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La nueva fuerza de la OTAN ante la amenaza que representa la Rusia de Putin
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LA FLEXIBILIDAD ES LA CLAVE DE SU SUPERVIVENCIA

La nueva fuerza de la OTAN ante la amenaza que representa la Rusia de Putin

Cumbre decisiva para hacer frente a los retos actuales sin perder su esencia: ser una organización de defensa colectiva que disuade a Rusia de atacar a sus miembros

Foto: El presidente ruso, Vladimir Putin, junto al ministro de defensa ruso, Sergei Shoigu, durante unos ejercicios militares en la región de Leningrado. (Reuters)
El presidente ruso, Vladimir Putin, junto al ministro de defensa ruso, Sergei Shoigu, durante unos ejercicios militares en la región de Leningrado. (Reuters)

En 1949, doce estados occidentales crearon la OTAN, una alianza militar con tres objetivos claros: mantener a los EEUU in, a la URSS out y a Alemania down. Desde la firma del Tratado de Washington hasta hoy han transcurrido más de seis décadas, y el sistema internacional nada tiene que ver con ese mundo bipolar donde los conflictos y las amenazas eran previsibles. Hoy, el mundo se ve amenazado por pandemias, flujos de refugiados incontrolados, acciones de grupos no estatales, etcétera. Para poder responder a esta nueva realidad hace falta algo que la OTAN ha sabido hacer en el pasado: ser flexible y adaptable.

Tras varias cumbres denominadas de transición –marcadas por la crisis económica–, la OTAN afronta una reunión que se antoja decisiva y donde, de nuevo, deberá apostar por la flexibilidad si quiere sobrevivir. Sin embargo, y a pesar de los cambios anteriormente señalados, hay un elemento de aquel sistema internacional que aún hoy permanece inalterable: la amenaza que representa Moscú. La existencia tanto de amenazas tradicionales (Rusia) como no tradicionales (Estado Islámico, anteriormente conocido como ISIS) obliga a la OTAN a reinventarse para enfrentarse a todas los desafíos actuales y seguir haciendo del área euro-atlántica la zona más segura del mundo.

La Alianza celebra una cumbre decisiva con la vocación de reinventarse para hacer frente a los retos actuales pero sin perder su esencia: ser una organización de defensa colectiva que busca disuadir a Rusia de atacar a sus miembros

Este jueves y viernes la Alianza Atlántica celebra una cumbre en Gales con la vocación de reinventarse para hacer frente a los retos actuales pero sin perder su esencia: ser una organización de defensa colectiva que busca disuadir a Rusia de atacar a sus miembros. La cumbre tiene dos grandes temas que casi han secuestrado los debates, las crisis de Ucrania (amenaza tradicional) y la emergencia del ISIS (amenaza no tradicional).

Otra fuerza de reacción rápida ante la ‘amenaza’ rusa

La invasión rusa de Ucrania ha provocado una revolución dentro del seno de la Alianza. Después de la anexión de Crimea y del Este de Ucrania, la OTAN se ha percatado de la necesidad de reaccionar con mayor rapidez antes este tipo de acontecimientos. Por ello, se ha desarrollado el denominado Readiness Action Plan, cuyo principal exponente es la Spearhead, una nueva fuerza de reacción rápida que estaría compuesta por una división (3.000-5.000 hombres) desplegable en dos días.

Si bien es cierto que la OTAN ya tenía una fuerza de reacción rápida (Nato Response Force), la Spearhead plantea nuevas características que buscan adaptarse mejor a la inmediatez del contexto actual. Mientras que la primera necesitaba cinco días para desplegarse sobre el terreno, la segunda puede alcanzar el teatro de operaciones en mucho menos tiempo (dos días). Se podría pensar que la diferencia no es muy elevada; sin embargo, esta podría resultar decisiva el caso de una invasión en el flanco oriental de la Alianza.

Para ello, la OTAN tiene previsto situar suministros y munición en estos territorios que servirían para aprovisionar a la Spearhead Force, evitando así romper el compromiso adoptado con Moscú en 1997 de no establecer fuerzas OTAN en la zona limítrofe. En palabras del secretario general saliente, Anders Fogh Rasmussen, la Spearhead Force permitiría viajar más ligero pero golpear más duro si fuera necesario; a lo que se podría añadir: sin quebrantar los acuerdos con Moscú.

La OTAN se ha percatado de la necesidad de reaccionar con rapidez. Ha desarrollado el denominado Readiness Action Plan, cuyo principal exponente es la Spearhead, una nueva fuerza de reacción rápida que estaría compuesta por una división (3.000-5.000 hombres) desplegable en dos días

Lo que la Alianza ha tratado de llevar a cabo es un fortalecimiento de su compromiso con los países de Europa Oriental que se sienten amenazados por Rusia tras la invasión de Ucrania. Junto a ello, y más a largo plazo, la OTAN va a incrementar la presencia de cazas en esta zona al tiempo que intensificará los ejercicios militares en la región. La percepción de la amenaza rusa no sólo se extiende entre los miembros de la Alianza, también entre estados neutrales como Suecia y Finlandia. Recientemente, Helsinki denunció la violación de su espacio aéreo por parte de un avión ruso. Este hecho ha provocado que primero Finlandia y posteriormente Suecia hayan expresado su deseo de incrementar sus relaciones con la OTAN, planteando incluso su integración en la Alianza en un futuro cercano.

