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El país más feliz, los impuestos más altos
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ASÍ erige DINAMARCA SU ESTADO DEL BIENESTAR

El país más feliz, los impuestos más altos

El Estado en sí es una gran empresa. El 32% de los empleados trabajan para su propio país, una cifra alta ya que son menos de seis millones de personas

Foto: Daneses observan una exposición interactiva en el centro de Copenhague, en una imagen de archivo (Reuters).
Daneses observan una exposición interactiva en el centro de Copenhague, en una imagen de archivo (Reuters).

Nadie dijo que pagar impuestos sea algo agradable para el bolsillo del contribuyente pero en Dinamarca lo ven de otra manera. Existe una conciencia más positiva que en el resto de países de la Unión Europea a la hora de construir el Estado del bienestar. Llevan muchos años creándolo y los objetivos son claros a ojos de los ciudadanos. Todos pagan, pero el dinero regresa a sus orígenes en formas muy variadas: ayudas a la maternidad, universidad, empresas públicas, pensiones… Los daneses han sabido equilibrar todo para que salgan las cuentas y nos llevan ventaja.

Hay muchas otras razones o causas que lo hace posible, como una economía activa, un mercado laboral dinámico, salarios altos, internacionalización de las actividades, y sobre todo, gran recaudación de impuestos. El dinero revierte en la sociedad, de múltiples formas y canales. Los daneses se benefician de muchas cosas y, sobre todo, los presupuestos se ven revertidos en la sociedad, y existen prioridades antes que construir aeropuertos o autopistas de peaje.

Dinamarca es un país levemente más grande que Extremadura y una población menor que Andalucía. En total no supera los seis millones de habitantes. Situado al norte de Europa, forma parte de la coalición de países nórdicos junto a Noruega, Finlandia y Suecia. Cuenta con uno de los mayores ingresos por habitante, junto con Noruega, de los más altos de Europa y del mundo. Es uno de los países menos corruptos y con los impuestos más altos.

Toca “invertir” en el Estado

El pago de impuestos está dividido dependiendo, obviamente, del nivel de ingresos que tengas. Cuanto más ganas, más pagas. Las rentas más altas llegan a pagar un 53%, pero sólo en casos donde los ingresos superen los 50.000 euros al año (420.000 coronas). No obstante, la ratio va cambiando cada año, adaptándose a nuevas circunstancias, de manera que se va adecuando a los cambios que se puedan ir produciendo, sobre todo a los demográficos o económicos, y a la mayor o menor demanda que “necesite” el Estado.

¿Es posible mantener el sistema de impuestos para el futuro? “Sí, pienso que encaja muy bien para los próximos años. Si observas el sistema de impuestos danés, la carga sobre los ingresos es alta pero, en cambio, la contribución a la Seguridad Social es muy baja, así que según quién seas debes pagar más o menos en Dinamarca. La ratio de equilibrio es diferente a la de otros países”, declara Jon.

Para el futuro, según las expectativas del profesor, “habrá muchos cambios y estos pasarán por involucrar más a los ciudadanos para ‘auto-aprovisionarse’. Poner más énfasis en la prevención de la salud y en los problemas sociales, así como un incremento para rehabilitar a aquellos ciudadanos que puedan tener problemas dentro del sistema. En el futuro, la filantropía y los movimientos sociales tendrán más protagonismo en vez de el trabajo o la colaboración con los ayuntamientos y regiones”.

Camilla Madsen, periodista danesa, trabaja en una empresa de márketing en Copenhague. Paga un 44% de su salario en impuestos. Para Camilla, el porcentaje es justo porque merece la pena todo lo que el Estado ofrece a cambio. “Puedo estudiar lo que quiera y donde quiera de manera gratuita. Prefiero pagar más y recibir más a pagar menos y después abonar por cada servicio, como en Estados Unidos”, comenta.

Primero pague; después, reciba

Primero se aporta y después, se recibe. Así funciona el sistema danés. No importa los hijos que tengas, el nivel económico, dónde residas o si estás desempleado. Siempre se aporta al Estado, aunque no tengas trabajo. Si necesitas ayuda porque perteneces a una familia numerosa, primero contribuyes y, luego, recibes dichas ayudas, ya sean subsidios para el hogar, familiares, por desplazamiento o por la edad.

