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¿Se fractura el 'fracking' europeo?
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División ante el milagro estadounidense

¿Se fractura el 'fracking' europeo?

En un momento en el que Europa se encuentra tocando el suelo de la recuperación, la salvación ha parecido venir desde la otra orilla del Atlántico

Foto: Manifestación en contra del fracking en Reino Unido. (EFE)
Manifestación en contra del fracking en Reino Unido. (EFE)

En un momento en el que Europa se encuentra tocando el suelo de la recuperación, pero lastrada por una competitividad adormecida y un déficit energético estructural, la salvación ha parecido venir, una vez más, desde la otra orilla del Atlántico. Los hidrocarburos no convencionales, sobre todo el gas de fractura hidráulica, han conseguido a simple vista obrar el milagro que Estados Unidos llevaba tiempo esperando: rebajar los costes energéticos, reducir su dependencia exterior, influenciando incluso su política exterior, reindustrializar la nación y, en definitiva, aumentar la competitividad norteamericana en la jungla global.

La Agencia Internacional de la Energía definió esta revolución del gas de fractura como un game changer que hará de EEUU el mayor productor de petróleo en los próximos cinco años. Mientras, Europa mira con envidia y temor a su amigo y competidor. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, alertó el pasado año a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE no sólo de la creciente dependencia energética respecto a Rusia, sino también del aumento continuo de los costes energéticos, mientras que en EEUU el precio del gas ha caído un 66% desde 2005.

La Unión se está quedando atrás en esta aparente “revolución”, paralizada por la preocupación medioambiental y el posible impacto para la salud de la utilización del procedimiento de fractura, que utiliza agua a presión, arena y productos químicos, susceptibles de poderse filtrar a los acuíferos. También por la falta de experiencia y el retraso tecnológico respecto a los EEUU en este proceso, perjudicados, además, por una densidad poblacional muchísimo mayor, lo que complica la exploración. Igualmente por la escasa información no sólo sobre los verdaderos riesgos de esta técnica, sino también acerca de la riqueza del subsuelo europeo. Y, sobre todo, por una población claramente en contra de este procedimiento, con un 74% de europeos preocupados ante la llegada de una explotación a sus puertas, y tan sólo un 9% que indica que este tipo de gas debería ser priorizado durante las próximas tres décadas como fuente de energía, según un Eurobarómetro de enero de 2013.

Incapaz de tomar una postura clara, Europa no sólo avanza lenta sino, una vez más, desunida. Polonia, el país que se cree podría albergar las mayores reservas y el Reino Unido, con fuertes presiones del sector corporativo para apostar por elfracking, se encuentran entre los claros defensores. En el lado contrario, franceses y búlgaros han prohibido la utilización de la fractura hidráulica para la obtención de combustibles. Francia se ha lanzado, sin embargo, a la carrera para encontrar nuevos métodos y tecnologías con los que acceder a los hidrocarburos no convencionales que despierten menos suspicacias que la fractura.

Otros Estados de la Unión como Suecia, Letonia o Hungría, han realizado algunas prospecciones o concedido licencias. Pero la gran mayoría (Alemania, Dinamarca, Rumania y Holanda), tras dar algunos pasos, han impuesto una moratoria de facto, según datos de la Comisión Europea. Nuestro país podría incluirse en esta zona de grises.

Orientaciones voluntarias

El público europeo ha pedido una respuesta común a Bruselas, como reflejó el Eurobarómetro del pasado año. Y la Comisión ha respondido “con unos principios mínimos que los Estados Miembros están invitados a seguir para tratar las preocupaciones medioambientales y para la salud, y dar a los operadores e inversores la predictibilidad que necesitan”, explicó el comisario de Medio Ambiente, Janez Potocnik, el pasado enero durante la presentación. En lugar de sacar la artillería legislativa, la Comisión propuso unas orientaciones voluntarias que incluyen la realización de un cuidadoso análisis del impacto medioambiental y los riesgos antes de perforar; controlar la calidad del suelo, agua y aire antes de comenzar las operaciones, para detectar posibles cambios; o informar al público sobre los productos químicos usados en el subsuelo.

La Comisión ha respondido por la mínima a la petición de acción común, ciega por la falta de información real y presionada por la necesidad de dar una oportunidad a la posible revolución del gas no convencional, achuchada por las necesidades energéticas y competitivas. Y, aunque como reconoce Torsten Wollert, jefe de Unidad en la DG Clima en la institución, “un solo accidente, en un solo Estado miembro, podría matar todo el futuro de este procedimiento”, el Ejecutivo comunitario cree que es la industria la que debe de momento tomar la delantera en el cumplimento de los más altos estándares. “La Comisión todavía tiene que jugar sus cartas”, justificó Wollert en una discusión reciente. El Ejecutivo comunitario revisará en julio de 2015 sus recomendaciones con la posibilidad de endurecer el tono, a la espera de conseguir más información a partir de la discusión con los Estados miembros, con las autoridades americanas y de la experiencia acumulada hasta entonces.