En el campo de la ampliación conviene no olvidar que aún queda pendiente la cuestión de la incorporación de Georgia y Ucrania, dos candidaturas que han están congeladas por el veto de los partidarios del appeasement con Rusia.

Oriente Medio y la emergencia del ISIS

La otra gran amenaza a la que tendrá que hacer frente la Alianza es la inestabilidad en Oriente Medio. La crisis de Gaza y, sobre todo, la emergencia del ISIS amenazan con arruinar proyectos muy ambiciosos de la organización, como la Iniciativa de Cooperación Estambul o el Diálogo Mediterráneo. Lejos de estabilizar Oriente Medio, los miembros de la Alianza ven como un grupo terrorista como el ISIS es capaz de controlar un vasto territorio que llega incluso hasta las fronteras mismas de la OTAN.

El presidente Barack Obama y el primer ministro británico, David Cameron, ya han expresado en un artículo conjunto su convicción para acabar con el ISIS asumiendo, incluso, el liderazgo y el coste de una intervención. Sin embargo, parece que o bien no han contado con el resto de aliados, o lo más probable, que nadie está dispuesto a asumir el coste de una nueva intervención en Irak. Conviene no olvidar que la situación actual de Irak –y, por tanto, la emergencia del ISIS– responde a la incapacidad de EEUU para contar con la OTAN en sus acciones y a la negativa de algunos aliados (Francia, Alemania y España) para asumir compromisos en la estabilización del país árabe.

Los retos: más recursos económicos y humanos

De cara al futuro, la Alianza necesita adoptar cambios de gran calado para garantizar su supervivencia. Si bien es cierto que desde la Cumbre de Praga (2002) la OTAN está asumiendo una transformación muy importante, esta no puede ni debe parar aquí. Acontecimientos como los de Ucrania o Irak revelan que necesitamos una OTAN aún más flexible pero, sobre todo, una OTAN mucho más unida. Lamentablemente, los dirigentes parecen estar pensando más en su reelección que en la seguridad de la alianza, lo que a medio plazo puede acabar con la credibilidad de la propia OTAN tras sonados fracasos como han sido Afganistán y Libia.

Lejos de estabilizar Oriente Medio, los miembros de la Alianza ven como un grupo terrorista como el ISIS es capaz de controlar un vasto territorio que llega incluso hasta las fronteras de la OTAN

Cuestiones tales como los recortes en los presupuestos de defensa minan los compromisos de capacidades adoptados en Washington (1999), Praga (2002) o, más recientemente, en Chicago (2012). De hecho, tan sólo cuatro de los veintiocho socios llegan al 2% del PIB dedicado a defensa, lo que dificulta mucho que la OTAN tenga verdadera capacidad de acción. Si queremos una OTAN con capacidad de acción, es necesario dedicarle más recursos económicos y humanos.

Otro problema que la Alianza tendrá que afrontar es la modificación del sistema de toma de decisiones, hasta ahora por consenso. Si bien es cierto que el consenso era un método factible para una OTAN con 12 miembros, resulta tremendamente ineficaz para una OTAN con 28. Además del incremento del número de estados, también se ha producido una diversidad de los intereses y de las percepciones sobre las amenazas actuales. Estos dos aspectos amenazan con bloquear una organización que ha resultado clave para el mantenimiento de la estabilidad en Europa.

A modo de conclusión, podemos afirmar que la OTAN afronta una cumbre que será decisiva para ­su futuro. Por ello, los líderes de la Alianza deben ser valientes, sobre todo en lo que a la cuestión rusa se refiere, si quieren evitar que un día que alguien les pueda decir lo que Churchill espetó a Chamberlain a su vuelta de Múnich: “Os dieron a elegir entre el deshonor o la guerra; elegisteis el deshonor y tendréis la guerra”.

*Alberto Priego es profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas. Ha trabajado en varias universidades y think tanks como la East West, la UCM o la University of London (SOAS).

En 1949, doce estados occidentales crearon la OTAN, una alianza militar con tres objetivos claros: mantener a los EEUU in, a la URSS out y a Alemania down. Desde la firma del Tratado de Washington hasta hoy han transcurrido más de seis décadas, y el sistema internacional nada tiene que ver con ese mundo bipolar donde los conflictos y las amenazas eran previsibles. Hoy, el mundo se ve amenazado por pandemias, flujos de refugiados incontrolados, acciones de grupos no estatales, etcétera. Para poder responder a esta nueva realidad hace falta algo que la OTAN ha sabido hacer en el pasado: ser flexible y adaptable.

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