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Ping-pong con seres humanos
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el drama de los rohingyas

Ping-pong con seres humanos

Los rohingyas, una minoría étnica que profesa el islam, son considerados inmigrantes ilegales o indeseables en todos los territorios donde viven

Foto: Un musulmán rohingya acarreando agua. (Reuters)
Un musulmán rohingya acarreando agua. (Reuters)

Perseguidos durante décadas prácticamente en el más absoluto silencio, el nombre de la etnia rohingya ha resurgido durante las últimas semanas en la prensa internacional después de que miles de ellos quedaran atrapados en barcos en el Océano Índico tras escapar de larepresión a la que están sometidos en Myanmar, país donde viven mayoritariamente. Tras largos días en los que todas las naciones del sudeste asiático se negaron a darles asilo, Indonesia y Malasia les han ofrecido finalmente refugio durante un año.

Pero su calvario no ha terminado. El gobierno de Myanmar, que está inmerso en una apertura política tras cinco décadas de dictadura militar, acaba de aprobar una nueva ley demográfica que faculta a los Gobiernos regionales a decidir si ciertas áreas deben ser sometidas a control de la natalidad y,según varios grupos, está exclusivamente dirigida a la población rohingya.

Los rohingyas, una minoría étnica que profesa el islam y que se concentra en el estado de Rakhine, al oeste de Myanmar, son considerados inmigrantes ilegales por el Gobierno de la antigua Birmania, un país mayoritariamente budista. En 1982, la entonces Junta militar les retiró la ciudadanía con una ley que sólo otorgaba este derecho a las 135 etnias nacionales, de las que los rohingya no forman parte, lo que convirtió a los 800.000 rohingyas que se estima que hay hoy en día en una de las mayores etnias apátridas del mundo. Desde entonces, la presión sobre esta comunidad ha sido cada vez mayor y han sido sometidos a disgregación racial y a numerosas restricciones económicas y sociales.

La presión sobre esta comunidad ha sido cada vez mayor y han sido sometidos a disgregación racial

De hecho, los rohingyas de las localidades de Maungdaw y Buthidaung en el norte del estado Rakhine ya llevan varios años sometidos a una política de control de natalidad por la que no pueden tener más de dos hijos. Un reciente informe del Museo Estadounidense Conmemorativo del Holocausto, titulado “Quieren que nos vayamos todos. Alarmantes signos tempranos de genocidio en Birmania”, incluía esta política de los dos hijos como uno de los símbolos tempranos de genocidio, entre otros, como las restricciones de movimiento o la violencia física contra ellos.

Según la nueva ley, los Gobiernos regionales del país podrán determinar qué regiones tienen un desequilibrio de recursos debido a "la alta densidad de población, el incremento de la tasa de crecimiento de la población, la alta natalidad, la alta mortalidad materna e infantil o las altas tasas de migración" y podrán pedir al Gobierno que establezca “zonas sanitarias especiales” donde las mujeres estarían obligadas a esperar un intervalo de 36 meses entre alumbramientos.

Esta ley es especialmente siniestra ya que establece cuál es la autoridad para analizar y designar áreas con alta población y tomar acciones en asuntos demográficos, pero no dice de forma explícita qué se hará”, asegura Phil Robertson, director adjunto para Asia de Human Rights Watch (HRW). “Dadas las actitudes del Gobierno de Birmania y del Gobierno regional de Rakhine, los rohingya tienen mucho de lo que preocuparse”.

Violaciones de DDHH

Para el activista rohingya Bo Min Aung, la ley podría ser utilizada contra los rohingya debido a la “falta de educación en derechos humanos entre la población de Myanmar”. “Las violaciones de los derechos humanos no dependen sólo de las leyes. Estas pueden ser utilizadas para fines positivos o negativos, depende de las intenciones (del Gobierno)”, explica el activista, quien asegura estar de acuerdo con que cierto control de la natalidad es necesario.

Sin embargo, Julia Marip, secretaria general de la Liga de Mujeres de Birmania, recalca que la ley puede afectar también a mujeres de otras etnias y que no hay que centrarse sólo en los rohingya. "Esta ley no está dirigida a un único grupo. Afecta a todas las mujeres por igual", asegura Marip. "Nadie debería poder decirnos cuántos hijos podemos tener".

