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Los hijos del Estado Islámico: campamentos para niños que serán ejecutores y suicidas
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"AQUELLOS QUE NO DECAPITEN NO SE GRADUARÁN"

Los hijos del Estado Islámico: campamentos para niños que serán ejecutores y suicidas

En los campamentos para niños del Estado Islámico la violencia es un modo de vida. Los menores presencian ejecuciones y son obligados a decapitar prisioneros

Foto: Niños uzbekos reclutados por el Estado Islámico en una imagen distribuida por ISIS News Media, Siria, 2014.
Niños uzbekos reclutados por el Estado Islámico en una imagen distribuida por ISIS News Media, Siria, 2014.

Los niños que crecen en los territorios bajo control del Estado Islámico (EI) no ven dibujos animados en la televisión, no juegan con la pelota en las calles ni trazan dibujos de familias felices en la escuela. Al contrario, muchos de ellos son obligados a presenciar ejecuciones, patear las cabezas de los decapitados o aprender a recargar fusiles automáticos mientras recitan la shahada o profesión de fe musulmana: “No hay otra divinidad que Dios, y Mahoma es su profeta”.

La organización dirigida por Abu Bakr al Bagdadi es probablemente el primer grupo yihadistas con un claro proyecto estatal desde el triunfo de los talibanes afganos, y ello implica pensar más allá de las victorias militares, es decir, en la continuidad que pueden aportar las nuevas generaciones. “La información recopilada revela que el ISIS (Estado Islámico de Irak y del Levante, por sus siglas inglesas) da prioridad a los niños como vehículo para asegurarse lealtad a largo término, adherencia a su ideología y cuadros de combatientes devotos que verán la violencia como un modo de vida”, señala el último informe de la Comisión Internacional Independiente para la Investigación sobre Siria, vinculada a la ONU, para cuya redacción ha entrevistado a más de 300 hombres, mujeres y niños que huyeron de los territorios del Califato proclamado por el EI.

Se estima que hay unos 800 menores en campos de entrenamiento del Estado Islámico. Otras fuentes creen que cada mes se incorporan entre 250 y 300 chicos para sustituir a los niños-soldado que mueren en el frente

Informes de la ONU, de activistas opositores como el grupo Raqqa is Being Slaughtered Silently o de organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch (HRW) confirman la existencia de campos de entrenamiento de menores en diversos puntos del territorio controlado por el EI como Raqqa, Alepo y Yarabulus, en Siria, o Mosul, en Irak. Los yihadistas “persiguen una política de hacer morir de hambre a la ciudad”, aseguran los activistas de Raqqa, uno de los bastiones del Estado Islámico, “y por ello la gente necesitada envía a sus hijos a los campos de entrenamiento por dinero”. Según un estudio publicado por HRW en junio, los yihadistas pagan 100 dólares mensuales por cada menor mientras que el sueldo de los combatientes mayores de edad es de unos 200 dólares.

Otros niños, en cambio, son secuestrados o llevados a la fuerza a los campos de entrenamiento bajo la amenaza de encarcelar a las familias que no cooperen. Igualmente, según explica a El Confidencial la doctora Shelly Whitman, directora ejecutiva de la iniciativa sobre Niños Soldados Roméo Dallaire, los yihadistas se aprovechan de los “huérfanos” y de los “menores separados de sus familias, que se encuentran en campos de refugiados y buscan venganza”.

"Mañana serán los combatientes más fuertes”

El Estado Islámico sabe que cuanto antes comience el proceso de adoctrinamiento, más leal resultará esta nueva generación de yihadistas, tal y como afirma Raed, un adolescente sirio que se unió a la yihad con 16 años, en una entrevista con HRW: “El líder del campo decía que prefería a los más jóvenes. Me dijo: ‘Mañana serán líderes más poderosos o combatientes más fuertes’”. Por ello, los procesos de captación comienzan en las mezquitas, los sermones públicos y los centros educativos, que han adoptado un currículo totalmente filtrado por la demente interpretación del islam que sostiene Al Bagdadi. “La educación está siendo empleada como una herramienta de adoctrinamiento, diseñada para promover una nueva generación de seguidores. En muchas zonas, el currículum escolar ha sido modificado para reflejar estas prioridades ideológicas e incluir el entrenamiento en uso de armas”, explica el informe de la comisión de investigación de la ONU.

