadora a Merkel sería un golpe bajo a su popularidad.

La canciller tendría que explicar asimismo a los contribuyentes de la mayor economía europea por qué, de nuevo, se ha de prestar dinero al Ejecutivo en Atenas, cuando no se han cumplido los acuerdos anteriores. Para esto va a encontrar poca comprensión entre el ciudadano medio, en parte por la postura dura que ella misma y su ministro de Finanzas han mantenido hasta ahora.

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(Reuters)

Al decidir el futuro de Grecia, Merkel también debe mirar de reojo la creciente actividad de formaciones a la derecha de su CDU, entre ellas la euroescéptica Alternativa por Alemania (AfD), que aboga desde antes de las pasadas elecciones europeas por una salida ordenada helena del euro. Su auge se cimenta, en cierta medida, en el centrismo de Merkel y sus titubeos con Atenas.

A nivel europeo, la decisión sobre Grecia tiene también derivadas políticas. Los países bálticos, Finlandia, Holanda y Eslovaquia confían en que Merkel mantenga sus principios y cualquier cesión podría interpretarse como una deslealtad. Otros socios de Merkel, como el presidente español, Mariano Rajoy, podrían verse también políticamente perjudicados. Un acuerdo favorable con el gobierno de la coalición izquierdista helena Syriza podría reforzar la posición de Podemos de cara a las elecciones nacionales de finales de año.

El agujero del Bundesbank

Si, por el contrario, Merkel opta finalmente por ser fiel a sus principios políticos y Grecia se ve abocada a abandonar la moneda común, las consecuencias políticas y económicas no serán tampoco desdeñables y ella, líder en solitario del bloque, deberá cargar con la responsabilidad de la decisión.

En el terreno económico, un Grexit también tendría graves consecuencias negativas para Merkel. Desde las más abstractas e imponderables, como las turbulencias financieras que podrían azotar a la eurozona y la subsiguiente inestabilidad, hasta algunas bien tangibles.

El impago heleno supondría un “agujero“ de “miles de millones“ al erario público alemán por la deuda helena en manos del Bundesbank, según su presidente

Un impago heleno supondría un "agujero" de "miles de millones" al erario público alemán por la deuda helena en manos del Bundesbank. Así se explicó recientemente su presidente, Jens Weidmann, al consejo de ministros en Berlín. Según el periódico económico Handelsblatt, el Bundesbank ha provisto sus reservas con 14.400 millones de euros extra para contrarrestar posibles pérdidas ligadas a la crisis griega, pero esta cantidad sería insuficiente en caso que se Grecia salga de la eurozona. En total, Alemania ha prestado 65.000 millones a Grecia en los últimos años, el equivalente al 2,37 % de su producto interior bruto.

Sin embargo, la principal consecuencia de una salida de Grecia del euro sería política. Si bien algunos apuntan que tendría un componente "ejemplarizante" -algo que cala bien en el electorado alemán-, la caída helena pondría en duda la irreversibilidad de la divisa europea y, por ende, la permanencia de otras economías, especialmente en momentos de crisis. La mera duda llevaría a la especulación y, según algunos expertos, a la destrucción a largo plazo de la unión monetaria.

Merkel es una experta en tácticas dilatorias para lograr que las situaciones se decanten sin tener que exponerse políticamente. Pero esto no va a ser posible este fin de semana, tras innumerables ultimatum que no se han mantenido. "Donde hay voluntad, también hay un camino", afirmó la canciller a mediados de junio con respecto a Grecia. Lo que no dijo es que sabe que es ella quien lo debe desbrozar.

Thomas Piketty, Jeffrey Sachs y Dani Rodrik, tres primeros espadas de la teoría económica, escribieron esta misma semana una carta abierta a Angela Merkel. En una misiva más emocional y política que académica, los tres reconocidos expertos pedían a la mujer más poderosa del continente que no permitiese un Grexit. Apelaban al "liderazgo" de la canciller para salvar al país heleno y hablaban de las perniciosas consecuencias que una salida del euro tendría para Europa y todo el mundo. "La Historia le recordará por sus acciones esta semana", remataba el escrito.

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