Activistas rumanos protestan contra la técnica de la fractura hidráulica para extraer gas. (Reuters)De momento, incertidumbre es la palabra más nombrada por todos los interesados. Pero también lo es escepticismo, y no sólo entre los que se oponen al fracking, sino también entre la industria y expertos. Este gas no convencional tendrá una contribución “muy marginal” de alrededor del 6% en el conjunto de la demanda de gas en 2035, predijo BP en su World Energy Outlook 2035. Será, por tanto, incapaz de detener la dependencia de las importaciones, que continuarán un imparable ascenso del 66% hasta el 84%.

“Elshale gassólo tendrá un papel complementario”, prevé Thomas Spencer, del Instituto para Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI). Spencer, que ha realizado un informe sobre el impacto económico delfrackingen EEUU y sus oportunidades para Europa, subraya que impulsar este sector en el Viejo Continente requeriría “un esfuerzo enorme”, con un impacto económico en el abaratamiento del gas que sólo rondaría el 0,6% a largo plazo. Spencer, en línea con lo que también ha dicho el KfW, el banco alemán de desarrollo, duda de que el gas de fractura pueda aumentar la competitividad de la industria europea, más bien al contrario, ya que apartaría la atención de otros objetivos con un impacto más significativo, como la eficiencia energética.

Incluso la organización Shale Gas Europe, que agrupa a los defensores de esta técnica, reconoce que “todavía se está en el proceso de calcular exactamente cómo de significativo puede ser el rol delfracking”. A pesar de ello, no dudan en afirmar que “es totalmente claro que el gas de fractura es una industria con un potencial enorme para desarrollarse en Europa”.

Como señala Ernst & Young en otro informe, superada toda esta lista de barreras, los potenciales beneficiaros serían prácticamente tan sólo cuatro países, en los que se concentran tres cuartas partes de este gas: Rusia, Polonia, Ucrania y Francia. E incluso en los más aventajados, como Polonia, la producción y las reservas aún generan dudas. Gigantes como ExxonMobil han detenido todas sus operaciones en su subsuelo porque “no se ha demostrado el flujo de una tasa comercialmente sostenible de hidrocarburos”.

¿Cómo se explica entonces la todavía prevalencia de la narrativa del milagro delshale gas? Teresa Ribera, exsecretaria de Estado para Cambio Climático en el Gobierno Zapatero, y ahora consejera senior en el IDDRI, explica que vivimos en una etapa “convulsa” en la transición energética, y el destello del milagro americano “nos ha dejado anonadados”. “Estamos en ese momento de ceguera, en el que nos replanteamos si lo que hemos hecho hasta ahora es correcto o no”, comenta a El Confidencial. Eso sí, Ribera advierte que debemos ser prudentes, porque dar un bandazo ahora dejando de lado tecnologías como las renovables, más maduras, generaría más problemas que ventajas. El gas de fractura “no está claro que tenga todas las ventajas que hemos querido ver, ni en Europa ni en EEUU”, sentencia. Ya se sabe que la descreída Europa nunca ha sido tierra propicia para ilusiones ni milagros.

Comunidades contra Gobierno central

En nuestro país, la explotación del gas de fractura ha enfrentado al Gobierno central con las comunidades. Aunque Cantabria y La Rioja han prohibido la utilización delfracking, el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha presentado un recurso de anticonstitucionalidad a la norma cántabra, dejando en suspenso su aplicación hasta que llegue el fallo. En el fondo asoma una vez más una batalla competencial entre el Ejecutivo central y las autonomías.

Según datos de la Asociación Española de Compañías de Investigación, Exploración, Producción de Hidrocarburos y Almacenamiento Subterráneo (ACIEP), nuestro subsuelo podría contar con unas reservas suficientes para satisfacer la demanda actual durante 55 años. Castilla y León ha otorgado licencias de exploración, con la promesa de empresas como Trofagás de invertir hasta 250 millones de euros. El Consejo de Ministros también otorgólicencias de exploración para Zaragoza, Navarra y Guadalajara.

En un momento en el que Europa se encuentra tocando el suelo de la recuperación, pero lastrada por una competitividad adormecida y un déficit energético estructural, la salvación ha parecido venir, una vez más, desde la otra orilla del Atlántico. Los hidrocarburos no convencionales, sobre todo el gas de fractura hidráulica, han conseguido a simple vista obrar el milagro que Estados Unidos llevaba tiempo esperando: rebajar los costes energéticos, reducir su dependencia exterior, influenciando incluso su política exterior, reindustrializar la nación y, en definitiva, aumentar la competitividad norteamericana en la jungla global.

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