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Las novatadas, un asunto de Estado en Portugal tras la muerte de seis estudiantes
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"TENEMOS DERECHO A SER HUMILLADOS"

Las novatadas, un asunto de Estado en Portugal tras la muerte de seis estudiantes

La muerte de seis universitarios ha desatado la polémica en torno a la tradición de las novatadas. Los ritos esconden una abusiva jerarquía de poder

Foto: Familiares de los universitarios fallecidos siguen las labores de búsqueda en la playa de Meco. (Reuters)
Familiares de los universitarios fallecidos siguen las labores de búsqueda en la playa de Meco. (Reuters)

“No es una humillación gratuita. Y claro que es dura, pero esas complicaciones las sufrimos antes de llegar a la facultad y las seguiremos soportando después. Es ley de vida. También nosotros tenemos derecho a ser humillados”, explica a El Confidencial un estudiante de la Universidad de Lisboa que prefiere mantener el anonimato “porque se está exagerando todo por culpa de una desgracia”. M. habla de la praxe, como se conoce en Portugal el ritual de iniciación por el que pasan los universitarios en su toma de contacto con la educación superior. Una especie de novatadas españolas pero de una envergadura mucho mayor, con comisiones secretas y códigos de conducta incluidos.

“Hay que controlar lo que está pasando: heridos, violaciones y, lo último, personas muertas. Ha llegado un momento de decir ‘basta’ y alertar a la sociedad”, subraya convencida Tatiana Rosa, cofundadora del Movimiento Anti Tradición Académica (MATE). Defensora de la “total prohibición” de las praxes, esta alumna de máster y profesora de música subraya que el objetivo de la campaña de firmas iniciada en la red es llevar el asunto a la Asamblea de la República e incluso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Tatiana no olvida la reciente muerte de seis estudiantes y, junto a una compañera, organizó una concentración de rechazo a estas prácticas. El resultado: apenas medio centenar de apoyos y “una campaña constante de insultos, a veces incluso por colegas de trabajo, que difamaron nuestra imagen por las redes”.

La muerte de seis universitarios ha desatado la polémica en torno a la tradición de las novatadas en Portugal. Los ritos esconden una abusiva jerarquía de poder que puede extenderse durante todo el curso académico

Son los dos extremos de unas prácticas cuyas sombras han movilizado al 112, al Instituto Nacional de Emergencia Médica, a los bomberos, al fiscal, a la Policía Judicial y a la Marítima, a medios navales y aéreos, al secretario de Estado de Juventud, al Consejo de Rectores, al Ministerio de Educación y Ciencia, a toda la bancada política y a los medios de comunicación.

Las praxes nacieron hace casi trescientos años en la Universidad de Coímbra, la más longeva del país, y desde entonces se han extendido por toda la geografía lusa nunca exentas de polémica. Todo gira alrededor de la pleitesía que rinden los caloiros (novatos) a sus compañeros más veteranos. La integración es la excusa que muchos aceptan con el objetivo de, un año después, ser quienes dictan las órdenes. “Me exigieron pintarme las uñas y la cabeza. Y obligué a coger cerdos rebozados de manteca y estiércol, a andar en bicicleta sin sillín y a ponerse grasa en los sobacos. Hoy me parece una completa estupidez. Las escuelas son para estudiar”, incide Pedro Santos, del Instituto Superior de Ingeniería de Lisboa.

Como en cualquier rito que se precie, la fuerza simbólica es un pilar fundamental de estas novatadas. La capa negra hasta los tobillos es el distintivo de quienes participan en ellas. Los superiores representan su poder con un bastón (que ha sustituido a las antiguas espadas y armas de fuego, hoy censuradas) y una gran cuchara de madera en cuyo interior se lee la inscripción "La praxe es dura, pero es la praxe". El kit de los principiantes se resume en un silbato, una palangana y una especie de chupete que deben llevar colgado al cuello.

El rol más poderoso recae en quien más veces se ha matriculado en la universidad, una veteranía que otorga al llamado ‘duque’ o ‘papa’ los galones suficientes como para exigir que el resto, sencillamente, obedezca sin rechistar. Destaca por ejemplo el duque de Coímbra: en el cargo desde el año 2000, entró en la universidad en 1988 y hoy, a sus 42 años, es alumno de un máster en Ingeniería Electrónica e Informática.

placeholder Un grupo de universitarios durante su ceremonia de graduación (Reuters / Archivo).

Humillación y muertes

A veces toca andar a gatas, otras hacer flexiones o esquilarse el pelo; también está la modalidad de caminar desnudos, la de comer alimentos en mal estado o destinados a gatos y perros, las simulaciones de fusilamientos masivos e incluso la ingesta de grandes cantidades de alcohol. Toda una relación de poder vertical que puede prolongarse una semana o todo el curso académico, como sucede en la Universidad Lusófona. “Tuve que simular actos sexuales y orgasmos, gritar palabras obscenas, ponerme a cuatro patas… fue violento y humillante. Ni siquiera podía mirar a los ojos de los estudiantes más viejos. Tampoco hablar con nuestros compañeros durante la praxe, así que nada de integración. Está basado en el principio de obediencia y de sumisión al prójimo”, denuncia Diana Luis, otra de las cofundadoras del MATE.

