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"En mi escuela hay niños de ocho años que trafican con crack"
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la epidemia que arrasa el nordeste de brasil

"En mi escuela hay niños de ocho años que trafican con crack"

En los años de desarrollo económico, el consumo de drogas ha seguido aumentando en Brasil. Como en los 90 en EEUU, el crack es ya una epidemia

Foto: Sao Paulo se enfrenta al 'crack' para recuperar su centro histórico. (EFE)
Sao Paulo se enfrenta al 'crack' para recuperar su centro histórico. (EFE)

Las puertas de la escuela municipal Arnaldo Bezerra, en Parelhas (Rio Grande do Norte), están cerradas a cal y canto con un grueso candado en pleno horario escolar. “Es por seguridad”, indica la directora Keila Lidiana Sousa, de 40 años. Pequeños vendedores de crack, menores de edad en su mayoría, habían colonizado el instituto, en el que estudian 642 alumnos de entre 6 y 15 años.

En esta ciudad del interior del nordeste de Brasil, el consumo de crack, cocaína y marihuana ha crecido exponencialmente en la última década. “No se ha hecho un estudio en Parelhas y por eso no tenemos cifras oficiales, pero la situación es alarmante”, asegura Sousa, que estima que en el instituto hay al menos 50 consumidores de distintas sustancias, lo que supone un “efecto multiplicador” para otros alumnos.

“En mi escuela hay niños de ocho años envueltos con los traficantes. Varios alumnos han sido arrestados”, añade, mientras muestra compungida algunas fotos en su teléfono. “Me las han mandado la Policía o los padres el día de la detención. Mira esta chica. No tiene ni 13 años. Al parecer, es la jefa de una pandilla”, señala.

Brasil se ha convertido en el mayor mercado mundial de crack, según un estudio de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de 2013. En las principales capitales del país hay 370.000 usuarios habituales de esta droga, indica el informe. Pero es sólo parte del problema. El consumo de cocaína se ha duplicado en los últimos seis años, según muestra el último Informe Mundial sobre Drogas, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Y se trata de una tendencia constante.

“Brasil es un país vulnerable al tráfico de cocaína, debido a su geografía estratégica en el tráfico para Europa, pero también al hecho de ser un mercado consumidor por su gran población urbana”, se puede leer en este estudio. La misma fuente señala que Brasil también es uno de los mayores consumidores de marihuana del mundo.

El crack, la droga más devastadora, aunque no la más consumida, hace estragos especialmente en el nordeste, la región en la que se encuentra Parelhas. Sólo en esta parte del país hay 148.000 consumidores habituales de crack, el 40% del total nacional, según revela el informe de la Fiocruz. El perfil del usuario es hombre (80%), negro (80%), soltero (60%), indigente (40%) que consume droga en un lugar público (80%).

“Para mí los últimos años han sido muy duros. Muchas veces he tenido que lidiar con problemas de orden social, sin poderme centrar en los programas educativos, lo que en realidad es mi trabajo. El rendimiento escolar ha bajado y yo cada día me despierto con ganas de dejarlo todo”, continúaSousa. Su objetivo es acabar su mandato, para el que le quedan dos años, y dedicarse a estudiar Psicología Forense. “Quiero entender por qué mis alumnos comienzan a consumir y a vender droga tan pronto. ¿Qué le ven a la droga? ¿Por qué se enganchan?”, se pregunta angustiada esta directora de instituto, que atribuye parte del problema a la desestructuración familiar.

En Itapitanga, situada en la región del cacao en el estado de Bahía, la situación es parecida. Aunque no hay datos oficiales, desde el ayuntamiento calculan que entre un 25% y un 30% de la población está enganchada al crack. “Una piedra puede costar menos de un euro. En nuestra ciudad puedes ver a niños de siete u ocho años fumando crack”, relata Marinaldo Santos, director del CRAS, un organismo municipal que implanta programas sociales en colectivos de riesgo. “Yo he tenido aquí a una familia entera enganchada al crack: madre, padre y seis hijos. La situación es dramática”, añade Marinaldo.

La alta tasa de desempleo, causado por un hongo que ha hecho estragos en los cultivos del cacao, junto a la cercanía con Itabuna, considerada la decimosegunda ciudad más violenta de Brasil, han sido los principales factores de riesgo para esta pequeña localidad de 10.000 habitantes.

Sin embargo, los datos tanto nacionales como internacionales revelan que se trata de una “epidemia” general, tal y como la definen algunos medios de comunicación. “El crack es un problema de salud y de seguridad pública”, asegura desde hace años el psiquiatra Ronaldo Laranjeira, uno de los mayores expertos en dependencia química de Brasil. “Si no conseguimos desmontar la red del narcotráfico, será difícil resolver el problema sólo con políticas de salud pública”, añade.

