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Camas por bancos en parroquias sicilianas: la Iglesia, último apoyo para inmigrantes
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5.000 RESCATADOS Y 30 MUERTOS EN DOS DÍAS

Camas por bancos en parroquias sicilianas: la Iglesia, último apoyo para inmigrantes

Cuando llegan a tierra italiana les esperan centros de acogida hacinados. Por ello, la Iglesia de Sicilia ha respondido abriendo las puertas de sus templos

Foto: Inmigrantes subsaharianos en una barcaza de la Armada italiana tras ser rescatados en el Mediterráneo el pasado 14 de mayo. (Reuters)
Inmigrantes subsaharianos en una barcaza de la Armada italiana tras ser rescatados en el Mediterráneo el pasado 14 de mayo. (Reuters)

Las autoridades y los medios de comunicación locales siguen calificándolo como una “emergencia”, pero la llegada de inmigrantes al sur de Italia desde las costas norteafricanas se ha convertido en un desafío estructural frente al que ni Roma ni Bruselas han respondido hasta ahora de manera adecuada o completa. Gracias al despliegue de la Marina italiana en las aguas del Canal de Sicilia –en el marco de la operación Mare Nostrum, en vigor desde el pasado octubre tras el naufragio que dejó 366 muertos en Lampedusa– se ha rescatado en lo que va de año a casi 60.000 personas. En 2013, fueron 43.000 los indocumentados que llegaron a través del Mediterráneo.

El Gobierno italiano dio un importante paso adelante con el despliegue militar, dado que las muertes por ahogamiento de inmigrantes han caído en picado. El último ejemplo se dio la pasada madrugada, cuando la Armada rescató una embarcación con 600 personas a bordo en la que 30 inmigrantes habían muerto asfixiados. Con ellos, el número de inmigrantes socorridos en el canal de Sicilia este fin de semana ascendió a 5.000.

Sin embargo, cuando estos llegan a tierra les esperan centros de acogida insuficientes y hacinados. Ante este panorama, la Iglesia católica siciliana ha respondido abriendo las puertas de sus templos, oratorios y oficinas. Hoy son alrededor de 700 las personas que acoge en sus edificios. En algunas parroquias incluso se han sustituido los bancos para los fieles por camas para los inmigrantes, en su mayoría de religión musulmana.

“La gente de Palermo son pobres que ayudan a otros pobres”

“La gente de Palermo se ha volcado con ellos. Son pobres que ayudan a otros pobres. Muchos de nuestros feligreses conocen el sufrimiento y la miseria y pueden imaginarse cómo se sienten estas personas que han hecho un viaje terrible a través de África y del Mediterráneo. Además de traer comida y ropa para ellos, hay quien les invita a su casa. Otros les enseñan italiano o les ayudan como pueden”, cuenta a este diario Sergio Mattaliano, director de Cáritas de Palermo y párroco de San Juan María Vianney, uno de los templos convertido en dormitorio para los indocumentados durante varios días.

Cuando llegan a tierra les esperan centros de acogida insuficientes y hacinados. Ante este panorama, la Iglesia siciliana ha respondido abriendo las puertas de sus templos. En algunas parroquias incluso se han sustituido los bancos para los fieles por camas para los inmigrantes, en su mayoría de religión musulmana

“Hacemos una primera acogida en el puerto, cuando desembarcan, dándoles agua, comida, ropa, zapatos y asistencia médica. Luego en las parroquias se ofrecen cursos para que puedan valerse por sí mismos. Intentamos que no caigan en una mentalidad pasiva que a menudo se da al poco de llegar”, explica Mattaliano, quien destaca el gran número de voluntarios que están echando una mano. Son personas como él o como Mario Carminiano las que están tapando los agujeros del Estado.

Secretario de la parroquia palermitana de San Luis Gonzaga, donde también se colocaron camas junto al altar, Carminiano aplaude la alegría con la que los sicilianos están respondiendo a esta situación: “Está yendo de manera estupenda. Hemos tenido incluso que coger una furgoneta para transportar todas las cosas que la gente nos está trayendo para los inmigrantes. Continuaremos adelante mientras sigan llegando, aunque lo que nosotros podemos ofrecer es para una situación de emergencia”. Este seglar pide a las autoridades que pongan en marcha más estructuras adecuadas para acoger a estas personas y lanza una advertencia: “No sabemos muy bien cómo haremos si en verano, como todo hace indicar, el flujo de inmigrantes continúa o incluso aumenta”.

Mattaliano aplaude el despliegue militar Mare Nostrum, que “ha salvado muchas vidas”, reclamando al mismo tiempo una mayor implicación de la Unión Europea para que este operativo no siga siendo una iniciativa sólo de Italia. Cuando recibe la llamada telefónica de El Confidencial, este sacerdote responde desde Grecia, donde intentaba realizar un hermanamiento con parroquias católicas de aquél país para aprender de las experiencias mutuas con los inmigrantes.

