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¿Por qué los suizos limitan la inmigración?
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EUROPA TIEMBLA ANTE LA “DEMOCRACIA DIRECTA”

¿Por qué los suizos limitan la inmigración?

El empresario Minder lo tiene claro: "No podemos soportar una Suiza más grande; somos demasiados". Los extranjeros representan un 23% de la población

Foto: Una mujer pasa ante dos carteles sobre la inmigración en Lausana. (Reuters)
Una mujer pasa ante dos carteles sobre la inmigración en Lausana. (Reuters)

Suiza ha sido escenario de una nueva victoria del populismo en territorio europeo. Los ciudadanos helvéticos han apoyado poner límites a la entrada de trabajadores extranjeros. Los insultos y descalificaciones hacia una decisión legítima han vuelto a llover sobre los ciudadanos suizos, pero conviene escarbar un poco en las circunstancias que han hecho posible un resultado que pone en evidencia también a los partidos de izquierda y derecha no extrema, que no han sabido contrarrestar la propaganda rival, a pesar de ser mayoría en el Parlamento.

La populista Unión Democrática del Centro (UDC), de Christoph Blocher, ha recibido el 50,3 de los votos en apoyo a su lema “Contra la inmigración masiva”. La UDC ha derrotado en referéndum a la decisión del Parlamento, donde 140 diputados se habían opuesto contra 54, y al Consejo de Gobiernos cantonales, que mayoritariamente rechazó también la propuesta en su día.

El empresario Thomas Minder lo tiene claro: no podemos soportar una Suiza más grande; ya somos demasiados. Somos un pequeño país con sus lagos, sus montañas y ríos. Los extranjeros representan ya un 23% de la población. No hay un ejemplo semejante en Europa. Ello crea una presión enorme sobre los salarios, el precio de los apartamentos o los trasportes

La medida propone “controlar de manera autónoma” y con un tope máximo el permiso de trabajo a los extranjeros “en función de los intereses económicos globales de Suiza y en el respeto de la preferencia nacional”. Según la propuesta aprobada, se tendrían en cuenta la petición de la empresa que necesite mano de obra y la capacidad de integración del peticionario, es decir, que cuente “con una fuente de ingresos suficiente y autónoma”. La medida impide también la aplicación de los acuerdos de libre circulación firmados con la Unión Europea (UE) en 2002 y expone a Suiza a otras consecuencias que, quizá, ni los propios votantes de la propuesta han sopesado en profundidad.

Lo cierto es que el aparato de comunicación de la UDC, que ya había explotado el temor al empuje del islam cuando obtuvo por referéndum la prohibición de los minaretes en las mezquitas o el envío a sus países de origen de los criminales extranjeros, ha tenido más impacto que la propaganda de sus contradictores. La utilización del símbolo de Guillermo Tell y el árbol “de los frutos suizos” en peligro, (“La desmesura perjudica a Suiza, frenemos la inmigración”) ha penetrado mucho más que el cartel del mismo árbol talado a hachazos, según interpretaban los partidos contrarios a la iniciativa.

Blocher ha sabido vender bien sus argumentos: anualmente, 80.000 trabajadores extranjeros entran en un país de 8 millones de habitantes. Ello implica, según la UDC, que “cada año se requiere una superficie de alojamiento y estructuras equivalente a 4.448 campos de fútbol, lo que a su vez implica un alza de precios de los terrenos, de los alquileres de apartamentos, una bajada de salarios, la pérdida de la identidad cultural en la conducta de las empresas, el aumento de las cargas sociales y el aumento de la criminalidad”.

placeholder Reacciones en Suiza tras la aprobación del referéndum (Reuters).

