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Mujeres siervas del poder: un paseo por el mundo femenino de las 'otaku' de Tokio
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Mujeres siervas del poder: un paseo por el mundo femenino de las 'otaku' de Tokio

Kimura no tiene dudas de que el mundo friki en Japón no es una cuestión de hombres. Las mujeres juegan un papel clave en la cultura popular japonesa

Foto: Una chica disfrazada de sirvienta pasa ante un muro decorado con personajes manga en Akihabara, Tokio. (Reuters)
Una chica disfrazada de sirvienta pasa ante un muro decorado con personajes manga en Akihabara, Tokio. (Reuters)

Kimura Megumi no tiene dudas de que el mundo friki en Japón (conocido como otaku) no es una cuestión de hombres. Esta joven de 28 años comenzó a ver anime a las cuatro años y a leer manga a los siete. Si cuando era pequeña no se perdía un capítulo de Bola de Dragón o Caballeros del Zodíaco, en la actualidad guarda con cariño los 32 libros de Hunter x Hunter, su universo de ficción favorito. “Las mujeres también podemos ser otaku, por supuesto”, explica en el barrio de Akihabara, el centro por antonomasia de la cultura pop japonesa.

Las mujeres no sólo forman parte del complejo entramado cultural que se conoce como otaku, sino que son líderes en algunas de sus variantes y géneros. Ellas están al frente de la producción de cómics amateur, el cosplay (disfrazarse de personajes de ficción), las cafeterías de sirvientas o el culto a los dobladores de anime. “En lo que se refiere a producción e importancia, a hacerse notar, el público otaku femenino tiene mucha iniciativa”, explica Artur Lozano Méndez, profesor de Estudios de Asia Oriental en la Universidad Autónoma de Barcelona.

“Hay una historia detrás de estas cafeterías: se trata de la mansión del cliente, que tiene mucho dinero, y cuando vuelve a casa su sirvienta cuida de él”, dice Kimura Megumi, que ahora trabaja en una agencia turística pero entre 2006 y 2008 lo hizo en uno de estos locales. “Era un trabajo muy divertido, porque me disfrazaba y además todos los clientes eran otakus, así que me encantaba hablar con ellos de temas frikis. Me gustaba mucho recibir a los clientes con un '¡Bienvenido, amo!´”, añade. Como ella, la mayoría de jóvenes que trabaja en estas cafeterías no lo hace por el dinero, que suele ser escaso, sino por su afición a la cultura popular japonesa.

Aunque las mujeres son las protagonistas de estos mediáticos establecimientos, lo cierto es que están pensados para satisfacer los sueños de los hombres otaku. Por eso, en los últimos años han nacido las cafeterías de mayordomos: locales donde los camareros son atractivos hombres vestidos con frac (al estilo británico del siglo XIX) que se encargan de cuidar y mimar a sus amas. “Los cafés de mayordomos están muy bien, cuando llegas te saludan con un ´Hola, princesa´. Te sirven siempre con una sonrisa y te hacen una reverencia”, explica a El Confidencial Jessica Claros, una española que vive en Tokio y trabaja a tiempo parcial en Akihabara Tours.

Pero las cafeterías temáticas no se han quedado ahí: el último giro consiste en hombres que se disfrazan y hacen pasar por sirvientas. Aquí, el público (tanto masculino como femenino) disfruta con el cambio de sexo y sobre todo con la fiel interpretación de los camareros. “A mí la primera vez me llevaron unos amigos otaku. Al principio, cuando vi a las sirvientas, pensé que realmente eran unas chicas muy guapas. A muchas mujeres otaku nos gustan este tipo de locales”, dice Kimura Megumi, quien tiene una tarjeta de socia de uno de estos establecimientos.

Aunque el centro del mundo cultural otaku gira en torno a Akihabara (conocido popularmente como Akiba), las mujeres se sienten más a gusto en el barrio de Ikebukuro. Es aquí donde las otaku encuentran sus cómics, CD y DVD favoritos, y donde se concentra la mayoría de cafeterías de mayordomos. “Varios amigos otakus me han dicho que les daría vergüenza ir solos a Ikebukuro; ir acompañados sí, pero solos no, porque las tiendas están especializadas en chicas otaku”, dice Jessica Claros, quien se aficionó a la cultura japonesa en la infancia.

