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Recoger agua de lluvia, la revolución verde que cambia vidas en México
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PELIGRA EL SUMINISTRO DEL 50% DE LA CAPITAL

Recoger agua de lluvia, la revolución verde que cambia vidas en México

En 2030 el 27% de la demanda de la capital no se va a poder satisfacer de ningún modo. Solamente el 50% de la población tendrá asegurado el suministro de agua

Foto: Un grupo de agricultores protestan en sus tractores en el centro de Ciudad de México por la falta de ayudas ante la sequía. (Reuters)
Un grupo de agricultores protestan en sus tractores en el centro de Ciudad de México por la falta de ayudas ante la sequía. (Reuters)

La Ciudad de México se hunde un metro cada diez años. La catedral, el Palacio Nacional y otras estructuras emblemáticas han necesitado trabajos de consolidación ante el riesgo de desplome. Una realidad sobre la que las autoridades pasan de puntillas, pero que amenaza la viabilidad futura de esta megaurbe de 20 millones de habitantes. Y todo debido al despilfarro hídrico y la nefasta gestión medioambiental durante décadas. La sobreexplotación del acuífero sobre el que se asienta el valle de México es tal que sus niveles bajan un metro cada año, de ahí que todo el terreno se descomponga como un flan.

Mientras el Gobierno de la capital se contenta literalmente con poner parches al problema (su mejor plan es ir taponando las fugas de la red y traer más agua de otros rincones del país), hay ya 700.000 personas sin acceso a ninguna fuente de agua en la ciudad. Un estudio conjunto del Banco Mundial y la Comisión Nacional de Agua de México (Conagua), publicado el año pasado, advirtió de que en 2030 el 27% de la demanda de la capital no se va a poder satisfacer de ningún modo, y que solamente el 50% de la población tendrá asegurado el suministro. No hay que irse tan lejos: hoy únicamente el 5% de los habitantes de la capital cuenta con un suministro de agua considerado de excelente calidad.

Con semejante panorama, un grupo de jóvenes emprendedores empezaron a buscar soluciones al desastre hace cinco años. Sus primeros pasos tuvieron la épica de los grandes proyectos: ir casa por casa en los barrios más humildes instalando sistemas de captación de agua de lluvia con la ayuda de los vecinos. Corría el año 2009 y así nacía Isla Urbana, un equipo interdisciplinario de jóvenes talentos con una fuerte conciencia medioambiental. Hoy, hay más de 1.500 sistemas de captación pluvial operando en la Ciudad de México y en otros puntos del país, de los que se benefician cerca de 12.000 personas en viviendas, escuelas, clínicas y fábricas. Comunidades enteras que jamás habían gozado de agua corriente hoy disponen por primera vez de agua limpia y abundante.

Las claves para evitar el desastre

“Si lo que necesitamos es agua, no hay más que mirar al cielo, la tenemos ahí. La cuestión es aprender a aprovecharla, y ese ‘clic’ es el que tratamos de impulsar”, explica a este diario Enrique Lomnitz, cofundador de Isla Urbana y señalado como uno de los 35 innovadores jóvenes más destacados del mundo en 2013 por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). “Nosotros lo que intentamos es desarrollar parte de la solución. Para evitar el desastre se va a requerir tratamiento de aguas, diseñar redes mucho más eficientes con menos pérdidas, y sobre todo aprovechar el agua de lluvia que cae en las cuencas. Esa es una parte fundamental de cualquier planteamiento de sustentabilidad, y nosotros nos centramos en ese aspecto”, añade.

Una familia puede cubrir sus necesidades durante siete meses sólo con el agua de lluvia captada por este sistema, una herramienta que requiere poco mantenimiento y es fácil de utilizar. Cada kit cuesta entre 8.000 y 20.000 pesos (entre 450 y 1.150 euros), de los cuales las familias más humildes únicamente cubren el 20% del gasto. El resto se sufraga mediante inversión externa. La forma de operar de los captadores de lluvia es sencilla. El agua que cae sobre la superficie, generalmente el techo de un edificio, es conducida primero a través de un filtro de hojas (una especie de malla) que elimina los residuos más grandes. Acto seguido, pasa al tlaloc, un separador de primeras aguas que descarta los primeros diez a quince minutos de cada aguacero, que son los más sucios. El agua que cae a partir de entonces ya llega muy limpia y es enviada a la cisterna.

