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El suicidio migratorio de Italia: importa asistentas y exporta jóvenes licenciados
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EL 90% DE INMIGRANTES, DE BAJA CUALIFICACIÓN

El suicidio migratorio de Italia: importa asistentas y exporta jóvenes licenciados

"Vine a Italia porque es el país de Europa occidental donde resulta más fácil trabajar sin contrato o alquilar una casa sin tener papeles"

Foto: Protesta contra los recortes y las políticas de austeridad en Turín (Reuters).
Protesta contra los recortes y las políticas de austeridad en Turín (Reuters).

"Vine a Italia porque es el país de Europa occidental donde resulta más fácil trabajar sin contrato o alquilar una casa sin tener papeles. Una vez que conseguí el visado Schengen de tres meses, podía haber ido a Francia o Alemania, donde se gana más, pero aquí es más sencillo quedarse cuando te caduca el permiso. Cada cierto tiempo hay una regulación extraordinaria de inmigrantes y no resulta demasiado complicado entrar en una de ellas. También tiene su peso la presencia del Vaticano, de la Iglesia católica. Al poco de llegar a Roma, fui a registrarme a Caritas y con el documento que me dieron, años después conseguí probar el tiempo que llevaba en el país para obtener así un permiso de residencia”.

La historia de Stefania, una mujer moldava de 46 años que se gana la vida en Roma como asistenta doméstica, es paradigmática de la realidad de buena parte de los 5 millones y medio de inmigrantes que viven en Italia, ya sea en situación regular o irregular. Según el último informe de la fundación Iniciativas y Estudios sobre la Multietnicidad (ISMU, por sus siglas en italiano), nueve de cada diez ciudadanos de fuera de la Unión Europea que trabajan en el país tienen empleos para los que se les pide una baja cualificación. De hecho, alrededor de la mitad de los contratos laborales a los que tienen acceso no requiere de ninguna formación específica y sólo en el 4,5% de los casos se exige una licenciatura universitaria.

Al contrario que el resto de los PIIGS, Italia sigue siendo un foco de atracción para la inmigración. De hecho, un reciente informe de Eurostat sobre la evolución de la población de los Veintiocho muestra que el país tiene el segundo saldo migratorio positivo más alto de las naciones grandes, sólo superado por Alemania.La llegada de extranjeros a Italia en busca de una oportunidad laboral se mantiene porque se siguen creando puestos de trabajo “para inmigrantes”, como dice el citado estudio de ISMU, que estima que sólo en 2011 hubo 170.000 nuevos empleos para este colectivo. Este fenómeno se debe en parte al envejecimiento de la población italiana y al consecuente aumento de las necesidades de personal dedicado a la atención de los ancianos.

Debido a la contracción de la inmigración y a la salida de sus propios connacionales buscando trabajo, España, Irlanda, Portugal y Grecia tuvieron un saldo migratorio negativo, mientras que el de Italia el año pasado fue positivo en 369.700 personas

Hay otro elemento que explica esta aparente anormalidad respecto al resto de naciones de su entorno. Debido a la contracción de la inmigración y a la salida de sus propios connacionales buscando trabajo, España, Irlanda, Portugal y Grecia tuvieron un saldo migratorio negativo, mientras que el de Italia el año pasado fue positivo en 369.700 personas. Fulvio Vassallo Paleologo, profesor de derecho al asilo en la Universidad de Palermo, dice que el país transalpino “es un lugar de paso hacia otros Estados, tanto de los inmigrantes económicos como de los refugiados que solicitan asilo”. Estos últimos llegan en su mayoría por vía marítima desde África, “debido a que Europa no les da la posibilidad legal de emigrar”, denuncia el profesor a El Confidencial.

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Pese a las declaraciones de algunos políticos advirtiendo de una “emergencia” en el Mediterráneo por los desembarcos de inmigrantes en Lampedusa y otros puntos del sur del país, Vassallo Paleologo recuerda que este año se están produciendo menos llegadas que en el pasado. “Las proyecciones para 2013 indican que la cifra final será algo superior a la de 2012, pero muy inferior a la de 2011”, dice. Los datos del Consejo Italiano para los Refugiados indican lo mismo: el año pasado se recibieron 15.715 solicitudes de asilo, mientras que en el ejercicio anterior hubo 37.350.

La inmensa mayoría de los inmigrantes llega a Italia en avión y con un permiso de turista por tres meses, como fue el caso de Stefania. “Italia concede entre 700.000 y 800.000 visados Schengen todos los años. Otros países, millones de ellos. No se sabe cuántos se quedan luego. En cada regularización aparecen 150.000 extranjeros indocumentados, que dos o tres años después de su llegada, piden regularizar su situación. Es lo que ocurrió en 2011, cuando hubo la última regularización”, dice a el profesor de la Universidad de Palermo.

