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El día que encontré un rifle de francotirador en un parque de Bruselas
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¿el arma de los yihadistas?

El día que encontré un rifle de francotirador en un parque de Bruselas

El viernes me encontré dos rifles en un parque de Bruselas, frente al piso franco de una presunta célula yihadista. Esto es lo que pasó

Foto: Una de las armas encontradas en un parque de Bruselas. (Foto: Alexandre Mato)
Una de las armas encontradas en un parque de Bruselas. (Foto: Alexandre Mato)

Tras la operación antiterrorista contra la célula que planeaba atentar de manera “inminente” en Bruselas, el viernes salí a documentar la reacción de los vecinos en los barrios donde la Policía Federal de Bélgica desplegó a decenas de agentes esta semana. La mayoría de las detenciones, doce de trece, se centraron en barrios del oeste de fuerte presencia musulmana. Y hacia allí me encaminé.

La “excursión” acabó con este periodista declarando ante la Policía de Anderlecht, junto a su colega de profesión, Simon Marks, tras encontrar un rifle de francotirador y una segunda arma desmontada frente al edificio donde vivían dos presuntos terroristas. A unos diez metros del portal, en un parque donde los niños juegan cada día y los jubilados pasean.

El sorprendente hallazgo disparó las alarmas policiales en la zona, terminó con un aparatoso despliegue de seguridad y un agente asegurando que “sin duda está relacionado con los terroristas, seguro que sí, aunque aún no sabemos cómo”. Las cosas sucedieron más o menos así.

“¡Llamad a la Policía, aquí hay niños!”

Eran poco más de las cuatro y media de la tarde del viernes y nos encontrábamos frente al edificio que la Policía había tomado el día anterior en busca de los presuntos terroristas. Intentábamos conocer la impresión del vecindario, su punto de vista de lo sucedido la noche anterior. Por ejemplo, si los dos argelinos, el objetivo de la operación, eran personas conocidas en el barrio...

Frente al número seis de la Rue Lieutenant Liedel hay un parque con grandes y viejos árboles, jardines e instalaciones para que jueguen los más pequeños. Es una calle de barrio, no una gran avenida. Mi colega Simon habla por teléfono cuando nos dirige la palabra un anciano que paseaba con un bastón. Cuando me acerco a él, me pregunta si estamos llamando a la Policía. “No, ¿por qué?”, respondo yo. Nervioso, indica lo que hay a mi derecha, justo donde empieza el parque y veo, sorprendido, lo que parecen ser dos escopetas.

Están entre la hierba, ocultadas involuntariamente por el follaje invernal del suelo, al lado de un alto seto que separa el parque de las pequeñas casas. Hemos caminado por esa acera durante la última hora, charlado con el propietario del quiosco del barrio, pero no nos habíamos fijado. Estoy familiarizado con las armas de fuego y pronto entiendo que no son dos escopetas normales. Veo que a una le falta toda la estructura metálica formada por cañón, riel para el visor, disparador y su armazón. Sólo queda la culata para apoyarlo en el hombro y el guardamanos de debajo del cañón.

La segunda arma atrae aún más mi atención. Sin duda es un rifle, no un arma de juguete porque cuenta con cerrojo para balas. Aunque no sería muy potente, un calibre medio de los utilizados por los francotiradores, sí es capaz de volarle la cabeza a una persona a 100 metros. Con mira telescópica incluso más, hasta 300. Algo similar al que ponen en manos de Lee Harvey Oswald en la película "JFK: caso abierto" de Oliver Stone, aunque más moderno. El anciano que ha hecho el descubrimiento permanece nervioso a un par de metros de distancia y reclama que llamemos a la Policía porque “es un peligro que estén en una zona así”.

No tocamos las armas, sacamos unas fotos y echamos un vistazo por los matorrales y en la hierba de los alrededores. No encontramos nada más. Mi compañero será quién finalmente llame a la Policía. En pocos minutos empiezan a escucharse las sirenas, cuyo ruido se va acercando. Acuden dos patrullas y otras dos les siguen a los pocos minutos. Policías fuertemente armados, con rifles automáticos y metralletas se despliegan por la calle y el parque.

