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Matrimonios exprés con niñas sirias para hombres de negocios del Golfo
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UN SUCIO ACUERDO PARA LOS "RECTOS" SALAFISTAS

Matrimonios exprés con niñas sirias para hombres de negocios del Golfo

Basma juega entre sus dedos con un anillo invisible; aquel que llevó en su dedo anular durante tres meses y ahora guarda en una cajita para no recordar su matrimonio

Foto: La joven Basma, que fue obligada a casarse, en el campamento de refugiados de Zahle. (Foto: Diego Ibarra)
La joven Basma, que fue obligada a casarse, en el campamento de refugiados de Zahle. (Foto: Diego Ibarra)

Basma juega entre sus dedos con un anillo invisible; aquel que llevó en su dedo anular durante tres meses y ahora guarda en una cajita para no recordar su matrimonio. A sus 14 años, su padre, Abu Jalil, la obligó a casarse con un hombre de buena posición económica que se la llevó lejos del campo de refugiados de Zahle (en el valle de la Bekaa, Líbano). Una boca menos que alimentar para esta familia numerosa de siete hijos, oriunda de la ciudad siria de Homs.

La vida de esta niña refugiada se convirtió, de pronto, en un infierno. Basma llamaba cada día por teléfono a sus padres, suplicándoles que la dejasen volver al campamento. Inclusollegó a amenazar a su padre con suicidarse si no lepermitían regresar con su familia.

Finalmente, la pesadilla de Basma acabó hace siete meses. De vuelta a casa, la adolescente descubrió que estaba embarazada, pero había perdido el bebé. Y lo que debería haber supuesto una tragedia se convirtió, en el caso de Basma, en un alivio.

“Abusaba de mi física y psíquicamente”, rememora la niña. Cuando se negaba a tener sexo con su marido, él la castigaba dejándola encerrada en su casa. “A veces no aparecía en dos días, y tenía que dormir con sus hermanas. Aunque yo prefería estar con ellas que tener que dormir con mi esposo”, explica a El Confidencial.

Abu Jalil se arrepiente ahora de haber obligado a su hija a casarse. “Lo hice por dinero. Su pretendiente tenía tierras y negocios. Pensé que era una buena idea y que iba a poder ayudar económicamente a mi familia”, lamenta el padre de la niña. “No volveré a casar a ninguna de mis hijas si ellas no están de acuerdo”, reafirma su padre.

750 dólares para ser libre

El marido de Basma no le concedió el divorcio y ahora exige al cabeza de familia una indemnización económica de 750 dólares para dejarla libre. “No se qué vamos a hacer. No tenemos ese dinero y nos está presionando”, reconoce Abu Jalil. Mientras, Basma intenta recuperarse de aquel trauma con la ayuda de las especialistas de la ONG Beyond. La adolescente quiere volver a estudiar para conseguir un trabajo el día de mañana.

Historias como la de Basma se repiten en todas las comunidades de refugiados en El Líbano, Jordania, Turquía e Irak. Según un estudio de UNICEF, uno de cada cinco matrimonios en los campamentos de refugiados son forzados y con menores de edad.

Algunos padres creen que el enlace protege a sus hijas del abuso físico o sexual, o que el matrimonio servirá para garantizar la seguridad económica de las niñas y disminuir los gastos de la familia. Sin embargo, según la doctora Houda, psicoterapeuta, “el matrimonio infantil no es una alternativa segura para las niñas”.

Se trata de un sucio negocio gracias al cual musulmanes salafistas pueden abusar de una menor durante unas semanas

“Nos han llegado casos de todo tipo”, explica antes de agregar que algunas niñas han sufrido abusos sexuales durante unas semanas. “Después son devueltas a sus padres; otras llegan embarazadas. Es terrible”, denuncia Houda a El Confidencial.

