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La mano que reprime a Venezuela
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LAS PROTESTAS AGITAN EL AVISPERO DEL PODER

La mano que reprime a Venezuela

Jamás se vio tal brutalidad sistemática por parte de la policía, ni la intervención descarada de grupos de choque del chavismo para amedrentar a la población

Foto: Manifestantes opositores escapan de la Guardia Nacional durante una protesta este martes en Caracas (Reuters).
Manifestantes opositores escapan de la Guardia Nacional durante una protesta este martes en Caracas (Reuters).

Ustedes tenían que haber rezado mucho para que Hugo Chávez siguiera vivo, señores de la oposición, porque Chávez era el muro de contención de muchas ideas locas que a veces se nos ocurren a nosotros”. Habían pasado pocos días de la muerte del mandatario venezolano y muchos no sabían cómo interpretar estas palabras de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y segundo en la nomenclatura chavista. ¿Signo de debilidad o flagrante amenaza? Han tardado casi un año en darse cuenta de que, en realidad, eran una profecía.

Las instantáneas de una militar golpeando salvajemente con su casco a una manifestante indefensa en el suelo son el sádico colofón a cuatro semanas de protestas que han dejado hasta el momento 17 muertos, un centenar de heridos, decenas de denuncias de torturas contra los detenidos y una pregunta en el aire: ¿qué ha sucedido con la “Revolución bonita”?

Jamás se vio tal brutalidad sistemática por parte de los efectivos policiales, ni la intervención abierta y descarada de los grupos de choque del chavismo para amedrentar a la población

Durante sus 14 años en el poder, el expresidente venezolano lidió con todo tipo de manifestaciones y protestas públicas en su contra. A veces, esos episodios terminaron en enfrentamientos de perdigones contra piedras, con el propio Comandante exigiendo por televisión gas del bueno para los alborotadores callejeros. Pero jamás se vio tal brutalidad sistemática por parte de los efectivos policiales, ni la intervención abierta y descarada de los grupos de choque del chavismo para amedrentar a la población.

Ya lo había advertido el presidente Nicolás Maduro antes de lograr una exigua victoria electoral en abril, cuando acusaba a sus enemigos de querer derrocarlo de un puesto que todavía no había ganado: “Lo que podrían provocar es que esta revolución cambie de carácter y pase de la pacífica revolución que hemos tenido, de la democrática revolución que hemos tenido, a otras formas de lucha”.

Incluso los que sostienen que la era Chávez quedó manchada por el acoso judicial a la disidencia ylas agresiones a la libertad de prensa, condimentadas con todo tipo de amenazas, coinciden en que los nuevos jerarcas del proceso socialista juegan en otra división. Una mucho menos sofisticada y más atroz.

¿Quién manda aquí?

La noche del 17 de febrero, en pleno apogeo de las protestas, el gobernador del estado Carabobo, Francisco Ameliach, escribió en su cuenta de Twitter: “UBCH (Unidades de Batalla Bolívar Chávez) a prepararse para el contra ataque fulminante. Diosdado dará la orden #GringosYFascistasRespeten”.

Parece ser que la dio. Al día siguiente, un grupo de motoristas armados afines al oficialismo dispersaron la marcha en la ciudad de Valencia, unos 170 kilómetros al este de Caracas, a punta de tiros y cohetazos, ante la impasibilidad de la Guardia Nacional. En el caos murió la estudiante Génesis Carmona de un balazo en la nuca y otros ocho manifestantes resultaron heridos por arma de fuego. Al leer el fatídico mensaje, muchos se preguntan quién manda realmente en Venezuela. ¿Maduro o Cabello?

Las protestas coronan docemeses de flirteo con el caos, en los que la inflación se disparó, el desabastecimiento se está volviendo cotidiano, el crimen no amaina y los dólares escasean. Difícilmente se extinguirá el malestar callejero mientras las condiciones que lo generaron sigan presentes y el torpe manejo de la violencia en la calle puede demostrarse fatal con el tiempo para la imagen del mandatario. En la oposición creen que hay alguien jugando a pescar en río revuelto.

placeholder Un opositor durante los choques contra la Guardia Nacional de finales de febrero en Caracas (Reuters).

“Hay sectores en el Gobierno que les interesa el ‘Maduro, vete ya’ porque eso significa ‘Diosdado (Cabello) vente ya’. Les pregunto: ¿es golpe o autogolpe?”, dijo el líder opositor y gobernador de Miranda, Henrique Capriles, ante las insistentes denuncias del Gobierno sobre una conspiración internacional en marcha. “Los civiles no dan golpes de Estado, los dan los militares", aseguró.

El 'Padrino'de la revolución

La presidencia de Nicolás cuelga de un Cabello”, ironizaba el humorista gráfico Zapata en una viñeta postelectoral para sintetizar cómo todas las miradas están puestas en el controvertido capitán de Ejército, al que sus críticos ven como una suerte de visir Iznogud, siempre maquinando cómo llegar a ser “el califa en lugar del califa”.

