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Gana Dilma: ¿Volverá con ella Brasil a la senda del crecimiento económico?
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Gana Dilma: ¿Volverá con ella Brasil a la senda del crecimiento económico?

Tras imponerse por la mínima en las elecciones de ayer, Dilma Rousseff afronta un escenario de crisis económica sin intención de hacer recortes sociales

Foto: La presidenta de Brsil, Dilma Rousseff (Reuters)
La presidenta de Brsil, Dilma Rousseff (Reuters)

Han sido unos comicios muy reñidos, en los que Dilma Rousseff se ha alzado como ganadora con un raspado 51,64%. O, dicho sea de otra manera, el 48,36% de Brasil está en contra de este segundo mandato, el cuarto consecutivo del Partido de los Trabajadores (PT). El resultado retrata a una nación dividida entre los que pedían un cambio, el mismo por el que abogaba el semanario The Economist en un editorial el 18 de octubre; y los que han apostado por la continuidad de un Gobierno de corte social con la marca del PT.

“Algunas veces en la historia resultados ajustados produjeron reformas más rápidas que victorias muy amplias. Es ésta mi esperanza, no, mi certeza sobre lo que va a acontecer en Brasil de ahora en adelante”, ha declarado una Dilma muy emocionada, consciente de que su ventaja sobre Aécio Neves, el candidato de derecha, ha sido cuando menos escueta. “La victoria más apretada de un presidente en la historia de Brasil”, según el diario Folha de S. Paulo.

Dilma también ha prometido una gran reforma política y una lucha sin cuartel contra la corrupción, la razón principal por la que medio Brasil estaba deseando verla fuera del Gobierno. Y como no, ha anunciado un programa para estimular la recuperación de la economía, estancada en un crecimiento próximo al cero, y la revalorización de los salarios.

Vídeo: Dilma gana las elecciones en Brasil

Dilma ha convencido en las zonas más deprimidas: ha triunfado en el nordeste (tradicional base electoral del PT), en Rio de Janeiro y en Minas Gerais, el Estado en el que Aécio Neves ejerció como gobernador (y donde hizo mucho enemigos por una serie de escándalos de corrupción y por haber bajado el salario a los profesores). Pero al mismo tiempo, ha sido derrotada en las zonas más desarrolladas, como el sur del país y el propio centro financiero: Sao Paulo, la ciudad más poblada de América Latina y tradicionalmente conservadora. También ha fracasado en Acre, el feudo electoral de Marina Silva, la candidata-enemiga que cayó en la primera vuelta y acabó apoyando a Aécio Neves.

Una campaña cara y crispada

Los resultados de las elecciones, tanto presidenciales como de los gobernadores de las 27 unidades federales que componen Brasil, han sido anunciados a las 20 horas del domingo gracias al sistema de recuento acelerado que permiten las urnas electrónicas, introducidas en 1996. Los últimos días de campaña han estado muy crispados, tanto en los debates televisivos, envenenados por acusaciones mutuas entre los candidatos, como en la calle y en las redes sociales.

Los brasileños tienen un temperamento exuberante y la lucha Dilma-Aécio ha alcanzado un tono apocalíptico. El viernes, después del último debate en televisión, los habitantes de Rio de Janeiro gritaban consignas a favor y en contra de Dilma desde las ventanas, en un duelo verbal que inundaba las calles adoptando tintes surrealistas y que, por momentos, recordaba el fervor del Mundial de fútbol.

Dicho sea de paso, ha sido una de las campañas más caras del mundo. Sólo la contienda para la presidencia del país ha costado cerca de 916 millones de reales (306 millones de euros), es decir, un 382% más que en 1994. Sin embargo, si sumáramos todo lo que se ha gastado en 2014 para las elecciones del presidente, vice-presidente, gobernadores estatales, diputados y senadores, tanto a nivel federal como estatal, esta cifra llega a los 73.900 millones de reales (24.635 millones de euros), según datos publicados por el Tribunal Superior Electoral. Es decir, el equivalente a tres mundiales de fútbol.