El escándalo Librizzi

La admirable labor de acogida de la Iglesia siciliana se vio sacudida la semana por el escándalo protagonizado por el eclesiástico Sergio Librizzi, presidente de Cáritas en Trapani, principal localidad de la parte occidental de la isla. A Librizzi le detuvieron porque pidió prestaciones sexuales a algunos indocumentados a cambio de ayudarles a conseguir el estatus de refugiado político. “Yo soy una persona importante, formo parte de la comisión que expide los permisos de residencia. Puedo hacértelo todo fácil o difícil. ¿Pero tú qué me das? ¿No entiendes lo que quiero?” Son las palabras que Librizzi le dijo a uno de ellos en su coche, donde se producían los abusos. Quedaron registradas por medio de un micrófono escondido por la Policía.

Contra este sacerdote hay ocho denuncias, todas menos una puestas por inmigrantes varones, mayores de edad y que reconocen haber cedido al chantaje. La octava denuncia es de un italiano en situación difícil que pidió ayuda a Cáritas. En una muestra de la línea de “tolerancia cero” aplicada por fin por la Iglesia contra estos casos, el presbítero fue inmediatamente suspendido de todas sus responsabilidades en la diócesis. La noticia de su arresto, además, fue publicada por L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede.

La meta final por otros 5.000 euros

Entre las víctimas de Librizzi había un iraquí, nacionalidad que comienza a ser cada vez más frecuente entre los indocumentados que llegan por el Canal de Sicilia. Vienen huyendo de la guerra en su país, como los sirios o los eritreos. A diferencia de lo que ocurre con los subsaharianos (Malí, Gambia, Nigeria, Benín o Burkina Faso son sus países de origen más frecuentes), estos inmigrantes sólo ven Italia como un escalón más para llegar a su meta final, Suecia o Alemania.

“Los sirios y los eritreos, aunque podrían pedir aquí el estatus de refugiado, prefieren hacerlo en el norte de Europa, porque allí tienen familiares y piensan que tendrán más oportunidades. En Sicilia sólo duermen la primera noche tras su desembarco en el puerto. En seguida se van por sus propios medios en tren hacia Milán para intentar cruzar la frontera”, cuenta Olivierio Forti, responsable de asuntos de inmigración de Cáritas Italia.

La gente de Palermo se ha volcado con ellos. Son pobres que ayudan a otros pobres. Además de traer comida y ropa para ellos, hay quien les invita a su casa. Otros les enseñan italiano o les ayudan como pueden

Cada día llegan cientos de refugiados sirios a la estación central de trenes de la capital lombarda. Alrededor de mil son acogidos por la noche en albergues; al resto le toca dormir en la estación. El flujo de hombres, mujeres y niños expulsados por la guerra del país árabe que han pasado por Milán desde el pasado octubre supera ya las 10.000 personas. La mitad de ellas ha llegado desde abril, lo que muestra un crecimiento llamado a continuar con el arribo del verano.

En la capital industrial de Italia los refugiados sirios se quedan el mínimo tiempo hasta encontrar una forma de cruzar la frontera. En los alrededores de la estación, donde los inmigrantes reciben asistencia de las ONG y del Ayuntamiento, merodean los últimos mercaderes de hombres que se encontrarán en su largo viaje. Son tunecinos o egipcios que les ofrecen un pasaje en coche hasta Estocolmo, la meta más deseada. El precio de partida para toda una familia es de unos 5.000 euros. Si optan por quedarse en Suiza, el billete por persona sale por unos 700 euros.

Aunque el reglamento “Dublín II” prevé que los solicitantes de asilo deban presentar su petición en el primer país de la Unión Europea al que llegan, los refugiados sirios saben que las autoridades no pueden tomarles las huellas digitales por la fuerza. Se niegan a ser identificados hasta que llegan a Suecia o Alemania, donde saben que serán mejores las condiciones de acogida. Los sirios y los eritreos tienen clara esta forma de actuar, pues cuentan con conocidos en el norte de Europa que les asesoran y les mandan dinero. “La mayoría de los subsaharianos, en cambio, se queda aquí. No tienen los contactos para realizar ese último viaje”, dice Forti.

Las autoridades y los medios de comunicación locales siguen calificándolo como una “emergencia”, pero la llegada de inmigrantes al sur de Italia desde las costas norteafricanas se ha convertido en un desafío estructural frente al que ni Roma ni Bruselas han respondido hasta ahora de manera adecuada o completa. Gracias al despliegue de la Marina italiana en las aguas del Canal de Sicilia –en el marco de la operación Mare Nostrum, en vigor desde el pasado octubre tras el naufragio que dejó 366 muertos en Lampedusa– se ha rescatado en lo que va de año a casi 60.000 personas. En 2013, fueron 43.000 los indocumentados que llegaron a través del Mediterráneo.

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