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La vanguardia en la lucha contra el yihadismo es musulmana
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La vanguardia en la lucha contra el yihadismo es musulmana

Son musulmanes, y no los occidentales, las principales víctimas del fundamentalismo. Y también son los que les plantan cara y se enfrentan a ellos.

Foto: Celebración del Profeta en Hyderabad, en Pakistán (EFE)
Celebración del Profeta en Hyderabad, en Pakistán (EFE)

En los días posteriores a la matanza terrorista de París, todo el mundo debatía sobre el significado de los atentados. Muchas de las ideas vertidas podrían hacer pensar que el mundo musulmán se ha embarcado en una guerra contra Occidente. Por las redes sociales circulaba la foto de un cruzado sosteniendo una espada sobre una leyenda que rezaba: “¡Os vamos a dar yihad!”. Y un audio en el que se escuchaba primero un Allahu Akbar, después un disparo que lo silenciaba, y finalmente el himno nacional español. Quienes lo enviaban probablemente sólo querían bromear. Pero muchas personas inteligentes y cultas también se preguntaban cuánto de lo ocurrido en la capital francesa se debía al islam en sí mismo o si efectivamente estábamos a punto de entrar en conflicto bélico con el mundo musulmán.

El gazpacho de ideas formado alrededor de lo que significa el terrorismo islamista y contra quién va es total. Los que mueren enfrentándose a los yihadistas radicales son principalmente hombres, mujeres y niños de los países musulmanes. En comparación, las muertes en Occidente por terrorismo son meramente testimoniales. En 2013 se produjeron unos 15.000 fallecimientos por atentado (sin contar los enfrentamientos militares contra los yihadistas) en Irak, Siria, Afganistán o Nigeria. En Occidente, cuatro. ¡Son sobre todo musulmanes los que están en primera línea de la batalla contra el islam radical! No es un "choque de civilizaciones"; es más bien una guerra civil dentro de la Umma, la comunidad de creyentes musulmanes.

Quienes se enzarzan en el acalorado debate sin centrar el tiro están obviando además un hecho indiscutible: casi uno de cada cuatro seres humanos es musulmán (1.600 millones, según el Índice de Terrorismo Global del Instituto para la Economía y la Paz.

De todos los memes que volaron por las redes esos días, el más poderoso fue quizá el que mostraba un fotograma del vídeo en que uno de los dos terroristas asesinaba al policía a las puertas del semanal satírico francés Charlie Hebdo. “Por si estás confundido, éste (se leía sobre una flecha que señalaba al asesino encapuchado) es un terrorista y éste (sobre otra apuntando al policía) es un musulmán”.

Ahmed Merabet tenía 42 años y era francés de origen argelino. Era, además, musulmán. Oficial de policía, trabajaba en la comisaría cercana al Charlie Hebdo y murió al tratar de detener a los hermanos Kouachi tras la matanza. Pero Ahmed no fue el único musulmán asesinado aquel día: Mustafá Ourrad, también francés de origen argelino, de 60 años, era corrector de prensa en la revista y uno de los que perdieron la vida en aquel ataque. Además, el Gobierno francés acaba de conceder la ciudadanía por “sus actos de valentía” a un joven de Malí de 24 años. Se llamaba Lassana Bathily y llevaba cuatro años trabajando en el supermercado kosher en el que otro terrorista acabó con la vida de cuatro personas. Al ver entrar al agresor, Bathily se apresuró a meter a seis de los clientes en el congelador del establecimiento, apagó la luz, les pidió que guardaran silencio y trató de calmarles. Les salvó la vida. ¿Quién defendía al islam en ese supermercado?

No se trata sólo de que Francia ejerza un efecto determinado sobre los musulmanes que les haga malograrse. Hay héroes musulmanes en la lucha contra el radicalismo, están por todas partes.

Por ejemplo, en Mingora, un pequeño pueblo en el norte de Pakistán. Una pequeña de 13 años se había hecho famosa por describir en un blog de la cadena británica BBC su vida bajo el régimen talibán, y por aparecer en un documental junto a su padre mostrando la imposibilidad de educar a las niñas bajo los regímenes radicales. Unos años después, un terrorista del grupo Tehrik Taliban Pakistan TTP le descerrajó varios tiros, desfigurándola. Fue intervenida, y salvó la vida. El año pasado recibió el premio Nobel de la Paz por su lucha por la educación de las mujeres. Se llama Malala Yousafzai.

