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La 'conexión vaticana' o cómo el Papa urdió el deshielo entre EEUU y Cuba
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REUNIONES SECRETAS EN LA SANTA SEDE

La 'conexión vaticana' o cómo el Papa urdió el deshielo entre EEUU y Cuba

Una reunión en un lugar no especificado del Estado más pequeño del mundo muestra la implicación personal que Bergoglio ha tenido en las negociaciones

Foto: El presidente de EEUU, Barack Obama, conversa con el Papa Francisco durante su visita al Vaticano (Reuters).
El presidente de EEUU, Barack Obama, conversa con el Papa Francisco durante su visita al Vaticano (Reuters).

A principios del pasado mes de octubre el comité que entrega los Premios Nobel de la Paz anunciaba los galardonados de este año: la adolescente paquistaní Malala Yousafzai y el activista indio Kailash Satyarthi. Entre los candidatos estaba el Papa Francisco, a quien, al parecer, no le hacía mucha gracia que le otorgaran este reconocimiento. Precisamente aquel mes tenía lugar en el Vaticano uno de los encuentros secretos que las delegaciones de Estados Unidos y de Cuba han estado manteniendo desde hace un año y medio para lograr el restablecimiento de la relaciones diplomáticas, anunciado ayer.

Aquella reunión en un lugar no especificado del Estado más pequeño del mundo muestra la implicación personal que Jorge Mario Bergoglio ha tenido en las negociaciones entre Washington y La Habana. Como ya hizo con el conflicto entre palestinos e israelíes, aunque con menor éxito, el Papa ha utilizado toda su influencia como gran líder espiritual contemporáneo para intentar acabar con el enfrentamiento que mantienen estos dos países desde hace más de cinco décadas.

La audiencia entre el Papa y Obama se prolongó durante 52 minutos, casi el doble de lo que suelen durar estas conversaciones. Ahora sabemos que departieron sobre la estrategia de acercamiento con el régimen de Castro

El Vaticano informó del encuentro secreto de octubre en un comunicado en el que dice que el Pontífice “se complace vivamente por la histórica decisión” tomada por los presidentes estadounidense y cubano, Barack Obama y Raúl Castro, respectivamente. El Papa ha estado escribiendo a los dos en los últimos meses para que resolvieran las “cuestiones humanitarias de común interés”, entre las que destaca la situación de los detenidos en ambos países. Al resolverse este nudo gordiano se podrá dar inicio “a una nueva fase” en las relaciones bilaterales, que será favorecida por “los buenos oficios” del Pontífice y de la diplomacia de la Santa Sede. Tanto Obama como Castro agradecieron en sus comparecencias el papel desempeñado por el Vaticano y, especialmente, por el Papa.

La charla entre Obama y el Papa

Además de la reunión secreta de octubre hay otros dos encuentros que desvelan la importancia de la “conexión vaticana” en la resolución de este conflicto. El primero tuvo lugar el pasado 27 de marzo en el Palacio Apostólico, donde Francisco recibió a Barack Obama. La audiencia se prolongó durante 52 minutos, casi el doble de lo que suelen durar estas conversaciones entre el obispo de Roma y los jefes de Estado o de Gobierno. El tiempo extraordinariamente largo que estuvieron juntos se explicó entonces por la singularidad del encuentro y la relevancia de ambos personajes. Ahora sabemos que también departieron sobre la estrategia de acercamiento con el régimen de Castro, como informaba ayer el diario USA Today.

La segunda audiencia tuvo lugar hace sólo tres días, y debió de servir para cerrar los últimos detalles. La mantuvieron en el Vaticano los máximos responsables de las relaciones diplomáticas de Estados Unidos y de la Santa Sede, John Kerry y el cardenal Pietro Parolin, respectivamente. En los alrededor de 60 minutos que estuvieron hablando, trataron la petición de Estados Unidos para que la Iglesia católica ayude a buscar “soluciones humanitarias adecuadas” para los detenidos en la base de Guantánamo, situada precisamente en Cuba, según explicó el portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi. Este aclaró que la Santa Sede miraba con buenos ojos el posible cierre de esta cárcel.

Parolin, una figura clave

El histórico anuncio de ayer arroja una nueva luz sobre la conversación que mantuvieron el lunes Kerry y Parolin. Sobre este diplomático de carrera que cogió las riendas de la Secretaría de Estado vaticana en octubre de 2013 recae una parte del éxito del restablecimiento de relaciones entre Washington y La Habana. Como explican fuentes eclesiásticas a El Confidencial, en estos casos se trabaja a dos niveles. El Papa y los líderes marcan el camino, pero es a los miembros de la Secretaría de Estado y de las nunciaturas apostólicas (las “embajadas” de la Santa Sede) a quienes les toca luego bregar con las negociaciones e ir superando uno a uno los escollos.

En este caso, el protagonismo de Parolin ha debido de ser grande porque los nuncios en las capitales de Estados Unidos y de Cuba se han visto envueltos en similar polémica. El de Washington es el arzobispo italiano Carlo Maria Viganò, antiguo secretario general de la Gobernación del Vaticano, que se vio implicado en el escándalo VatiLeaks.

Como explican fuentes eclesiásticas, el Papa y los líderes marcan el camino, pero son los miembros de la Secretaría de Estado y de las nunciaturas apostólicas quienes deben superar los escollos

Viganò denunció las supuestas irregularidades en la gestión del Estado de la Ciudad del Vaticano en varias cartas, que se filtraron a la prensa. Su designación como “embajador” en Estados Unidos fue vista como un caso de promoveatur ut amoveatur, una fórmula latina para referirse de forma elegante a la patada hacia arriba.

El nuncio apostólico en La Habana es otro arzobispo italiano, Bruno Musaró. En una inusual salida de tono durante sus últimas vacaciones de verano en Italia, Musaró denunció la “dictadura socialista” existente en la isla y mostró su deseo de que desaparezca el régimen de los Castro. Sus palabras provocaron una dura reacción en algunos medios cubanos, que pidieron incluso la expulsión de “este mentiroso con sotana”.

Esa metida de pata le quita la razón a quienes dicen que la Santa Sede cuenta con “la mejor diplomacia del mundo”. Y se la da al cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado desde 1979 hasta 1990 y protagonista de la estrategia de san Juan Pablo II para hacer caer el bloque soviético. Cada vez que escuchaba esa frase, respondía: “Pues habrá que ver cómo es la segunda”. Tiene también otra cita el cardenal Casaroli que ayuda a entender cuál ha sido el papel de la Santa Sede en el reencuentro entre Estados Unidos y Cuba: “El secretario de Estado es una especie de meridiana que sólo puede indicar la hora si está el Sol. Si no, no funciona”.

A principios del pasado mes de octubre el comité que entrega los Premios Nobel de la Paz anunciaba los galardonados de este año: la adolescente paquistaní Malala Yousafzai y el activista indio Kailash Satyarthi. Entre los candidatos estaba el Papa Francisco, a quien, al parecer, no le hacía mucha gracia que le otorgaran este reconocimiento. Precisamente aquel mes tenía lugar en el Vaticano uno de los encuentros secretos que las delegaciones de Estados Unidos y de Cuba han estado manteniendo desde hace un año y medio para lograr el restablecimiento de la relaciones diplomáticas, anunciado ayer.

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