En 2030 el 27% de la demanda de la capital no se va a poder satisfacer de ningún modo. Solamente el 50% de la población tendrá asegurado el suministro de agua

Desde allí, una pequeña bomba la redirige hacia la casa o hacia el tinaco a través de unos filtros que la dejan perfectamente utilizable para todos los usos domésticos. Si se le agrega un poco más de tratamiento, puede servir incluso para beber. Y todo gracias a la lluvia, que en la Ciudad de México alcanza una media de 750 mm2 al año. Es decir, que cada metro cuadrado de la capital tiene el potencial de captar entre 700 y 1.000 litros cada año.

“Disponer de agua cambia vidas y cambia comunidades enteras. Ya lo hemos visto en áreas pequeñas donde ya no padecen cortes en el suministro de agua o donde pueden ahorrar todo el dinero que antes invertían en contratar pipas (camiones cisterna). Calculamos que con los sistemas actuales estamos recolectando más de 50 millones de litros de agua al año, el equivalente a 3.500 pipas, cada una de las cuales abastece una familia durante un mes”, detalla Lomnitz. “Nuestra meta no es instalar sistemas de captación, sino dejar familias captando aguas de lluvia. El sistema es la herramienta, pero el objetivo es lograr la eficiencia y un modelo sostenible”.

Desde sus inicios, Isla Urbana ha desarrollado un programa comunitario de educación ambiental, llevando a los rincones más olvidados de la Ciudad de México obras de teatro, cine, talleres y muestras de arte. “Queremos seguir en esa línea en los próximos años: profundizar en el trabajo comunitario y poder alcanzar una masa crítica de sistemas de captación para tener ya una primera zona totalmente cubierta. Queremos instalar otros 10.000 sistemas, con eso ya podremos ver y estudiar los efectos de la captación pluvial en comunidades enteras y demostrar con datos que nuestro trabajo realmente funciona”, afirma Lomnitz.

Un inmenso derroche de energía

La Ciudad de México necesita sin duda de propuestas como la de Isla Urbana para no caer al abismo. Actualmente, el 30% del agua que utiliza la capital procede de la cuenca Lerma-Cutzamala, una fuente ubicada a 200 kilómetros de distancia y que requiere subir 1.000 metros verticales para llegar a la ciudad. Solamente para bombear esa agua se gasta la misma energía que utiliza toda la ciudad de Puebla, con seis millones de habitantes. Para agravar el problema, ese 30% de agua traída de fuera no sirve más que para equilibrar las fugas masivas de la red de abastecimiento, que desperdicia entre el 30% y el 40% de su caudal por culpa de las fisuras.

Según Isla Urbana, implementar la captación de agua de lluvia a gran escala permitiría satisfacer hasta el 50% de las necesidades de la población, lo que se traduciría en un alivio enorme al medioambiente y en un modelo sostenible para el futuro, tanto en la Ciudad de México como en otros centenares de urbes en todo el mundo donde el agua es ya un problema crítico.

La Ciudad de México se hunde un metro cada diez años. La catedral, el Palacio Nacional y otras estructuras emblemáticas han necesitado trabajos de consolidación ante el riesgo de desplome. Una realidad sobre la que las autoridades pasan de puntillas, pero que amenaza la viabilidad futura de esta megaurbe de 20 millones de habitantes. Y todo debido al despilfarro hídrico y la nefasta gestión medioambiental durante décadas. La sobreexplotación del acuífero sobre el que se asienta el valle de México es tal que sus niveles bajan un metro cada año, de ahí que todo el terreno se descomponga como un flan.

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