Musulmanes en primera línea de la batalla

Estos son los personajes musulmanes contra la yihad que forman parte del discurso de los medios en los países occidentales. Pero millones más, militares y civiles, luchan y mueren a diario en crudas batallas contra los yihadistas. “Personas anónimas que han defendido infinidad de pueblos y ciudades del mundo árabe frente a los terroristas, en Kobane (enclave kurdo en Siria sitiado durante meses por el grupo terrorista Estado Islámico) o Mosul (la tercera ciudad de Irak, tomada por Estado Islámico)”, explica Karim Hauser, director de programa de la Casa Árabe. “Una batalla silenciosa que muchos medios no recogen. Una auténtica yihad positiva”.

El 82% de las muertes globales por terrorismo en 2014 se produjeron en Irak, Afganistán, Pakistán, Nigeria o Siria, en su gran mayoría perpetrados por los grupos terroristas yihadistas como los Talibán, Boko Haram, Estado Islámico y el frente Al Nusra, Al-Shabab y sus afiliados, según el Índice de Terrorismo Global del Instituto para la Economía y la Paz. Sin tener en cuenta enfrentamientos militares, sino tan sólo ataques contra civiles, la cifra total de muertes por atentado en estos cinco países roza las 15.000 en un año.

Por comparación, el número de muertes en atentado terrorista en Occidente, en 2013, fue de cuatro: tres en el atentado de Boston en Estados Unidos y una en el acuchillamiento de un soldado en Woolwich, Reino Unido. Por supuesto, sin la eficacia de la acción policial y de inteligencia en EEUU, Europa o Australia, que han abortado decenas de atentados, el número de muertes sería mucho mayor. Quizá 10 veces mayor, quizá 100. Aun así, seguiría a años luz del número de bajas musulmanas en la guerra contra el terror.

El mismo 7 de enero, el día de la matanza del Charlie Hebdo, se había producido tan sólo unas horas antes un atentado con coche bomba en Yemen, en el que murieron 37 personas. De hecho, raro es el día en que las agencias de noticias internacionales no informan de una matanza en algún país de mayoría azotado por el terrorismo, como Yemen. “Hay infinidad de países en los que son los musulmanes los que luchan contra el extremismo”, explica Barah Mikail, del think tank FRIDE, a la pregunta de quiénes son los héroes del islam en la lucha contra el yihadismo. “Sin ir más lejos, los hombres de los ejércitos que han mandado a luchar contra los yihadistas, tropas suníes (rama mayoritaria del islam) que luchan a muerte contra suníes radicales en Jordania, Irak, Egipto, Siria, etc”.

Los frentes del combate son muchos, y muy a menudo los llevan a cabo soldados de Gobiernos dictatoriales o de democracias parciales. En Afganistán y Pakistán mueren miles de personas en atentados perpetrados por grupos aglutinados alrededor de los talibanes. En Irak la lucha se libra entre el Ejército del Gobierno electo iraquí y las poblaciones locales contra Estado Islámico, un grupo de apenas decenas de miles de combatientes pero bien financiados y que combina las tácticas militares con una buena financiación a base de secuestros y propaganda 2.0.

En Yemen la lucha es esencialmente contra la filial de Al Qaeda, y se han conseguido avances gracias al apoyo en forma de drones del ejército estadounidense, nos explica Lurdes Vidal, del Instituto Europeo del Mediterráneo, que continúa detallando cómo los egipcios tienen un problema enorme en el Sinaí, donde llevan años combatiendo allí el yihadismo; cómo en Marruecos, tras los atentados de Casablanca de 2003, una política de dureza policial y esfuerzo de control en el campo religioso, y la negociación con salafistas del PJD ha funcionado relativamente bien; cómo en Argelia Al Qaeda en el Magreb es uno de los principales focos de la lucha contra el yihadismo; cómo Boko Haram en Nigeria o Al-Shabab en Somalia son grupos relativamente autónomos contra los que el Estado intenta combatir a pesar de que poseen territorios en los que las autoridades ni siquiera entran.

El problema del terrorismo islámico ha sido a menudo puesto como ejemplo del famoso “choque de civilizaciones” que apuntaba Samuel P. Huntington. Y, sin embargo, la metáfora más acertada sería la de una guerra civil dentro de la Umma, la comunidad de creyentes musulmanes. “Personalmente creo que el panorama se parece más a una guerra civil entre distintos bandos o sectas que han comprendido mal el islam y buscan un objetivo político concreto, el califato; y la mayoría de musulmanes, con un sentir pacífico”, asegura Hauser.

