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"Conocí la ropa interior a los trece años"
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CONVERSACIÓN CON EVO MORALES

"Conocí la ropa interior a los trece años"

Evo Morales conversa con El Confidencial a los pocos días de arrasar por tercera vez en unas elecciones. Habla de su vida y de sus planes para cambiar Bolivia

Foto: El presidente de Bolivia, Evo Morales, durante una entrevista con la agencia Reuters en La Paz (Reuters).
El presidente de Bolivia, Evo Morales, durante una entrevista con la agencia Reuters en La Paz (Reuters).

Los días después de las elecciones en Bolivia, el Palacio Quemado es un hervidero de corresponsales que entran y salen del barroco Salón de los Espejos como empujados por una invisible puerta giratoria. Nos cruzamos en los pasillos con las cámaras, los cuadernos y los micrófonos. Cara adusta los que entran, sonrisa confiada los que salen. Evo Morales no suele defraudar en las distancias cortas.

Discurso ordenado, citas espontáneas, alguna que otra anécdota personal con un toque políticamente incorrecto. “Cuando estoy solito me siento Evo”, cuenta el presidente recién reelecto a El Confidencial, relatando cómo un día logró escaquearse de sus guardaespaldas para irse en su coche a comer truchas. “Pensarían que estaba chorreando (escapándome) para estar bien acompañado”, se rie con picardía el mandatario, soltero con dos hijos de mujeres diferentes y fama de donjuan.

Todos buscamos la pista definitiva para descifrar el acertijo político que ha batido todos los récords electorales en la que fuera una de las naciones más inestables de la región. ¿Una revolución moderada? ¿Un socialismo económicamente eficaz? ¿Una popularidad inmune al desgaste del poder? ¿Es el campeón de los pobres que veneran sus simpatizantes o el peligroso autócrata electoral que temen sus adversarios?

“En algunos países no importa que el presidente sea electo por el pueblo, no gobiernan. ¿Quién gobierna? Los banqueros y los empresarios, como en Estados Unidos. ¿Obama? ¿Qué presidente?”.

Morales asegura que su victoria para un tercer mandato consecutivo (hasta 2020) con más del 60% (en un país donde el sufragio es obligatorio) es la mejor respuesta a las etiquetas de sus enemigos. “Esta es la democracia del pueblo. Antes ganaban con 20% 30% y hacían megacoaliciones. Era tan vergonzoso que cuando no les alcanzaban los ministerios hacían ministros sin cartera para repartirse los cargos”, dice el ex sindicalista cocalero de 54 años.

Realista del Siglo XXI

Enfundado en su traje a medida con toques tribales de la couturier Beatriz Canedo Patiño, camisa almidonada blanco nuclear, zapatos negros recién pulidos, uno no puede evitar compararlo con el Evo de hace una década, cuando hacía temblar de vergüenza ajena a los ortodoxos del protocolo diplomático con su sencilla chompa de alpaca multicolor a rayas. ¿Cómo le ha cambiado el poder?

Pero para algunos sí ha cambiado. Y bastante. Mientras en las filas conservadoraslo sienten demasiado radical, los más radicales dentro de sus filas lo ven demasiado conservador. “Estamos como un sandwich, aplastados por aquí y por allá”, reconce el presidente ladeando la cabeza. Mientras analistas y politólogos de todo pelaje tratan de definir su signo político (socialista del siglo XXI, capitalismo andino amazónico, sindicalismo de Estado...), él propone su propia versión.

“Jamás podemos abandonar nuestros principios y nuestros valores. Dentro de ese marco, somos realistas. Prácticos. ¿Qué hay que hacer? Si hay que fortalecer las cámaras (de comercio), las empresas privadas, muy bien. Entre el discurso y la práctica hay que combinar, pero siempre con la prioridad de atender a las familias que nunca han tenido oportunidad”, afirma. “¿Pensar que nos vamos a farrear nuestras reservas para más salarios, como pedía algún dirigente sindical? Eso es gasto sin retorno”.

Economía, obligado

Esa insólita prudencia fiscal ha llevado a Bolivia a arrojar superávit en los últimos nueve ejercicios, tras seis décadas consecutivas de déficit. Con unas reservas internacionales récord, una inflación controlada y una deuda creciente pero manejable (el 15% del PIB vs el 100% del PIB en España), el pragmatismo macroeconómico le ha valido los elogios del FMI, del Banco Mundial y Wall Street, donde las calificaciones crediticias del país antino están al alza entre previsiones de al menos dos o tres años más de crecimiento sostenido.

“Me está preocupando que estén reconociendo nuestro modelo económico, puedo pensar que lo estamos haciendo mal”, ironiza Morales, bajo cuyos 10 años de ejercicio la economía se ha expandido a un 5% promedio.

Para la izquierda más ortodoxa y algunos movimientos sociales, esa “prudencia” es más que sospechosa. Comparan al indio altivo e irreverente del sindicato cocalero, con la figura presidencial que ahora se deja fotografiar en suntuosos salones palaciegos con columnas de marmol y molduras doradas.

“Les cuesta entender (nuestro modelo). Algunos hermanos y fuerzas sociales, porque son nuestros aliados, quieren todo para ellos, hacen demandas muy exageradas, inatendibles y hasta indeseables”, ataja sobre las crecientes protestas de sectores tan dispares como mineros, maestros y militares. Morales logra sofocar la mayoría de las manifestaciones con su propia popularidad y en ocasiones, ha empleado mano dura. “No me gusta, pero por cuidar la economía, obligado”. Es su forma de decir “es la economía, estúpido”.

