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El boxeador y el magnate: las mismas caras de siempre retienen el poder en Ucrania
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al borde del colapso y en manos de OLIGARCAS

El boxeador y el magnate: las mismas caras de siempre retienen el poder en Ucrania

Los oligarcas no sueltan prenda en una Ucrania al borde del colapso y con respiración asistida del FMI. Nadie sabe cómo superará los próximos seis meses

Foto: Una ventana rota en el Parlamento de Kiev durante enfrentamientos entre radicales de Svoboda y la policía el 14 de octubre de 2014. (Reuters)
Una ventana rota en el Parlamento de Kiev durante enfrentamientos entre radicales de Svoboda y la policía el 14 de octubre de 2014. (Reuters)

Pese a que afuera hace un frío polar y en algunas casas no han podido encender la calefacción, nada más cruzar la puerta de entrada un calor intenso se adueña de la atmósfera que envuelve la oficina del Ayuntamiento en Kiev, aturdiendo a tres informadores extranjeros. Ahí está el campeón del mundo de boxeo reconvertido a político, Vitali Klitschko, jefe del partido Udar, alcalde de la capital de Ucrania y también aliado del millonario presidente Petró Poroshenko. Ambos, el boxeador y el magnate, han concurrido juntos en las elecciones parlamentarias de este domingo, en las que Ucrania ha otorgado a los proeuropeos la mayoría en el Parlamento, el primero desde la revuelta de Maidán y sin Crimea.

Observa enfáticamente Klitschko, pero no responde, y deja flotar en un enorme vacío las respuestas, como si hubiese ya un guion preestablecido. Poco, o nada, de lo que dice es definitivo y mucho es repetición de eslóganes políticos. ¿No le entristece la extrema confrontación política que vive Ucrania? “No hay confrontación en Ucrania”, responde el boxeador. Y, ¿Los oligarcas? “Los oligarcas… ¿quiénes? Yo también soy millonario. ¿Eso es malo?”, continúa. ¿Cómo se puede poner fin a la guerra en el este? “Es una guerra creada por Rusia”, opina. “¿Están preparados a la pérdida de parte de su territorio? “Rusia quiere reconstruir su imperio…”.

Extraño, sí. O mejor, otra muestra del ya usual intercambio de acusaciones entre quien manda en Moscú y quien lo hace en Kiev; esto, desde que empezó el conflicto entre ambas naciones por la secesión de Crimea de Ucrania y su controvertida anexión a Rusia, conflicto que ha ido a la par del fenómeno político que ha vivido Ucrania desde aquello: la toma de poder de las elites que apoyaron, directa o indirectamente, Maidán (la protesta que derrocó al expresidente Víktor Yanukóvich). “En realidad, son la vieja oposición (contra Yanukóvich, exlíder del casi extinto Partido de las Regiones). En síntesis, las mismas caras de siempre”, según me decía una risueña señora de 85 años en un colegio del centro de Kiev.

Como Klitschko precisamente, que ya antes de ser alcalde de Kiev estaba en el Parlamento ucraniano y fue uno de los políticos que supieron capitalizar el descontento –por la desesperante burocracia, corrupción y falta de meritocracia que hay en Ucrania– de la gente de a pie de calle de Maidán. O Poroshenko, exministro de Yanukóvich y quien también financió aquella revuelta, cuyo partido obtuvo ayer el 23,6% de votos. O la misma Yulia Timoshenko, cuyo polémico pasado y mal carácter han provocado en los pasados meses la escisión en dos de su partido, Batkivshchyna (Patria), que ayer se hundió en las urnas al obtener solo un 5,6% de los votos. El resultado de esto fue otra formación, llamada Frente Popular y liderada por el hasta ahora primer ministro ucraniano y exdiscípulo de Timoshenko, Arseni Yatseniuk, segundo en los comicios con un 19,9%.

Que todo cambie, para que todo siga igual, decían en El Gatopardo. Así es Ucrania. “A diferencia del Gobierno que surgió de la Revolución Naranja de 2004, esta vez ha habido más cohesión entre los protagonistas de la revuelta: muchos se han aliado”, afirma a este diario Maksym Bugriy, del Centro Internacional de Defensa de Kiev (ICDS). “El bando de Maidán obtendrá una buena representación en el nuevo Parlamento ucraniano, lo que significa que por primera vez en la historia de Ucrania habrá personas con ideas similares dentro de ese hemiciclo”, dice la más optimista Daryna Sokolova, politóloga de Centro Razumkov de Kiev.

Los ‘héroes’ ultras de la revolución

Diferente es el caso, sin embargo, de los más radicales, que se oponen a cualquier pacto con los prorrusos del este y con Rusia, entre los cuales, sin embargo, también están personajes que, de forma más o menos directa, han apoyado Maidán. Entre ellos, Svoboda, formación ultraderechista y ultranacionalista, que ya lleva unos años en el Parlamento (ayer logró el 7,4% de los votos). Y, más inquietante aún, el Partido Radical, de Oleh Lyashko, que durante toda la campaña electoral fue señalado como uno de los favoritos (8,1%). Casi desconocido hasta hace un año, Lyashko tiene un currículo en el que se incluyen toda clase de trifulcas en sitios públicos, secuestros de rebeldes prorrusos e incluso el haber apoyado activamente a varios grupos de paramilitares entre otros, el batallón Azov– que son pagados para operar en medio de la guerra que prosigue en el este ucraniano.

