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Los piratas somalíes se vuelven pescadores
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“Ahora los barcos van armados. ES UN SUICIDIO”

Los piratas somalíes se vuelven pescadores

Sólo el 30% de los piratas de Somalía continúa en el ‘oficio’. El resto ha desistido por el aumento de la seguridad en los barcos. Su futuro está en la pesca

Foto: Un porteador carga con un tiburón recién capturado por las calles de Mogadiscio camino de la cercana lonja de pescado (A. Pampliega).
Un porteador carga con un tiburón recién capturado por las calles de Mogadiscio camino de la cercana lonja de pescado (A. Pampliega).

El viento caracolea entre los huecos horadados por las balas en el viejo faro de Mogadiscio. Mientras, pequeñas olas de crestas blanquecinas mecen una docena de embarcaciones que están amarradas cerca de la playa. Justo enfrente, el enorme cadáver de hormigón del hotel Aruba, la joya de Somalia y del este de África, hoy convertido en un esqueleto impasible que se pudre al ritmo del sol y del salitre del mar.

La arena le muerde con fuerza la cara. Agacha la cabeza y mira a su reloj. Son las 10:30 de la mañana. Mohammad Muhudin Hassan contempla desde su atalaya las aguas azules del Océano Índico. A lo lejos, diminutos puntitos se acercan a toda velocidad hacia la costa. Los pescadores comienzan a regresar después de haber estado faenando toda la noche.

Mohammad saca de su bolsillo una vieja libreta y un bolígrafo mordido por su parte posterior, síntoma inequívoco de las horas de aburrimiento que pasa este hombre cada día en el puerto. Desciende la escalinata de piedra hasta llegar a pie de playa. Aquí el viento golpea con más intensidad. “Ahora mismo estamos en temporada baja por culpa del viento. Con los botes que tenemos es prácticamente imposible salir a pescar porque corremos el riesgo de que una ola nos vuelque la embarcación”, afirma este hombre, encargado del Ministerio de Pesca en contabilizar el número de embarcaciones que salen cada día a faenar y de la captura que trae cada una.

La culpa la tienen los barcos de la OTAN que disparan contra los piratas. Muchos creen que no merece la pena jugarse la vida y han dejado de dedicarse a la piratería, afirma a 'El Confidencial' Yusuf Hasan. Ya no les resulta tan fácil como antes. Ahora los barcos llevan seguridad privada y mejor armamento. Es un suicidio pretender asaltarlos

Los botes comienzan a entrar en puerto. Acompasados por las olas se van acercando a tierra firme, donde varios jóvenes porteadores, con los pantalones remangados hasta las rodillas, esperan para transportar el pescado hasta el mercado. Un total de 100 barcos y más de 600 tripulantes zarparon por la noche o de madrugada en busca de las mejores capturas. Algunos -los que mejores barcos tienen- con dirección a alta mar para pescar las mejores y más valiosas piezas. El resto, la flota de bajura, se alejó una docena de millas de la costa.

El 70% de los piratas ha dejado el ‘oficio’

Trabajo en este puerto desde hace más de dos décadas y jamás había visto tal cantidad de barcos y de pescadores”, confiesa Mohammad a El Confidencial. En Somalia la pesca nunca ha sido una de las industrias punteras, pero la tendencia cambió de unos años a esta parte cuando la mayoría de los piratas dejólos AK-47 y volvióa tomar las redes y los aparejos de pesca. Según las estimaciones, sólo el 30% de los piratas continúaen el ‘oficio’, el resto ha desistido. En su mayoría procedentes de la región semiautónoma de Himan y Heeb, y de Putlandia, considerados como los centros históricos de la piratería en Somalia.

placeholder Un soldado a bordo de una corbeta suiza apunta a una embarcación en el Golfo de Aden (Reuters).