Ahora, que paguen

Su socialismo originario ha logrado democratizar la bonanza exportadora con bonos y ayudas sociales que han abatido la miseria a mínimos históricos y abultado como nunca la demanda interna. La ruta no fue fácil. Sus nacionalizaciones y loas a Fidel Castro y Hugo Chávez hicieron a muchos temer una hecatombe financiera en ciernes. Pero sucedió todo lo contrario. Con una relativa paz social y un clima de prosperidad, el electorado moderado tiene alicientes para sumarse a su causa, quizás no tan convencidos por su propuesta, como por los resultados.

Reconoce que algunos de sus correligionarios piden más intervenciones, pero parece que el impulso estatalizador remite y viene una etapa de consolidación del emporio público, que ya cuenta con 23 empresas que facturan al año más de 10 milmillones de dólares. El nuevo estribillo que entona Morales es “después de la nacionalización viene la industrialización”, lo que podría abrir una nueva etapa en sus relaciones con los empresarios para acelerar la generación de divisas ante el lúgubre panorama económico internacional. ”La privada sí que está ganando y estáaportando más impuestos. Pues eso, que paguen ellos".

Referendo matrimonial

Morales también admite que están haciendo algunas cosas mal. El caótico estado de la justicia, la insuficiente inversión en salud pública, los casos de corrupción en su partido (“usando nuestro nombre, siempre condenamos, nunca perdonamos”, se limita a justificar). Pero dice que ha sabido escuchar y rectificar.

“En el sindicato aprendí que la política es rechazar y proponer. Si nos equivocamos, revisamos nuestras propuestas”, asegura el líder del Movimiento al Socialismo (MAS), quien ha tenido que retirar algunos controvertidos proyectos, como el recorte a los subsidios de la gasolina o la construcción de una carretera a través de un parque protegido.

El mandatario asegura que sigue lidiando personalmente con las bases en sus continuos viajes por todo el país, ya sea para negociar la erradicaciónde cultivos excedentarios de coca, definir un proyecto de inversión o dirimir una protesta laboral. Cuando duda, cómo cuando le cuestionamos sobre si está a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, dice que lo mejor es preguntale al pueblo.

“Es bien complejo. Creo que un buen sector del pueblo boliviano en este tema somos conservadores. Hasta he pensado en hacer un referendo si fuera necesario”, dice el presidente boliviano, cuyo país es de aplastante mayoría católica. “Es un tema pendiente. Ya no es un problema, es una realidad. Pero ahora, ¿cómo nos entendemos los bolivianos sobre ese tema?”.

¿Fenómeno Evo?

Pese a los avances, Bolivia dista mucho de ser la “Suiza” que ha prometido Morales y todavía es un país asolado por las desigualdades sociales, con salarios mezquinos, niños harapientos pidiendo en las esquinas o trabajando en las minas, carreteras suicidas y burocracia kafkiana. En la oposición creen que se ha despilfarrado el boom económico en la construcción de liderazgo monolítico erigido sobre un sistema clientelar que domina a la población mediante el bolsillo.

Con todas sus luces y sus sombras, sus seguidores todavía ven a Morales como unsímbolo de esperanza para los pobres y deseheredados de la nación andina, porque él mismo creció como un pobre y desheredado de la nación andina.

“Yo no quisiera que haya otro niño como el Evo”, dice cuando se le pregunta por el objetivo último de su “proceso de cambio”. “A mis 12, 13 años conocí la ropa interior. Algunos piensan que he inventado, pero es verdad. Mi madre sólo me sacaba el pantalón para remendar o para buscar piojo. No conocía ducha, ¡qué bañarse! Todos juntos dormíamos en piso de tierra, las ropas usadas juntas como colchón”.

Para él, no existe ningún misterio personal, ningún “fenómeno Evo”. “Con este decreto de nacionalización y de Asamblea Constituyente vas a terminar tu gestión”, cuenta que le dijo al todavía presidente Carlos Mesa cuando su gobierno se tambaleaba en 2005. Pero se negó. “Si él me hubiera hecho caso, Evo no habría sido presidente. Así de sencillo, para qué vamos a engañarnos”.

Vender la foto

Sin duda, a Morales se le ve más curtido ante el micrófoco que en sus primeros años, cuando su combativo discurso antiimperialista, desbaratado y nervioso, hizo pasar pasar las de Caín a no pocos periodistas y traductores simultáneos con enrevesadas frases a medio terminar y palabras apenas pronunciadas. Aún conserva su particular sintaxis exótica, pero suena seguro y confiado.

“Tenemos líderes”, asevera tranquilo sobre el relevo de poder que se debe dar tras este tercer y último mandato, según ha prometido. “Claro que experiencia es experiencia en la conducción (política) ¿cómo transmitir esta experiencia durante estos cinco años?”, parece el reto pendiente de su eventual sucesión.

Aunque le gustaría compartir con las nuevas generaciones lo que ha aprendido en la dirigencia política y sindical, su plan de jubilación, dice, no pasa por un exilio dorado en los organismos internacionales o seguir inmerso en la refriega nacional.

“Mi deseo. Quiero volver a (la zona cacocalera) El Chapare. Hacer unas cabañitas. Si quieren visitarme, vengan”, explica. “Puedo hacer plata siendo mesero. Yo no sé cocinar bien (pero) vamos a cobrar baratita la comida y vamos a vender cara la foto. Un ex-presidente atendiendo la mesa, todos van a querer la foto”.

Los días después de las elecciones en Bolivia, el Palacio Quemado es un hervidero de corresponsales que entran y salen del barroco Salón de los Espejos como empujados por una invisible puerta giratoria. Nos cruzamos en los pasillos con las cámaras, los cuadernos y los micrófonos. Cara adusta los que entran, sonrisa confiada los que salen. Evo Morales no suele defraudar en las distancias cortas.

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