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Desnudarse 'por la voluntad': explotación en los clubes de 'striptease' de Estados Unidos
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EL ESTIGMA DE SER BAILARINA EXÓTICA

Desnudarse 'por la voluntad': explotación en los clubes de 'striptease' de Estados Unidos

Rick's Cabaret es un paisaje de piel desnuda. Y un club condenado a pagar 10 millones a 2.000 'strippers' por no pagarles un salario. Su delito es la norma en EEUU

Como cualquier strip club, Rick's Cabaret es un paisaje de piel desnuda, melenas sinfónicas y erecciones en pantalones de chándal. La perfección plástica de las bailarinas, que brillan torneadas y cubiertas de purpurina, rompe la oscuridad junto al ejército de bebidas que preside el bar. La barra americana parece recién pulida y las miradas abrasan los cuerpos magnéticos, cimbreantes.

Este club de Nueva York fue condenado en noviembre a pagar 10 millones de dólares a 2.000 strippers por no pagarles un salario y quitarles parte de las propinas. La decisión, que va a ser apelada por Rick's, ha tenido eco en otras demandas. Hace una semana, dos bailarinas de Portland denunciaron al club Casa Diablo por imponer condiciones parecidas y agredir presuntamente a las profesionales.

‘Cuando me marcho, tengo que darle 20 dólares al pinchadiscos, 20 al barman y 20 al mánager. Los ingresos por turno varían. A veces hago 600 dólares; otras, lo justo para pagar al club’

Una de ellas es Matilda Blickers. “La empresa nos clasifica ilegalmente como 'contratistas independientes' para no pagarnos un salario, no darnos beneficios sociales y no pagar impuestos”, dice por Skype a El Confidencial. De cien bailarinas, sólo ella y una compañera pusieron la demanda. “Para la mayoría es su único trabajo y tienen miedo de perderlo”, explica.

Blickers documenta los abusos en el blog Tits and Sass, que defiende los derechos de las trabajadoras sexuales en Estados Unidos. Asegura que la dirección no sólo no paga, sino que toma el 30% de las propinas. Algunos clubs, como el propio Rick's, les cobran una tarifa por usar el local. Esta supuesta relación proveedor-cliente no impide al empresario dar órdenes a las strippers.

Según Blickers, Casa Diablo impone a sus “contratistas independientes” todo tipo de multas por “infracciones” como no estar en el escenario un minuto antes de que cambie la canción o no desnudarse lo suficientemente rápido. Ella dice que llegó a deber al club 400 dólares en multas.

El estigma de ser bailarina exótica

La denuncia incluye acoso sexual por parte de clientes y empleados. “El personal cruza los límites, y también la clientela”, explica Blickers. “Teóricamente hay porteros que nos defienden, pero se creen con derecho a hacernos lo que quieran porque nos ven desnudas”. Ella dice que le agarraron los pechos; a su compañera le propusieron un trío… Se negó y le quitaron turnos.

Melissa Gira Grant, periodista y autora de Playing the Whore: The Work of Sex Work (Interpretando a la puta: El trabajo del trabajo sexual), destaca el peso del estigma. Dice que la acción policial de los últimos 20 años hizo que muchas prostitutas se refugiasen en strip clubs, difuminando la frontera entre ambos mundos. “Las bailarinas siempre han tenido que lidiar con las expectativas de los clientes”, declara a El Confidencial. “Algunos no conocen los límites y creen que el sexo forma parte del trato, cuando lo cierto es que muchas bailarinas jamás tienen sexo con clientes”.

Grant enmarca el problema en el contexto laboral de Estados Unidos, el único país industrializado del mundo que no garantiza por ley las vacaciones pagadas ni la baja por maternidad o enfermedad. Un panorama donde el 28% de los trabajadores reciben salarios de pobreza, según datos oficiales, y solo un 11,8% están sindicados.