En este barrio en el centro de Tokio es donde realmente se pueden sentir las particularidades del mundo femenino otaku. Algunas de las tiendas más conocidas, como Anime, Mandarake o K-Books, ofrecen miles de cómics del género estrella entre las fans: el Boys Love o yaoi. Este tipo de historias están casi siempre escritas por mujeres para mujeres, y suelen contar platónicas historias de amor entre jóvenes y atractivos hombres homosexuales. “A las chicas nos gusta el yaoi porque es muy romántico”, afirma convencida Jessica Claros.

El género Boys Love es tan popular entre las mujeres que en ocasiones el mundo femenino otaku se suele definir (y criticar) únicamente por este interés particular. A las fans se las denomina fujoshi, un término originalmente peyorativo (como también lo es otaku) que ya se ha instalado en la sociedad japonesa. La películaMi novia es una friki, estrenada en 2009, llevaba al extremo la afición de una de estas fans, que se pasaba el día soñando con romances homosexuales, comprando cómics de forma compulsiva en las tiendas de Ikebukuro y obligando a su novio a recibirla en casa vestido de mayordomo.

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Vídeo: 'Otakus' en Akihabara

Muchas de estas historias de Boys Love no son editadas por las grandes editoriales, sino por las propias fans, que escriben y distribuyen sus propios cómics en los salones de manga y en las tiendas especializadas. Normalmente, las otakus utilizan personajes popularizados por alguna serie de moda para introducir nuevos y disparatados giros en el argumento. “A las chicas nos gustan las historias de los manga, pero nos gustan todavía más los personajes; por eso se toman esos personajes y se inventan historias propias”, dice Kimura Megumi en relación con una práctica que en Japón se conoce como dojinshi.

En este vibrante y variado mundo de los cómics amateurs, con tiradas pequeñas y casi sin beneficios económicos (de ahí que las editoriales hagan la vista gorda con los derechos de autor), también las fans femeninas llevan la delantera. “Efectivamente, las mujeres son más activas a la hora de apropiarse de esas ficciones y escribir otras historias a partir de ellas. Los fans masculinos normalmente habían tirado más por la vía del coleccionismo; también hay dojinshi producido por hombres otaku, pero cada vez hay más femenino”, dice Artur Lozano Méndez, experto en la cultura japonesa contemporánea.

Ikebukuro también es el lugar a donde las mujeres otaku acuden para comprar e intercambiar las prendas de sus disfraces. En el barrio se pueden encontrar docenas de pelucas de colores, trajes de personajes de manga, todo tipo de complementos (lentillas de colores, alas, bastones mágicos, espadas...) y una presencia constante de Miku Hatsune, una adolescente virtual con pelo color cian y ojos azules que lleva varios años arrasando en los armarios de las otakus.

“La mayoría de personajes masculinos no lleva una vestimenta tan trabajada ni tan detallada como pueden llevar los personajes femeninos, que suelen ser más difíciles de reproducir. Quizás por eso las mujeres brillan más en el cosplay”, explica Artur Lozano Méndez en referencia al arte de encarnar un personaje de ficción. En algunos salones de manga donde se realiza cosplay, el 80% de los participantes son mujeres. La otaku Kimura Megumi apunta una razón mucho más banal para explicar este liderazgo femenino: “Las mujeres perseguimos más la belleza, por eso nos gusta más el cosplay”.

En realidad, el importante rol de las mujeres en el mundo otaku no es nada nuevo. Ya desde los años 60 se consolidó en Japón el género shojo, que buscaba atraer al público de niñas y adolescentes. En España, una de las series que se emitió en 1990 en pleno auge del anime japonés en todo el mundo fue La Panda de Julia, una serie sobre un grupo de jugadoras de voleibol que en Japón se había estrenado ya en 1969. “Los géneros femeninos existen ya prácticamente desde el surgimiento de esta cultura popular japonesa y eclosión cultural de posguerra, a partir de 1959”, dice Artur Lozano Méndez. “Quizás la clave aquí es la diversificación. Como en otros muchos artículos de consumo, Japón se caracteriza por una variedad apabullante para lo que es un mercado de 120 millones de personas. El mercado está muy segmentado y muy centrado en satisfacer la demanda y los gustos de estos segmentos muy bien acotados”, añade.