Por ejemplo, en el caso de Raqqa, afirman los activistas anti-Estado Islámico, “al no quedar sistema educativo en la ciudad, los niños van a las mezquitas, donde los clérigos del EI les lavan el cerebro y les adoctrinan para que tomen parte en la santa yihad y luchen contra los infieles y los enemigos de Dios”. En Mosul, de acuerdo al diario que un residente compila para la BBC, los yihadistas no solo han separado a niños y niñas en la escuela o han sustituido la clase de “educación física” por la de “educación yihadista”. También sacaron del plan de estudios las lecciones de geografía e historia, aunque luego rectificaron y en su lugar acabaron con la clase de arte y, con ello, también prohibieron el uso de lápices de colores.

El número de menores en campos de entrenamiento sigue siendo desconocido: en agosto el Comité de Derechos Humanos de Siria estimaba que unos 800 niños participaban en ellos, aunque otras fuentes creen que la cifra es superior y que cada mes entre 250 y 300 ingresan en ellos para sustituir a los niños-soldado que mueren en el frente. De hecho, Whitman opina que el Estado Islámico “utiliza a entre 200.000 y 300.000 niños, no solo en labores militares sino también en todo tipo de trabajos de apoyo, por ejemplo mensajeros”. La edad también varía, va desde los 18 años a menos de 10.

Aprender a convertirse en terrorista suicida

Un informe de Raqqa is Being Slaughtered Silently señala que en esa provincia siria existen cinco campos de entrenamiento para niños y adolescentes y describe el funcionamiento de uno de ellos, el de Al Tabqa, para menores de 16 años y donde sus entre 250 y 350 alumnos aprenden a “disparar armas y lanzar granadas, además de recibir instrucciones sobre cómo hacer coches bomba y convertirse en terroristas suicidas”.

Existen dos programas: el normal y el intensivo. En el primero, los niños entran en un curso de 45 días de educación “fundamentalista” para luego ser enviados al entrenamiento militar propiamente dicho, que se prolonga durante tres meses. En esta segunda fase “los niños son segregados en diferentes grupos decididos por sus mentores y ello incluye: el grupo de terroristas suicidas, el grupo de fabricantes de explosivos y el grupo de soldados”. El programa intensivo se reserva para momentos en lo que el Estado Islámico está inmerso en batallas a gran escala, como la actual campaña para tratar de conquistar la ciudad kurdo-siria de Kobani. En este caso, las clases teóricas se reducen a 20 días y las prácticas a un mes, “al final del cual (los menores) son inmediatamente enviados al campo de batalla”.

Estos niños son habitualmente carne de cañón debido a su escasa experiencia de combate y el corto periodo de tiempo de entrenamiento. “Cuando termina la batalla y miramos los cadáveres (del EI) vemos a muchos niños”, asegura el líder de un batallón contrario a los yihadistas, citado por HRW. Ya en junio de 2013, el Centro Sirio para la Documentación de Violaciones había contado 194 muertes de combatientes menores de edad desde el inicio de la contienda en 2011. Y los activistas de Raqqa afirman que al menos 30 menores y 45 jóvenes de la ciudad murieron en combate entre el 7 de octubre y el 12 de noviembre de este año.

Además de soldados o suicidas, los menores son empleados como vigilantes de edificios, guardaespaldas o incluso torturadores. Un doctor de la localidad de Tal Abyad (Siria) explicó a HRW que en agosto del pasado año un niño de “entre 10 y 12 años” fue llevado a su clínica para ser tratado de unos cortes en la mano: “Hablamos con quien lo escoltaba. Dijo que el chico era guardia en la cárcel de Tal Abyad y que su trabajo era dar latigazos a los prisioneros”. También, afirma Whitman, algunos niños son usados como depósitos de sangre “para poder hacer trasfusiones a los combatientes mayores del EI”.

"Aquellos que no sean capaces de decapitar no se graduarán"

Una de las pruebas para graduarse en estos campamentos -cuentan los activistas de Raqqa- es llevar a cabo ejecuciones, como ocurrió a finales de agosto tras la captura de más de 400 soldados leales al régimen de Bachar al Asad: “El EI se aprovechó del hecho de que una nueva remesa de cachorros estaba a punto de graduarse y ordenó que un número de ellos efectuase las decapitaciones. Aquellos que no fuesen capaces de decapitar no se graduarían. Sin embargo, todas las ejecuciones fueron llevadas a cabo con éxito”.

La brutalidad y el terror no solo se utilizan para formar a estos cadetes yihadistas, sino que se han convertido en parte de la vida cotidiana en los territorios bajo administración del Estado Islámico que, al contrario que otros grupos, la publicita como modo de amedrentar a los eventuales opositores e imbuir a sus ciudadanos en la cultura de la violencia. “Los entrevistados han subrayado que las ejecuciones se han convertido en habituales y ‘siempre’ hay cabezas y cuerpos exhibidos en las plazas y las rotondas de las grandes ciudades”, describe el informe de la comisión de investigación de la ONU.