La presidencia de Nicolás cuelga de un Cabello, ironizaba el humorista gráfico Zapata en una viñeta postelectoral para sintentizar cómo todas las miradas están puestas en el controvertido capitán de Ejército, al que sus críticos ven como una suerte de visir Iznogud, siempre maquinando cómo llegar a ser el califa en lugar del califa

A sus 49 años, Cabello ha pasado por todos los rangos del escalafón revolucionario desde que en 1992 participó en la asonada militar del entonces espigado teniente coronel Chávez. Ha sido diputado, gobernador, ministro y fugaz presidente interino en las horas del golpe de Estado contra Chávez en 2002, dejando tras de sí una invariable estela de denuncias de corrupción y enriquecimiento ilícito que duermen el sueño de los justos en los tribunales. No resultó ser “el elegido”, pero ahora luce más poderoso que nunca.

Como presidente del legislativo, controla la mayoritaria bancada oficialista en la Asamblea Nacional y es virtualmente el primero al mando del poderoso Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), cuyos cientos de miles de militantes con infraestructura y logística nacional lo han convertido en una fabulosa maquinaria electoral y política.

Los cables de la embajada estadounidense en Caracas, revelados por Wikileaks en 2011, lo describen como una suerte de “Vladimiro Montesinos del chavismo”, comparándolo con el siniestro jefe de inteligencia del expresidente peruano Alberto Fujimori. El hombre en las sombras cuya influencia y control sobre la administración pública y militar creció en paralelo al manejo de empresas, contratos y cargos a discreción.

Sin duda, Cabello es el personaje más temido y odiado entre los opositores, que le acusan de dirigir la represión de las manifestaciones y controlar (o descontrolar) a los colectivos armados del chavismo. Además, tampoco goza de popularidad en el oficialismo, donde amplios sectores de la izquierda antimilitarista lo identifican como “la derecha endógena”, representante de una nueva generación burguesa parasitaria del petróleo.

“¡Expropiemos a Diosdado!”, titulaba un artículo de Aporrea, una página prochavista, donde el articulista proponía nacionalizar las empresas, edificios y propiedades que se le atribuyen al dirigente político. “Que las expropien”, respondió desafiante el aludido. Al final, no pasó nada.

placeholder Opositores se enfrentan a la policía durante las protestas celebradas en Caracas (Reuters).

Administración de camuflaje

En apenas 11 meses se han colocadoa unos 400 uniformados en puestos políticos, continuando la militarización de la administración pública impulsada por Chávez. Lo que no se sabe, entre tanta intriga palaciega, es si es una jugada política para ganarse la confianza en las barracas o es la natural manifestación del creciente poder de los cuarteles sobre los despachos.

Actualmente, uno de cada cuatro ministerios está en manos castrenses, incluyendo el de Finanzas, Interior y Defensa, y la mitad de los gobernadores del país provienen de las Fuerzas Armadas. Además, militares activos y retirados controlan los impuestos, la regulación de precios, la importación de armas, varios bancos públicos, y todos los puertos, aeropuertos, con sus respectivas aduanas.

Actualmente, uno de cada cuatro ministerios está en manos castrenses, incluyendo el de Finanzas, Interior y Defensa, y la mitad de los gobernadores del país provienen de las Fuerzas Armadas. Además, militares activos y retirados controlanlos impuestos, la regulación de precios, la importación de armas, varios bancos públicos, y todos los puertos, aeropuertos, con sus respectivas aduanas

Pero una cosa es la familia militar del chavismo que bebe de las mieles del poder y otra, muy diferente, la inescrutable Fuerza Armada Bolivariana, cuya tropa sufre las mismas penurias que el resto de sus compatriotas.

En medio de las revueltas, la ministra de Defensa, Carmen Meléndez, mandó un sobrio mensaje de apoyo a Maduro y a la ruta constitucional, con la inevitable referencia al “enemigo externo” pero alejados de los “patria socialista o muerte, rodilla en tierra con la revolución” que solían jalear sus predecesores.

Pese a la machaconas denuncias del oficialismo, los analistas todavía ven muy remota la posibilidad de un golpe de Estado a gran escala, ya sea para apoyar a la oposición o para alzar a una sección del chavismo. Aunque también insisten en que las dos últimas asonadas vividas en el país caribeño, en 1992 y 2002, no necesitaron de muchos efectivos para lanzar un órdago a la democracia.Pero Maduro tiene otros amigos en los barracones.

Qué vienen las "Avispas negras"

El rumor prendió en todas las movilizaciones y marchas deestos días propagado por el periodista y exagente cubano Uberto Mario y multiplicado hasta la saciedad en las redes sociales. Las temibles “Avispas Negras”, un grupo de elite del ejército de Cuba, habían llegado al país para sofocar las protestas de una vez por todas. Puede que sea una exageración más de las que prenden con tanta facilidad y mala intención estos días de zozobra, pero evidencian la incertidumbre que rodea al elemento cubano en la compleja ecuación venezolana.

