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La prensa de izquierdas de Francia vende su independencia a magnates para sobrevivir
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LA DIRECTORA DE 'LE MONDE' ANUNCIA SU DIMISIÓN

La prensa de izquierdas de Francia vende su independencia a magnates para sobrevivir

Nuevos millonarios con exigencias de rentabilidad se hacen con el capital de las empresas. Es el fin del poder de redactores, el declive de su independencia

Foto: Matthieu Pigasse, director del Banco Lazard, dueño desde 2010 de Le Monde junto a Pierre Bergès y Xavier Niel (Reuters).
Matthieu Pigasse, director del Banco Lazard, dueño desde 2010 de Le Monde junto a Pierre Bergès y Xavier Niel (Reuters).

La prensa tradicional de izquierdas francesa pasa por un momento de mutación y crisis. Los bellos principios no vendían mucho en los últimos tiempos y habían llevado a algunos medios a bordear el cierre. Nuevos millonarios con exigencias de rentabilidad y ninguna nostalgia de la historia de esas publicaciones se hacen con la mayoría del capital de las empresas. Es el fin del poder de las sociedades de redactores e, inevitablemente, el declive de una independencia entendida como “tú pones el dinero, pero yo escribo lo que me da la gana”.

Le Monde: dimite su directora

El diario Le Monde, considerado todavía por algunos como “el diario de referencia” o “la catedral de la prensa francesa”, ha vivido en menos de una semana la dimisión de siete de sus once redactores jefes y la destitución de los dos directores adjuntos de la redacción. Una nueva crisis a poco más de un año de la llegada a la dirección del diario de Nathalie Nougayrède, quien ha presentado su dimisión esta misma mañana argumentando que no dispone de los recursos para seguir ejerciendo sus funciones. "No tengo tengo los medios para asegurar en toda plenitud y serenidad mi trabajo. La voluntad de ciertos miembros de Le Monde de reducir drásticamente mis prerrogativas de directora del diario es para mi incompatible con la continuidad de mi labor", señala en un comunicado.

Nuevos millonarios con exigencias de rentabilidad se hacen con la mayoría del capital de las empresas. Es el fin del poder de las sociedades de redactores e, inevitablemente, el declive de su independencia

La directora había sufrido su primera rebelión interna, a pesar de que la plantilla la aceptara con un plebiscito a la crimeana de casi un 80% hace 14 meses. Nougayrède, excorresponsal en Moscú, exreportera y antigua corresponsal diplomática del diario, es la primera mujer que dirige Le Monde, desde su fundación por Hubert Beuve-Méry, en 1944. Sustituyó en el puesto a Erik Izraelewicz, muerto de un infarto en plena redacción en noviembre de 2012, a menos de dos años de su nombramiento.

Izraelewicz y Nougayrède fueron nombrados por los nuevos dueños del rotativo desde 2010, el trío de millonarios formado por Pierre Bergès, fundador de Yves St. Laurent, Matthieu Pigasse, director del Banco Lazard, y Xavier Niel, dueño de la compañía telefónica Free. Los tres forman parte de la nueva plutocracia de izquierda, de una izquierda que otrora se llamaba gauche-caviar. Pero los tiempos han cambiado; se pueden apoyar tesis políticas, sociales y económicas socialdemócratas, pero si uno se hace con la mayoría de las acciones de una empresa es para sacar el máximo provecho posible, al coste (social) que sea.

A cambio de salvar a la empresa de la defunción –pusieron sobre la mesa 110 millones de euros–, los nuevos dueños del diario exigieron que el poder de decisión y de bloqueo de la sociedad de redactores desapareciera. Los periodistas votaron mayoritariamente seguir cobrando a final de mes a cambio de la independencia editorial.

Le Monde cerró 2013 con 2,5 millones de euros de pérdidas, y eso, a pesar de que las cifras negativas se han repetido durante los últimos 18 años, no ha consolado a los propietarios. Bergé, el más locuaz de los tres, lo ha dejado claro: o se toman medidas dolorosas para salvar a la mayoría de la redacción, o el dolor se hará extensivo a dicha mayoría.

Un trabajador de Le Monde analiza una edición del diario (Reuters).
Amenaza de ERE

Al tiempo que el diario pierde dinero y que se prepara un ERE más o menos oficial, la directora intenta proseguir la mutación a la era digital, el presunto filón de futuro, según sus jefes (la edición en papel representa todavía el 86% de la cifra de negocio). El traslado de 50 periodistas, para recolocarlos en lemonde.fr; la creación de contenidos diferentes en los nuevos soportes, en especial, las tabletas; y el nuevo proyecto en papel han hecho estallar a parte de la redacción.

Los nuevos dueños de Le Monde exigieron que el poder de decisión y de bloqueo de la sociedad de redactores desapareciera. Los periodistas votaron mayoritariamente por seguir cobrando a final de mes a cambio de la independencia editorial

Los siete redactores jefes dimisionarios acusan a la directora de “paranoica”, de “no escuchar a nadie” y de “no tomar decisiones urgentes”. Nougaryrède, acosada por la base y presionada desde arriba, ofreció las cabezas de sus dos adjuntos en un intento de apagar el incendio y salvar su cabellera. La nueva versión en papel se ha aplazado hasta septiembre.