“En realidad no es muy diferente de ser camarero o barman, pero como se quitan la ropa, no son tratadas de la misma forma”, continúa. “Dado que el striptease está estigmatizado y que los lugares de trabajo pueden ser muy informales, las bailarinas tienen problemas para hacerse respetar”.

“A veces hago 600 dólares; otras, lo justo para pagar al club”

Rick's vende fantasía: los porteros te saludan como si fueses un ministro, con un sentido apretón de manos y una leve reverencia, y enseguida vienen ellas a tocarte los bíceps y reírte las gracias. Luego te proponen un masaje o un lap dance en silla de cuero. Mientras, se turnan para bailar en dos escenarios, uno con barra americana. La mayoría proceden de Rusia, Ucrania y países asiáticos.

Una de las “contratistas independientes” confirma que Rick's Cabaret no paga salario y cobra tarifa. Ellas pueden llegar a la hora que quieran. Cuanto más tarde, más caro les sale. “Hoy pagué 47 dólares al entrar”, explica. “Cuando me marcho tengo que darle 20 dólares al pinchadiscos, 20 al barman y 20 al mánager. Los ingresos por turno varían. A veces hago 600 dólares; otras, lo justo para pagar al club”.

En el momento de publicar este artículo tanto la dirección de Rick's como la de Casa Diablo no habían respondido a las preguntas sobre los derechos de las strippers y los procesos judiciales.

¿Abrirán las demandas una nueva etapa en el sector?

Otro caso: el Tribunal Supremo de Nevada dictaminó que las bailarinas de Sapphire Gentlemen's Club son empleadas y por tanto deben recibir el salario mínimo. Sapphire podría tener que pagar 40 millones de dólares en salarios atrasados a las 6.500 profesionales que trabajan o han trabajado allí desde 2006, sin contar con las tarifas. Al texto oficial no le falta retranca:

“Dado que Sapphire se describe como el 'Mayor Club de Striptease del Mundo', y no, digamos, un bar o una discoteca, estamos convencidos de que las mujeres que allí hacen striptease son útiles y de hecho necesarias para el negocio”.

‘Mucha gente piensa que estamos desesperadas y que queremos ser rescatadas; que si tuviésemos otra oferta de trabajo, no haríamos esto. Se equivocan’

A día de hoy sólo el sindicato SEIU representa a las bailarinas exóticas en EEUU, pero a un nivel casi anecdótico. El resto son iniciativas como Tits and Sass o Red Umbrella Project, que suman denuncias y testimonios “El problema es que estas demandas no van a cambiar nada”, dice Melissa Gira Grant. “Harán que a muchas bailarinas se les pague la deuda, pero los clubs jamás se sentarán a negociar con ellas. Encontrarán otras maneras de operar”. Añade que para muchas bailarinas sigue siendo un trabajo bien remunerado y no les interesaría entablar una batalla política.

Diversas fuentes del sector confirman que los ingresos de una bailarina difieren mucho; estarían en un rango de 30.000 a 100.000 dólares anuales trabajando entre 15 y 25 horas por semana.

“Mucha gente piensa que al trabajar de strippers tenemos lo que pedimos y que no podemos esperar nada mejor”, dice Matilda Blickers. “Piensan que estamos desesperadas y que queremos ser rescatadas; que si tuviésemos otra oferta de trabajo, no haríamos esto. Se equivocan”.

Blickers empezó de bailarina con 18 años por el dinero y el tiempo libre. Hoy trabaja en varios clubs de Portland mientras estudia un máster en trabajo social. Quiere dedicarse profesionalmente a defender los derechos de su colectivo.

Como cualquier strip club, Rick's Cabaret es un paisaje de piel desnuda, melenas sinfónicas y erecciones en pantalones de chándal. La perfección plástica de las bailarinas, que brillan torneadas y cubiertas de purpurina, rompe la oscuridad junto al ejército de bebidas que preside el bar. La barra americana parece recién pulida y las miradas abrasan los cuerpos magnéticos, cimbreantes.

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