Una mujer se lleva sus pertenencias en un carrito tras el desalojo de su chabola en Combatiendo el problema

Henrique Batista, director del Consejo Federal de Medicina de Brasil, denuncia que falta un plan nacional contra las drogas y una estrategia coordinada entre los 26 estados que componen Brasil: “Existen varias acciones de los estados, de los municipios y a nivel federal, pero todavía no están unificadas. Vivimos en una federación y cada estado tiene sus propias gestiones y políticas de salud. Eso dificulta la lucha contra la droga”, advierte.

En Río de Janeiro, un programa pionero está intentando paliar los efectos de la droga entre la población indigente. Se trata del Centro de Atención Psicosocial (CAPS) Miriam Makeba, ubicado en el barrio de Bonsucesso, al lado de la principal "crackolandia" de Río de Janeiro.Desde su inauguración, el pasado mes de abril, unas 200 personas al mes han sido tratadas en este centro, 800 desde su apertura. En su mayoría son indigentes negros, enganchados al crack, la cocaína o el alcohol, o a todas a la vez. Muchos presentan distintas patologías, tanto mentales como físicas.

El sida y la tuberculosis se ceban con los usuarios de este centro. “Nuestra principal directriz de trabajo es la reducción de los daños. Eso significa que el tratamiento incide directamente en la mejora de la vida de esas personas. Nos esforzamos para que se incluyan nuevas dimensiones en sus vidas más allá de la droga, para que la droga no tenga el protagonismo absoluto”, explica Daniel Elia, director del CAPS Miriam Makeba. “No trabajamos para que las personas dejen de usar la droga, aunque, si lo están barajando, por supuesto les ayudamos”, añade.

En este centro trabaja un equipo que incluye psicólogos, médicos, enfermeros, terapeutas ocupacionales, educador físico y hasta un músico-terapeuta. También existen cuartos donde los drogadictos pueden asearse y descansar unos días, si el equipo del centro lo considera necesario. Además, las personas con problemas de salud son enviadas a la sanidadpúblicapara recibir los tratamientos adecuados. “Este cuidado intensivo está justificado para pacientes en crisis, ya sea por un uso muy abusivo de droga y alcohol, ya sea por crisis psiquiátricas o por cualquier ruptura abrupta de los lazos sociales”, explica Daniel Elia.

La experiencia del CAPS está en sintonía con la tesis de Carl Hart, un conocido neurólogo de Estados Unidos que ha realizado una investigación en el hospital de la Universidad Columbia, en Nueva York. Hart, que recientemente ha visitado Brasil para presentar su último libro, pretende desmitificar los principales prejuicios sobre los consumidores de crack: no es verdad que se enganchan a la primera ni que es un vicio imposible de dejar. “Es mucho más difícil dejar el tabaco que el crack”, asegura este investigador, que procede de un barrio humilde y que de joven fue consumidor y traficante.

Hart está convencido de que no existe una epidemia de crack y que el consumo está ligado a la pobreza y a la exclusión social. En su investigación, ha conseguido demostrar que cualquier persona que tenga una alternativa real, ya sea dinero, trabajo, una relación afectiva o un lugar de socialización, es capaz de elegir esa otra cosa en detrimento de la droga. “Para mí es ofensivo que los brasileños llamen crackolandia a los lugares de consumo”, dijo Hart el día de la presentación de su libro. “Esto contribuye a reforzar la idea de que todo lo que pasa en estos lugares es por culpa del crack. Y no es así. Lo que está pasando allí tiene que ver con la desesperación, el racismo y la pobreza. El crack no crea la pobreza”.

En São Paulo, la mayor urbe de Brasil, también se empieza a trabajar en otro sentido. El programa Braços Abertos ha introducido recientemente una nueva estrategia en una región llamada Luz, donde se halla la primera "crackolandia" de Brasil. La idea central es que el Ayuntamiento trate a los indigentes como personas. Por eso,ha puesto a disposición de un colectivo unas 400 duchas, servicios médicos y cuartos en pequeños hoteles de la región.Gracias a este programa, varios mendigos hoy trabajan en la limpieza de las calles y reciben un salario digno. Además, 120 usuarios de crack ya tienen un empleoregular y están en un programa voluntario para desengancharse poco a poco.

En la escuela municipal de Parelhas, en el alejado nordeste, también se han llevado a cabo varios proyectos para la prevención del uso de la droga. “Hicimos conferencias, proyectos pedagógicos, reuniones con extoxicómanos y policías, lectura de reportajes… Pero tengo la sensación que nada de eso sirve. El narcotráfico es mucho más fuerte. Me siento muy frustrada porque sé que debería hacer más, pero no sé exactamente el qué. Espero que estudiar Psicología Forense me ayude a aportar mi pequeño granito de arena”, concluye la directora Sousa.

Las puertas de la escuela municipal Arnaldo Bezerra, en Parelhas (Rio Grande do Norte), están cerradas a cal y canto con un grueso candado en pleno horario escolar. “Es por seguridad”, indica la directora Keila Lidiana Sousa, de 40 años. Pequeños vendedores de crack, menores de edad en su mayoría, habían colonizado el instituto, en el que estudian 642 alumnos de entre 6 y 15 años.

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