Varios hombres se afanan en limpiar con arena un bote que está en la playa. Otro grupo levanta a pulso una pequeña embarcación hasta dejarla sobre un repecho de arena, en tierra firme. Mohammad se acerca a los pescadores y les saluda. No ha sido una buena noche. Han capturado cinco langostas y un atún. “Tuvimos mala suerte. Se nos rompió el motor de la embarcación y no pudimos hacer nada más”, confiesa uno de los marineros mientras carga sobre su hombro la pieza cobrada y se dirige al cercano mercado de pescado.

El ritmo es frenético. Barcos y más barcos continúan entrando a puerto. Peces espada, tiburones, mantas raya, enormes atunes… El desfile de pescado es incesante. “Esto esuna minucia. Apenas tres o cuatro buenos ejemplares en toda la mañana. Los barcos occidentales esquilman nuestras aguas y a nosotros sólo nos quedan las migajas”, se queja amargamente Noordin, de 29 años, y propietario de varios barcos pesqueros. Dos hombres cargan sobre la cabeza un enorme pez espada y un tiburón. Se dirigen al mercado, pero antes deben sortear los innumerables escombros que abarrotan las calles de una ciudad destruida por 23 años de guerra.

“Los chinos pescan ilegalmente en nuestras aguas”

Barcos de Corea o China realizan pesca ilegal en nuestras aguas. Son tan grandes que parecen enormes ciudades, llenos de luces. Si la situación continúa como en los últimos meses, los pescadores se acabarán cansando y volverán los ataques a los barcos. En definitiva, es mucho más rentable que salir todos los días a pescar y volver con las manos vacías

Muchos pescadores se unen a la queja de Noordin y comienzan a amontonarse alrededor de Mohammad Muhudin Hassan. Lamentos. Súplicas. Quejas. Y hasta alguna amenaza contra el funcionario del Gobierno somalí que sonríe de manera bobalicona aguantando el chaparrón. “Los occidentales faenan en aguas de Somalia con barcos mucho mejor que los nuestros. Usan redes de arrastre y nosotros sólo tenemos arpones para capturar las presas”, confiesa Hassan, dando la razón a los pescadores que han tenido un mal día.

“Barcos de Corea o China realizan pesca ilegal en nuestras aguas. Sus barcos son tan grandes que parecen enormes ciudades, llenos de luces. Si la situación continúa como en los últimos meses los pescadores se acabarán cansando y volverán los ataques a los barcos. En definitiva, es mucho más rentable que salir todos los días a pescar y volver con las manos vacías”, finaliza Mohammad Muhudin Hassan tratando de calmar a la muchedumbre.

“Ahora es un suicidio asaltar un barco”

Y es que, desde que en abril de 2005 se produjese el primer ataque contra un barco, Somalia ha acaparado portadas a nivel mundial por culpa de sus ya famosísimos piratas. Desde aquel primer asalto, un total de 194 barcos han sido secuestrados y 3,741 tripulantes retenidos. Uno de los puntos álgidos en esta crisis se registró en 2011 cuando se produjeron 243 intentos de asalto a diferentes embarcaciones. Pero lejos quedan ya los tiempos de gloria de estos modernos piratas que armados con lánguidos AK-47 asaltaban superpetroleros de cientos de millones de euros. En 2013 sólo se registraron un total de nueve ataques y la tendencia continúa a la baja.

La culpa la tienen los barcos de la OTAN que disparan contra los piratas. Muchos creen que no merece la pena jugarse la vida y han dejado de dedicarse a la piratería”, afirma a El Confidencial Yusuf Hasan. “Ya no les resulta tan fácil como antes. Ahora los barcos llevan seguridad privada y mejor armamento. Es un suicidio pretender asaltar un barco”, sentencia.

placeholder Militares españoles de la fragata Blas de Lezo arrestan a unos piratas en el Golfo de Aden (Reuters).