Aunque en el mundo manga hay personajes femeninos protagonistas independientes, poderosos y activos (como la guerrera Balsa en Moribito: Guardian of the Spirit o la teniente Kusanagi en Ghost in the Shell), una parte importante del mundo otaku sigue dominado por preferencias masculinas y tendencias sexistas. En los últimos años la cultura pop japonesa ha vivido una gran influencia del moe, un concepto que potencia los personajes femeninos pre-adolescentes, inocentes y dependientes, al estilo Lolita. “Hay muchos tipos de manga, pero no se puede negar que el manga moe tiene un componente machista. Si no machista en el sentido de sometimiento social (en cuestiones laborales, familiares, etc...) sí machista en la manera de entender las relaciones emocionales y de idealizar personajes que son poco pro-activos y más pasivos”, explica Artur Lozano Méndez. “De todos modos, no creo que haya más machismo en el mundo de los otakus que en el mundo de los videojuegos”, matiza este profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona.

En este sentido, uno de los fenómenos más exitosos del momento son las ídolos, en el que las agencias de talentos promueven estrellas mediáticas femeninas de hasta 12 años. Vestidas con faldas cortas y casi siempre entonando canciones pop, estas adolescentes encarnan el concepto de kawaii (que se podría traducir como “mono”, “adorable”, “inocente”), muy presente en toda la sociedad y el mundo cultural japonés. A día de hoy, el propio barrio de Akihabara está tomado por el grupo AKB48, que ha llegado a incluir a hasta 140 jóvenes, adolescentes y niñas que se caracterizan por actuar todas las semanas y mantener un contacto cercano con los fans.

Si bien el fenómeno no está tan extendido, las mujeres otaku también cuentan con sus propios ídolos masculinos. A los grupos de música formados por chicos adolescentes se les conoce como Johnnies (en relación a la agencia de talentos más importante, Johnny & Associates) y una parte importante de su éxito reside también en su atractivo físico. Algunas otakus no dudan en resumir el complejo mundo de la cultura pop japonesa en una cuestión de belleza y sensualidad. “A veces, a los hombres otakus les gusta un manga o un anime porque aparecen chicas guapas; y a las chicas les gusta un manga o anime porque aparecen chicos guapos. A veces el motivo de su éxito es así de sencillo”, dice Kimura Megumi. Es por eso que, en uno de los productos culturales del momento, Ataque a los titanes, las mujeres se sienten fascinadas por el soldado Levi, mientras que los otakus están prendados de la protagonista femenina, Mikasa Ackerman.

El rol de las mujeres en la cultura friki o geek es también muy relevante en el resto del mundo, pero es difícil encontrar un lugar donde sea tan importante como en Japón. Según una encuesta citada por el antropólogo cultural Matt Thorn, el 71% de las mujeres japonesas entre 16 y 20 años lee al menos un libro de manga al mes. Una de las revistas más populares para las adolescentes, Ciao, vendía en 2008 más de 800.000 copias mensuales. Algunos de los eventos en Tokio en los que se comercializan publicaciones amateurs pueden congregar hasta 400.000 personas, la mayoría mujeres. Frente a la imagen estereotipada de frikis masculinos atrapados frente al ordenador o discutiendo sobre la Guerra de las Galaxias, las mujeres japonesas quieren demostrar que el mundo otaku no entiende de sexo.

Kimura Megumi no tiene dudas de que el mundo friki en Japón (conocido como otaku) no es una cuestión de hombres. Esta joven de 28 años comenzó a ver anime a las cuatro años y a leer manga a los siete. Si cuando era pequeña no se perdía un capítulo de Bola de Dragón o Caballeros del Zodíaco, en la actualidad guarda con cariño los 32 libros de Hunter x Hunter, su universo de ficción favorito. “Las mujeres también podemos ser otaku, por supuesto”, explica en el barrio de Akihabara, el centro por antonomasia de la cultura pop japonesa.

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