Brasil gasta en sus elecciones 10 veces más que Francia”, asegura Geraldo Tadeu, analista político y director del Instituto Universitario de Investigaciones de Rio de Janeiro (IUPERJ). De su investigación se desprende que el gasto electoral en Brasil equivale al 0,89% del PIB, un dato sólo comprable con la India, donde asciende al 0,86%. Para hacerse una idea, en los EE UU equivale al 0,38% del PIB, en Alemania al 0,05% y en Francia al 0,01%.

“Lo peor es que el 85% de este dinero procede de empresas privadas, sobre todo constructoras. En Brasil gastar en campañas es la mejor inversión que puede hacer una empresa. Hay casos en que donan 300 millones de reales (100 millones de euros) y reciben a cambio del Gobierno Federal contratos por valor de 5.000 millones de reales (1.667 millones de euros)”, explica Tadeu, que lidera una campaña para prohibir las donaciones de empresas privadas a partidos políticos.

¿Volverá a crecer la economía brasileña?

¿Qué le espera a Dilma Rousseff en este segundo mandato? Sin lugar a dudas, el principal desafío es la recuperación económica. La presidenta reelegida se enfrenta a un reto de proporciones titánicas: recuperar la fortaleza de la séptima mayor economía del mundo, en la actualidad en recesión técnica, según la prensa internacional; estancada en un crecimiento cero, según los economistas brasileños, más optimistas sobre el futuro del país.

El país que Dilma Rousseff recibió de las manos de Lula de Silva en 2010 todavía crecía a un ritmo del 7,5% anual. Cuatro años después, el PIB del segundo trimestre de 2014 se ha contraído hasta el 0,6% en relación a los tres meses anteriores. La desaceleración ha sido constante en los últimos cuatro años: Brasil creció 2,7% en 2011, 1% en 2012 y 2,5% en 2013. A partir de enero de 2015, que es cuando comienza el nuevo curso político, Dilma tendrá que ponerse las pilas para revertir una tendencia a la baja que, para algunos analistas, hace prever el comienzo de una crisis.

“Es impensable que un país con tanta riqueza natural como Brasil se encuentre en esta situación de parálisis”, asegura a El Confidencial Paulo Rabello De Castro, economista del Instituto Atlántico y líder del Movimiento Brasil Eficiente. Acaba de lanzar un libro, en plena semana electoral, que lleva un título tan provocador como sugerente: ‘El mito del Gobierno gratis’. En él, critica el “ilusionismo político” aplicado por diversos presidentes de Brasil, que según el economista habría dejado “un rastro de atraso, decadencia e injusticia social”.

Rebello de Castro hace una radiografía detallada de lo que llama estancamiento. “Brasil no está viviendo un recesión propiamente dicha. Simplemente, el PIB no ha crecido de una forma significativa. Los economistas lo llaman "recesión del crecimiento". De hecho, la economía brasileña presenta incluso algunos indicadores negativos, pero otros todavía son positivos”, explica.

Según su análisis, el crecimiento espectacular de Brasil se debió a una coyuntura favorable, en la que la austeridad presupuestaria observada por el presidente Lula cuando llegó al poder se sumó a una rápida recuperación del escenario de materias primas como la soja, la carne bovina y el hierro. “El escenario que conocimos en el periodo de Fernando Henrique Cardoso se invirtió completamente. La unión de austeridad y ventaja externa permitió acumular reserva de más de 300.000 millones de dólares. Esto ocurrió también con otros países exportadores de minerales, bienes agrícolas y otras materias primas, como Australia, Canadá, Rusia y Venezuela”, explica Rabello De Castro.

Y mientras el consumo aumentaba de forma exponencial, impulsado por el (casi) pleno empleo y por programas de transferencia de renta como la Bolsa Familia, la producción interna no creció al mismo ritmo. Brasil pasó a depender cada vez más de las importaciones, sobre todo de China, y pudo equilibrar durante años su balanza de pagos sólo gracias a este superávit.

