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¿Uso político de la televisión? Syriza reabrirá la cadena pública
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REAVIVA LA GUERRA EN EL SECTOR PERIODÍSTICO

¿Uso político de la televisión? Syriza reabrirá la cadena pública

Ni la troika lo había pedido, pero el Gobierno de Samarás decretó su cierre. Ahora se cumplirá en menos de un mes una de las grandes promesas de Syriza: reabrir ERT

Foto: Un trabajador en la sala de recepción de la sede de ERT en Atenas, en una imagen de archivo (Reuters)
Un trabajador en la sala de recepción de la sede de ERT en Atenas, en una imagen de archivo (Reuters)

Nadie lo había pedido. La troika se lavaba las manos. La Comisión Europea aseguraba que ella, desde luego, no había puesto como condición el cierre de la televisión pública ni ser tan expeditivos. El 11 de junio de 2013, de la noche a la mañana, el Gobierno de Samarás decretaba que ERT (Radiotelevisión Helénica, en español) –que llevaba en servicio desde 1938– quedaba clausurada. Ni sus socios, Pasok y Dimar, que habían apoyado hasta entonces sus políticas de recortes con apenas algunas quejas, se sumaron al carro. Nueva Democracia cruzó esta frontera completamente solo, una línea que ni la dictadura había rebasado. Syriza, entonces en la oposición, se opuso furibundamente.

Durante muchos años, la televisión pública había sido acusada de clientelismo, de enchufismo y de servir religiosamente al Gobierno de turno. Y muchas de estas alegaciones eran, en numerosos casos, rigurosamente ciertas, cuentan extrabajadores del ente. Tanto Pasok como Nueva Democracia habían usado este lugar para colocar sus piezas periodísticas y defenderse de los ataques del contrario y, a la vez, el bipartidismo establecido. Sin embargo, y esta fue la opinión más generalizada, de una ley que elimine los tejemanejes internos –o incluso una que reformara integralmente las estructuras– a cerrar completamente la cadena para crear otra, hay un trecho.

El 7 de noviembre de 2013, tras meses de ocupación del edificio por parte de los asalariados, la policía entra y lo desaloja. Los carteles de ERT son retirados y las entradas “sólo para empleados” reforzadas con seguridad privada. Aquel día de noviembre, Nikos Koróvilas era el único que permanecía acampado allí; el resto, previendo el asalto, estaba en el edificio de enfrente, en las oficinas de la improvisada ERT Open, que empezó –y allí sigue– a emitir en streaming por internet. Koróvilas, uno de los responsables de esta emisión pirata, se quedó para darle las llaves de la sede a la policía. Incluso dice que les hizo una visita guiada. Ahora, espera que, en menos de un mes, se cumpla una de las grandes promesas de Syriza: reabrir ERT.

ERT contra Nerit: conflicto civil entre cámaras

Koróvilas se pasea como por su casa en el Parlamento, donde recibe a El Confidencial, saludando a los colegas de otros medios. Está exultante. Tras más de un año y medio de lucha en ERT Open, los resistentes van a conseguir que se cumpla su gran petición: la vuelta a sus puestos de trabajo. No hay periodista en Grecia que no tenga su opinión al respecto. Para unos, los que se postularon para trabajar en Nerit y fueron seleccionados son unos traidores con los que fueron despedidos; para otros, no tenían otra opción, había facturas que pagar.

Para Koróvilas y su amigo e inseparable compañero Nikos Anguelidis, que se une a la conversación, hay dos tipos: los que entraron a sabiendas de que estaban rompiendo el consenso y los que son “estúpidos” y no sabían el perjuicio que estaban causando. “Si no hubiéramos tomado el edificio de ERT, no estaríamos ahora a punto de volver”, asegura orgulloso Koróvilas. Fue un cierre ilegal, cuentan, y al nuevo Gobierno no le resultará difícil reabrir la antigua cadena pública. Desde su punto de vista sólo hace falta tirar para atrás toda la legislación implementada por Samarás, que va “en contra de la Constitución”.

“Nos cerraron porque contábamos cosas como que el recibo de la luz iba a subir; no nos podían controlar”, aseguran ambos. Durante los incontables meses que ha durado su lucha, me confiesa Anguelidis, “han sido compañeros inseparables”. También cuando llegaba la desesperanza o el enfado; me cuentan que sólo les pagaron cuatro meses de sueldo, y ambos tienen familia: “Cuando uno se enfadaba el otro le controlaba”, dice sonriendo, victorioso. “Una de las presentadoras estrella dijo al presentar de nuevo en Nerit: ‘Me alegro de volver’ ¿Volver?”, ironiza, apostillando que han utilizado el cierre para destruir el convenio colectivo y hacerles perder la antigüedad.