Atizar miedos y fantasmas recurrentes

Una mezcla donde se juega con problemas reales y con los fantasmas recurrentes de los huestes populistas. Para algunos, los suizos necesitarían una terapia sicológica: como algunos politólogos señalan, la consulta ha demostrado el desfase entre la realidad y la percepción. Por ejemplo, las zonas fronterizas con Francia, Alemania e Italia están “invadidas” por trabajadores que vuelven a dormir a sus hogares, en su país (donde pagan menos por compra o alquiler de casa), después de la jornada laboral en Suiza. Hay más de 280.00 trabajadores llamados transfronterizos, a los que se les acusa de robar los puestos de trabajo a los nativos y favorecer el dumping salarial, pues los empresarios aprovecharían para ofrecerles menos del sueldo que estarían obligados a pagar a un autóctono.

Hay más de 280.000 trabajadores llamados transfronterizos, a los que se les acusa de robar los puestos de trabajo a los nativos y favorecer el 'dumping' salarial, pues los empresarios aprovecharían para ofrecerles menos del sueldo que estarían obligados a pagar a un autóctono

Es cierto, admiten las autoridades federales, que no ha habido medidas consecuentes para acompañar el aumento de trabajadores europeos y en particular de los transfronterizos (143.000 franceses, 62.000 italianos, 56.000 alemanes), cuyo número se ha triplicado en diez años.

Para José Ramírez, profesor de la Haute École de Gestion de Ginebra, los contratos de este tipo de trabajadores no implican necesariamente un peligro de dumping salarial, pero sí es cierto que hay riesgos sobre todo para las mujeres que son contratadas especialmente en la hostelería, la restauración y el comercio. Es en esos sectores donde los controles han sido más deficientes.

“Ya somos demasiados”

El presidente de los socialistas helvéticos, Christian Levrat, reconoce también que el poder adquisitivo de la clase media suiza disminuye ante el exagerado aumento de precios del alojamiento y otros servicios. Es cierto también que, en un país donde los rascacielos están vetados, vender un terreno es uno de los negocios más rentables. Pero los suizos, al mismo tiempo, quieren mantener sus valles, sus ríos y sus montañas alejados de la superurbanización e impolutos. Los partidarios del cierre de fronteras insisten también en la insuficiencia de los transportes públicos, en los embotellamientos monstruosos que sufren las entradas a las principales ciudades suizas, algo que puede hacer reír en España, pero ese argumento también cala.

El empresario Thomas Minder lo tiene claro: “No podemos soportar una Suiza más grande; ya somos demasiados. Somos un pequeño país con sus lagos, sus montañas y ríos. Los extranjeros representan ya un 23% de la población. No hay un ejemplo semejante en Europa. Ello crea una presión enorme sobre los salarios, el precio de los apartamentos, los trasportes…”. Minder acaparó la atención internacional cuando obtuvo el pasado año, también en plebiscito, poner un límite a las remuneraciones de los altos cargos suizos. En ese momento, él y su país fueron alabados por quienes ahora les critican.

placeholder Christoph Blocher, líder de la populista Unión Democrática del Centro (Reuters).

El cabreo de los empresarios

Pero no todos los empleadores piensan así. La patronal ha sido muy beligerante con la propuesta aprobada. Los empresarios argumentan que, en un país con sólo un 3,5% de paro, las cuotas crearán una penuria de mano de obra, especialmente de especialistas, que en Suiza no se encuentran. Las empresas suizas temen además ser excluidas de las ofertas públicas abiertas en los países de la UE. Las firmas helvéticas repatrían cada año de la UE 1.225 millones de euros; allí exportan el 56% de sus productos. Sin embargo, para el periódico L’Express el voto del domingo puede tener una consecuencia positiva: los empresarios dejarán de presionar para contratar a la baja.

La UDC llega fácilmente a los oídos de los artesanos y pequeños empresarios y, así, lo que en su tiempo representó en Francia el fantasma del fontanero polaco se convierte en Suiza en el temor al fontanero francés, que puede pasar la frontera y trabajar en Suiza cobrando algo más que en Francia, pero menos de lo que cobrarían su colegas suizos.

