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China y el fenómeno de la prostitución 2.0
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TRABAJADORAS DEL SEXO a tiempo parcial

China y el fenómeno de la prostitución 2.0

Donghua es una estudiante de enfermería que, cuando cae la tarde, se convierte en prostituta. Forma parte de una nueva generación de trabajadoras del sexo que crece sin freno en China

Foto: Una prostituta charla con un hombre a las puertas de un hotel del distrito de Geylang, en Singapur. (Reuters)
Una prostituta charla con un hombre a las puertas de un hotel del distrito de Geylang, en Singapur. (Reuters)

Donghua tiene prisa. Esta estudiante de enfermería, de 21 años, ha recibido un mensaje en el móvil y debe volver a casa, en plena hora punta de Pekín, arreglarse y esperar a su cliente. La joven, procedente de la provincia de Sichuan, en el centro de China, estudia por las mañanas y cuando cae la tarde se convierte en prostituta; forma parte de una nueva generación de trabajadoras del sexo que, atraídas por las facilidades de las nuevas tecnologías y por el dinero rápido han decidido dedicarse, al menos a tiempo parcial, al oficio más viejo del mundo.

[Fotos: Así es la prostitución en Dongguan, China]

¿Por qué lo hago? Con lo que gano trabajando unas horas a la semana me pago lo que quiero. Puedo vivir sola y tener dinero para comprarme lo que me apetezca. Es muy fácil”, asegura Donghua a El Confidencial.

La aparente facilidad con la que crece el número de nuevas prostitutas en el país contrasta con una legislación que castiga, de forma cada vez más dura, los delitos relacionados con esta práctica. En China, la prostitución no fue tipificada como delito hasta finales de la década de los 80, cuando “vender sexo” o “tener relaciones ilícitas con una prostituta” aparecieron en las regulaciones provinciales, aunque no en el Código Penal de la República Popular China de 1979, vigente en aquel momento.

A principios de los años 90, la compra y venta de sexo quedó expresamente prohibida y, en posteriores revisiones, se añadieron las penas a cumplir por los infractores, cuyos delitos, normalmente regulados por el Derecho Administrativo, pueden incluso acarrear la pena de muerte en los casos de redes organizadas o prostitución asociada a otros crímenes.

Las marchas de la vergüenza

Más allá de las penas impuestas, la prostitución en China se hizo tristemente famosa con las llamadas “marchas de la vergüenza”, en las cuales la policía hacia desfilar a las sospechosas por las calles para, según afirmaban, “disuadir a otros de seguir el mismo camino”, una práctica que fue prohibida por el Ejecutivo en 2010.

Esta persecución ha dejado casos como el ocurrido en Pekín en 2012, cuando más de un centenar de personas, entre prostitutas y clientes, fueron detenidas y condenadas a penas de cárcel en la considerada como la mayor operación contra la prostitución en el país. A finales del pasado año, una operación conjunta en cuatro provincias desmantelaba otra red que, además de los servicios sexuales, ofrecía “amamantar” al cliente con mujeres en período de lactancia.

Los golpes, a pequeña o gran escala, que ha sufrido la prostitución en China han llevado a muchas de las trabajadoras “tradicionales” a dejar las casas de masajes y karaokes para trasladarse a un entorno, en teoría, más seguro, las redes sociales. “Llegué a Pekín en 2013 y comencé a trabajar como masajista, pero el sueldo no era suficiente para vivir y mantener a mi hijo en Wuhan (ciudad del sur de China). Comencé a ofrecer otros servicios a los clientes pero vivía con miedo a que alguien me delatara, así que el año pasado dejé el trabajo y ahora hago lo mismo pero en casa y contactando con los hombres a través del móvil”, comenta a este diario Jingfei, de 29 años.

El gran número de redes sociales disponibles, la igualmente numerosa demanda de estos servicios y la incapacidad de las autoridades y las compañías de controlar todos y cada uno de los perfiles han hecho que la prostitución 2.0 crezca de manera exponencial.

“Estoy registrada en seis redes socialesy, aunque no podemos emplear términos muy explícitos, es fácil saber dónde buscar. Alguna vez me han cerrado alguna de las cuentas, pero es sencillo abrir una nueva. Las redes sociales son muy cómodas; negocias el precio, lo que haces y no haces y cuándo hacerlo. Ellos saben lo que quieren y yo lo que estoy dispuesta a darles”, afirma Donghua.

A pesar de la confianza de Donghua, compartida por muchas de las que, como ella, utilizan este medio para captar clientes, las fuerzas de seguridad, junto con las desarrolladoras de los software, intentan estrechar el cerco en torno a este fenómeno. En junio del año pasado, el Ejecutivo, en colaboración con el gigante tecnológico Tencent, cerró 20 millones de cuentas relacionadas con la prostitución en Wechat, la aplicación de mensajería más popular del país. Esta campaña, que persigue, según el Gobierno, “un internet sano”, extendió su campo de acción a Hong Kong y Macao, donde más de 200 personas fueron detenidas por organizar “grupos de prostitución” en la citada red social.

“Los grupos de prostitución son aquellos en los que varios hombres van invitando a prostitutas. Si alguno se queja, se la expulsa del grupo. Son entornos cerrados en los que se negocian precios, se presenta a nuevos miembros... y son muy complicados de controlar ya que sin una orden de las autoridades no podemos acceder a las conversaciones, por lo que si no hay una denuncia o una filtración, pueden pasar meses o años antes de que se descubra”, reconocen a El Confidencial desde Yujian, otra de las redes sociales chinas utilizadas para llevar a cabo este tipo de prácticas.

A pesar de las aparentes ventajas que las redes sociales ofrecen, también puede haber problemas. “Normalmente no hay, pero a veces hay clientes que no quieren pagar, que intentan salirse de lo acordado... En esos casos hay que evitar la confrontación ya que no tenemos a nadie que nos defienda, aunque es cierto que casi nunca ocurre”, asegura Donghua.

Ye Haiyan, activista reconocida, entre otras cosas, por su defensa de los derechos de las prostitutas en China, asegura que el número supera los cinco millones. Con el tema de la legalización aparcado pese a las presiones de diferentes ONG y de varios analistas del país asiático, la lucha entre las autoridades y las nuevas formas de prostitución parece que continuará.

“Les doy lo que quieren y me dan lo que quiero. Si todos estamos de acuerdo, ¿qué problema hay?”, concluye Donghua. Acaba de cerrar una última cita para esa noche.

Donghua tiene prisa. Esta estudiante de enfermería, de 21 años, ha recibido un mensaje en el móvil y debe volver a casa, en plena hora punta de Pekín, arreglarse y esperar a su cliente. La joven, procedente de la provincia de Sichuan, en el centro de China, estudia por las mañanas y cuando cae la tarde se convierte en prostituta; forma parte de una nueva generación de trabajadoras del sexo que, atraídas por las facilidades de las nuevas tecnologías y por el dinero rápido han decidido dedicarse, al menos a tiempo parcial, al oficio más viejo del mundo.

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