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Elecciones en Venezuela: ni castigo al chavismo ni lealtad a Hugo Chávez
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MADURO GANA PERO PIERDE PLAZAS IMPORTANTES

Elecciones en Venezuela: ni castigo al chavismo ni lealtad a Hugo Chávez

No hubo voto de castigo para el chavismo en las elecciones municipales en Venezuela, pero tampoco lealtad para el líder de la revolución bolivariana

Foto: Seguidores de Maduro celebran los resultados en Caracas (Reuters).
Seguidores de Maduro celebran los resultados en Caracas (Reuters).

No hubo voto de castigo para el chavismo en las elecciones municipales del domingo en Venezuela, pero tampoco lealtad inquebrantable para el difunto líder de la revolución bolivariana. Los comicios dejaron a ambos bandos entresacando con pinzas cifras y casos concretos que les permitan celebrar unas victorias llenas de agujeros. La gran novedad: el auge de un sector más o menos independiente que, además de conquistar ocho alcaldías, se ha convertido en la llave de la nueva mayoría en el país petrolero.

Los bandos miran los resultados del 8 de diciembre (todavía parciales) como si fueran un ojo mágico, acercándose o alejándose para ver en las difusas entrañas del estereograma la imagen que más les convenga y obviar los anhelos insatisfechos, que son muchos de parte y parte. El previsible aumento de la abstención respecto a las controvertidas presidenciales de abril y la alta cantidad de votos nulos en algunas de las peleas más cerradas amplían el margen de maniobra para elaborar todo tipo de análisis a gusto del consumidor.

En la práctica, el chavismo sigue teniendo la sartén por el mango, pero la oposición ya no es el adversario disperso y débil que podía mangonear a su antojo hace tan sólo dos años

En la práctica, el chavismo sigue teniendo la sartén por el mango, pero la oposición ya no es el adversario disperso y débil que podía mangonear a su antojo hace tan sólo dos años. Con los próximos 18-24 meses libres de la perenne distorsión electoral, ambos bandos tienen el desafío de reorientar sus estrategias de cara al crucial 2015, donde se decidirá el poder legislativo y la viabilidad o no de revocar el mandato del presidente Nicolás Maduro al año siguiente.

Maduro respira, pero no baila

El mandatario celebra una victoria que lo afianza en el Palacio de Miraflores tras su cuestionada elección del 14 de abril. Pero si quería dar un golpe de autoridad, ha estado lejos de que resuene en todo el país. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados reafirmaron que siguen siendo mayoría pero, con un 49,24% de los votos nacionales (hasta el 77% escrutado), ya no es “absoluta”. En el primer día oficial de amor y la lealtad a Chávez, buena parte de su electorado se quedó en casa dejando que su legado se diluya en las urnas.

Como se esperaba, el oficialismo ganó por paliza en número de alcaldías (hasta el momento, 210 de 335 con cifras irreversibles), incluyendo al menos 15 de 24 capitales estadales y la gran mayoría de las zonas rurales, donde la alta dependencia del poder central ha protegido históricamente al gobernante de turno.

placeholder Maduro se dirige a simpatizantes tras conocer los resultados electorales (Reuters).

Deserciones en el oficialismo

Pero parece poco probable que los socialistas superen los 263 municipios de 2008 y, más significativo aún, han mostrado inéditas fisuras internas que lo llevaron a perder plazas muy simbólicas como Barinas, cuna del mismísimo “Comandante Supremo”. Poco dado al diálogo interno, las deserciones en el oficialismo podrían ser el principio del fin del chavismo sin Chávez.

La excéntrica apuesta de Maduro por un puñado de “candidatos mediáticos” para algunos de los puestos cruciales, en detrimento de unas primarias por las bases, fue un enorme fiasco y pone en un incómodo primer plano el pobre estado de los liderazgos locales del PSUV, o la nula relevancia que tienen para su dirigencia nacional.

Parece poco probable que los socialistas superen los 263 municipios de 2008 y, más significativo aún, han mostrado inéditas fisuras internas que lo llevaron a perder plazas muy simbólicas. Poco dado al diálogo interno, las deserciones en el oficialismo podrían ser el principio del fin del chavismo sin Chávez

Miguel Ángel Pérez Pirela, un conocido presentador del oficialismo, salió derrotado en Maracaibo, capital del estado más poblado del país, mientras el reggaetonero Antonio “El Potro” Álvarez fue incapaz de recuperar la emblemática alcaldía de Sucre, un municipio del este de Caracas que alberga la mayor barriada del país y echa visiblemente por tierra la premisa oficial de que los pobres son chavistas y los ricos opositores.

Winston Vallenilla, famoso actor de telenovelas comprometido con el proceso, fracasó como experimento socialista para conquistar a la clase media en el municipio capitalino de Baruta, mientras que Ernesto Villegas, el último ministro de Información de Chávez y reconocido ancla de la televisión estatal, naufragó en la Alcaldía Mayor de Caracas, que Chávez convirtió en un puesto decorativo tras caer bajo el mando opositor hace cinco años.

Con todo, el presidente tiene buenos motivos para respirar aliviado. Pero no tantos como para saltar de alegría. Si bien en términos porcentuales amplía su balón de oxígeno político a nueve puntos, desde el pírrico 1,5% en las presidenciales, para ello tuvo que tomar radicales medidas económicas cuya sostenibilidad en el tiempo es más que dudosa y su efectividad electoral, limitada.

El ‘heredero’ no es tan popular

Maduro afronta la espinosa situación económica con poderes especiales para legislar por decreto y el respaldo de todo el petroestado, pero sin el cheque en blanco electoral que tan importante era para su mentor. La popularidad de Chávez, lubricada con los ingentes ingresos petroleros, era la costosa gasolina revolucionaria que permitía avanzar en el ecléctico socialismo del siglo XXI. Y popularidad es algo de lo que no anda sobrado el heredero, visto lo visto en las municipales del domingo.