Un sucio negocio para los “rectos” salafistas

Los matrimonios con menores sirias se ha convertido en un lucrativo negocio en el que están implicados los clérigos musulmanes. En realidad, se trata de un sucio acuerdo mediante el cual los “rectos” musulmanes salafistas, que vienen al Líbano por motivos empresariales, puedan abusar sexualmente de una menor durante unas semanas y, después, regresar a sus países.

La sharia (ley islámica) permite los matrimonios con menores de edad y es bastante común en la sociedad musulmana que niñas de más de 15 años se casen. Estos enlaces son llevados a cabo por autoridades religiosas, no civiles.

“Los jeques reciben en la mezquita a pretendientes del Golfo preguntando por novias menores de edad y son ellos mismos los que ejercen de mediadores para convencer a los padres de que ofrezcan a sus hijas en matrimonio”, denuncia la doctora Houda. “Los clérigos van a visitar a los padres a los campamentos de refugiados, les aseguran que todo es legal y que es mejor que sus hijas estén casadas para evitar que otros hombres puedan abusar de ellas”, explica.

A veces son los padres quienes reciben directamente un mensaje de texto de un desconocido “que ofrece entre 1.500 y 2.000 euros por casarse con su hija”, revela la psicoterapeuta. Algunos de los pretendientes ni siquiera cumplen el trato y pagan sólo una parte del dinero. “Se las llevan a los hoteles por unos días y después se marchan, habiendo pagado a los padres solo una parte de la cantidad acordada”, asegura.

Cualquier cosa para vivir un poco mejor

La situación de los refugiados sirios es tan vulnerable que los padres se ven obligados a hacer cualquier cosa para poder mejorar un poco sus condiciones de vida. En ocasiones, cuando una mujer siria llega a Líbano con sus hijos pero sin su esposo (bien porque está detenido, luchando en la guerra o ha muerto) los propietarios que les alquilan una habitación “les ofrecen quedarse con una de sus hijas a cambio de no cobrarles”, denuncia Houda.

“Es un fuerte impacto psicológico para las niñas”, advierte la especialista. “Las chicas que se casan antes de los 18 años son más propensas a recibir palizas de sus maridos y se ven obligadas a tener relaciones sexuales cuando todavía no están desarrolladas como mujeres”, explica. "Pierden su infancia, se olvidan de sus amigos, tienen muchas responsabilidades que nadie les ha enseñado. Es difícil, cuando sigues siendo un niño, tener que cuidar de otro niño”, lamenta.

El principal problema es que cuando regresan están traumatizadas y les es muy difícil reintegrarse con otros niños o volver a la escuela. “En las sesiones les enseñamos a volver a confiar en sí mismas, a pensar que ellas no han hecho nada malo”, explica Polin, la terapeutade la ONG Beyond.

“Es muy difícil poder controlarlo. Que una niña adolescente se case es normal en la sociedad musulmana. Pero en muchos casos, lo único que se busca es tener sexo y no una esposa; después de un tiempo las abandonan”, advierte. “Como no podemos detener este fenómeno, tratamos de hacerlo de una manera muy sutil, ya que (las familias) pueden pensar que estamos llegando con ideas occidentales y queremos romper con las tradiciones”, cuenta Polin.

“Las madres, que fueron forzadas a casarse a edades tempranas, por lo general te dicen que no estaban contentas de haberlo hecho. Pero, después, algunas de ellas hacen lo mismo con sus hijas, porque es la tradición. Incluso sabiendo que no es su derecho y que es injusto", exclama con resignación.

Basma juega entre sus dedos con un anillo invisible; aquel que llevó en su dedo anular durante tres meses y ahora guarda en una cajita para no recordar su matrimonio. A sus 14 años, su padre, Abu Jalil, la obligó a casarse con un hombre de buena posición económica que se la llevó lejos del campo de refugiados de Zahle (en el valle de la Bekaa, Líbano). Una boca menos que alimentar para esta familia numerosa de siete hijos, oriunda de la ciudad siria de Homs.

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