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Viaje a la última comuna maoísta de China: fresas orgánicas "para servir al pueblo"
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JÓVENES UNIVERSITARIOS HUYEN DEL MATERIALISMO

Viaje a la última comuna maoísta de China: fresas orgánicas "para servir al pueblo"

Los trabajadores de la Granja del Camino Justo son, en su mayoría, jóvenes con estudios universitarios que huyen del materialismo que domina la China actual

Foto: Los invernaderos de la Granja del Camino Justo, ubicada en el condado rural de Dingxing (Selina Zhang).
Los invernaderos de la Granja del Camino Justo, ubicada en el condado rural de Dingxing (Selina Zhang).

Como ha hecho a diario durante las últimas semanas, Zeng Siming se levanta a las 5:30 de la mañana para realizar ejercicios de respiración al aire libre junto a sus compañeros. Es un frío sábado de mediados de octubre, y después de un desayuno frugal en comunidad, consistente en un bol de fideos y un bollo de pan chino, Zeng dedicará el día a cubrir con plástico las plantas de fresas en los invernaderos de la Granja del “Camino Justo”. “Se trata de un estilo de vida muy saludable, y la relación con los otros trabajadores es muy buena, todos nos ayudamos y cuidamos mutuamente”, explica con entusiasmo a El Confidencial el joven de 28 años, graduado en Ingeniería Eléctrica en Cantón.

Zeng es uno de los jóvenes que ha decidido aparcar sus estudios o su empleo durante una temporada para trabajar en la Granja del “Camino Justo”. El centro, ubicado en el condado rural de Dingxing, unos cien kilómetros al oeste de Pekín, es una de las numerosas granjas orgánicas que han aparecido durante los últimos años en China, impulsadas por los frecuentes escándalos relacionados con la seguridad alimentaria del país. Sin embargo, a diferencia de otros centros agrícolas, los trabajadores de la Granja del “Camino Justo” son, en su mayoría, jóvenes menores de treinta años y con estudios universitarios que han decidido huir del materialismo que domina la China de hoy en día.

Los trabajadores de la Granja del Camino Justo son jóvenes con estudios universitarios que han decidido huir del materialismo que domina la China de hoy en día

Trabajando en mi antigua empresa, sólo vivía para ganar dinero; aquí me siento parte de una comunidad, y estoy haciendo algo bueno para la sociedad y el medio ambiente”, explica Yu Shao'e, de 24 años. Hace seis meses, Yu dejó su trabajo en una compañía de comercio internacional para pasar a formar parte del centro, donde gestiona los pedidos por internet que llegan a la granja.

Los trabajadores de la Granja del “Camino Justo” viven en dormitorios comunes, comen juntos en el patio y se reparten las tareas diarias dividiéndose en grupos, inspirándose en el modelo de las antiguas comunas maoístas, implantadas a finales de los años cincuenta en el país. Todos ellos parecen satisfechos con el trato, pese al duro trabajo manual y los bajos salarios (entre los 200 y los 320 euros aproximadamente, según su antigüedad). Yu admite que sus padres, como los de muchos otros residentes de la granja, no entienden su decisión, pero ella defiende que se trata de “conseguir plenitud espiritual”.

Una gran familia

La Granja del “Camino Justo” ocupa cerca de 13,3 hectáreas, en las cuales se cosechan todo tipo de frutas y verduras, que varían según la estación del año. En la finca también se crían ovejas, patos, gallinas y conejos. Los agricultores evitan usar ningún tipo de fertilizante o herbicida químico, y aprovechan los desechos orgánicos para crear su propio abono. La compañía vende por internet productos procesados, como mermelada, fruta deshidrata o zumos.

Según Wu Yunlong, el administrador, la granja empezará a conseguir beneficios en 2016. De momento, el lugar es financiado por distintas compañías de amigos de su fundador, Han Deqiang.

Para Zhang Deying, una informática de 22 años, la experiencia le ayuda a ‘mejorar como persona, aprender a servir a la sociedad y encontrar el significado de la vida’

Ahora mismo, cerca de 80 personas viven en las instalaciones, entre empleados y voluntarios. Al hablar con ellos, la mayoría destacan que no se consideran trabajadores del lugar, sino “miembros de una gran familia” y “hermanos y hermanas”. Wu afirma que durante el verano reciben un gran número de voluntarios, y la granja puede llegar a acoger a cerca de 300 granjeros.

Para evitar distracciones, la organización anima a los jóvenes a no tener relaciones sentimentales entre ellos hasta no tener 28 años, en el caso de los chicos, y 26 en el de las chicas. “Si encuentran pareja sin ser suficientemente maduros, esto entorpecerá la lucha por sus objetivos y se alejarán del resto de comunidad”, explica Wu.

Los granjeros siguen un rígido horario laboral, que empieza con distintos ejercicios matutinos y una breve explicación sobre el trabajo que tendrán que hacer durante el día. Divididos en grupos, trabajan la tierra, dan de comer a los animales y recolectan las distintas frutas y verduras, mientras hacen bromas entre ellos y cantan canciones. “Nosotros decimos: trabaja los días de sol, descansa los días de lluvia; trabaja en primavera y descansa en invierno”, recita Zhang Deying, una informática de 22 años. Para ella, esta experiencia le está ayudando a “mejorar como persona, aprender a servir a la sociedad y encontrar el significado de la vida”.