Otro de los principales motivos por los que la piratería ha caído en picado es por la intervención del Gobierno -el primer ejecutivo estable que ha tenido el país en décadas-. Más de 900 antiguos piratas han sido integrados en las Fuerzas Armadas de Somalia. Otros han obtenido cursos de capacitación como pescadores. Además, empresas locales han comenzando a explotar las fértiles aguas de Somalia. En febrero de 2013, el presidente Sheikh Hassan Mohamud ofrecía una amnistía a los piratas que decidan abandonar sus operaciones en aguas del Índico. “Hemos estado negociando con los bucaneros indirectamente a través de los ancianos de los pueblos. La piratería tiene que terminar”, aseguró el mandatario.

El pescado como símbolo de pobreza

Somalia posee 3.300 kilómetros de litoral. Es el país con más kilómetros de costa de todo el continente, pero también es el país de la región donde menos pescado se consume por habitante, 3,3 kg al año. “Los somalíes nunca han tenido una cultura del pescado. Pueden estar muriéndose de hambre que harán todo lo posible para no comer pescado”, afirma Abdel Kareem, quién lleva ocho años trabajando en uno de los puestos del mercado de pescado de Mogadiscio.

La somalí es una sociedad nómada donde la posesión de ganado es reflejo del estatus económico. Por ello, históricamente, el pescado ha sido percibido como símbolo de pobreza y de clase social baja. En los últimos años esta tendencia comienza a cambiar. Y para comprobarlo no hay nada como visitar la lonja de Mogadiscio.

placeholder Un vendedor corta en filetes un pez para un cliente en la lonja de Mogadiscio (A. Pampliega).

Hordas de compradores caminan entre los puestos en busca de género. Pequeños ejemplares de tiburones y de peces martillo se agolpan en el mostrador de uno de los puestos de venta. Un hombre va señalando con el dedo y el comerciante los guarda en una bolsa de plástico… El griterío es mayúsculo en la parte de atrás del marcado. Dos rayas aguardan en el suelo. Un joven levanta una de ellas y coloca su brazo dentro de la boca mientras otro comienza a trocearla con un enorme cuchillo. La sangre inunda el suelo para regocijo de los curiosos que se agolpan para ver el espectáculo.

Hussein Musab lleva media vida trabajando como pescadero en esta lonja de la capital. Es uno de los más veteranos y una de las voces más críticas que se pueden encontrar. “Hace unos años el kilo de carne de tiburón recién capturado podía llegar a costar ocho dólares. En la actualidad el precio está por debajo de los cuatro, la mitad”, se queja.

No todo son noticias catastróficas. Los turcos han comenzado a apoyar la pesca local dotando de refrigeradores a la lonja de Mogadiscio con el fin de impulsar las exportaciones de pescado, sobre todo de aletas de tiburón, que tienen como destino final el mercado asiático

El incremento de la pesca ha tirado por los suelos los precios del género, a pesar de que hay más compradores que antes, las ganancias se han visto mermadas y es algo que no gusta. “¿Piratas? Con la miseria que estamos ganando actualmente muchos pescadores tendrán que volver a dedicarse a secuestrar barcos y pedir dinero por ellos. Así no podeos seguir ganándonos la vida”, relata desafiante.

Pero no todo son noticias catastróficas. Los turcos -los que más a fondo han entrado en Somalia- han comenzado a apoyar la pesca local dotando de refrigeradores a esta lonja con el fin de impulsar las exportaciones de pescado, sobre todo de aletas de tiburón, que tienen como destino final el mercado asiático.

Mientas Somalia consigue salir del pozo en el que lleva sumergida desde 1991, el negocio de la pesca comienza a revivir y con ella la estabilidad de un país más conocido por sus piratas que por sus playas y sus aguas azules turquesas… Aguas donde faenan desde hace dos años esos antiguos bucaneros.

El viento caracolea entre los huecos horadados por las balas en el viejo faro de Mogadiscio. Mientras, pequeñas olas de crestas blanquecinas mecen una docena de embarcaciones que están amarradas cerca de la playa. Justo enfrente, el enorme cadáver de hormigón del hotel Aruba, la joya de Somalia y del este de África, hoy convertido en un esqueleto impasible que se pudre al ritmo del sol y del salitre del mar.

Somalia Pobreza OTAN Al Qaeda
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