“No sé si se trata de una guerra civil, quizá eso sea cargar las tintas”, matiza Vidal, “pero sí hay una fractura, o como se dice en árabe, una fitna”. Y la radicalización es, además, muy reciente. El número de muertes por atentado terrorista se ha multiplicado por cinco en la última década. “Desde 2001, con el yihadismo de Al Qaeda, hasta hoy, con la aparición de Estado Islámico, cada vez hay menos peso de la doctrina religiosa y más de la pulsión de matar”, añade la experta del IEM. “Antes los videos de reclutamiento de Al Qaeda incluían el preceptivo discurso religioso de media hora; ahora Estado Islámico mete cuatro lemas vagos y mucho videoclip bélico”.

Pero, ¿y el apoyo directo o indirecto a los terroristas? Existe, sin duda, y es muy considerable. Pero la mayoría de musulmanes lo rechaza. Según el Pew Research Center, casi siete de cada 10 (el 67%) musulmanes están preocupados por el extremismo islámico en su país. Casi seis de cada 10 (el 57%) tiene una visión negativa de Al Qaeda. “En muchos de los países de la encuesta la mayoría de los musulmanes se oponen a las muertes en nombre del Islam”, asegura el centro en su informe.

“En general el apoyo del mundo musulmán al Islam radical ha caído en la última década. La gran mayoría de los musulmanes se opone a la violencia en nombre del Islam: el 89% en Pakistán, 81% en Indonesia o el 77% en Nigeria aseguran que los atentados u otros actos de violencia contra civiles nunca están justificados”. El estudio se ha realizado mediante casi 9.000 entrevistas cara a cara en 2013 en 11 países musulmanes.

Es ridículo negar la plétora de problemas que azotan a muchos países musulmanes. Muchos se enfrentan a retos enormes para salir del subdesarrollo. En algunos, el gobierno es abiertamente teocrático o de claro corte religioso, como en Irán o Arabia Saudí; los hay en los que el Estado, más o menos laico, es una dictadura opresora, como Egipto, Argelia o, en menor medida, Marruecos. El maltrato a la mujer supone un vergonzoso atraso sociocultural y económico para muchos de ellos.

Otros avanzan de forma sorprendente en términos de democracia: Indonesia, con 200 millones de habitantes, de mayoría musulmana, está en el lugar 45 del Índice Global de Democracia, con 200 millones de habitantes, en su mayoría musulmanes. Turquía, entre los más avanzados, parece experimentar últimamente serios retrocesos en separación entre Iglesia y Estado. Pero este es otro debate. En lo que a seguridad se refiere, el denominador común de muchos de los países musulmanes es la presencia de movimientos islámicos violentos que son la principal amenaza para su viabilidad como Estado.

Ante las tremendas imágenes de los atentados en Occidente, de decapitaciones, de matanzas indiscriminadas o de niños a quienes sus padres enseñan a asesinar, es difícil no dejarse guiar por la repugnancia y generalizar. Es como tratar de hablar sin gritar en medio de un macroconcierto de rock. El mensaje se diluye en el ruido. Pero, con las cifras en la mano, una cosa puede afirmarse sin lugar a dudas: el problema del terrorismo islamista lo sufren, sobre todo, musulmanes, que en su mayoría se oponen a la violencia en nombre de Mahoma. Occidente, en esto, no es más que un actor colateral. Su papel está junto a los musulmanes que luchan contra la yihad.

En los días posteriores a la matanza terrorista de París, todo el mundo debatía sobre el significado de los atentados. Muchas de las ideas vertidas podrían hacer pensar que el mundo musulmán se ha embarcado en una guerra contra Occidente. Por las redes sociales circulaba la foto de un cruzado sosteniendo una espada sobre una leyenda que rezaba: “¡Os vamos a dar yihad!”. Y un audio en el que se escuchaba primero un Allahu Akbar, después un disparo que lo silenciaba, y finalmente el himno nacional español. Quienes lo enviaban probablemente sólo querían bromear. Pero muchas personas inteligentes y cultas también se preguntaban cuánto de lo ocurrido en la capital francesa se debía al islam en sí mismo o si efectivamente estábamos a punto de entrar en conflicto bélico con el mundo musulmán.

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