Heidi contra Federer

Cuando se observan con atención los resultados por regiones y cantones, se confirman las contradicciones de la respuesta en las urnas. En las zonas donde hay más trabajadores transfronterizos, el voto ha sido en contra de la propuesta. Es, sin embargo, la Suiza central, la Suiza tradicional, la menos afectada por los problemas aireados por la UDC, donde el mensaje ha cuajado. Según el rotativo Le Matin, la suizagermanófona (que tiene muy poco que ver con Alemania) “se encierra en sus pequeñas certidumbres, celosa de sus privilegios y nostálgica de un pasado glorioso que ya no existe sino en los cuadros del pintor Albert Anker”.

Los empresarios argumentan que en un país con sólo un 3,5% de paro, las cuotas crearán una penuria de mano de obra, especialmente de especialistas, que en Suiza no se encuentran. Las empresas temen además ser excluidas de las ofertas públicas abiertas en los países de la UE. Las firmas helvéticas repatrían cada año 1.225 millones de euros de la Unión

El ejemplo se repite en el Tesin (Ticino), la suiza de habla italiana, donde la propuesta ha recibido un apoyo del 70%, pero precisamente no en las grandes ciudades como Lugano, sino en el territorio profundo. Para La Tribune de Genève eso demuestra que “la Suiza interior teme por su seguridad”.

La prensa europea ha insistido desde el lunes en las consecuencias que podría provocar la decisión. Según la llamada “cláusula guillotina”, todos los acuerdos firmados con la UE quedan invalidados si uno de ellos se pone en entredicho. Es decir, que si Suiza no aplica la libre circulación de personas, puede quedarse fuera de Schengen, será obligada a beberse los vinos que exportaba a la UE o ver invalidado el reconocimiento de diplomas universitarios.

Élites desconectadas

Poco si se compara con el perjuicio económico que predicen los expertos. En un informe escrito antes del referéndum, el Departamento Federal de Asuntos Exteriores advertía que el portazo a la UE supondrá una penuria de mano de obra, sobre todo en hospitales, restaurantes y transportes públicos, sectores que no apasionan precisamente a los trabajadores suizos. Ello implicará inevitablemente una bajada en la calidad de vida. Se pretende poner un tope de 16.000 trabajadores al año, cuando ahora las cifras oficiales son de 60.000 contrataciones anuales, y sólo Ginebra necesita 27.000 al año, subraya La Tribune de Genève.

Con una cifra de paro envidiable y una previsión de crecimiento de un 2,1% para 2014, los suizos han preferido escuchar las sirenas populistas y desoír los consejos de las instituciones, lo que en algunos países europeos llaman las élites, acusadas de estar desconectadas de una parte de la población.

Europa tiembla ante los efectos de la “democracia directa”. Una de las justificaciones más recurridas por muchos comentaristas suizos es que, si el mismo asunto se votara en referéndum en otros países europeos, el resultado sería similar.

El Parlamento federal tiene tres años para adaptar la legislación a los deseos expresados por sus ciudadanos. Un maratón de negociaciones con la UE comenzará cuando las primeras reacciones de enfado de París, Berlín o Roma se atenúen. Los suizos insisten en que no están contra Europa, sino contra la inmigración masiva. Lo cierto es que, desde fuera de la UE, han insuflado ánimos a los antisistema de todo el Viejo Continente, que se proponen asaltar los escaños del Parlamento Europeo en los comicios de mayo.

Suiza ha sido escenario de una nueva victoria del populismo en territorio europeo. Los ciudadanos helvéticos han apoyado poner límites a la entrada de trabajadores extranjeros. Los insultos y descalificaciones hacia una decisión legítima han vuelto a llover sobre los ciudadanos suizos, pero conviene escarbar un poco en las circunstancias que han hecho posible un resultado que pone en evidencia también a los partidos de izquierda y derecha no extrema, que no han sabido contrarrestar la propaganda rival, a pesar de ser mayoría en el Parlamento.

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