Para Marip, uno de los efectos directos del control de la natalidad podría ser, al igual que ocurre en China, un descenso de la población femenina por la preferencia de hijos varones. "En muchos países de Asia hay preferencia por los varones, así que siempre que se limite la natalidad eso puede suceder", asegura la activista.

La ley sobre natalidad forma, además, parte de un conjunto de cuatro propuestas realizadas ante el parlamento por la Asociación para la Protección de la Raza, la Religión y las Creencias, una organización conectada con el nacionalismo de corte budista, para que se regulen además los matrimonios, la religión o la poligamia.

Sus propuestas contemplan la necesidad de un permiso de las autoridades locales para cambiar de religión, la imposición de restricciones a los matrimonios entre mujeres budistas y hombres no budistas y la prohibición de la poligamia, que es practicada por algunas comunidades musulmanas en el país.

Por su parte, The Irrawaddy, una web centrada en Myanmar, ha asegurado que el Parlamento ha aprobado varias enmiendas a las leyes electorales que deniegan el derecho de voto a aquellos que tengan documentos de identidad temporales, también conocidos como 'tarjetas blancas'. La nueva ley es una confirmación de la política ya emprendida por el Gobierno hace unos meses para negar a los rohingya sus derechos civiles por la que se invalidaron las 'tarjetas blancas'a partir del mes de marzo, dejando a miles de personas sin documentación.

El Gobierno aseguró, además, que los poseedores de estas tarjetas no podrían ser miembros de partidos políticos. “Muchos de los partidos rohingya existentes serán eliminados del registro por la comisión electoral. La privación de derechos y la pérdida de poder de los rohingya en el ámbito político es casi total ahora”, asegura Phil Robertson, de HRW.

Miles todavía en el agua

La crisis del llamado “ping-pong humano”, denominado así porque Tailandia, Malasia e Indonesia prohibieron a decenas de barcos con inmigrantes ilegales desembarcar en sus costas a pesar de no tener agua y comida, comenzó a principios del mes de mayo, cuando las autoridades tailandesas encontraron varios campos utilizados por las redes de trata de personas.

Allí, los inmigrantes eran encerrados hasta que los familiares pagaban un rescate. Cuando las redes fueron desarticuladas, los barcos que ya habían emprendido el camino hacia estos campos fueron abandonados a su suerte por los traficantes y durante días unas 7.000 personas quedaron atrapadas en el agua.

Naciones Unidas asegura que aún quedan unos 2.500 inmigrantes deambulando por el Oceáno Índico, después de que varios países hayan emprendido acciones de rescate para trasladarlosa Malasia e Indonesia, donde esperarán su reubicación o su repatriación. Muchos son bangladesíes que huyen de la miseria de uno de los países más pobres del mundo y serán probablemente devueltos a su país de origen. Sin embargo, el caso de los rohingyas es más complejo debido a su condición de apátridas.

“En otras ocasiones los rohingyas han sido considerados refugiados”, asegura Vivian Tan, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Asia. No obstante, el proceso de asilo para esta comunidad ha sido más lento que en otros casos. “En muchos casos llevan esperando 20 años a que les concedan asilo”, asegura Chris Lewa, del proyecto Arakan, una de las ONG que lleva más tiempo trabajando con los rohingya. “Pero las condiciones de los rohingya en Myanmar son lamentables. Si no hay una mejora, no puede haber una repatriación”, continúa Lewa, quien añade que, en cualquier caso, Myanmar no parece dispuesta a aceptar su regreso.

Perseguidos durante décadas prácticamente en el más absoluto silencio, el nombre de la etnia rohingya ha resurgido durante las últimas semanas en la prensa internacional después de que miles de ellos quedaran atrapados en barcos en el Océano Índico tras escapar de larepresión a la que están sometidos en Myanmar, país donde viven mayoritariamente. Tras largos días en los que todas las naciones del sudeste asiático se negaron a darles asilo, Indonesia y Malasia les han ofrecido finalmente refugio durante un año.

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