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Manuel Valls, el Sarkozy de la izquierda
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Manuel Valls, el Sarkozy de la izquierda

Valls asume la jefatura del Gobierno francés y la tarea de recibir los palos que le van a caer al nuevo 'Ejecutivo Hollande' tras la histórica derrota electoral

Foto: El nuevo primer ministro, Manuel Valls, observa al presidente Hollande durante una ceremonia en Suresnes, cerca de París (Reuters).
El nuevo primer ministro, Manuel Valls, observa al presidente Hollande durante una ceremonia en Suresnes, cerca de París (Reuters).

Manuel Valls asume la tarea de recibir los palos que le van a caer al segundo Gobierno Hollande por tierra, mar y aire. El barcelonés, que no tuvo pasaporte francés hasta los 20 años de edad, era el favorito en los sondeos para reemplazar a Jean-Marc Ayrault. Los franceses ven en él la energía, el desparpajo y el coraje que le faltaban a su predecesor. Eso no quiere decir que fuera el favorito entre muchos de sus camaradas socialistas, que le consideran un “Sarkozy de izquierdas”, ni tampoco para el propio François Hollande. Pero el presidente ha tenido que apostar por él para dirigir el “Gobierno de combate” que anunció anoche en alocución televisada.

La ministra ecologista de Vivienda, Cecile Duflot, reiteró que abandonaba el Gabinete tras confirmarse el nombramiento. El catalán se ha esforzado en los últimos días en aplacar las reticencias de sus colegas izquierdosos y verdes dentro del Gobierno, prometiéndoles moderación y apertura a sus diferentes sensibilidades.

Valls asume la tarea de recibir los palos que le van a caer al segundo Gobierno Hollande por tierra, mar y aire. El barcelonés era el favorito en los sondeos para reemplazar a Ayrault. Eso no quiere decir que fuera el favorito entre muchos de sus camaradas socialistas

Hollande aseguró ayer que continuará su política de transición energética para ir abandonando progresivamente el petróleo y la energía nuclear. Con ello piensa convencer a otros verdes más Valls-compatibles que Duflot para integrar el nuevo Gabinete. Nada se sabe todavía sobre la composición del nuevo Gobierno que, eso sí, Hollande anunció será más reducido que el anterior.

No habrá giro a la izquierda

Las esperanzas de la izquierda dentro del PSF, del Front de Gauche y del PCF quedan también aguadas de cara al público, pero nadie mejor que Valls para que estos puedan seguir vendiendo su mercancía política. Ni Hollande ni Valls van a girar a la izquierda, ni van a acabar con el austericidio. Hollande no piensa renunciar a su plan de ahorro de 50.000 millones de euros ni a su pacto con la patronal para intercambiar empleos por rebajas en los costes sociales. Así lo dijo ayer. Para compensar, el presidente ha prometido una reducción de impuestos para los salarios más bajos, de aquí a 2017, un vago programa de formación para los jóvenes y una especial atención a la salud.

El ya exministro del Interior tiene la ambición suficiente para no temer dirigir un Gobierno tras la escalofriante derrota de los socialistas en las municipales y a dos meses del varapalo que los sondeos le auguran de nuevo en las europeas. Es esa una de las razones, quizás, por las que el primer favorito de François Hollande, el responsable de Defensa, Jean-Ives Le Drian, habría rechazado el ofrecimiento.

En su primera reacción tras el desastre electoral, Hollande dijo que la Unión Europea deberá tener en cuenta el esfuerzo y la contribución de su país, lo que puede interpretarse como un aviso de que Francia quizá no cumpla las exigencias económicas de Bruselas. Valls no pasa por ser un talibán europeísta. En la votación interna dentro del PSF sobre la Constitución europea, el nuevo jefe de Gobierno francés votó en contra. Eran otros tiempos, con menos responsabilidades y exigencias.

Valls jamás ha ocultado que sueña con ser presidente de su país. En las primarias que auparon a Hollande a la lucha por el Elíseo, el exalcalde de Evry, sin embargo, no obtuvo más que el cinco por ciento de adhesión dentro del PSF, una bofetada que no le desanimó para aceptar convertirse en el jefe de comunicación de Hollande durante la batalla presidencial que puso fin al mandato de Nicolas Sarkozy.

Manuel Valls junto a su mujer, Anne Gravoin, durante el Masters de Tenis de París (Reuters).Socialdemócrata sin complejos

Hollande y Valls no eran amigos, pero el presidente admite que el trato durante la campaña le hizo conocer y apreciar a su colega. Bien es cierto que ideológicamente no están muy alejados. Valls es un fiel alumno de la escuela de Jacques Delors y un admirador de Dominique Strauss-Kahn, es decir, un socialdemócrata sin complejos, o un social-liberal, como algunos rojillos quieren calificarle con desdén. Hollande en el fondo piensa de forma parecida, pero ha sido más cauto hasta su salida ideológica del armario, en enero pasado.