A las críticas por el management de los periodistas, acusaciones recurrentes en Francia contra los directores que no se pliegan al poder de los vociferantes, se suma otra denuncia a la que ha hecho frente la directora, proveniente esta de los guardianes antiliberales que pululan en todas las redacciones de los medios franceses.

Nougayrède habría decidido que el diario no puede permitirse el lujo de mantener periodistas que sólo se ocupan de su rúbrica, como las referidas a exclusión/pobreza, músicas populares, banlieue, extrema izquierda, o planeta. Eso no quiere decir que esos asuntos no se traten, pero mantener a una persona por rúbrica sin que ese periodista se digne a seguir otros asuntos, parece –en las circunstancias actuales– un cierto exceso.

Xavier Niel (i) durante una presentación de resultados en París (Reuters).
Censura: Hollande sodomizando a la República

Para completar el oscuro panorama, la nueva directora ha tenido que confrontar las acusaciones de haber censurado algunas viñetas. Su principal ilustrador-editorialista, Plantu, tuvo que borrar parte de su dibujo de portada el pasado día 6. Sus superiores decidieron que una viñeta del presidente Hollande sodomizando a la figura que representa a la República era demasiado. Plantu, afirman portavoces del periódico, admitió que se pasó.

Otro dibujante, Nicolas Vial, con 32 años de contratos temporales, ha llevado a la empresa a los tribunales de trabajo. Vial vio censuradas dos viñetas que también se mofaban de Hollande, pero sin sexo. Desde que denunció los hechos no se le volvió a encargar trabajo.

Un extenso perfil de Xavier Niel, uno de los propietarios del periódico, que oscila entre la alabanza y la crítica simpática, puede haber chocado más a los lectores que un supuesto cambio de tendencia política

Otras periodistas indican que los problemas de la redacción no son ideológicos, sino simplemente de carácter organizativo. Nougayrède, afirman, es tan progre como la mayoría de sus periodistas, y las acusaciones de torcer la línea editorial “hacia el liberalismo”, infundadas. Un extenso perfil de Xavier Niel, uno de los propietarios del periódico, publicado recientemente y que oscila entre la alabanza y la crítica simpática, puede haber chocado más a los lectores que un supuesto cambio de tendencia política.

Le Monde, el diario de tarde que sale con la fecha del día siguiente, atraviesa pues una grave crisis en su 70º cumpleaños. Sin embargo, sus aprietos no son nada comparados con el trágico sainete que vive su rival en la izquierda mediática, Libération.

‘Libération’: un director guillotinado; su sustituto, lapidado

“Libé”, el diario fundado por Jean-Paul Sartre –entre otros– en 1973, como portavoz, entonces, de la extrema izquierda postsesentayochista, tiene a la redacción en pie de guerra desde febrero contra su nuevo propietario. Víctima de una bajada brutal en su difusión (15% en 2013), Libération se ha librado, de momento, del cierre. Su último director, Nicolas Demorand, tuvo que salir por piernas en febrero tras una huelga de la redacción que le humilló, con un 89% de votos pidiendo su guillotinamiento.

Ladoux, un inversor con sociedades en paraísos fiscales, quiere hacer del diario una marca que se transforme en sala de conferencias e incubadora de start ups. Todo ello para convertir a Libération en el Café de Flore del siglo XXI

Un nuevo “accionista de referencia” se hizo cargo del diario, prometiendo inyectar 18 millones de euros, lo que le garantizaba devenir mayoritario y controlar la empresa. Bruno Ledoux, un inversor inmobiliario con sociedades radicadas en paraísos fiscales, quiere hacer del diario de los bobos (bourgeois-bohèmes) una marca que se transforme en multimedia, en restaurante, café-debate, sala de conferencias e incubadora de startups. Según sus propias palabras, todo ello para convertir a Libération en el “Café de Flore del siglo XXI”. Ledoux debe estar arrepintiéndose de su ocurrencia, víctima del cachondeo generalizado de sus detractores.

Desde hace tres meses, la redacción publica una sección de una página mínimo, titulada “Somos un periódico”, entiéndase, no un restaurante ni un Café de Flore. En esa sección se pone verde a Ledoux, al presidente del Directorio y, en especial, al nuevo director operacional, Pierre Fraidenraich.

Copias del diario 'Libération' tras las presidenciales de 2012 (Reuters).
“Tercer Reich” y Rothschild

Cuando Fraidenraich fue presentado en asamblea general, sufrió el tradicional auto de fe al que se somete a los recién llegados que no forman parte de 'la casa'. Antiguo director general de la televisión todonoticias i-Télé, del grupo Canal+, Fraindenraich fue tachado en público de derechista y sarkozista, y fue conminado a abandonar el diario sin comedimiento: “Usted no tiene la calidad necesaria para dirigir Libé, ni comparte sus valores”, tuvo que oír.