El sistema de impuestos varía según lo que ganas cada año. El organismo encargado de fiscalizar los tributos (SKAT) hace una estimación sobre cuánto ganará el ciudadano durante el año, atendiendo a los ingresos de años anteriores. De esta manera, el ciudadano tendrá que demostrar qué es cierto o qué no lo es. Todo está claro si actúas de manera honesta. Una vez presentas tus cuentas, solo queda cotejarlas con la hacienda danesa. Si todo está correcto, recibirás de vuelta lo que hayas pagado de más. Si no, te tocará aportar.

Con un 48,2%, Dinamarca cuenta con el índice de impuestos sobre las rentas de las personas más alto de todos los países de la UE

El Estado danés se nutre de cuatro grandes ramas principales: impuestos sobre propiedades (a veces, el valor de tasación de una vivienda es superior si lo realiza un organismo oficial a si lo hace el mercado, aunque parezca increíble); impuestos sobre las importaciones y exportaciones; sobre el capital; y las contribuciones al plan de la Seguridad Social que aportan las empresas sobre los empleados.

Con un 48,2%, Dinamarca cuenta con el índice de impuestos sobre las rentas de las personas más alto de todos los países de la Unión Europea. En el último lugar está Lituania con un 27,2%. Esto coloca a Dinamarca a la cabeza de Europa en recaudación, pero también cuenta con unos gastos sociales y públicos muy altos.

La variación en el sistema de carga fiscal abarca desde el 35% que paga una persona desempleada hasta el 53% que aportan aquellos con las rentas más altas. Los expatriados -es decir, aquellos ciudadanos que no son daneses pero que residen aquí por motivos laborales por un tiempo determinado- pagan un máximo del 26%, porcentaje que llega hasta casi el 32% con la aportación a la Seguridad Social danesa. Es una ratio baja durante los primeros cinco años, y después aumenta. Están, por el contrario, exentos de pagar otro tipo de impuestos nacionales, así como beneficiarse de otros servicios fiscales como pueden ser inversiones financieras.

Ejemplos de cómo redistribuir el presupuesto

El dinero que aportan los ciudadanos daneses regresa a sus bolsillos de las formas más diversas. Las bajas por maternidad, por ejemplo, se extienden hasta un año para las madres. En cuanto al padre del bebé, dura unos meses. Ese año de sueldo es cubierto entre el Gobierno y la propia empresa del ciudadano. Cada niño recibe una aportación del Estado hasta que cumple los dieciocho años de unos 1.000 euros cada tres meses, ayuda que disminuye a medida que se acerca a la mayoría de edad. De esta manera se asegura una educación y un bienestar para el bebé.

Y, por supuesto, también se pagan impuestos de esas ayudas recibidas. Toda partida que recibe cualquier ciudadano no está exenta de pagar impuestos por lo que, de alguna u otra manera, siempre se contribuye al Estado, aunque el dinero provenga del mismo.

Los desempleados pueden recibir subsidios por un largo periodo de tiempo, habiendo cotizado un mínimo de tres meses. Dependiendo de dónde residas, puedes llegar a cobrar un mínimo de 850 euros (6.400 coronas), pero eso resulta insuficiente para vivir en Dinamarca. Es tan sólo una ayuda. Con un trabajo a tiempo parcial se cobra más.

¿Y los que viven del Estado?

El sistema tiene sus aspectos positivos y negativos. Varía de unas municipalidades a otras, pero sí que hay una cosa clara: nunca se deja sin ayudas, cualesquiera que éstas sean, a los ciudadanos y, menos aún, a los más vulnerables en el mercado laboral o la sociedad. Algunos pueden acostumbrarse a vivir del Estado, pero existen mecanismos para detener esas prácticas. Se dan casos de daneses en paro durante más de dos años que, aunque reciben ofertas desde las oficinas de empleo, no logran encontrar uno adecuado. No son fáciles de encontrar, pero sí hay muchos que viven mejor del Estado, debido a las ayudas que reciben, que trabajando.

El Estado en sí es una gran empresa. El 32% de los empleados daneses trabaja para su propio país, una cifra alta si tenemos en cuenta que son menos de seis millones de personas. Se necesita que todo encaje para que siga funcionando tan bien. Dinamarca también cuenta con empresas públicas o semipúblicas que generan beneficios, como son las que nutren de calefacción a la ciudad de Copenhague (DONG Energy) o la empresa de ferrocarriles (DSB), en las que se mezclan gestión privada y pública.

Gráfico: composición del sector público.

