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Un oficial español viajó con sus ahorros a Siria para entrenar a los jóvenes rebeldes
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HISTORIA DE UNA AVENTURA BÉLICA INESPERADA

Un oficial español viajó con sus ahorros a Siria para entrenar a los jóvenes rebeldes

Un exoficial del Ejército del Aire se embarcó en la aventura de formar a rebeldes sirios de la katiba (milicia) Al Faruk. Esta es su asombrosa historia

Foto: Dos jóvenes combatientes del Ejército Libre de Siria posan en la Ciudad Vieja de Alepo. En la pared se lee: "Dios, Siria, Libre". (Reuters)
Dos jóvenes combatientes del Ejército Libre de Siria posan en la Ciudad Vieja de Alepo. En la pared se lee: "Dios, Siria, Libre". (Reuters)

A muchos les sorprenderá esta historia. Algunos desearán crucificar a su protagonista; otros, encumbrarlo... sólo hay una certeza: no dejará indiferente a nadie. Se trata de una asombrosa aventura que comenzó con un hombre recostado en su sofá frente al televisor y las imágenes que difundían los informativos sobre una nueva guerra, una lucha “desproporcionada”, en Siria. Aquellas noticias, y el contacto que estableció a través de Facebook con “unos cuantos valientes periodistas freelance españoles que se jugaban el tipo por hacernos llegar la información”, le hicieron pensar que aquello no estaba tan lejos de España, cuenta a El Confidencial Lorenzo Martín (seudónimo para proteger su identidad), un exoficial del Ejército del Aire.

Una sensación de “inutilidad”, confiesa, se había apoderado de él; a ella se sumó su fracaso como emprendedor tras irse a pique una consultora de seguridad y defensa que había creado. Por ello, Martín comenzó a maquinar su nuevo proyecto. Su experiencia como consultor le llevó a investigar sobre sus nuevos clientes, en este caso beneficiarios: los rebeldes del Ejército Libre de Siria (ELS). Aunque este hombre prefiere llamarlos jondis ("soldados", en árabe). “Busqué vídeos en la red. Cuando comencé a verlos, se me salía el corazón por la boca; aquellos chiquillos, alguno de la edad de mis hijos, con unos 17 años, caían uno tras otro por imprudencias y falta de entrenamiento. Pensé: '¡Coño, yo puedo hacer algo por estos muchachos!'”, explica a este diario.

Martín se puso manos a la obra. Encontró una ONG local que se comprometió a introducirlo ilegalmente en Siria y, una vez allí, ponerle en contacto con un grupo de rebeldes moderados. No se lo pensó dos veces: cogió todos los ahorros que tenía y se marchó a la guerra.

“Nadie les ayudaba, estaban solos”

Quería ayudar a defenderse a unos muchachos que no sabían defenderse. Serle útil a gente que necesitaba ayuda, que la reclamaba, y nadie movía un pelo, estaban solos, abandonados... me parecía tan injusto”, cuenta, emocionado. Guarda unos segundos de silencio y, después, reflexiona sobre su aventura: “Unos dicen que soy un romántico, otros que un gilipollas, otros que un pirado... Quizá sea una mezcla de todo”.

Busqué vídeos en la red. Cuando comencé a verlos, se me salía el corazón por la boca; aquellos chiquillos, alguno de la edad de mis hijos, con unos 17 años, caían uno tras otro por imprudencias y falta de entrenamiento, explica

Martín dejó atrás una vida relativamente tranquila y, pese a no cobrar un solo euro, al final consiguió algo que no había logrado en muchos años de carrera luchando por ser un buen profesional: cariño y respeto. “Aunque me costó ganarme su confianza (de los rebeldes)”, matiza. “El Ejército Libre de Siria es muy desconfiado, cualquiera puede ser susceptible de ser un espía... ¿Qué impresión le iba a dar un tipo que viene de España y les ofrece formación militar gratuita, cuando la comunidad internacional les ha dado la espalda?”.

“Nunca oculté que era cristiano”

Pero Martín, a base de cabezonería y nobles intenciones, terminó metiéndose a los jóvenes rebeldes en el bolsillo. “Yo les respetaba y ellos me respetaban a mí. Nunca oculté mi condición de cristiano”, asegura. Siempre llevó colgada del pecho una cadena con un crucifijo, junto a su placa de identificación.

Asegura que lo más complicado no fue entrar en Siria, sino lo que vino después: correr, arrastrarse, escalar, volver a correr... “Padecimos bastantes ataques, uno de ellos muy cruento por parte de la aviación del régimen”, cuenta. Aquel embate aéreo fue bestial. Tan terrible que el miedo se apoderó de él y su mente le decía que corriera hasta Turquía sin mirar atrás. "Pude vencer ese pánico y me quedé allí, en primera línea, mientras algunos de aquellos jóvenes corrían sin parar ante la mirada resignada de sus líderes. Aquél día todo cambió”, cuenta sobre aquella experiencia.

Martín creó un fuerte vínculo con aquellos adolescentes. “Gente muy normal, chicos en su mayor parte como los de aquí: les gusta el fútbol, el Real Madrid o el Barcelona, las chicas, fuman como cosacos y, en vez de litronas, beben té; pero son muy respetuosos. Hablé con muchos de ellos de religión y no me cortaron la cabeza”, asegura el security advisor.

El jefe de la katiba (milicia) Al Faruk, Al Shamal, sólo tenía 28 años, pero sobre sus hombros juveniles cargaba con la responsabilidad de todo un batallón. Martín admite que se enfrentó a una tarea titánica. “Las carencias eran todas. Tenían muy buena voluntad, pero pocas y malas armas y entrenamiento cero. Incluso los antiguos soldados (desertores del Ejército de Bachar al Asad)”, cuenta.

