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Trabajar entre basura y cadáveres: así vive el único buzo de aguas negras del mundo
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“EN 30 AÑOS HE SACADO BASTANTES PERSONAS”

Trabajar entre basura y cadáveres: así vive el único buzo de aguas negras del mundo

El sistema de aguas de Ciudad de México lucha contra la basura y las inundaciones con un arma tan sencilla como única en el mundo: un buzo de aguas negras

El valle de México es uno de los conglomerados urbanos más grandes del mundo. Sobre sus tierras pantanosas conviven más de 20 millones de personas, muchas de ellas ciudadanos de bajos recursos que se hacinan en los suburbios de la capital. Cada día, las montañas de basura y desechos que se acumulan en las calles son formidables. Y cuando llega la temporada de lluvias, las inundaciones causadas por la obstrucción de las alcantarillas debido a los residuos arrojados al drenaje alcanzan cotas épicas.

El sistema de aguas de la Ciudad de México lucha contra el caos de la basura y las inundaciones urbanas con un arma tan sencilla como única en el mundo: un buzo profesional. Julio César Cu Cámara es el único buzo de aguas negras que existe. En sus 30 años de profesión ha tenido a su lado a otros tres compañeros. Ninguno de ellos fue capaz de soportar la singularidad de un trabajo exigente, muy peligroso y, ante todo, altamente desagradable.

‘En estos 30 años hemos sacado bastantes cadáveres, y la verdad es que no me gusta contar eso, pero sí, han sido bastantes personas las que hemos sacado del drenaje’

“Aquí buceamos en espacios confinados, en las tuberías del drenaje y también en las plantas. Es un trabajo peligroso porque no sabemos qué es lo que vamos a encontrar”, explica Cámara a El Confidencial poco antes de iniciar una de sus inmersiones para desatascar una de las plantas del sistema de aguas de la capital mexicana. “Abajo tenemos clavos, varillas, escombros, cascotes que pueden cortar el traje, que pueden herirnos. Pero pienso que lo más peligroso es el agua. Es agua de todo: son desechos animales, industriales, humanos, todo viene a dar aquí. Si yo tuviera un accidente en el que se cortara el traje, me cortara la piel y esa agua me tocara, no lo contaría”, reconoce.

“En estos 30 años hemos sacado bastantes cadáveres”

A pesar de llevar tres décadas desatascando el drenaje de la Ciudad de México y de las otras regiones que se asientan sobre el valle, Cámara sigue siendo muy consciente de los riesgos. Junto a sus dos ayudantes, Agustín y Ángel, comprueba el traje palmo a palmo, sella bien sus guantes, el cuello y por supuesto la escafandra. Ese casco amarillo está conectado a una vía de aire o cordón umbilical, que es su conexión vital con el exterior cuando se encuentra sumergido bajo varios metros de agua que contienen miles de patógenos de alto riesgo. Para añadir mayor complejidad, tiene que operar siempre a ciegas. El equipo ha intentado en varias ocasiones utilizar potentes focos de luz, pero el agua contiene tantas partículas que el halo apenas penetra el líquido unos centímetros.

“De este trabajo me engancha la adrenalina. Nunca sabemos qué nos vamos a encontrar en el fondo. Hemos sacado de todo. Una vez sacamos una alfombra de 25 metros, hemos sacado un refrigerador, un microondas, una vez sacamos la cabeza de un marrano ya hinchada que parecía de dos metros, y personas que han caído al drenaje o han tenido un accidente o que las han matado y las tiran, ya que también es parte de nuestra labor retirarlas. En estos 30 años ha sido bastante gente, y la verdad es que no me gusta contar eso, pero sí, han sido bastantes personas las que hemos sacado del drenaje”, explica Cámara. En efecto, las alcantarillas son el destino final de un buen número de víctimas de la narcoviolencia en la que vive atrapado México desde hace ya una década, y sobre este buzo recae la desagradable tarea de retirar los cuerpos.

Jugarse la vida por 700 euros

A pesar de todo, a Cámara le “apasiona” un trabajo que para casi todo el mundo resultaría repugnante. “Cuando comencé iba para tres meses y ahora ya llevo 30 años”, sonríe. “Yo creo que tienes que agarrarle amor al trabajo. Si no estás convencido de lo que haces, vas a fallar. Y más en este negocio del buceo. A la mayoría de buzos que han estado con nosotros no les gusta el mal olor, o ven situaciones muy peligrosas, o cosas que no son agradables para su mente. Pero todo eso lo tienes que dominar. Yo creo que por eso no tenemos tantos buzos aquí. ¿El porqué somos únicos en el mundo? Pues también a mí me gustaría saberlo”, se pregunta Cámara, quien apenas cuenta con más beneficios económicos por jugarse la vida de los que tiene cualquier otro funcionario de la Ciudad de México. Un salario que ronda los 12.000 pesos (711 euros).

‘Me gusta poder bajar ahí y evitar los problemas de las inundaciones a miles de personas. Quizá mi trabajo no se ve en la calle, pero ayudar a la gente me llena de satisfacción’

“A mi familia no le gusta mi trabajo –admite–. Y cuando a los que me conocen les digo que yo soy buzo, dicen ‘ay qué padre, ¿dónde has ido a bucear, a la playa, al mar…?’ Digo no, aquí en el drenaje. '¿Cómo que en el drenaje? ¡Estás loco!'. Pues se les hace bizarro el trabajo, se les hace de locos, y eso es lo que hacemos nosotros. Pero cuando ya les explico lo que hago entonces lo entienden un poco mejor”, confiesa.

La gente pasa de mirarlo con cierto reparo a dibujar una mueca de admiración cuando les cuenta los beneficios que su trabajo aporta a la gran megalópolis mexicana. “A lo mejor un trabajo de limpieza de una bomba o una rejilla que a mí me lleva dos o tres días, se haría en quince o veinte días. Tener tantos días parada una planta o permitir que no circule el agua supondría un problema gravísimo para ciudad. Y a mí me gusta poder bajar ahí y evitar los problemas de las inundaciones a miles de personas. Quizá mi trabajo no se ve en la calle, pero ayudar a la gente me llena de satisfacción”, cuenta Cámara.

A sus 53 años, en lo último que piensa el único buzo de aguas negras del mundo es en retirarse. “Quiero continuar hasta que el cuerpo aguante. Y cuando no pueda más espero poder ayudar a mis chicos, a los que ahora estoy entrenando, pero ya lo haré desde arriba, cuidando de que todo salga bien y velando por su seguridad”.

El valle de México es uno de los conglomerados urbanos más grandes del mundo. Sobre sus tierras pantanosas conviven más de 20 millones de personas, muchas de ellas ciudadanos de bajos recursos que se hacinan en los suburbios de la capital. Cada día, las montañas de basura y desechos que se acumulan en las calles son formidables. Y cuando llega la temporada de lluvias, las inundaciones causadas por la obstrucción de las alcantarillas debido a los residuos arrojados al drenaje alcanzan cotas épicas.

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