Las empresas lo tienen más fácil a la hora de tributar. Todo se concentra en pagar un 25% sobre los beneficios de la actividad. Es un porcentaje alto y tiene su punto positivo y negativo. Las pequeñas y medianas empresas se ven más agobiadas que aquellas que contemplan unos resultados sobradamente saneados al contabilizar el año fiscal. Aquí pagan justos por pecadores, un mismo rasero para las actividades económicas. No es bueno para todo el mundo, pero cuando la economía es activa, y el dinero fluye, no existen grandes dramas.

Los bienes de consumo, tanto los de primera necesidad como los de lujo, tienen un impuesto del 25% de IVA. Esto supone que cualquier producto, ya sea pan o leche, resulte más caro, y que para las personas con rentas más bajas sea más difícil comprar ciertos productos, o de mejor calidad. Es un punto negativo del sistema, pero ahí está el Estado para ayudar a las personas más vulnerables.

Un país sin corrupción endémica

Dinamarca cuenta con uno de los índices de corrupción más bajos de todo el mundo. Según la Organización Transparencia internacional (ver informe), que muestra cada año el índice de percepción de corrupción en 177 países, Dinamarca es el número uno de la lista, siendo la nación con menor percepción de corrupción a nivel global.

Desde luego que hay manzanas podridas en la política y empresas que no quieren pagar impuestos, pero estos casos se cortan por lo sano. Se aplica la justicia, y se hace de manera real y objetiva. Aquí no existen conceptos como “cuñaismos” o “enchufismos”, se trabaja duro para que el sistema funcione para todos de la manera más equitativa posible.

Según Eurostat, el organismo de la UE encargado de realizar las estadísticas por países, Dinamarca se encuentra en el primer puesto en pago de tributos sobre la renta per cápita, con un 48,1%. Es el índice más alto de toda Europa. Las ratios de impuestos son altas pero, en cambio, la contribución a la Seguridad Social no es tan elevada comparada con la que destinan otros países de la UE. Se produce, por tanto, un equilibrio diferente al caso de España o Portugal, que realizan un reparto distinto de los presupuestos.

El Estado en sí es una gran empresa. El 32% de los empleados daneses trabajan para su propio país, una cifra alta si tenemos en cuenta que son menos de seis millones de personas

Hay muchos elementos que hacen que este sistema de bienestar siga con buena salud: un mercado laboral dinámico y activo, sueldos altos, ayudas sociales, paz social, una política limpia y honesta... Todo esto y mucho más da una visión general de la forma en la que un país como Dinamarca ha sabido construir una sociedad equitativa, que vela por los más vulnerables, con una educación de calidad, y en la que, aunque siempre hay ciudadanos que intentan aprovecharse, la gran mayoría tiene una conciencia de apoyo a este sistema y se siente orgullosa de ello.

Hay impuestos individuales sobre la renta personal (un máximo del 15%), impuestos de municipalidad (éstos depende de dónde residas, pero suelen estar en torno al 24% y suponen la mayoría de los impuestos), a la Seguridad Social (8%), al mercado laboral y a la Iglesia (Dinamarca es protestante y no estás obligado a aportar si no quieres, aunque la mayoría lo hace)... También existen deducciones sobre ellos, como la de desplazamiento (entendido por los kilómetros que tienes que recorrer desde el hogar hasta el puesto de trabajo así como los transportes que debes utilizar) o si tienes contratado algún seguro privado en caso de desempleo o estás afiliado a algún sindicato profesional.

Dinamarca demuestra que se puede construir un Estado del Bienestar estable y competente donde el ciudadano es lo más importante. Es fácil hacerlo cuando la economía crece, el mercado laboral es activo y el Estado recauda lo suficiente. También es un sistema difícil de exportar a otros países como España. Son muchos los factores que lo hacen posible, entre ellos el humano, económico o social. Pero sí que debería ser inspirador en algunos sentidos. Habrá que ver cómo continúa este sistema envidiado en el futuro y cómo afronta los posibles cambios.

Nadie dijo que pagar impuestos sea algo agradable para el bolsillo del contribuyente pero en Dinamarca lo ven de otra manera. Existe una conciencia más positiva que en el resto de países de la Unión Europea a la hora de construir el Estado del bienestar. Llevan muchos años creándolo y los objetivos son claros a ojos de los ciudadanos. Todos pagan, pero el dinero regresa a sus orígenes en formas muy variadas: ayudas a la maternidad, universidad, empresas públicas, pensiones… Los daneses han sabido equilibrar todo para que salgan las cuentas y nos llevan ventaja.

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