La oposición critica desde hace años una vergonzosa injerencia de los hermanos Fidel y Raúl Castro en el devenir venezolano, asegurando que los asesores antillanos habrían permeado hasta las más altas esferas militares y de inteligencia, con una influencia clave en los asuntos de seguridad nacional

La sintonía personal entre Chávez y su padre Fidel Castro llevó la cooperación política, económica y diplomática entre Venezuela y Cuba hasta niveles inauditos. De “hermandad”, les gusta decir. El acuerdo por el que Caracas manda 100.000 barriles de crudo diarios a la isla a cambio del trabajo de miles de doctores y especialistas cubanos en los planes sociales del chavismo se convirtió, al mismo tiempo, en sostén de la vapuleada economía antillana y fuente permanente de popularidad para la revolución.

La oposición critica desde hace años una vergonzosa “injerencia” de los hermanos Fidel y Raúl Castro en el devenir venezolano, asegurando que los “asesores” antillanos habrían permeado hasta las más altas esferas militares y de inteligencia, con una influencia clave en los asuntos de seguridad nacional. Para ellos, Maduro no es más que el títere que La Habana impuso como sucesor por ser el más cercano ideológicamente y el más maleable políticamente.

Pero el mandatario venezolano, como hacía Chávez, exhibe con orgullo su relación privilegiada con los líderes cubanos e invoca a Fidel como un talismán para aglutinar a los radicales de izquierda en torno a su proyecto, ante el empuje de los galones en el statu quo del poder. A día de hoy, no le sobra ni un aliado.

El avispero de Miraflores

El destino del país no se está decidiendo en las refriegas callejeras, sino en otra guerra, más opaca y sutil, que ha convertido el palacio presidencial de Miraflores en un avispero. El poder que antes monopolizaba un solo hombre se derramó entre sus más cercanos aliados, resquebrajando el delicado equilibrio del ecosistema chavista donde ahora el ala civil y militar luchan por el control de la revolución.

“¿Que hay divisiones internas? Sí, que jode. ¿Que hay grupos que están cogiendo unos para acá y otros para allá buscando ver cómo agarran más dinero? Sí”, le relataba Mario Silva, durante años la gran bestia mediática del chavismo, al jefe de la inteligencia cubana en Venezuela en una conversación que fue filtrada a la prensa pocos meses después de la defunción de Chávez.

placeholder Manifestantes opositores escapan de la Guardia Nacional en Caracas (Reuters).

El Gobierno desestimó la pieza como meros chismes, pero en el fondo confirmaba lo que era un secreto a voces: la pelea a cuchillo entre los políticos de izquierda, encabezados por Maduro y respaldados por Cuba, y los uniformados con cargo público, representados por Cabello y con apoyo de los empresarios que hicieron fortuna en socialismo.

Hay una pelea a cuchillo entre los políticos de izquierda, encabezados por Maduro y respaldados por Cuba, y los uniformados con cargo público, representados por Cabello y con apoyo de los empresarios que hicieron fortuna en socialismo

El propio Maduro lanzó hace poco la idea de que podría haber una conspiración contrarrevolucionaria en sus filas. Y razones no le faltan. Agentes de la policía científica Sebin desobedecieron su orden directa de acuartelamiento en la primera manifestación en Caracas y dispararon contra los estudiantes. Cinco agentes de este cuerpo de seguridad -entre los que se encuentran un escolta del ministro del Interior y un comisario- han sido acusados por la Fiscalía de las dos primeras muertes en las protestas despejando cualquier duda sobre quién abrió fuego primero.

“Parece que compraron a algunos funcionarios, cuidado con los infiltrados", dijo el fornido mandatario caribeño, quien destituyó al jefe del Sebin tras unas pocas semanas en el cargo para designar al general Gustavo González López, antiguo comandante de las Milicias Bolivarianas y cercano aliado de Cabello.

Con la muerte de Chávez, no sólo se perdió el carisma, la capacidad táctica y el verbo encendido e incendiario, sino que desapareció la pieza maestra que ligaba los diferentes elementos de esa extraña aleación en la que se convirtió la revolución bolivariana. Desde entonces, todo ha ido de mal en peor.

Así las cosas, la reflexión final de Mario Silva, que cayó en desgracia tras airearse la controvertida grabación, bien podría llegar a ser un día el epitafio del chavismo: “Estamos metidos en un mar de mierda y todavía no nos hemos dado cuenta”.

Ustedes tenían que haber rezado mucho para que Hugo Chávez siguiera vivo, señores de la oposición, porque Chávez era el muro de contención de muchas ideas locas que a veces se nos ocurren a nosotros”. Habían pasado pocos días de la muerte del mandatario venezolano y muchos no sabían cómo interpretar estas palabras de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y segundo en la nomenclatura chavista. ¿Signo de debilidad o flagrante amenaza? Han tardado casi un año en darse cuenta de que, en realidad, eran una profecía.

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