Para aquellos más informados, como explica la politóloga Daryna Sokolova, Lyashko encarna el fantasma más negro del nacionalismo populista que se ha agudizado en estos meses en Ucrania, a raíz del conflicto con Rusia. Pero lo cierto es que también es un reflejo del ascenso al poder de aquellas elites que apoyaron Maidán. “Su talento en la retórica y su carisma le han permitido capitalizar el enorme descontento que hay en el país. Los seguidores de Lyashko son gente decepcionada, mucha de la cual vive en zonas rurales donde la educación es escasa y la gente lucha por sobrevivir”, opina Sokolova.

Los oligarcas no sueltan prenda

En estas circunstancias, no son pocos los que dudan de que se cumplan las esperanzas de cambio positivo asociadas a las elecciones parlamentarias de Ucrania. Pues, aunque los optimistas digan que la votación haya servido para que el paralizado sistema político del país arranque de nuevo y para expulsar a los partidarios del destituido presidente Yanukóvich, por otra parte la realidad es que los oligarcas ucranianos no han soltado prenda. Más bien todo lo contrario. Poroshenko es uno ejemplo. Porque además muchos ucranianos o lo ven blanco o negro. “En estas elecciones tenemos que elegir entre malos y buenos, entre comunistas y nacionalistas. Y Ucrania elegirá a los nacionalistas”, explicaba un elector de la capital kievita.

En esta línea, un sostenedor de Maidán –que podría ser una gran sorpresa electoral– que sí es una cara nueva, es el alcalde de Lviv (oeste), Andrei Sadovyi, cuya plataforma (Auto-Ayuda), se estrena en la política nacional ucraniana con un 13,2% de votos. Excepto él poca es la representación y visibilidad que han logrado los activistas civiles de Maidán u otras nuevas caras, los cuales, a raíz de su falta de capital y organización, así como la barrera del 5% que impone la ley electoral ucraniana “se han visto forzados a integrarse en las antiguas formaciones políticas”, como explicaba a este diario una observadora electoral húngara.

A la secesión de una parte de su territorio y a la guerra en el este –que ya se cobró la vida de al menos 4.000 personas y ha provocado medio millón de desplazados internos–, se suma que Ucrania está al borde del colapso. Se prevé que este año el PIB descienda entre un 7% y un 10%, mientras que un estudio ruso incluso calcula pérdidas adicionales anuales de 33.000 millones de dólares, o del 19% del PIB, hasta 2018, a raíz de la caída en picado del comercio bilateral entre Rusia y Ucrania. “A diferencia de la Revolución Naranja de 2004, esta vez ha habido más cohesión entre los protagonistas de aquella revuelta. No obstante, las reformas necesarias para revitalizar la economía del país no han llegado todavía”, afirma Maksym Bugriy, del Centro Internacional de Defensa de Kiev (ICDS). “Y eso a pesar de que todo indica que hay un acuerdo informal entre los principales oligarcas, los cuales tienen presencia en la casi totalidad de los partidos”, sugiere Bugriy.

¿Cómo superarán el invierno?

Otro asunto es que, a pesar de la firma a finales de junio del acuerdo de Acuerdo de Asociación y Libre Comercio entre la UE y Ucrania, tampoco está claro qué resultados dará el modelo de desarrollo económico que Europa tiene para Ucrania. Porque, si en la actualidad el PIB ucraniano cae en picado, esto se debe también a la huida de capital del país y la estrepitosa depreciación de la grivna, al tiempo que Ucrania sigue teniendo serios problemas estructurales (como la extendida corrupción y el alto déficit comercial) y ahora también se encuentra en respiración asistida del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Y, además de todo esto, ahora el invierno está a las puertas. Nadie sabe cómo los ucranianos, en particular los de las zonas rurales y los más desfavorecidos, lograrán superar los próximos seis meses, esto en un país en el que abunda la desigualdad y la pobreza y donde ahora la amenaza añadida es que sea uno de los inviernos más duros de las últimas décadas y se aplique otro corte del suministro energético. Ya en estos pasados días en Kiev se vivía en carne y hueso. En muchos establecimientos, incluso los hoteles, no había calefacción. Lo que en el campo significa, literalmente, que el peligro será morirse de frío.

Pese a que afuera hace un frío polar y en algunas casas no han podido encender la calefacción, nada más cruzar la puerta de entrada un calor intenso se adueña de la atmósfera que envuelve la oficina del Ayuntamiento en Kiev, aturdiendo a tres informadores extranjeros. Ahí está el campeón del mundo de boxeo reconvertido a político, Vitali Klitschko, jefe del partido Udar, alcalde de la capital de Ucrania y también aliado del millonario presidente Petró Poroshenko. Ambos, el boxeador y el magnate, han concurrido juntos en las elecciones parlamentarias de este domingo, en las que Ucrania ha otorgado a los proeuropeos la mayoría en el Parlamento, el primero desde la revuelta de Maidán y sin Crimea.

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