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EEUU y México amenazan con desatar el primer gran conflicto occidental por el agua
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EL PAÍS AZTECA INCUMPLE UN TRASVASE DESDE 2010

EEUU y México amenazan con desatar el primer gran conflicto occidental por el agua

El estrés hídrico por la demanda industrial convierte los acuíferos en causa de conflictos. Hay 300 puntos rojos en todo el planeta. Y uno involucra a México y EEUU

Foto: Un hombre camina sobre el Lago Travis, en Austin, Texas, después de que la sequía lo haya vaciado, en una imagen de 2011. (Reuters)
Un hombre camina sobre el Lago Travis, en Austin, Texas, después de que la sequía lo haya vaciado, en una imagen de 2011. (Reuters)

La buena noticia es que el mundo todavía está lejos de presenciar una guerra por el agua. La mala es casi todo lo demás. Las persistentes sequías y el estrés hídrico provocado por la creciente demanda industrial en los países en desarrollo están convirtiendo los acuíferos en causa de querellas y tensión constante. Por ahora, la mayoría de agravios se dirimen entre comunidades, provincias o regiones dentro de un mismo país, pero cada vez son más las disputas que saltan fronteras e involucran a dos o más estados. Según la ONU, hay más de 300 puntos calientes a lo ancho del planeta. Uno de los últimos en sumarse a la lista involucra nada menos que a Estados Unidos y México, en lo que amenaza en convertirse en el primer gran conflicto occidental por el control de las reservas de agua dulce.

En 1945, los Gobiernos de Estados Unidos y México firmaron un tratado de utilización de agua con objeto de poner fin a la disputa sobre el caudal de los ríos Colorado y Bravo, que combinados establecen frontera a lo largo de 2.054 kilómetros. Hoy, Washington se encuentra con que su vecino lleva cuatro años sin entregar ni una sola gota de agua, acumulando una deuda superior a lo que consumen durante un año el millón y medio de habitantes del valle del Río Grande, en Texas, principal beneficiario de esa transferencia.

México lleva cuatro años sin entregar una gota de agua y no piensa entregar un solo litro hasta que no llueva. Mientras, el sur de Texas está inmerso en una grave sequía que tiene un 90% de posibilidades de ir a peor en la próxima década

Lo grave del asunto es que México reconoce abiertamente que no piensa entregar un solo litro hasta que no llueva, mientras el sur del estado de Texas está inmerso en una severa sequía que, según la Sociedad Meteorológica Americana, tiene un 90% de posibilidades de ir a peor en la próxima década. Es más: en toda la mitad suroeste del país, lugar de tránsito del río Colorado y de donde procede el agua que EEUU entrega a México, los arroyos y lagos están hoy casi secos, en una estampa devastadora que alarma a la primera potencia mundial.

“México está asignando el 100% de sus recursos hídricos para consumo interno, ni un solo litro se destina a cumplir el tratado. Así que llevan (años) rompiendo el pacto de manera sistemática, esperando a que sean las lluvias las que entreguen el agua por accidente y no por deseo”, denuncia a este diario Carlos Rubinstein, director del Consejo de Desarrollo del Agua de Texas. “No es bueno para ningún país incumplir los tratados, eso afecta a la relación bilateral y perjudica el comercio y el crecimiento futuro. Sencillamente no es concebible. Por desgracia, el asunto del agua ya creó fuertes tensiones en los 90, hasta que al final México entregó todo el agua que debía”, prosigue Rubinstein. Sin embargo, parece que esta vez el país azteca está jugando sus cartas con mayor descaro, bajo el argumento de que no está lloviendo tampoco en territorio mexicano y, por lo tanto, tampoco ellos tienen agua.

Pérdidas de 400 millones anuales sólo en agricultura

Como en el resto de conflictos hídricos, lo que puede convertir el caso México-EEUU en un roce diplomático de envergadura es su impacto sobre la economía. En 2013, la Universidad de Texas publicó un estudio que indicaba que la pérdida de agua de irrigación tan sólo en el río Grande (llamado Bravo en México) está destruyendo 4.850 puestos de trabajo y acumulando 395 millones de dólares de pérdidas en agricultura cada año. “El impacto total puede alcanzar siete veces esa cifra, ya que el estudio sólo contempla la primera línea de producción agrícola”, advierte Rubinstein. “Pérdida de plantas empaquetadoras, pérdida de ventas y empleos de transporte… Es un perjuicio enorme para todo el estado de Texas. Si sigue sin llover, el impacto va a ser muy duro”.

Hace ya tiempo que el control sobre los acuíferos es un factor estratégico para cualquier país. De ahí que hoy ningún Gobierno quiera ceder sus competencias sobre el agua a un organismo internacional ni acatar sentencias dictadas por cortes supranacionales si no resuelven a su favor.