Pengcai, una mujer de 50 años del pueblo que ha labrado la tierra toda su vida, viene a la granja en bicicleta a diario para dar consejos y ayudar a los jóvenes. “Aún no saben mucho, pero trabajan duro y saldrán adelante”, afirma, con un punto de orgullo, la veterana agricultora.

“Una sociedad compleja”

Sin embargo, la comuna aspira a ser mucho más que una simple granja. En una de sus salas, 30 alumnos de distintas edades que viven también en el recinto cantan junto a la profesora una canción tradicional china, mientras que en la pizarra se puede leer una explicación acerca de los cinco elementos de la cosmología china antigua: madera, fuego, aire, agua y metal.

La mayoría de los chicos y chicas vienen de la provincia meridional de Guizhou, una de las zonas más pobres del país, y sus padres trabajan a miles de kilómetros en las áreas costeras más industrializadas. “Antes, sus abuelos cuidaban de ellos, pero apenas podían vigilarlos, y muchos empezaron a fumar y pasar mucho tiempo en los bares con internet”, explican en la granja. El centro ofreció a uno de los profesores de los niños instalarse en el recinto después de que los alumnos fueran expulsados de sus antiguos colegios. Durante sus horas libres, los estudiantes juegan y pasean por los campos a su antojo, y ayudan con algunas de las tareas más sencillas.

La Granja del “Camino Justo” cuenta también con una clínica de medicina tradicional china, que trata gratis a los agricultores y a los demás vecinos de la zona. “Queremos crear una sociedad compleja que ofrezca todo tipo de servicios para las personas, (...) basada en la armonía entre sus miembros, y que se preocupe por el medio ambiente”, asegura enérgicamente Wang Fuzi, de 27 años. “La sociedad occidental no me gusta, porque promueve la adoración al dinero”, se apresura a decirnos Wang.

El retorno del maoísmo

El cerebro detrás de la Granja del “Camino Justo” es Han Deqiang, un economista chino conocido por su defensa de las políticas maoístas y sus feroces críticas al desarrollo económico actual. Todos los residentes del lugar parecen profesar un inquietante respeto hacia él, y algunos de ellos definen al “profesor Han” como “la persona más inteligente” que conocen, o como “un hombre con corazón de Bodhisattva”, una especie de santo budista, conocido por su gran compasión. “Después de conocer al profesor Han, mi madre decidió enviarme aquí”, nos explica uno de los empleados, Zhang Yuanzi.

“Puede que algunos me consideren una especie de padre dentro de la organización, pero ha sido decidido por ellos, no por mí. La 'familia' es sólo una metáfora para explicar que tenemos una relación muy próxima entre nosotros”, comenta a El Confidencial Han Deqiang. Para él, la Granja del “Camino Recto” se ha convertido en un proyecto vital que pretende enseñar a los jóvenes el valor del “trabajo conjunto”.

‘La sociedad occidental no me gusta, porque promueve la adoración al dinero’, se apresura a decirnos Wang

El profesor admite las similitudes con el sistema de comunas que se implantó en China durante un breve período, pero quiere desmarcarse de la etiqueta “maoísta”. “He abandonado la idea de la 'lucha de clases'”, destaca Han, que admite que ha heredado de esa ideología “la distribución igualitaria de beneficios” y “el objetivo de 'servir al pueblo'”. Este antiguo eslogan maoísta es uno de los más repetidos por los residentes de la granja. Pese a ello, la mayoría de los empleados también evita cualquier etiqueta política.

Han resalta los males de China hoy en día, como la corrupción, el individualismo o las enormes disparidades económicas, y espera que su modelo de organización pueda dar ideas para avanzar hacia una sociedad mejor. “Después del inicio de las reformas económicas y la apertura al mundo, la sociedad se ha vuelto cada vez más caótica, y han aparecido muchos nuevos problemas”, explica.

Durante los últimos años, estos problemas han propiciado el resurgimiento entre parte del público chino de una nostalgia por los primeros años de la República Popular y la sociedad radicalmente igualitaria implantada por Mao Zedong. “Estamos dando un ejemplo y, cuando la gente vea los beneficios de nuestra organización, se dará cuenta que es mucho mejor que luchar por sí solos en una sociedad capitalista”, dice Yu, graduada en Comercio Internacional, después de otro día de trabajo en el campo. “Os lo digo: mucha gente nos está observando con atención”, remata.

Como ha hecho a diario durante las últimas semanas, Zeng Siming se levanta a las 5:30 de la mañana para realizar ejercicios de respiración al aire libre junto a sus compañeros. Es un frío sábado de mediados de octubre, y después de un desayuno frugal en comunidad, consistente en un bol de fideos y un bollo de pan chino, Zeng dedicará el día a cubrir con plástico las plantas de fresas en los invernaderos de la Granja del “Camino Justo”. “Se trata de un estilo de vida muy saludable, y la relación con los otros trabajadores es muy buena, todos nos ayudamos y cuidamos mutuamente”, explica con entusiasmo a El Confidencial el joven de 28 años, graduado en Ingeniería Eléctrica en Cantón.

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