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Fábrica de bebés en Filipinas: parir de ocho en ocho y donar leche para pagar la factura
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Fábrica de bebés en Filipinas: parir de ocho en ocho y donar leche para pagar la factura

La falta de educación sexual y planificación familiar multiplican los problemas. En el hospital más concurrido del mundo, nacer no tiene nada de mágico

Ni epidural, ni curso de preparación al parto, ni el padre de la criatura apretando la mano de la parturienta mientras empuja. Las madres del Hospital Jose Fabella de Manila traen a sus hijos al mundo como hace cien años.Es la maternidad más concurrida del mundo y se localizadentro de Tondo, un barrio de chabolas y marginacióndonde, en hangares pesimamente ventilados y llenos de camas unidas de dos en dos, se apelotonan cuatro o cinco mujeres con sus respectivos bebés.“No me importa compartir cama”, dice Mary Rose Siriban, de 23 años, que acaba de dar a luz a su quinto bebé. “Tienes que encontrar la postura, nos hacemos sitio entre todas”, comenta.

Las parturientas han guardado cola para ingresar en Fabella. Parecen agotadas, duermen en el poco espacio que les queda libre mientras sus hijos no les piden leche. Permanecen de 24 a 48 horas y despuésdejarán esos centímetros para que otra mujer los ocupe. Saben que es el único sitio para parir, que, aunsin recursos económicos, serán bienvenidas.Durante sus casi 100 años de vida, este hospital presume de admitir absolutamente a todas las mujeres que lleguen a dar a luz.Si no lo hacen aquí, correrán peor suerte. Su bebé nacería en la calle, en el carretón donde viven o una partera les ayudaría en una chabola.

“Se hace sitio en cualquier cama para ella y el recién nacido. Así hemos hecho siempre”, asegura Elizabeth José, enfermera jefe del turno de mañana con 25 años de experiencia.Hay de 80 a 100 partos al día, aunque en los meses de octubre y noviembre llegan a los 130 nacimientos. “En este país se conciben muchos bebés el día de San Valentín o en Fin de Año y nueve meses después llegan aquí”,dice entre risasFe Madrid, otra enfermera, mientras revisa las medicaciones de las pacientes.A este hospital se le considera una fábrica de bebés ya que el 20 por ciento de todos los neonatos del área metropolitana de Manilanacen aquí. Hay más alumbramientos al día que en cualquier otro hospital en Filipinas.

En el pasado, la sombra de la duda sobre el intercambio de bebés por descuido o confusión planeó durante años, algo que desmiente la enfermera jefe, Elizabeth José. “Nada más nacer, en el paritorio, se identifica al bebé y a la madre con el mismo código”. Con todo,las madres asienten con gesto de familiaridad cuando se les pregunta sobre el tema. “Aquí hay caos”, reconoce otra enfermera. “Está saturado pero hay orden y organización dentro del caos”. “De vez en cuando hay pequeños descuidos", reconoce otra enfermera que prefiere mantenerse en el anonimato. “Como que un bebé se caiga al suelo o que la madre se duerma encima del niño”.

En el paritorio se pueden concentrar hasta ocho mujeres dando a luz al mismo tiempo.Parir de forma natural en esta maternidad a escala industrial tiene un precio; en teoría de 40 euros. En la práctica no llegan a más de tres o cuatro.A la llegada de la parturienta, una trabajadora social pregunta a la madre con cuánto dinero puede contribuir. “Es lo más justo que podemos hacer”. Sin embargo, si el parto es por cesárea, la situación se convierte en algo más dramático y no precisamente por cuestiones médicas. La intervención cuesta alrededor de 100 euros, algo difícil de costear para las parturientas que llegan a la fábrica de bebés.

“Esperaremos el tiempo que necesite el bebé para salir de forma natural. Nuestro presupuesto no da para una cesárea”,dice un padre nervioso junto a su mujer a punto de dar a luz. ”No hay término medio. Se pasa de esto que es prácticamente gratuito a otros hospitales privadosque son inaccesibles para el bolsillo de cualquier filipino”. Vicky Cabañas se refiere a clínicas privadas secundarias en los que un parto natural cuesta 200 euros. Los hospitales privados son prohibitivos para familias como esta, que, con cuatro o cinco hijos en los que solamente trabaja el padre y la madre cuida de los niños, tienen unos ingresos diarios que no superan los cinco euros.Un parto natural en un hospital privado internacional llega a los 4.000. Si es por cesárea subiría a 6.000 euros.