“La Convención del Agua de Naciones Unidas y su convención regional para Europa son importantes marcos de cooperación en cuestión de aguas transfronterizas. Establecen principios básicos claves para el uso justo y sostenible de las aguas internacionales. Sin embargo, regirse bajo un marco global tiene sus limitaciones, ya que algunos países implicados no son signatarios, y otros ven en estas normas una limitación a su soberanía nacional”, indica a El Confidencial Therese Sjömander, directora del departamento de Aguas Transfronterizas del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI en sus siglas en inglés), un think-tank que promueve jurisdicción sobre recursos hídricos y ejerce como mediador entre las partes involucradas en una disputa.

“Ir a la guerra por el agua no es racional”

Aunque existen centenares de focos de conflicto en todo el mundo sobre el control de agua, Sjömander considera que ninguno de ellos ha alcanzado todavía un punto de ebullición peligroso. “Investigadores y analistas en todo el mundo coinciden en que ir a la guerra por el agua no es racional. El agua que fluye entre dos países crea una interdependencia natural entre ambos. Cada vez más Gobiernos y legisladores son conscientes de que intensificar las amenazas y promover un clima de tensión sólo dificulta el desarrollo y uso de los recursos hídricos”, asegura la investigadora, quien no obstante advierte sobre el aumento de conflictos entre regiones de un mismo país. Según la ONU, 768 millones de personas en el mundo (más del 10% global) carecen de acceso a fuentes de agua potable, mientras 2.500 millones de personas (36% global) no tienen acceso a servicios de saneamiento.

Se calcula que, para 2025, el 32% de la población africana no tendrá apenas acceso a fuentes de agua potable

El estallido del caso México-EEUU se suma a otros grandes pleitos enquistados a lo ancho del planeta. Oriente Próximo aglutina posiblemente el más antiguo a cuenta a los ríos Tigris y Éufrates, que recorren Turquía, Siria e Irak. Los tres países andan a la greña debido a la macropresa de Ataturk, construida en territorio turco y que ha disminuido considerablemente el caudal más allá de sus compuertas. El resto de grandes puntos calientes se concentran en África, el continente más castigado por la desertificación y la pobreza.

A inicios del año 2000, Zimbabue y Mozambique tocaron tambores de guerra (luego apaciguados) a cuenta del río Zambebe, mientras en Mali y Nigeria viven periódicamente combates interétnicos. A su vez, los acuíferos de Areniscas de Nubia y del Norte del Sáhara, los dos más grandes del mundo gracias al majestuoso curso del Nilo, tienen en pie de guerra a Libia, Egipto, Etiopía, Chad y Sudán. De hecho, los expertos sostienen que si tuvieran que apostar cuál podría ser la primera gran guerra por el agua, lo harían sobre estos países. Se calcula que para 2025, el 32% de la población africana no tendrá apenas acceso a fuentes de agua potable.

Las reservas de agua dulce, en manos privadas

Y mientras extensas regiones del mundo se desertifican, las grandes reservas de agua dulce pasan a manos privadas, agravando las tensiones políticas y sociales. Cada vez más gobiernos ceden la gestión del agua para consumo humano a corporaciones como las francesas Vivendi y Suez, la británica Thames Water o la American Water Works de Estados Unidos. Esta tendencia está causando un aumento considerable en el precio del agua en regiones y países con escaso acceso a fuentes salubre. Según un informe del Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo (CEID), entre 1970 y 2000, la venta de agua se ha multiplicado por 80, generando unas ganancias para las corporaciones gestoras de más de 2.000 millones de dólares.

En este escenario de injusticia, la actuación del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) deja mucho que desear. Según resalta el CEID, ambos organismos juegan “un papel clave fomentando las privatizaciones”. El BM y el FMI estarían prestando dinero para reformar los sistemas de agua de los países con la contrapartida de que sean después las grandes corporaciones quienes gestionen los acuíferos. Un escenario que se habría repetido hasta en 16 países pobres de África y América Latina en los últimos años.

La buena noticia es que el mundo todavía está lejos de presenciar una guerra por el agua. La mala es casi todo lo demás. Las persistentes sequías y el estrés hídrico provocado por la creciente demanda industrial en los países en desarrollo están convirtiendo los acuíferos en causa de querellas y tensión constante. Por ahora, la mayoría de agravios se dirimen entre comunidades, provincias o regiones dentro de un mismo país, pero cada vez son más las disputas que saltan fronteras e involucran a dos o más estados. Según la ONU, hay más de 300 puntos calientes a lo ancho del planeta. Uno de los últimos en sumarse a la lista involucra nada menos que a Estados Unidos y México, en lo que amenaza en convertirse en el primer gran conflicto occidental por el control de las reservas de agua dulce.

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