El continuo flujo de inmigrantes ayuda a tapar en las estadísticas la salida de jóvenes italianos hacia otros países. Sólo desde el punto de vista demográfico el saldo para Italia es positivo. Bajo cualquier otra óptica, este movimiento poblacional es muy negativo para sus intereses: Italia importa en su mayoría mano de obra barata, sin competencias específicas, destinada en muchos casos a la clandestinidad y a trabajos precarios y sin contrato. Exporta por el contrario una generación de jóvenes con alta formación, dominio de idiomas y experiencia internacional. El cuadro recuerda mucho al que vive hoy España, pero en Italia el problema ya existía desde antes de la crisis. Ésta sólo lo ha agravado.

La marcha de estos 150.000 jóvenes altamente formados cada año hace que el problema migratorio para Italia sea cualitativo y no numérico. No augura nada bueno para el país. Las consecuencias pueden ser terribles

Sergio Nava, periodista de Radio24, dirige en esta emisora el programa Giovani talenti (Jóvenes talentos), dedicado a dar voz a los italianos de menos de 40 años convertidos en emigrantes a la fuerza. Asegura Nava que las cifras oficiales se quedan cortas y que son alrededor de 150.000 los ciudadanos transalpinos que dejan cada año el país en busca de trabajo. “Tenemos una economía vieja, relacional y con poca libertad de mercado, en la que no funciona la meritocracia”, cita como culpables de esta emigración. Además de económico, el problema nace a su juicio de una disfunción cultural, sobre todo debido a la televisión. “En los últimos 20 años el modelo de referencia era el listillo, el que no pagaba los impuestos, el que lograba la fama y el dinero a través de las influencias o de la televisión. Parecía que había que aspirar a convertirse en concursante de Gran Hermano o en empresario sin escrúpulos y corrupto”, asegura a este diario Nava, haciendo una descripción del berlusconismo cultural.

placeholder Un inmigrante tras llegar a las costas italianas (Efe).

La marcha de estos 150.000 jóvenes altamente formados cada año hace que el problema migratorio para Italia sea “cualitativo y no numérico”. “No augura nada bueno para nuestro país. Las consecuencias pueden ser terribles”, vaticina. Según el reciente informe del centro de estudios Censis, en la última década se ha doblado el número de ciudadanos que se han trasladado a vivir al extranjero. El 54% de los que lo hicieron en 2012 tenía menos de 35 años. “Italia tiene un 20% de licenciados mientras que la media europea es de un 30%. Encima que tenemos pocos licenciados, los dejamos escapar. Si miras con perspectiva lo que está haciendo este país es un auténtico desastre. Se está haciendo justo lo contrario de lo que se debería para salir de la crisis y superar los problemas estructurales”, opina el periodista de Radio24.

Los mismos motivos que llevan a los jóvenes italianos a abandonar su país hacen que los inmigrantes de alta cualificación no elijan Italia como destino. Según un informe de la Red Europea de Migraciones, los trabajadores no comunitarios altamente cualificados en el país son 71.761, un número muy inferior al de España (116.250), Francia (171.921), Alemania (453.172) o Reino Unido (574.111). Este último estudio advierte a Roma de que no sólo atrae menos inmigrantes de esta categoría que otros países de su entorno, sino que además aprovecha mal a los que recibe. El 41% de ellos trabaja en un puesto para el que se le pide una calificación menor de la que posee. Es lo que le ocurre a Stefania, quien cuenta con un diploma de su país para gestionar establecimientos hoteleros, pero a la que nunca se le brindó una oportunidad para que utilizara esos conocimientos en Italia. Diez años después de su llegada al país, parece condenada a seguir trabajando sin contrato limpiando casas hasta que el cuerpo le diga basta.

"Vine a Italia porque es el país de Europa occidental donde resulta más fácil trabajar sin contrato o alquilar una casa sin tener papeles. Una vez que conseguí el visado Schengen de tres meses, podía haber ido a Francia o Alemania, donde se gana más, pero aquí es más sencillo quedarse cuando te caduca el permiso. Cada cierto tiempo hay una regulación extraordinaria de inmigrantes y no resulta demasiado complicado entrar en una de ellas. También tiene su peso la presencia del Vaticano, de la Iglesia católica. Al poco de llegar a Roma, fui a registrarme a Caritas y con el documento que me dieron, años después conseguí probar el tiempo que llevaba en el país para obtener así un permiso de residencia”.

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