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Elecciones en Grecia: las claves de unos comicios que cambiarán Europa
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LA UE CONTIENE EL ALIENTO; SYRIZA PALPA EL PODER

Elecciones en Grecia: las claves de unos comicios que cambiarán Europa

El tornado Syriza, cualesquiera que sean sus consecuencias a largo plazo, ha colocado en modo existencialista a toda la Unión Europea

Foto: Alexis Tsipras, líder de Syriza, anima a sus simpatizantes durante el mitin de cierre de campaña el jueves 22, en Atenas (Reuters).
Alexis Tsipras, líder de Syriza, anima a sus simpatizantes durante el mitin de cierre de campaña el jueves 22, en Atenas (Reuters).

Cuando Grecia acuda a las urnas este domingo, más que unas elecciones puramente nacionales acogerá unos comicios sobre el modelo de Europa. Si tras los sucesivos rescates es Bruselas la que ha dado forma a la sociedad griega a golpe de reformas y recortes, el impacto parece estar viniendo de regreso como un bumerán. El tornado Syriza, cualesquiera que sean sus consecuencias a largo plazo, ha colocado en modo existencialista a toda la Unión Europea. Al mismo tiempo, Grecia, un país en circunstancias normales poco eurófilo, se ha visto lanzada hacia el debate de “dentro o fuera” de la UE.

La más que probable victoria de Alexis Tsipras podría traer una ola impredecible para la eurozona y para la Unión. Primero, porque si consigue un alivio de la deuda, otros países en apuros se verán tentados de buscar lo mismo, eligiendo a gobiernos combativos. El ejemplo está en España, donde Podemos, partido hermano de Syriza, ya ocupa el primer puesto en varias encuestas. Segundo, porque su efecto podría hacer ascender a los partidos eurófobos de la Europa del norte rica… en Alemania, Finlandia o Dinamarca. En este 2015 se celebrarán elecciones de trascendencia diversa en Francia, en Reino Unido (con un referéndum de permanencia en la UE prometido por Cameron si gana), Finlandia, Polonia, España, Portugal y Dinamarca.

Un dominó cuya primera pieza puede ser Grecia.

Victoria de Syriza pero, ¿por cuánto?

Tsipras, a pesar de sus defectos, entre ellos la falta de concreción hasta hace bien poco de sus planes, ha conseguido aguantar el envite del Gobierno de coalición, que aseguraba que con él se volvía al dracma, y está en cabeza en todas las encuestas. Mañana, salvo que todos los analistas y encuestadores merezcan ser despedidos, obtendrá una mayoría. ¿Pero, de qué calibre?

Tsipras cerraba la campaña el jueves con un baño de masas en la céntrica plaza de Omonia en el que estaban representantes de toda la izquierda europea, incluidos Izquierda Unida y Podemos, y en el que repitió sus consignas: no a la austeridad, renegociación de la deuda, rechazo a las políticas de Merkel… El líder de la oposición griega se recreó en un discurso que sonaba al de un primer ministro. Para gozo de su público, se permitió hacer subir al final del mitin a Pablo Iglesias, quien se dirigió en griego a los simpatizantes de Syriza: “Tanto Samarás como Rajoy forman parte del pasado, Tsipras es el futuro”, dijo, tal y como publicó El Confidencial.

Samarás, muy solo, confía en el voto oculto

A media hora de que comience el acto de cierre de campaña de Nueva Democracia el pabellón sigue vacío. El último golpe de efecto del primer ministro no parece funcionar. Poco a poco, el lugar se va llenando, pero no hay nada que recuerde a la espontaneidad con que se abarrotó el mitin de Syriza. Una última demostración de fuerza que Antonis Samarás quiere que se materialice en las urnas.

Primero fue el miedo, el miedo a la izquierda, a la salida del euro, al aislamiento internacional. Y, solo al final, muy al final, los recortes de impuestos. Su campaña se ha basado en una demonización de Tsipras y ha tenido en ese campo un resultado bastante mediocre. Las estimaciones de voto sitúan a su partido, a pesar de los años de austeridad, cerca de la victoria, pero ese parece ser su techo electoral: en torno al 31% de los votos. Siempre queda el voto oculto, el que no aparece en los sondeos por razones personales de los encuestados.