Las acreditaciones de prensa de la Unión Europea cuelgan de nuestros cuellos. No es momento de generar dudas. Nos identificamos y les indicamos dónde están las armas. Comienzan a acordonar esa esquina del parque y, tras hablar con nosotros, nos invitan a prestar declaración en uno de los coches patrulla mientras seis agentes custodian la zona. Llegarán varios más en los próximos minutos. Simon debe declarar primero porque él ha llamado. Yo sólo tendré que corroborar sus palabras, responder a unas pocas preguntas e identificarme. Un agente local admite que no sabe explicar cómo las armas llegaron al parque pero insiste en que habrían sido depositadas el viernes, no el jueves de la redada efectuada por la Policía Federal.

En pocos minutos, frente al número 6 de la calle Lieutenant Liedel se ha montado de nuevo un dispositivo policial. El vecindario se asoma por las ventanas, sale de los comercios y varias personas ya hablan en corrillos en la distancia. Es la segunda vez que viven esta situación en menos de 24 horas. El día anterior, el jueves, la Policía estuvo en este lugar por la tarde. Retrocedamos al principio de nuestra jornada.

Viernes, once de la mañana, se ha evitado un ataque “por horas”

La capital de Bélgica se mantiene convulsa desde que el jueves a media tarde comenzó en varias localidades una gran operación policial contra una presunta célula yihadista. Trece personas fueron detenidas y se vivieron momentos de máxima alerta durante el tiroteo de los equipos de asalto contra tres personas en un inmueble de Verviers, ciudad al oeste del país próxima a Lieja.

Las imágenes de las explosiones y el asalto circulan por la red y, sólo en Verviers según la Fiscalía General, las fuerzas de Seguridad se incautaron de cuatro Kalashnikov, varias armas de fuego, munición, explosivos, equipos informáticos y de comunicación y documentos falsos. Y quizás lo más alarmante: varios uniformes de la Policía, ya que el objetivo eran principalmente los agentes, “en la calle o dentro de las propias comisarías, no tenía que ser en Verviers, podría haber sido en cualquier sitio”. Son palabras del Fiscal Federal, Eric Van der Sypt.

En rueda de prensa, el político justificaba ese viernes por la mañana la actuación tan expeditiva porque el “riesgo estaba en un punto jamás alcanzado antes y debíamos intervenir”. Preguntado por esta amenaza, Van der Sypt reconocía que “el ataque era tan inminente que hablamos incluso de horas”. En Molenbeek-Saint Jean, barrio de la capital que forma una 'Comune', ayuntamiento propio, la Policía detuvo a 9 personas dentro de esta operación antiterrorista.

Al terminar la rueda de prensa, nos desplazamos hasta Molenbeek para hablar con representantes de la comunidad musulmana, pulsar sus sentimientos unas horas después de la actuación policial y comprobar, también, si apenas una semana después de los atentados en París contra la sede de Charlie Hebdo y un supermercado 'kosher', las autoridades belgas dialogan con las distintas comunidades religiosas para evitar la propagación de la islamofobia.

Con la comunidad musulmana de Molenbeek

En Bélgica viven más de 600.000 musulmanes. Hoy en día, más de un 30% de los jóvenes en Bruselas son musulmanes según datos oficiales, ciudadanos de tercera generación que preocupan a las autoridades por ser territorio fértil para el crecimiento del radicalismo islámico.

Junto a la Comune de Molenbeek, Anderlecht en el oeste y Schaerbeek al norte son las otras dos que concentran la mayor parte de población musulmana en el área metropolitana de Bruselas. En el primero de estos municipios hablamos con Adnan Feroz, iman de la mezquita Idara Taleem-ul-Islam, quien reconoce la falta de diálogo con las autoridades estos días. “Esperamos que lo hagan porque sería beneficioso para nosotros y para el interés público”, asegura el imán, que cree que “el gobierno debería hacer más por acercar el diálogo entre las diversas religiones”.

La mezquita de Idara Taleem-ul-Islam es una de las quince de Molenbeek. A la salida del rezo nos atiende Sebbata Omar, belga pakistaní, que relata las atrocidades que practica el yihadismo islamista también en su país. “En noviembre mataron a 140 niños en Penshawar y les dispararon como en Francia, a sus cabezas, a sus cuerpos”, dice Omar, que se pregunta quién lo hizo.