En los pasillos se le comenzó a llamar “Tercer Reich”, jugando con su apellido. Los periodistas enragés de Libération no se habían informado de que mimebros de la familia del nuevo director murieron gaseados por los nazis.

Los magnates son llamados a salvar el diario, pero la redacción, eso sí, se arroga el control editorial sin trabas, para poder seguir insultando, como lo hizo hace unos meses en primera página, a otro millonario francés con el titular Rico gilipollas, vete del país

Los periodistas de Liberátion se declaran de izquierdas y muchos piensan que su bajada en las ventas se debe al abandono de los ideales de la izquierda de la izquierda. Sin embargo, no les supone ningún problema tener como propietario a un magnate como Édouard de Rothschild, que desde la última gran crisis del diario, en 2006, se hizo cargo de las cuentas del periódico. Ahora sugieren que estarán tranquilos si Ledoux pone sobre la mesa los 18 millones prometidos. Y, por si acaso, también han intentado pedir dinero al inevitable Xavier Niel o a otro riquísimo emprendedor, Patrick Drahi, dueño de Altice/Numericable y de la telefónica SFR. Drahi ha hecho saber que se lo pensará. Otras fuentes aseguran que ya ha colaborado con cuatro millones.

Los magnates son llamados a salvar el diario, pero la redacción, eso sí, se arroga el control editorial sin trabas, para poder seguir insultando, como lo hizo hace unos meses en primera página, a otro millonario francés con el titular “Rico gilipollas, vete del país”.

Para el responsable de la sección médias del semanario L’Express, Renaud Revel, Libérationno es un periódico, es una cripta”, un ovni que los periodistas gestionan casi en copropiedad. “Hasta Serge July”, dice, “uno de sus fundadores y director hasta 2006, fue obligado a partir por algunos de los fundamentalistas encallados en la redacción".

El magnate Édouard de Rothschild, propietario de 'Libération' (Reuters).'Le Nouvel Observateur', una joya a precio de bisutería

Para completar el difícil momento de la prensa tradicional de izquierdas en Francia, hay que mencionar también el caso del semanario Le Nouvel Observateur, el portavoz indisimulado de la socialdemocracia hexagonal, el prescriptor de las manifestaciones culturales y el destilador de la moral de izquierda, personificado en el veterano Jean Daniel, camusiano en jefe y premio Príncipe de Asturias de Comunicación.

En los pasillos se le comenzó a llamar Tercer Reich, jugando con su apellido. Los periodistas enragés de Libération no se habían informado de que varios miembros de la familia del nuevo director murieron gaseados por los nazis

Líder de los semanarios franceses, con 500.000 ejemplares de tirada, después de casi 50 años de vida, Le Nouvel Observateur ha mantenido sus ventas estables hasta 2013 para caer después estrepitosamente, víctima de la desinversión publicitaria. Su dueño y fundador, Claude Perdriel, que se hizo rico vendiendo bañeras, es el último de los propietarios de prensa enamorados sinceramente de la profesión periodística, el último industrial-intelectual, el único patrón de prensa respetado por todos.

Pero L’Obs perdió casi 10 millones en 2013, y Pedriel ya no podía seguir poniendo dinero de su bolsillo. Tuvo que vender urgentemente el semanario al famoso trío propietario de Le Monde. Pigasse, Niel y Bergès se han hecho con la histórica cabecera por sólo 4,1 millones de euros, una ganga para una publicación con ¡420.000 abonados! Los nuevos amos ya han nombrado nuevo director, que se encargará principalmente, como no podía ser de otra manera, de “acelerar la transición hacia la versión digital”.

La prensa francesa, al igual que la de otros países, es víctima de la crisis publicitaria y de la renuencia al salto digital de algunos periodistas. Pero para muchos expertos en medios de comunicación, la prensa de izquierdas sufre también una crisis de identidad, una crisis editorial y una crisis de gobernanza. Le Monde y Le Nouvel Observateur han tenido suerte y se han salvado, de momento, gracias a millonarios simpatizantes de la izquierda. Pero, para esas mismas redacciones, la hora del realismo ha llegado. Se puede ser editorialmente de izquierdas, pero el departamento de contabilidad no conoce ideologías y manda. Una nueva era y un cambio de mentalidad para muchos periodistas franceses.

La prensa tradicional de izquierdas francesa pasa por un momento de mutación y crisis. Los bellos principios no vendían mucho en los últimos tiempos y habían llevado a algunos medios a bordear el cierre. Nuevos millonarios con exigencias de rentabilidad y ninguna nostalgia de la historia de esas publicaciones se hacen con la mayoría del capital de las empresas. Es el fin del poder de las sociedades de redactores e, inevitablemente, el declive de una independencia entendida como “tú pones el dinero, pero yo escribo lo que me da la gana”.

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