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"Regresaron a Túnez 600 yihadistas, de los que 400 están en la cárcel. ¿Y el resto?"
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ENTREVISTA A SERGIO ALTUNA, EXPERTO EN YIHADISMO

"Regresaron a Túnez 600 yihadistas, de los que 400 están en la cárcel. ¿Y el resto?"

El terror que provoca el ISIS eclipsa los auténticos objetivos de la organización. Sergio Altuna, experto en movimientos yihadistas en el Magreb, explica cómo pretenden "dinamitar la democracia" en Túnez

Foto: Un grupo de personas forma un círculo en torno a unas flores en tributo a las víctimas del ataque de Susa, en Túnez. (Reuters)
Un grupo de personas forma un círculo en torno a unas flores en tributo a las víctimas del ataque de Susa, en Túnez. (Reuters)

Del Estado Islámico en Occidente se conoce poco más que sus atrocidades, a las que el viernes 26 de junio se sumó la masacre de 38 occidentales en dos hoteles de Susa, en Túnez. Sin embargo, el terror que provocan imágenes como las de las los turistas yaciendo inertes en la arena eclipsa los auténticos objetivos de esta organización terrorista. Sergio Altuna (Logroño, 1985), experto en movimientos yihadistas en el Magreb e investigador del Instituto de Seguridad Global, reside en Túnez desde 2010, donde rastrea el discurso de estos movimientos en foros y plataformas yihadistas, sobre todo aquellos escritos en árabe que el Estado Islámico utiliza para dirigirse a su principal público: los musulmanes. Según este experto, las apariencias del atentado engañan, pues el turismo no es el auténtico objetivo del ISIS, sino un medio en sus manos para dar al traste con la democracia en el país norteafricano.

PREGUNTA: ¿Cuáles son los objetivos reales de este tipo de atentado?

RESPUESTA: El objetivo inmediato es provocar una oleada de represión, por ejemplo con detenciones arbitrarias, que retrotraiga a Túnez a la época de la dictadura de [Zine el Abidin] Ben Ali. Sin embargo, el fin último de estos atentados no es otro que dinamitar el proceso democrático. El turismo es sólo un blanco instrumental, susceptible de convertirse en un fenómeno viral en redes sociales. Como dice el filósofo Santiago Alba, el terrorismo en Túnez no golpea porque esté enraizado, sino porque buscar estarlo. Y para ello necesitar polarizar a los tunecinos y recabar la simpatía de una parte de la población. De ahí que en los dos últimos atentados [el del Museo del Bardo y los ataques de Susa] se haya buscado minimizar las víctimas tunecinas.

P.: ¿Qué le parecen las medidas antiyihadismo anunciadas por el Gobierno tunecino?

R.: Tardías y peligrosas. Tardías porque, en lo que respecta al cierre de mezquitas, ya en marzo el Ministerio de Asuntos Religiosos elevaba a 187 los lugares de culto en los que se difundían mensajes radicales. Sin embargo, el primer ministro anunció al cierre de sólo 80 mezquitas. Esta medida podría ser además contraproducente; primero, porque la captación y radicalización de adeptos no se lleva a cabo, o lo hace en un porcentaje mínimo, en estas mezquitas y, segundo, porque esos templos podrían haber sido una valiosa fuente de información. Sus feligreses buscarán ahora otros lugares de culto cuyo emplazamiento desconocerán las fuerzas de seguridad del Estado.

P.: ¿Cuál es entonces la forma de contrarrestar la amenaza yihadista?

R.: Túnez debería generar una red activa de inteligencia y colaborar con agencias de otros países con más experiencia. La inteligencia tunecina tendría que adaptarse a la amenaza con la que se enfrenta ahora y destinar los numerosos efectivos que durante la dictadura se dedicaban a espiar a la ciudadanía a labores de contrainsurgencia. Sobre todo porque el Estado Islámico controla la información de una manera a la que no estábamos acostumbrados y su mensaje tiene un calado mucho más hondo.

P.: ¿Podría precisar las características de este mensaje?

R.: El Estado Islámico genera productos audiovisuales y de texto en diversos formatos adaptados a los diferentes públicos –jóvenes, profesionales, etc.–destinados a obtener réditos específicos en cada uno de estos colectivos. Al Qaeda también difundía vídeos, pero de tan mala calidad que su eficacia quedaba mermada. Sus textos eran además demasiado complicados para el creyente medio y su mensaje llegaba con dificultad. El Estado Islámico, sin embargo, difunde mensajes muy diversos en diferentes soportes: desde preciosas fotos del campo en Raqqa (Siria) a llamamientos a la emigración al Califato. Al Qaeda es además una organización elitista que no acepta a cualquiera, mientras que el Estado Islámico da cobijo a todo aquel que se le quiera unir. Esto obedece a una estrategia dirigida a generalizar el yihadismo.

P.: ¿De qué herramientas mediáticas disponen?