Pese a una inflación que rebasó el 50%, a que se multiplican los severos brotes de desabastecimiento en productos de primera necesidad y que el sector privado está a punto de claudicar por falta de dólares y exceso de regulación, el presidente está dispuesto a llevar “la guerra contra la especulación” y los empresarios hasta sus últimas consecuencias, lo que deja su futuro (y el del país) en manos de la cotización internacional de los precios del crudo.

"El pueblo de Venezuela le ha dicho al mundo que la revolución bolivariana continúa ahora con más fuerza", clamó Maduro en la celebración tras conocerse el primer boletín electoral. "Esta semana vamos a profundizar la ofensiva económica para proteger a la clase media", agregó, no se sabe si como promesa o como amenaza.

Adiós a la “nueva gran mayoría”

Si alguien en la oposición seguía fantaseando con una renuncia adelantada de Maduro acosado por “la nueva gran mayoría”, ya puede ir despertando y aceptar que el exchófer de autobús que atormenta sus sueños podría completar un mandato de seis años (hasta 2019). Los esfuerzos para que la elección fuera un juicio contundente a sus ocho meses en el cargo se difuminaron entre el desánimo de una parte de sus bases, que ya no comulga con la salida electoral, y la apatía propia de este tipo de comicios locales.

La oposición festeja su dominio en la mayoría de las grandes ciudades, pero la realidad es que en el mejor de los casos podría mejorar ligeramente su marca de 2008 de 57 alcaldías (hasta el momento ha ganado 53, según los datos disponibles), muy lejos de las 100 que proyectaban los más optimistas utilizando la plantilla de las presidenciales del 14 de abril. Sin duda, la abstención es más dolorosa para este bando, que vio esfumarse entre sus manos la oportunidad de poner contra las cuerdas al gran enemigo.

Diarios venezolanos tras las elecciones (Efe).Las primarias fueron un salto adelante, pero eso no significa que los candidatos electos por los opositores fueran los mejores para seducir a los indecisos, ni que su trabajo de calle haya sido efectivo en todas las zonas. La rotunda derrota anunciada del exchavista disidente Ismael García en el municipio Libertador, el más poblado del país y corazón de la capital venezolana, es buen ejemplo de ello. También recibió algunos bofetones simbólicos, como la derrota en la alcaldía de Los Teques, capital del estado Miranda donde manda Henrique Capriles.

Ahora, la oposición tiene ante sí dos grandes decisiones que tomar y que podrían volver a generar disensos internos. La primera es si reconocerá a Maduro como presidente después de intentar, infructuosamente, hacer caso internacional con sus denuncias de fraude. La segunda, es si tratará de abortar su mandato en 2016 con un referendo revocatorio, un escenario con tantas recompensas como riesgos y que para tener éxito deben organizar cuanto antes.

Sin Chávez como el gran aglutinador de sus voluntades, los próximos pasos de la oposición pondrán a prueba la solidez de la Unidad y el compromiso de las bases con el liderazgo de Capriles. En su alocución el domingo por la noche, el joven gobernador lucía agotado, se lamentó por la abstención y prefirió no comentar cifras concretas. Tan sólo un mensaje.

"(Tenemos) un país dividido, nuestro país no tiene dueño y los que aquí estamos no descansaremos hasta unir a Venezuela", aseguró. Una reflexión no sólo para sus adversarios, sino también para sus seguidores. El camino “del cambio” que abandera luce ahora más largo de lo que habían previsto.

Moralejas para un largo cuento electoral

Si algo quedó claro el domingo es que los venezolanos están menos polarizados que sus políticos o que la opinión internacional sobre la situación venezolana. Casi un millón de votantes independientes se interponen entre ambos bloque y sus afanes mayoritarios de tener la razón absoluta

Si algo quedó claro el domingo es que los venezolanos están menos polarizados que sus políticos o que la opinión internacional sobre la situación venezolana. Casi un millón de votantes independientes se interponen entre ambos bloque y sus afanes mayoritarios de tener la razón absoluta, haciendo fracasar la estrategia opositora del plebiscito y mostrando los límites de la baza del “Chávez Campeador” que vendría una y otra vez a salvar la revolución después de muerto.

Ahora llega un año raro para los políticos venezolanos de todo signo, en el que deben gobernar sin la excusa de una campaña inminente. En los 15 años de la era Chávez tan sólo hubo cuatro sin el aliviadero electoral, que permite cada cierto tiempo descargar de electricidad a los polos más radicales de ambos bandos. Los tres primeros (2001, 2002, 2003) fueron los más convulsos de su mandato y el más reciente (2011), estuvo dominado por el anuncio de su cáncer. A nadie le extrañe si la situación se tensa en la nación caribeña.

Unos resultados de plastilina que cada facción está moldeando a su antojo no han dado ninguna gran respuesta a las preguntas mayúsculas que quedaron pendientes tras el 14 de abril. Aun así, un par de moralejas se pueden entresacar del más reciente capítulo de esta interminable telenovela electoral. Para el chavismo, que debe renovarse o morir, y para la oposición, que no hay atajos en la reconquista de Venezuela.

No hubo voto de castigo para el chavismo en las elecciones municipales del domingo en Venezuela, pero tampoco lealtad inquebrantable para el difunto líder de la revolución bolivariana. Los comicios dejaron a ambos bandos entresacando con pinzas cifras y casos concretos que les permitan celebrar unas victorias llenas de agujeros. La gran novedad: el auge de un sector más o menos independiente que, además de conquistar ocho alcaldías, se ha convertido en la llave de la nueva mayoría en el país petrolero.

Nicolás Maduro
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