Descalzo, sentado en el interior de la mezquita, escucho a Adnan Feroz relatar las erróneas motivaciones que favorecerían el flujo de jóvenes musulmanes belgas hacia Oriente Medio, para engrosar las filas del terrorismo y combatir en Siria o Irak. “Hay un problema social en Bélgica, hay discriminación hacia los musulmanes y los jóvenes leen y ven lo que ocurre en el mundo y eso les alienta a tomar esos pasos porque desafortunadamente este mundo no es justo”, dice el imán.

Rumbo a Anderlecht, escenario de un cerco policial

El jueves por la noche, la Policía Federal belga cercó una calle de Anderlecht buscando a dos de esos combatientes internacionales. Dos ciudadanos argelinos que pertenecerían, al menos, a una célula de apoyo de los presuntos terroristas abatidos en Verviers. Inicialmente se habló de que se habían encontrado explosivos pero esa información fue desmentida.

El inmueble de Anderlecht fue precintado por las fuerzas de seguridad tras un exhaustivo registro. Aparentemente sin ningún resultado. Los vecinos no se explican lo ocurrido. “Estamos realmente sorprendidos, intentando descubrir quién podría ser porque en este barrio más o menos nos conocemos todos”, explica Sebbate Omar, propietario del quiosco al lado del parque. Dice que “nadie aquí tiene esas ideas radicales”, en referencia al terrorismo yihadista y asegura que hace tiempo que no aparecían por la calle los dos hombres jóvenes que habían estado viviendo en el apartamento.

Una de las vecinas del edificio me aclara que al menos desde hacía dos meses el apartamento permanecía vacío. “Era gente normal, no tenían barba larga, no parecían radicales, vestían normal”, afirma la joven del primer piso. Punto que también destaca el propietario del quiosco porque ni siquiera “vestían la djellaba”, la túnica típica del norte de África y de Oriente Medio.

Tanto Omar como la joven se muestran incrédulos cuando al poco rato vuelven a llegar varios coches patrulla y, tras hablar de nuevo con ellos, les explicamos que se debe a que hemos encontrado un par de rifles. Tras prestar declaración sobre lo ocurrido aun permanecimos un tiempo en la zona. En el número 8 de la calle, surge la indignación por lo que ocurre desde la tarde anterior. “Que hayan aparecido armas en el jardín de enfrente de mi casa, donde juegan mis hijos, es una pesadilla”, exclama una madre.

Las dudas sobre el hallazgo

Un par de compañeros de la prensa belga llegan cuando el dispositivo policial ya está plenamente instalado. Junto a ellos y mi compañero Simon, subimos al piso donde habrían vivido los dos argelinos que buscaban las Fuerzas de Seguridad. Las puertas, lógicamente, están precintadas con cordón policial.

Varias preguntas quedan por resolver. Si las armas que encontramos fueron depositadas el viernes, ¿significa que los presuntos terroristas volvieron al apartamento y sacaron los rifles? ¿En qué posición dejaría esto a los equipos de élite belgas que no habrían sido capaces de encontrarlos? ¿Más bien fueron sacados entre las seis de la tarde, cuando empezó la operación en Verviers, y las ocho, hora de llegada a Anderlecht, alertados sobre lo que ocurría? ¿Tiene sentido que tiraran las armas frente a uno de sus pisos francos?

Existe de la posibilidad de que algún vecino que tenía los rifles en su casa y que les daba otro uso, los arrojase en el parque, temeroso del operativo policial. Entonces, las armas no tendrían nada que ver con el yihadismo pero ¿qué persona haría esto para arriesgarse a ser descubierto posteriormente y relacionado con el terrorismo al menos durante varias horas sino jornadas?

Tras la operación antiterrorista contra la célula que planeaba atentar de manera “inminente” en Bruselas, el viernes salí a documentar la reacción de los vecinos en los barrios donde la Policía Federal de Bélgica desplegó a decenas de agentes esta semana. La mayoría de las detenciones, doce de trece, se centraron en barrios del oeste de fuerte presencia musulmana. Y hacia allí me encaminé.

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