La sospecha de los pactos entre bambalinas por concesiones de rutas y de transportes a cambio de revelar u ocultar secretos se ha hecho más densa desde que la crisis expulsó a los más pequeños del mercado de la información

Se nota que les cuesta trabajo mostrarse calmados cuando hablan de los excompañeros –y eventualmente futuros colegas en ERT al mismo tiempo–. ¿Cómo será el ambiente? “Evidentemente habrá que estar tranquilos, pero habrá que hacer un gran esfuerzo”, dice Anguelidis mientras su amigo asiente. No será fácil que las tensiones de tantos meses no terminen mal. “Algunos medios vinieron el día de las elecciones a ERT Open para ver si al ganar Syriza íbamos a invadir el edificio de Nerit. Incluso nosotros mismos pensamos en hacerlo”, confiesa Anguelidis. Sin embargo, eso, asegura, habría invalidado su lucha.

¿Y sobre las acusaciones de que ERT estaba demasiado politizada? Admiten que tenía defectos, pero niegan que estuviera controlada por el poder. También dicen que se podría hacer más eficiente y que para ello no haría falta despedir. “Entre los que se jubilan y los que terminan contrato temporal no habría que despedir a nadie más”. Habrá que esperar a ver qué ley decide aprobar Syriza: si reabre la antigua ERT o una nueva y reformada.

La reapertura de la antigua cadena pública ha sido uno de los caballos de batalla del vencedor de los últimos comicios durante su campaña. Cuando la tinta del decreto del cierre de ERT apenas se había secado, Zoí Konstantopulu, que en unos días será presidenta del Parlamento, se subió a una de las verjas del perímetro para clamar contra la clausura y el Gobierno de Samarás. No en vano, desde el partido de izquierda se ha hecho un boicot ‘de facto’ a Nerit no permitiendo a ningún miembro de la formación que acudiera a los programas de debate de la cadena. El propio Tsipras ha ignorado en varias ocasiones, de manera ostentosa a veces, a los reporteros de la cadena. La convivencia entre este Gobierno y Nerit es, a todas luces, imposible.

Los medios privados no son ajenos al control político

Construcción, seguros y, sobre todo, armadores. El negocio que hizo muy ricos a algunos de los más ilustres griegos –léase Onassis– está en la base de la gran mayoría de los canales privados. La familia Vardinogiannis tiene el 100% de Star y participa en Mega. Skai y Antena también están dominados por armadores. La única que no se nutre del dinero del sector naval es Alpha… que está dirigida por el dueño de la gran aseguradora Interamerican, Dimitris Kondominás. La sospecha de los pactos entre bambalinas por concesiones de rutas y de transportes a cambio de revelar u ocultar secretos se ha hecho más densa desde que la crisis ha echado a los más pequeños del mercado de la información. Sólo algunos modestos medios por internet escapan de esta dirección única.

La connivencia de los grandes hombres de negocios con el poder político es criticada sobre todo por la izquierda y a la cabeza por Syriza, que pretende que los canales privados paguen por el uso de la frecuencia. Quiere regular las licencias para que otros inversores, incluso extranjeros, puedan entrar en este mercado tan cerrado que funciona con concesiones ‘temporales’ desde hace muchos años y al mismo tiempo recaudar. Para los dueños de los medios es, por supuesto, una intromisión inaceptable en su terreno.

Algunas malas lenguas dicen que Stavros Theodorakis, reportero estrella de Mega y creador de To Potami, fue apadrinado por Fotis Bóbolas, el máximo responsable de esta cadena. Que un gran magnate lance a la política a un candidato interpuesto no desentona en la mentalidad de los griegos, acostumbrados a que muchas de las conspiraciones que elucubran acaben por ser verdad.

Nadie lo había pedido. La troika se lavaba las manos. La Comisión Europea aseguraba que ella, desde luego, no había puesto como condición el cierre de la televisión pública ni ser tan expeditivos. El 11 de junio de 2013, de la noche a la mañana, el Gobierno de Samarás decretaba que ERT (Radiotelevisión Helénica, en español) –que llevaba en servicio desde 1938– quedaba clausurada. Ni sus socios, Pasok y Dimar, que habían apoyado hasta entonces sus políticas de recortes con apenas algunas quejas, se sumaron al carro. Nueva Democracia cruzó esta frontera completamente solo, una línea que ni la dictadura había rebasado. Syriza, entonces en la oposición, se opuso furibundamente.

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