Seis universitarios murieron el pasado mes de diciembre en un contexto todavía incierto y que mantiene en vilo al país. Día sí y día también, los medios llevan más de dos meses novelando el caso: un grupo de alumnos alquiló una casa en Meco, a las afueras de Lisboa, supuestamente para organizar, ejemplos prácticos incluidos, las novatadas de cara a 2014. La del 15 de diciembre era una noche cerrada, con la mar embravecida. Entrada la madrugada los vecinos vieron desfilar al grupo de universitarios, ataviados con la capa negra de rigor, camino de la playa. A partir de ahí, todo son incertidumbres y suposiciones. Exceptuando, claro, los seis cuerpos sin vida que devolvieron las olas horas después.

El único superviviente de la tragedia fue el duque del Consejo Oficial de la Praxe Académica de la privada Lusófona, al que todas las víctimas pertenecían con un cargo intermedio, el de representantes en sus respectivos cursos. A su alrededor se ha creado un cajón blanco en el que cabe todo y donde bulle un silencio aterrador. Unos defienden que fue un accidente, mientras que otros encuentran demasiados motivos para sospechar la fatal consecuencia de una humillación institucionalizada en forma de tradición. Cualquier escenario está abierto, desde el simple accidente y la temeridad de una excesiva exposición al peligro hasta el crimen por homicidio o por negligencia. Cada suposición está obligada a hacer horas extra en la prensa.

placeholder Dos agentes de la Policía Marítima durante las labores de búsqueda en Meco (Reuters).

Es la fatalidad más reciente, pero no la única. La primera sentencia firme al respecto se produjo en 2003, cuando una estudiante denunció haber sido restregada con excrementos, insultada y finalmente abandonada, sin móvil ni dinero, a varios kilómetros de su casa. Hace un par de años fueron las familias quienes daban un paso al frente para denunciar que a sus hijos les obligaban a beber hasta prácticamente rozar el coma etílico. “Los propios estudiantes muchas veces no quieren tomar una posición firme para no exponerse tanto. Además, es una cuestión de tradición, algo impuesto de forma transversal en la sociedad”, afirma Tatiana Rosa, que sujeta en ese contexto la mayor presencia de estudiantes a favor de la praxe.

Prohibición o regulación

Hasta ahora aceptadas por la gran mayoría de los estudiantes, quienes están a favor de las praxes prefieren estos días pasar desapercibidos o bien cobijados bajo el anonimato. Por su parte, más de una decena de asociaciones y de federaciones académicas han pedido al Gobierno que apruebe un “estatuto del estudiante”. Consideran que la solución no es prohibir, pues se trata en todo caso de “un ejercicio de libertad por parte de adultos, que escogen pertenecer o no a grupos informales de praxes, praxar y ser praxados, de la misma forma que ocurre con cualquier otro colectivo académico, como las tunas y el fado”. El comunicado, firmado por 14 organizaciones de diferentes universidades, recalca que la prohibición sólo convertiría estas prácticas en clandestinas.

Tuve que simular actos sexuales y orgasmos, gritar palabras obscenas, ponerme a cuatro patas… fue violento y humillante. Ni siquiera podía mirar a los ojos de los estudiantes más viejos. Tampoco hablar con nuestros compañeros durante la 'praxe', así que nada de integración. Está basado en el principio de obediencia y de sumisión

Suficiente o escaso según opiniones, el Régimen Jurídico de las Instituciones de Educación Secundaria ya penaliza “la práctica de actos violentos y la coacción física o psicológica”, con sanciones que pueden variar entre la simple advertencia hasta la expulsión de los culpables por un período de hasta cinco años. El propio Ministerio de Educación y Ciencia, al menos por ahora, considera que “no hay necesidad de nuevos instrumentos legales” y se decanta por introducir “ajustes en las regulaciones disciplinares internas” de las universidades, tal y como define el propio secretario de Estado de Educación Superior, José Ferreira.

El periodista José Manuel Fernandes lo resumía recientemente en su columna de opinión para el diario luso Público: “La praxe no es muy distinta a otros rituales iniciáticos, alguno de los cuales se remontan a la Antigüedad Clásica. Las hay en clubes, en empresas, en sociedades secretas, las había en las Fuerzas Armadas, las hay en las bodas y entre los cazadores y los pescadores. Todos ellos tienen un lado tribal, hay un precio que pagar, pruebas que pasar para entrar en un grupo; elementos de humillación y crueldad. Es la afirmación de la jerarquía. Los estudiantes no son, de repente, las ovejas negras del Portugal contemporáneo”.

“No es una humillación gratuita. Y claro que es dura, pero esas complicaciones las sufrimos antes de llegar a la facultad y las seguiremos soportando después. Es ley de vida. También nosotros tenemos derecho a ser humillados”, explica a El Confidencial un estudiante de la Universidad de Lisboa que prefiere mantener el anonimato “porque se está exagerando todo por culpa de una desgracia”. M. habla de la praxe, como se conoce en Portugal el ritual de iniciación por el que pasan los universitarios en su toma de contacto con la educación superior. Una especie de novatadas españolas pero de una envergadura mucho mayor, con comisiones secretas y códigos de conducta incluidos.

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