Las estimaciones de voto sitúan al partido de Samarás cerca de la victoria, pero ese parece ser su techo electoral: en torno al 31% de los votos. Siempre queda el voto oculto, el que no aparece en los sondeos por razones personales de los encuestados

Samarás no se ha volcado en vender sus datos macroeconómicos (el crecimiento, el superávit). Ha preferido presentarse no como un buen primer ministro, sino como el menos malo entre dos opciones. Tampoco le ha ayudado su escaso carisma o las declaraciones salidas de tono de alguno de sus ministros. Makis Voridis, por ejemplo, encargado de Obras Públicas y Transporte, quien dijo que Nueva Democracia haría “lo que fuera necesario para impedir una victoria de Syriza”. Llegó a evocar una batalla de la sangrienta guerra civil helena en la que los monárquicos vencieron a los rebeldes comunistas. “Defenderemos con nuestros votos lo que nuestros padres defendieron con las armas”, remachó. Voridis fundó el partido ultranacionalista Laos para volver en 2012 a integrarse en ND.

Las autoridades económicas internacionales también han abandonado al líder conservador. Si hace apenas un mes la Comisión Europea y el FMI cerraban filas contra Syriza, aconsejando a los griegos votar por “una cara conocida”, a día de hoy nadie apuesta directamente por Samarás. Prefieren lanzar un mensaje más general, destinado al nuevo inquilino del sillón de primer ministro.

Juncker, el presidente de la CE, declaraba recientemente que “el Gobierno que salga (de las urnas) el domingo tendrá que respetar los compromisos y seguir con las reformas”. Olli Rehn, por su parte, pidió “un alivio para la deuda” helena. Mientras, Merkel insistió en que se vote “responsablemente” y Moscovici aseguró que la Comisión está “preparada para cualquier escenario”. Únicamente la presidenta del FMI, Christine Lagarde, se posiciona del lado de Samarás -aunque de perfil- al decir que “es un peligro reestructurar la deuda”.

placeholder Simpatizantes de Nueva Democracia en un mitin (Reuters).
Simpatizantes de Nueva Democracia en un mitin (Reuters).

Los indecisos serán más importantes que nunca

La mayor parte de los sondeos sitúan el núcleo de indecisos en torno al 10%. Con la diferencia mínima entre los dos partidos principales, cualquier cambio en el sentir de este núcleo puede hacer decantar la elección hacia uno u otro bando. En 2012, los indecisos lo hicieron por Nueva Democracia. Pero también los partidos pequeños cuentan con los que dudan para intentar entrar en el Parlamento. De los 300 diputados con que cuenta la Cámara helena, 238 se eligen en circunscripciones y 12, proporcionalmente, a escala nacional. Además hay un bonus de 50 diputados para el ganador, un sistema que refuerza las mayorías. Aun así este bonus puede ser distinto -menor- si hay más partidos que llegan al 3%. De momento, el umbral de Syriza para alcanzar la mayoría absoluta se sitúa, según los cálculos, en el 35% para estos comicios. La llamada ‘encuesta de encuestas’, que combina los resultados de 13 de ellas, da a Syriza un 34,7%. Y al partido de Papandréu un 2,7%. La mayoría absoluta sigue en el aire.

El tercer partido: Potami, la extrema derecha… o ninguno

Es necesario estar atentos a los resultados de los partidos que seguirán a la zaga del ‘nuevo bipartidismo’. El primero de ellos es To Potami (El Río). Su líder, Stavros Theodorakis, ha llevado una campaña frenética desde que creara su partido en marzo de 2014 y tras los buenos resultados en las europeas (dos diputados). Su ideología liberal y progresista le hace un aliado a medida para Tsipras. Ambos quieren reducir la austeridad, ambos quieren reformas -aunque divergen en los métodos- y ambos quieren quedarse en el euro. Para la izquierda, pactar con ellos sería la pátina de eurofilia que necesitan. Para Potami, un acceso a influir en el sistema. Theodorakis ha asegurado que su partido “es un seguro de estabilidad para Grecia” y que “dejar a Grecia sin gobierno sería un acto criminal”. Coincide con Tsipras en considerar a ND y Pasok “producto del pasado” y sus últimas intervenciones y entrevistas se interpretan como un claro acercamiento al líder izquierdista.