Para España, el nombramiento es una buena noticia. Nacido en Barcelona, Valls es un buen conocedor de la situación en su segundo país. Como responsable de Interior, jamás ha dudado, como han hecho otros políticos franceses, en apoyar sin ambigüedad a cualquier Gobierno español en la lucha contra ETA

Valls tendrá también como enemigos declarados a los que en Francia se les conoce como droit de l’hommistes, una nueva religión de lo políticamente correcto que denuncia automáticamente cualquier declaración, actitud o acción que considera un ataque a los derechos humanos; todo lo que, según su punto de vista, huele a xenofobia, racismo y muchos otros ismos. A Valls se le acusa entre esos sectores, por ejemplo, de haber tratado peor que Sarkozy a los gitanos extranjeros que campan ilegalmente en ciertas ciudades del país. Eso no le ha restado apoyo popular, más bien al contrario.

Realista, con mucho olfato para detectar la sensibilidad del francés medio e insensible a las posturas intelectualoides de Saint-Germain-des-Près, el catalán sabe que cuestiones ligadas a la inmigración, a la inflexibilidad con la delincuencia y a la tolerancia cero con el terrorismo siempre le harán ganar adeptos. Hollande, por si acaso, rozó también el asunto asegurando que su nuevo Gobierno se mantendrá firme contra la exclusión, pero también contra el comunitarismo.

La medicina contra Le Pen

Todos esperan ahora a ver cómo encarará el combate frontal con Marine Le Pen. Manuel Valls inició durante las dos vueltas de las municipales un tour anti-FN por los feudos que olían a victoria de Le Pen. No consiguió gran cosa, más bien al contrario, pero eso le ha servido para mostrar que no tiene miedo a romperse los dientes como otros políticos timoratos de las filas socialistas. Adelantándose a los que él piensa de ella, Marine Le Pen ya ha declarado que “Manuel Valls es una persona peligrosa, que no tiene ningún respeto por las libertades individuales y públicas”.

Realista, con mucho olfato para detectar la sensibilidad del francés medio, el catalán sabe que cuestiones ligadas a la inmigración, a la inflexibilidad con la delincuencia y a la tolerancia cero con el terrorismo siempre le harán ganar adeptos

Hollande sabe que ha sacrificado a un fiel, pastueño y sin ambición, por un personaje que no dudará en venderse a sí mismo, como lo ha hecho hasta ahora. Al presidente le será difícil poner las riendas a alguien que no espera órdenes antes de lanzar campañas de comunicación para su propio lucimiento. En su nuevo puesto, una de las condiciones que sin duda el presidente le ha planteado es no salirse de las líneas macadas por el jefe, y evitar la cacofonía que ha marcado los dos primeros años de mandato hollandista, en el que cada ministro lanzaba mensajes a la prensa sin una coordinación centralizada. Valls no podrá convertirse en el Renzi francés, porque en Francia el que marca la política es el presidente-monarca.

Hollande, apaleado en las urnas y en los sondeos, nombra como mano derecha a alguien que le será fiel hasta que se desate de nuevo la batalla interna entre los socialistas por la candidatura a las presidenciales de 2017. A los dos les conviene que el experimento gubernamental funcione tres años, aunque se partan la cara, después, en las primarias de su partido.

Solidario contra ETA

Para España, el nombramiento de Valls es una buena noticia. Nacido en Barcelona, hijo de catalán (y de madre suizo-italiana), el nuevo Jefe de Gobierno francés es un buen conocedor de la situación en su segundo país. Como miembro del PSF y como responsable de Interior, jamás ha dudado, como lo han hecho otros políticos franceses, en apoyar sin ambigüedad a cualquier Gobierno español en la lucha contra ETA. Y no hará falta explicarle cómo funcionan las cosas al otro lado de los Pirineos. Lo entiende en catalán y castellano.

Manuel Valls asume la tarea de recibir los palos que le van a caer al segundo Gobierno Hollande por tierra, mar y aire. El barcelonés, que no tuvo pasaporte francés hasta los 20 años de edad, era el favorito en los sondeos para reemplazar a Jean-Marc Ayrault. Los franceses ven en él la energía, el desparpajo y el coraje que le faltaban a su predecesor. Eso no quiere decir que fuera el favorito entre muchos de sus camaradas socialistas, que le consideran un “Sarkozy de izquierdas”, ni tampoco para el propio François Hollande. Pero el presidente ha tenido que apostar por él para dirigir el “Gobierno de combate” que anunció anoche en alocución televisada.

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