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Pablo Iglesias, como una 'estrella de rock' en Nueva York
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Pablo Iglesias, como una 'estrella de rock' en Nueva York

“Queremos construir una España a la que poder volver”, afirma Pablo Iglesias. El secretario general de Podemos ha entrado con paso firme en el Centro Español de Queens

Foto: Pablo Iglesias durante el discurso pronunciado en Nueva York (EFE)
Pablo Iglesias durante el discurso pronunciado en Nueva York (EFE)

“Queremos construir una España a la que poder volver”, dice Pablo Iglesias. El secretario general de Podemos ha entrado como una 'estrella del rock' en este salón oscuro, kitsch y añejo, del Centro Español de Queens. Adapta el discurso a su idea del expatriado, un refugiado, una víctima económica. “Será que no hay españoles que han hecho pasta por aquí”, murmura un asistente.“Cuando llegan Mariano Rajoy o Pedro Sánchez, la gente no viene a escucharles”, declara Iglesias. Su voz emana del pecho y la tensión se concentra en sus labios, que frunce y repliega entre párrafos.

El líder de Podemos, que no usa papeles, apoya la primera mitad del discurso en la palabra “Patria”, seca y sonora como un puñetazo. La define en términos de protección social al ciudadano y luego señala a sus enemigos. La “casta” ha pasado a ser “traidores a la patria”, aquellos que “privatizan, invitan a los jóvenes a marcharse, destruyen los servicios sociales y la educación pública”.

De vez en cuando, silbidos y aplausos interrumpen el mítin. Otras veces, Iglesias se detiene para inspirarlos. Hay más de 200 de personas en la penumbra. Unas han venido por simpatía; otras, por curiosidad, como Rafael Alcover y Marc Cambruei, estudiantes de derecho en Fordham University.

“No me convence, pero ha puesto en jaque al bipartidismo”, opina Rafael. “La corrupción no sólo es moralmente mala, también empobrece a la población, a la economía, y gracias a él se está revirtiendo”. “Esto es como el independentismo catalán”, dice Marc. “En tiempos de crisis, puedes vender cualquier cosa”.

Por un momento, es como si estuviésemos en la Transición. Lo dicen las cortinas floreadas y el telón rojo, grueso, teatral. Lo dicen los asistentes, jóvenes descolocados por años de expatriación e inmigrantes de los años sesenta, y las banderas de España y Estados Unidos, que penden sobre el escenario separadas por una cruz de madera. La decoración no se toca desde 1979.

El Centro Español no les ha cobrado nada, confirma a El Confidencial el gerente, Bernardo Ribeiro, gallegoamericano de 71 años. “Por aquí han pasado socialistas, populares, los del Bloque... A estos no se lo vamos a negar. ¡Y eso que aquí aún tenemos algunos franquistas!”. Bernardo dice haber recibido tres o cuatro correos de socios muy enfadados.

"Quiero escuchar al señor Mariano Rajoy pedir perdón”, continúa Pablo Iglesias. “Decir: 'me he equivocado, lo he hecho mal, las políticas que hemos llevado a cabo no han servido para solucionar los problemas. (…) Pidan perdón a los ciudadanos por mentirles".

La atmósfera bordea la irrealidad. La política, o parte de ella, se ha caído de las agendas y las pantallas de plasma, de las caravanas blindadas y la torre de confort construida en los últimos 30 años. Ahora lleva deportivas Otnisuka y pantalones sin entallar, es activa, imprecisa, fuertemente emocional“. ¡No sólo son unos corruptos, no solamente son unos traidores a la patria, también son altamente ineficientes!”.

En persona, Iglesias es más compacto, como si se hubiese replegado para endurecerse. Cuando salió de su entrevista privada con el Nobel Joseph Stigliz, ayer por la mañana, parecía un ícono ruso: traslúcido, vertical. Compareció frente a la Columbia Business School, serio y abstraido, maravillado, aún, ante el alboroto de grabadoras y periodistas. Habló muy bajito, como si estuviese triste o quisiese ahorrar fuerzas para su discurso en Queens.

“Me quedo con un comentario del profesor Stiglitz”, dijo Iglesias. “Que la comunidad mundial de economistas no defiende la austeridad, que nuestros problemas son la deuda, el desempleo y la desigualdad, y que hay que hacer políticas que incentiven la demanda. Una reunión como esta nos refuerza en nuestros planteamientos”.

Iglesias se reunió a las 11:30 con el Nobel de Economía y profesor de Columbia University, Joseph Stiglitz, que ha defendido públicamente la idea de restructurar la deuda griega. Luego habló con la periodista Amy Goodman en el programa Democracy Now, retransmitido por 1.300 radios y televisiones públicas de todo el mundo. Por la noche, discurso en el Centro Español.

Esta mañana concederá una entrevista a la CNBC, que tiene su estudio principal en el medio de la Bolsa de Wall Street y lleva meses intentando entrevistarle. Iglesias no tiene previsto verse con gente del mundo financiero. Después, conferencia con Amy Goodman en la City University of New York (CUNY), apodada el Harvard del proletariado. Por la tarde, visitará Naciones Unidas para reunirse con diversos funcionarios, entre ellos el embajador español: Román Oyárzun.También hablará con los economistas Mark Weisbrot, del Center for Economic and Policy Research, yDavid Harvey, profesor de CUNY.

La delegación de Podemos asciende a un total de tres personas: Pablo Iglesias (que nunca antes había visitado Nueva York), Pablo Bustinduy, responsable de internacional, y Juan Suárez, responsable de prensa. Los tres barbados y en los treinta. Los tres, alojados en un piso alquilado junto a Chinatown, donde abundan el vapor y los patos degollados en las ventanas.El domingo fueron a cenar a un restaurante chino que dijo Bustinduy, que ha vivido siete años en Nueva York. Al salir, el frío era tan intenso que volvieron a casa corriendo.

“Queremos construir una España a la que poder volver”, dice Pablo Iglesias. El secretario general de Podemos ha entrado como una 'estrella del rock' en este salón oscuro, kitsch y añejo, del Centro Español de Queens. Adapta el discurso a su idea del expatriado, un refugiado, una víctima económica. “Será que no hay españoles que han hecho pasta por aquí”, murmura un asistente.“Cuando llegan Mariano Rajoy o Pedro Sánchez, la gente no viene a escucharles”, declara Iglesias. Su voz emana del pecho y la tensión se concentra en sus labios, que frunce y repliega entre párrafos.

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