La policía de la moral del EI, llamada Al Hisbah, publicita la hora y el lugar de las ejecuciones invitando a toda la población y, aquellos que se encuentran en la calle cuando se lleva a cabo, son obligados a asistir al macabro espectáculo. “Un padre de Deir ez-Zor -agrega el informe- declaró que la primera vez que vio el cuerpo de un hombre colgado de una cruz en Al Mayadin, a finales de julio de 2014, se quedó varios minutos paralizado por el horror de la escena antes de darse cuenta de que su hijo de siete años estaba con él mirando el cadáver. Esa noche su hijo no fue capaz de dormir, se despertaba continuamente con ataques de pánico”.

Los niños son tanto ejecutores, como víctimas y espectadores (a muchos menores se les obliga a ver vídeos de las ejecuciones sumarias de soldados sirios y de otros enemigos del EI). “La ejecución pública de Mohammed Qatta, un vendedor de café de Alepo, el 9 de junio de 2013, fue una temprana demostración del modo brutal con que castiga y usa el terror el ISIS para asegurar la disciplina de los niños, en particular de los varones”, indica la ONU.

Como toda organización que pretende establecer un estado “totalitario”, el Estado Islámico ejerce una política “de tolerancia cero hacia la disidencia”, según un informe del grupo de análisis de inteligencia Soufan, y para ello se sirve de sus particulares redes de espías e informadores. No en vano, algunos de los lugartenientes y principales colaboradores de Al Bagdadi tuvieron cargos en los diversos servicios de inteligencia del régimen de Sadam Husein (algunos de ellos incluso compartieron cautiverio en la misma prisión que el actual líder del EI tras la ocupación estadounidense de Irak).

Es el caso del número dos del grupo, Abu Muslim al Turkmani, exteniente coronel de los servicios de espionaje militares iraquíes y encargado de las operaciones del grupo en Irak hasta su presunta muerte el pasado 9 de noviembre en un ataque de la Coalición; o de Abu Ayman al Iraqi, considerado jefe del consejo militar del EI y que antes fue coronel en tiempos de Sadam Husein y desempeñó funciones de inteligencia en las Fuerzas Aéreas. Según Soufan, el otro número dos de Al Bagdadi, Abu Ali al Anbari -coordinador de las operaciones en Siria- es también el director del Consejo de Seguridad e Inteligencia, responsable de “eliminar a los rivales” de Abu Bakr al Bagdadi y descubrir cualquier tipo de “conspiración”. Aunque en un principio sólo contaba con 20 personas, la red de espías de este Consejo se ha ido ampliando “rápidamente” por todo el territorio del Estado Islámico, “asesinando a disidentes y eliminando a cualquiera que desafiase la autoridad central de la organización, fuesen líderes locales, activistas o autoridades religiosas”, añade Soufan.

El grupo vela por el estricto cumplimiento de sus severas normas a través de la policía Al Hisbah (que tiene una rama femenina llamada Al Khans’aa), que llevan a cabo una “vigilancia constante en las comunidades locales”, apunta el informe de la ONU. Por si esto fuera poco “se ha pedido a los niños que informen sobre si sus padres cumplen las reglas” impuestas por el Estado Islámico.

El pasado mayo, 153 menores kurdos de entre 14 y 16 años fueron secuestrados de una escuela en Minbij (Siria) y solo recientemente fueron liberados, cuando sus captores consideraron “completado” su entrenamiento religioso. En los cinco meses que pasaron bajo el EI fueron sometidos a un constante proceso de enseñanza yihadista, obligándoles a ver vídeos de degollamientos y ataques y sufriendo palizas si no obedecían. Ahora, según han declarado algunos de los progenitores a la ONU, temen que hayan sido liberados para “inyectar las ideas del EI a las comunidades kurdas”.

Los niños que crecen en los territorios bajo control del Estado Islámico (EI) no ven dibujos animados en la televisión, no juegan con la pelota en las calles ni trazan dibujos de familias felices en la escuela. Al contrario, muchos de ellos son obligados a presenciar ejecuciones, patear las cabezas de los decapitados o aprender a recargar fusiles automáticos mientras recitan la shahada o profesión de fe musulmana: “No hay otra divinidad que Dios, y Mahoma es su profeta”.

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