Las autoridades económicas internacionales también han ‘abandonado’ al líder conservador. Si hace apenas un mes la Comisión Europea y el FMI cerraban filas contra Syriza, a día de hoy nadie apuesta directamente por Samarás

La extrema derecha, por su parte, no constituye un factor de estabilidad, sino un grito de frustración dentro de la política helena. La rabia que canalizó Aurora Dorada ha sido absorbida en parte bien por Syriza y sus promesas, bien por el desenmascaramiento por parte de la policía de sus actividades criminales que ha hecho volver a algunos de sus votantes al redil de ND. Su apoyo no puede ser, con todo, desdeñado. Podría ser el tercer partido y colocarse como fuerza de bloqueo y de amedrentamiento para el resto.

El partido comunista, por su parte, ‘contraprogramó’ a Syriza en su cierre de campaña. Y esto no es casualidad, es una afrenta en toda regla. El Partido Comunista de Grecia (KKE), que se mantuvo escrito en piedra mientras el resto de los europeos se pasaban a lo que se llamó el ‘eurocomunismo’, no quiere ninguna colaboración con Syriza. Nada de convergencia de las fuerzas de la izquierda. El partido de Tsipras es heredero del movimiento asambleario que surgió en las plazas de Grecia en 2011 similar al de los ‘indignados’; la declaración del congreso del KKE fue que estas asambleas eran “un instrumento de la clase dominante”. Con estas bases pocos puntos de entendimiento se pueden encontrar. Se critica al KKE por estar anclado en el pasado, pero su fuerza se ha restablecido: podría obtener un 6% de los votos. Más que el Pasok.

La combustión espontánea del Pasok y el regreso de Papandréu

Un pequeño choque de trenes, de trenes de juguete, puede terminar por desmembrar electoralmente al Pasok, el partido asociado al Partido Socialista Europeo junto al PSOE. La creación del Movimiento de Socialistas Democráticos (MSD) por parte del ex primer ministro Yorgos Papandréu divide todavía más el voto.

Papandréu podría alterar el bonus si consigue el 3%, pero, más allá de las elecciones, para el Pasok puede ser el fin de una era de dominación. La confirmación del fin del partido que ‘montó’ el sistema del bienestar en Grecia -para algunos sobredimensionado- en una lucha fratricida entre el actual ministro de Exteriores Evángelos Venizelos y el exlíder del Pasok y heredero del apellido de una de las sagas dominantes de la política griega. Una disputa entre familias políticas que se dirimirá en las urnas del domingo.

El respaldo que obtenga uno influirá sin duda en el del otro. Y el pírrico resultado puede ser la influencia en el futuro Gobierno. Venizelos, que forma parte todavía del Ejecutivo de Samarás, dice que no tener ningún problema para ello: Tsipras “es como Harry Potter, pero podría colaborar con él”, dijo hace poco en una entrevista. Papandréu, que declaró que habría podido “dejar la política”, irse “a una isla griega y dedicarse a tocar la guitarra”, no tendría reparos en pactar con Syriza “dependiendo de sus aliados y sus propuestas”. El Pasok podría quedarse con un 5%. En 2009, con Papandréu a la cabeza, obtuvo el 44%. Y llegó la crisis.

Cuando Grecia acuda a las urnas este domingo, más que unas elecciones puramente nacionales acogerá unos comicios sobre el modelo de Europa. Si tras los sucesivos rescates es Bruselas la que ha dado forma a la sociedad griega a golpe de reformas y recortes, el impacto parece estar viniendo de regreso como un bumerán. El tornado Syriza, cualesquiera que sean sus consecuencias a largo plazo, ha colocado en modo existencialista a toda la Unión Europea. Al mismo tiempo, Grecia, un país en circunstancias normales poco eurófilo, se ha visto lanzada hacia el debate de “dentro o fuera” de la UE.

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