Operación Canguro

El estado de salud en el que llegan las madres hace que en muchos casos los bebés no alcancen el peso mínimo de 2 kilos y deben permanecer más tiempo en el hospital. “Vienen de zonas marginales y no se han alimentado bien durante el embarazo ni han descansado, por lo que se quedan en esta zona, donde se les somete a madres y bebés al métodoMadre Canguro”, explica una médico residente. “El bebé no se despega de su mamá”. El contacto piel con piel es vital para el pequeño. Le proporciona seguridad, tranquilidad y favorece el vínculo emocional del niño con su madre, lo cual repercute en su desarrollo. Esta técnica, que comenzó hace casi 40 años en Colombia ante la escasez de medios económicos para comprar incubadoras, se ha ido implantando en la mayoría de los países en vías de desarrollo. A Filipinas llegó en 1999.“Es lento pero seguro. Algunas madres pueden estar aquí hasta 90 días, cuando el bebé alcanza un peso razonable”, sentencia la Dra. Minnie.

Al tratarse de uno de los escasos hospitales gratuitos, se les pide a las madres que, como contraprestación, contribuyan en los gastos durante su internamiento con la "donación" de sus excedentes de leche. “El calostro es lo más rico para el crecimiento de un bebé y hay muchas mujeres que tienen más leche de la que necesitan sus bebés, entonces nos quedamos con eso”, cuenta la Dra. Estrella Olonan, responsable del banco de leche.

La sala para la extracción es el único lugar común en el que las madres disfrutan de algo más de tranquilidad, aire acondicionado y sofás.Enseguida pasa a las tres neveras de esa sala o del banco de leche para su pasteurización. En estos momentos se almacenan en el hospital 16 litros. Se “vende” a hospitales privados del país para subvencionarse.“No nos gusta utilizar el término vender porque es quizás despectivo. Lo llamamos gastos de procesamientoaunque suene a eufemismo. La pasteurización es cara y hay mujeres que no tienen leche, han muerto o están enfermas. Sus bebés la necesitan y la compranen esos hospitales. Estamos ayudándonos mutuamente”. Ni en el hospital Jose Fabella ni en los centros privados facilitan el precio la leche.

Al fondo de la sala se encuentran las matronas con 15 recién nacidos colocados en una cama mientras a sus madres les practican una ligadura de trompas. Es algo gratuito que ofrece el Estado a partir del tercer hijo. Sin mirarse entre ellas, las matronas responden con un gesto contundente a la elección de las parejas ante la tesitura de ligadura de trompas o vasectomía. “El 99% eligen la ligadura”, dicen tres matronas a la vez. “Ni siquiera se lo he preguntado a mi novio. No quiere saber nada de esto”, asegura una parturienta encogiéndose de hombros en una silla de ruedas de camino a la operación. Tiene 30 años y este es su quinto hijo.

“No tengo trabajo y cuido de los niños. Mi marido es mecánico, gana muy poco y ya no podemos con más”, comenta otra. No son casos aislados. La mayoría de las mujeres no han terminado la educación secundaria o nunca han ido al colegio. Difícilmente hablan inglés y las enfermeras, que actúan de intérpretes simultáneas, ya se saben la respuesta. “La mayoría se quedan embarazadas sin querer. Es que no saben poner los medios”, asegura Magdalena Tenafransia, una matrona que ha visto nacer a más de 20.000 bebés.

La Iglesia en Filipinas ve en el control de la natalidad y el aborto “lo contrario al deseo de Dios, que es procrear”. Sin embargo, los políticos ya piensan en tomar medidas al respecto. La superpoblación comienza a ser un problema. En Filipinas nacen 200 bebes cada hora. La mitad de los habitantes de la antigua colonia tiene menos de 18 años. “Nos gustaría reducir la tasa de natalidad de tres a dos hijos por madre”, afirma Juan Antonio Pérez, director de la Comisión de Población. Mientras tanto, la matrona tiene trabajo por delante. “Aquí siguen naciendo bebés 24 horas al día y ellos no saben qué es el control de natalidad”.

Ni epidural, ni curso de preparación al parto, ni el padre de la criatura apretando la mano de la parturienta mientras empuja. Las madres del Hospital Jose Fabella de Manila traen a sus hijos al mundo como hace cien años.Es la maternidad más concurrida del mundo y se localizadentro de Tondo, un barrio de chabolas y marginacióndonde, en hangares pesimamente ventilados y llenos de camas unidas de dos en dos, se apelotonan cuatro o cinco mujeres con sus respectivos bebés.“No me importa compartir cama”, dice Mary Rose Siriban, de 23 años, que acaba de dar a luz a su quinto bebé. “Tienes que encontrar la postura, nos hacemos sitio entre todas”, comenta.

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