R.: Twitter no es el único instrumento en sus manos y Facebook lo es cada vez menos. En el caso de Twitter, el ISIS lo utiliza para difundir mensajes genéricos. Para los mensajes específicos utiliza plataformas y foros en internet que cada cierto tiempo son reemplazados por otros nuevos. La organización informa después a sus seguidores, por ejemplo a través de folletos, de que van a cambiar de un medio a otro. Entre el 70% y el 80% de los textos son en árabe y los hay desde muy complejos para aquellos que conocen la jurisprudencia islámica hasta muy básicos dirigidos a quien acaba de empezar a interesarse por la religión. Esta estrategia permite que Occidente sólo reciba el mensaje que los yihadistas quieren mandarle: el de los vídeos “gore” en los que se quema viva a gente, mientras que los musulmanes acceden a este mensaje violento, sí, pero también a otro que muestra una cara mucho más amable. La estrategia del Estado Islámico en el Magreb obedece a un plan de expansión que se basa a su vez en intentar capitalizar los esfuerzos de otros grupos yihadistas. El objetivo es afianzarse en una nueva región, lo que le dará más capacidad para atacar y reclutar adeptos y facilitará su supervivencia.

P.: ¿Cuáles son estos grupos que el ISIS quiere absorber?

R.: Entre los meses de noviembre y enero, el ISIS negoció en Libia y Túnez con la katiba (brigada) Okba Ibn Nafaa, con vistas a que adoptaran su ideología y bandera. Este diálogo no dio el fruto esperado pues, tras el atentado contra Charlie Hebdo, la brigada proclamó abiertamente su fidelidad a Al Qaeda en el Magreb islámico (AQMI), aunque algunos de sus militantes se unieron al EI. En foros yihadistas como la plataforma Ifriqiya media se difundieron luego dos documentos en los que se decía que estas dos organizaciones trabajarían con medios diferentes pero con el mismo objetivo: implantar un Estado Islámico. El yihadismo en Túnez es pues una amenaza bicéfala que amenaza con convertirse en policéfala: por un lado, los partidarios del Estado Islámico y, por otro, la rama local de Al Qaeda. Ambas organizaciones mantienen una pugna por la hegemonía yihadista en el Magreb. Una tercera “cabeza” podría venir de Libia. De hecho, el retorno de combatientes tunecinos ya ha empezado. Según cifras del Gobierno, hay unos 600, de los que 400 han sido encarcelados. Y uno se pregunta:¿dónde está el resto?

P.: ¿Túnez ha reaccionado de manera tardía contra el yihadismo?

R.: Sí. Tras la caída de la dictadura, Túnez infravaloró las posibilidades de éxito de esta ideología e hizo gala de una actitud de negación. Sólo tras el asalto a la embajada americana en 2012, las autoridades tunecinas tomaron conciencia de esta amenaza.

P.:¿A qué se debe esta negación?

R.: Durante los regímenes de Ben Ali y de [Habib] Bourguiba se detuvo a inocentes por llevar barba y rezar a las cinco de la mañana, lo que es como si en España se detuviera a un señor por ir a misa. Cuando cae Ben Ali, se abre la veda y Túnez experimenta una escalada de religiosidad. Los velos, prohibidos en escuelas y Administraciones, vuelven y Túnez amnistía a diestro y siniestro. La oposición sale a la calle pero también lo hacen criminales condenados a 100 años. Después, las autoridades de transición aplican una política integradora en un intento de no cometer el mismo error que Ben Ali, que fue implacable con el islam político.

P.: ¿Europa ha apoyado a Túnez como prometió?

R.: Económicamente se han desbloqueado fondos, pero el apoyo institucional de los Gobiernos europeos ha llegado tarde y ha sido escaso. La cooperación antiterrorista con Túnez debería incrementarse mucho más, sobre todo con los ministerios de Interior y Defensa. No basta con facilitar la compra de equipos, sino que Europa debería contribuir a formar a los cuerpos de seguridad tunecinos. En 2010 había 80.000 policías en Túnez, una cifra enorme, y la gente lo que se pregunta es por qué estos policías tardaron más de media hora en llegar al lugar del atentado.

P.: ¿Qué es lo que está en juego?

R.: Del éxito de la democracia tunecina depende en gran medida la seguridad en el Mediterráneo, porque Argelia terminará transitando por el mismo sendero que Túnez y el futuro de Libia estará igualmente ligado al devenir tunecino. Si el experimento de la democracia en este país llega a buen puerto, habrá más partidarios de ese sistema político. No hay que olvidar que los tunecinos piden sólo un futuro para su juventud, una casa, un coche y un mes de vacaciones. También un Gobierno que los respete y una vida digna. No creo que sea mucho pedir.

Del Estado Islámico en Occidente se conoce poco más que sus atrocidades, a las que el viernes 26 de junio se sumó la masacre de 38 occidentales en dos hoteles de Susa, en Túnez. Sin embargo, el terror que provocan imágenes como las de las los turistas yaciendo inertes en la arena eclipsa los auténticos objetivos de esta organización terrorista. Sergio Altuna (Logroño, 1985), experto en movimientos yihadistas en el Magreb e investigador del Instituto de Seguridad Global, reside en Túnez desde 2010, donde rastrea el discurso de estos movimientos en foros y plataformas yihadistas, sobre todo aquellos escritos en árabe que el Estado Islámico utiliza para dirigirse a su principal público: los musulmanes. Según este experto, las apariencias del atentado engañan, pues el turismo no es el auténtico objetivo del ISIS, sino un medio en sus manos para dar al traste con la democracia en el país norteafricano.

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