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Españoles en la nada: vida de infierno en el paraíso australiano
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SUELDOS Excelentes EN LAS MINAS DEL 'OUTBACK'

Españoles en la nada: vida de infierno en el paraíso australiano

Quienes se aventuran en el Outback lo hacen por salarios estratosféricos. El sueldo medio alcanza los 6.220 euros. A cambio, soledad, aislamiento y calor

Foto: Un pequeño pueblo (en la esquina inferior izquierda) junto a una mina en Tom Price, en el Outback australiano (Reuters).
Un pequeño pueblo (en la esquina inferior izquierda) junto a una mina en Tom Price, en el Outback australiano (Reuters).

El interior de Australia es un desierto árido de tierra rojiza, paisaje inhóspito y clima tórrido donde pocos se adentran. Quienes lo hacen, acuden atraídos por la intensa actividad minera, que garantiza unos salarios estratosféricos. Sin embargo, la soledad, el aislamiento y el calor pueden convertir la experiencia en un auténtico infierno.

Esta combinación otorga a la trastienda de Australia el carácter ya extinto de territorio virgen a la vieja usanza. Sus habitantes lo llaman el Outback, un término vago que designa algo que está fuera (out) y atrás (back). El Outback cubre alrededor del 90% de la superficie de Australia. Esta extensión, de tamaño sólo algo menor al del continente europeo, alberga apenas un 10% de los 22 millones de habitantes del país.

Quienes se aventuran en el Outback lo hacen atraídos por la ferviente actividad minera, que garantiza unos salarios estratosféricos. El sueldo medio de un empleado a tiempo completo alcanza los 6.220 euros al mes. Sin embargo, la soledad, el aislamiento y el calor pueden convertir la experiencia en un auténtico infierno

Manolo de la Vara se adentró en él en 2011. Tras perder su trabajo de encargado de obra en Madrid, se echó la mochila a la espalda y probó suerte en las antípodas. Hoy, ya reunido con su mujer y sus hijos, se somete al ritmo habitual de quienes se ganan la vida en el gran desierto australiano: tres semanas de trabajo y una de descanso. “Económicamente, compensa”, admite.

El salario medio para un trabajo a tiempo completo en Australia alcanzó los 1.422 dólares australianos a la semana en mayo de 2013, lo que equivale a 3.650 euros al mes, según los últimos datos oficiales. Pero el Australian Bureau of Statistics señala que la industria minera registra los salarios más altos: el sueldo medio de un empleado a tiempo completo alcanza los 2.423 dólares australianos a la semana, unos 6.220 euros al mes.

De la Vara comenzó trabajando en el mantenimiento del tendido eléctrico de una mina y ahora se encarga de la electricidad en un centenar de escuelas en zonas remotas del Territorio Norte, en la parte septentrional del país. Trabaja una media de 80 horas a la semana, a menudo a más de 40 grados, y recorre “entre 1.000 y 2.000 kilómetros diarios por carreteras de tierra, en medio de la nada”.

placeholder Dos granjeros pasean por su propiedad cercana a Brewarrina, a 800 kilómetros de Sydney (Reuters).

"Lo más duro es no tener a nadie, estar solo"

Lo más duro, asegura, es “no tener a nadie, estar solo y no tener nada que hacer una vez terminas el trabajo”. Una de sus últimas visitas fue a una aldea de casitas de chapa metálica donde viven una cincuentena de personas. “El bar más cercano estaba a una hora y media, se trataba de una población de mayoría aborigen y muchos de ellos tienen graves problemas de alcoholismo”, lamenta antes de zanjar que “el trabajo es el trabajo, y hay que hacerlo”.

Lo más duro, asegura De la Vara, es no tener a nadie, estar solo y no tener nada que hacer una vez terminas el trabajo. Una de sus últimas visitas fue a una aldea de casitas de chapa metálica donde viven una cincuentena de personas. El bar más cercano estaba a una hora y media

Frontier Services es una organización ligada a la Iglesia cristiana presbiteriana que comenzó a recorrer el Outback hace más de un siglo para asistir a quienes sucumben a la soledad y a las condiciones extremas de la planicie australiana. “La gente que trabaja en las minas se siente muy aislada y asociados a este sentimiento están problemas de salud como la depresión, el alcoholismo, la drogadicción o la obesidad”, explica a El Confidencial el reverendo Alan White, que añade que “los campamentos mineros son pequeños y quienes están allí no tienen el apoyo de su familia ni de su comunidad”.

Cuando los trabajadores vuelven a casa tras semanas de ausencia, “entran en un núcleo familiar al que sienten que no pertenecen, la pareja se ha hecho responsable del cuidado de los niños y la dinámica familiar ha cambiado”, afirma White.

Una veintena de curas de Frontier Services recorre el Outback dando apoyo y consejo a quienes lo necesitan. Si bien solían centrarse en las comunidades de aborígenes en la Australia más remota, hoy suelen pasar uno o dos días a la semana en campamentos mineros. “Al principio, las empresas no aceptan nuestros servicios, pero nos dejan entrar en los campamentos cuando se dan cuenta de que ayudamos a sus trabajadores”, aclara White.

placeholder Los Hartmann, dos de los ocho pobladores de Wittenoom, que tuvo 20.000 habitantes (Reuters).

Las condiciones de vida en los campamentos han cambiado en las últimas décadas. Si antes eran sólo algunos barracones amontonados en el desierto, hoy muchos tienen bar, algún tipo de club social e instalaciones deportivas. “Los problemas asociados con la soledad y el aislamiento son talesque las empresas se están dando cuenta de que es necesario construir la infraestructura que permita desarrollar pequeñas comunidades”, afirma White. Sin embargo, advierte de que “esto tiene un límite: la vida de una mina es limitada y las empresas no quieren terminar con ciudades fantasma en medio de la nada”.

Las minas acaban con los sectores tradicionales

Los problemas asociados con la soledad y el aislamiento son tales que las empresas se están dando cuenta de que es necesario construir la infraestructura que permitan desarrollar pequeñas comunidades, afirma White. Sin embargo, advierte, la vida de una mina es limitada y las empresas no quieren terminar con ciudades fantasma en medio de la nada

La posibilidad de hacer mucho dinero en poco tiempo en las minas atrae también a los jóvenes nacidos en el Outback. Acostumbrados ya a una vida tranquila y aislada de todo, son quienes mejor se adaptan al trabajo en lugares remotos. Sin embargo, este efecto llamada está acabando con los trabajos tradicionales de la planicie australiana, como la cría de ganado.

Irene Conde es una joven ingeniera de caminos que quiso vivir la experiencia de trabajar en la Australia más remota. En 2012, pasó seis semanas en un rancho a 150 kilómetros de Alice Springs, la principal ciudad del Outback. Allí cuidaba a los hijos de los granjeros y ayudaba en las tareas del rancho por 500 dólares australianos a la semana, unos 1.300 euros al mes.

Conde valora ahora que la experiencia le permitió “conocer otras formas de vida y de trabajo”, pero asegura que no lo volvería a hacer. Reconoce con lástima que “este tipo de vida está desapareciendo porque los jóvenes prefieren ir a las minas”. “El trabajo es igual de duro, pero al menos vuelven a casa con dinero”, afirma.

El interior de Australia es un desierto árido de tierra rojiza, paisaje inhóspito y clima tórrido donde pocos se adentran. Quienes lo hacen, acuden atraídos por la intensa actividad minera, que garantiza unos salarios estratosféricos. Sin embargo, la soledad, el aislamiento y el calor pueden convertir la experiencia en un auténtico infierno.

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