Las carencias eran todas. Tenían muy buena voluntad, pero pocas y malas armas y entrenamiento cero. Incluso los antiguos soldados (desertores del Ejército de Bachar al Asad), cuenta

De hecho, los rebeldes tenían el concepto de que el adiestramiento en el combate lo otorgaba la propia guerra. “Me costó mucho hacerles comprender que para que un ingeniero haga puentes tiene que ir a la facultad a aprender. Gran parte del aprendizaje que habían adquirido fue a golpes”, explica Martín. En Siria, aprender a golpes significa “ver cómo tu amigo de toda la vida la fastidia y muere delante de ti".

La radicalización, su mayor fracaso

Para Martín, lo más triste de todo aquel esfuerzo, de su elevada inversión económica y las ilusiones puestas en querer hacer bien las cosas fue ver cómo la Siria de los rebeldes se fue radicalizando. Lamenta la fuerte islamización que hay actualmente en los grupos opositores que luchan contra Al Asad. No obstante, justifica que, en cierta manera, “es un paso lógico en virtud de la situación que allí se está viviendo”.

Muchos miembros de su grupo terminaron en el Frente Al Nusra e incluso en el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL), las dos rama de Al Qaeda que actúan en Siria, aunque la segunda sólo está reconocida por Al Zawahiri, máximo dirigente del entramado terrorista, en Irak.

“Si a un muchacho de 19 o 20 años lo metes en una guerra por la libertad en su país, por la igualdad de derechos, y observa que están más solos que la una, que la comunidad internacional no responde, como en cambio sí hizo en Libia, ve cómo mueren uno tras otro sus amigos en combate, y cómo sus ciudades son arrasadas... y después llegan los salafistas y Al Qaeda, que se introducen sabiamente dentro de los grupos dedicándose a echar avispas en relación al resto del mundo... ese joven encuentra algo a lo que agarrarse”, analiza Martín desde su propia experiencia.

“A todo esto se suma la contribución de los predicadores islamistas radicales, que pululan por las mezquitas que aún no han sido destruidas. Estos chicos lo han perdido todo, hasta el futuro. Sólo hay que mostrárselo, y esto es sencillo, y después enseñarles que sólo hay un camino al que aferrarse, la Yihad”, ahonda este español.

“Los moderados desaparecerán. Allí reina el miedo”

En unas frases, Martín resume perfectamente la situación actual del conflicto: “La desunión del pueblo sirio y la pasividad del resto de los países son los causantes de la radicalización de la guerra. Lo que ha ocurrido para que esto desemboque en el cacao que hay montado ahora no es más que consecuencia de la pasividad de la comunidad internacional, incluidos los países árabes. La lucha empezó con varios grupos que asumían la defensa de zonas extensas y que suscribían acuerdos tácitos con los demás para la realización en casos puntuales de operaciones conjuntas”, detalla.

Si a un muchacho lo metes en una guerra por la libertad y observa que la comunidad internacional no responde, ve cómo sus amigos mueren en combate... después llega Al Qaeda, que se introduce dentro de los grupos para crititicar al resto del mundo... ese joven encuentra algo a lo que agarrarse

Dada la permeabilidad de las fronteras, se fueron creando grupos de autodefensa en distintas poblaciones, liderados por las familias más poderosas. Después, las mafias también entraron en juego. “Así se abrió la puerta al ISIL, que, acosado en Irak, vio a Siria como su salida y su infinita radicalidad causó el enfrentamiento de los distintos grupos rebeldes contra ellos”, indica el experto en defensa. Esto llevó a una lucha fratricida de todos contra todos: “El Frente Islámico contra el ISIL; el Frente Al Nusra contra el ISIL y los kurdos del YPJ. Y estos últimos (los kurdos) contra el ISIL".

Mientras tanto, “Bachar Al Asad se frotaba las manos, aplicando o aprovechando esa máxima de divide y vencerás”, señala. Para el security advisor, las katibas moderadas están condenadas a la desaparición, ya que allí “reina el imperio del miedo”. “El ISIL ha creado una especie de miniestado en su zona de influencia y puede gustar más o menos a los habitantes, pero les dota de los servicios esenciales, y lo que quiere ya la gente es poder vivir”, advierte Martín.

Asegura que durante su estancia en Siria no conoció a ningún yihadista español, en ninguno de los lugares en los que estuvo. Pero sí muchos alemanes, ingleses, australianos. “Muchos de ellos tenían claro a qué grupo adherirse, obviamente a las milicias radicales”. “Los que vuelvan serán un auténtico peligro. De hecho, el grupo con el que yo estuve era muy moderado y era el más numeroso: se le calculaban 12.000 combatientes, pero ya no existe, la mayoría se ha unido a los islamistas”, agrega. Martin advierte que cuando acabe la guerra, gane quien gane, “va a quedar un rescoldo muy peligroso con el integrismo. Estos a los de Boko Haram los dejan en cueros".

A muchos les sorprenderá esta historia. Algunos desearán crucificar a su protagonista; otros, encumbrarlo... sólo hay una certeza: no dejará indiferente a nadie. Se trata de una asombrosa aventura que comenzó con un hombre recostado en su sofá frente al televisor y las imágenes que difundían los informativos sobre una nueva guerra, una lucha “desproporcionada”, en Siria. Aquellas noticias, y el contacto que estableció a través de Facebook con “unos cuantos valientes periodistas freelance españoles que se jugaban el tipo por hacernos llegar la información”, le hicieron pensar que aquello no estaba tan lejos de España, cuenta a El Confidencial Lorenzo Martín (seudónimo para proteger su identidad), un exoficial del Ejército del Aire.

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