“Consumir no es avanzar hacia el futuro, es avanzar en el presente. Nuestro país ha tenido en la última década un gobierno que ha actuado como un buen surfista. Ha sabido surfear bien la ola, que de por sí venía buena. Sólo que la ola ahora está acabando y el mar ha cambiado, con lo cual no podemos confiar en que el surfero siga dando espectáculo”, alega este economista.

Ésta es la razón por la que el escenario de empleo todavía es favorable, aunque sea con empleos de salario mínimo, básicamente en el sector servicios. “No es una prosperidad duradera, pero tampoco voy a decir que es una prosperidad artificial. En Brasil se gastó el dinero que alguien ganaba, y ese alguien era el sector agrario, que tiene mucho poder y una gran capacidad para generar divisas externas, sin olvidar el sector minero, también muy potente. Este Brasil que trabaja bien y produce caja permitió financiar el Brasil gastador, el sector público”.

Para este economista, el gasto público desaforado es la causa principal de la actual contracción de la economía brasileña. “En la última década creció el doble que el sector productivo. Hablamos de un Estado asistencial, que genera un desembolso enorme y lamentablemente ineficiente y que representa el 15% del presupuesto general. Pero hablamos también de los intereses sobre la deuda interna, que ascienden a un 11%, frente a una inflación anual del 6 ó 7%", explica este economista.

"Esto equivale a la friolera de 250.000 millones de reales por año (84.000 millones de euros). Es decir, a 10 Mundiales de Fútbol. Proporcionalmente es el gasto financiero sobre la deuda más alto del mundo. Mire el ejemplo de Europa y EE UU, donde los intereses reales en este momento son negativos”, añade.

Una de las principales consecuencia de esta distorsión es que toda la estructura de intereses en el mercado bancario ha quedado afectada. Eso significa que Brasil aplica sobre el sector productivo intereses muy superiores a la media internacional. "Este nivel no se justifica porque Brasil ni es Grecia ni es Italia, donde la deuda equivale al 100% ó 150% del PIB. Nuestra deuda pública neta no supera el 40% del PIB, que es una deuda media o baja según los parámetros internacionales”, afirma Rabello De Castro.

Otro factor que lastra la economía brasileña es el gasto público en pensiones, que está hoy en el 12% del PIB. “En España es mucho menor que aquí. Las personas en Brasil se jubilan muy jóvenes y sin haber acumulado una cantidad que justifique la prestación”, revela este economista.

Rabello De Castro cree que para evitar el estancamiento de la economía brasileña no queda otra opción que controlar el gasto público. “Precisamos Gobiernos menos asistenciales y que estimulen a los emprendedores, que valoren el trabajo y la productividad”, dice. En este sentido, el Movimiento Brasil Eficiente ha trazado una serie de medidas para estimular la economía, sobre todo las expectativas de los empresarios privados. Entre ellas, cabe destacar la simplificación fiscal para todos los brasileños, con la creación de un único impuesto sobre la circulación de mercadurías y servicios.

También defienden la reducción drástica de la burocracia, otro lastre histórico de Brasil, y la creación de un fondo general de pensiones, previsto en la Ley de Responsabilidad Fiscal de 2000 pero que hasta hoy nunca ha conseguido poner en marcha ningún presidente. “La importancia de este fondo es inmensa porque reorganizaría por completo el mercado de capitales en Brasil y diminuiría bastante la corrupción de las empresas estatales, porque los intereses de los trabajadores estarían directamente representados”, indica Rabello De Castro.

Han sido unos comicios muy reñidos, en los que Dilma Rousseff se ha alzado como ganadora con un raspado 51,64%. O, dicho sea de otra manera, el 48,36% de Brasil está en contra de este segundo mandato, el cuarto consecutivo del Partido de los Trabajadores (PT). El resultado retrata a una nación dividida entre los que pedían un cambio, el mismo por el que abogaba el semanario The Economist en un editorial el 18 de octubre; y los que han apostado por la continuidad de un Gobierno de corte social con la marca del PT.

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