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“Tuve que pagar para que no me violaran mientras dormía”
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la pesadilla de OCCIDENTALES PRESOS EN EGIPTO

“Tuve que pagar para que no me violaran mientras dormía”

“Nos arrestaron, nos golpearon y nos raparon la cabeza… Dormimos entre cucarachas, apilados como sardinas con otros 36 compañeros de celda"

Foto: Soldados egipcios bloquean el acceso a la mezquita de Rabea al Adauiya, en El Cairo (Efe).
Soldados egipcios bloquean el acceso a la mezquita de Rabea al Adauiya, en El Cairo (Efe).

“Nos arrestaron, nos golpearon y nos raparon la cabeza… Dormimos entre cucarachas, apilados como sardinas con otros 36 compañeros de celda. Hubo 602 detenidos aquella noche. Todos afrontamos los mismos cargos ridículos: conspiración, terrorismo, vandalismo y posesión de explosivos”. Así relatan John Greyson y Tarek Loubani la noche en la que fueron arrestados por las autoridades egipcias. Estos dos ciudadanos canadienses pasaron 50 días en la prisión de Tora, y este es parte del escrito que consiguieron pasar al exterior. En él contaban su periplo entre rejas, las vejaciones, los golpes y las pésimas condiciones a las que tuvieron que enfrentarse en la cárcel de El Cairo.

El doctor Loubani y el cineasta Greyson viajaban hacia Gaza para realizar un documental. Su paso por El Cairo coincidió con las protestas en la plaza Ramsés del 16 de agosto y el asedio del Ejército contra los Hermanos Musulmanes. Desorientados después de los incidentes en la mezquita, acudieron a pedir ayuda a un puesto de control policial. Fue allí donde los detuvieron y, junto a otros siete extranjeros, pasaron la noche en dependencias policiales.

“Las condiciones en la celda eran terribles”, cuenta Loubani a El Confidencial. Éramos 38 prisioneros en una habitación de 3 por 8 metros. Apenas había ventilación ni luz, y dormíamos como podíamos en el suelo. En una ocasión tuve que reanimar a cinco personas que estaban inconscientes tras sufrir un golpe de calor”.

El escritor Enric Lang, habitual en las calles del Downtown, fue detenido por caminar ebrio durante el toque de queda y no llevar en regla el visado de residencia. Según la versión oficial, murió tras ser apaleado por sus compañeros de celda

Paredes mugrientas, comida en putrefacción, orina en el suelo… celdas hacinadas y olor a descomposición, adultos mezclados con niños y heridos de gravedad… son las mismas escenas descritas por todos los extranjeros que han sido arrestados. En contraposición, el uniforme blanco impecable de los policías, que deambulan vagamente sin inmutarse por lo que acontece a su alrededor. Según Tarek, la privación de agua y de comida era constante, las condiciones salubres, lamentables: “Sólo contábamos con una letrina mohosa y un grifo de agua no potable”.

Extranjeros muertos en prisión

El paso por una cárcel egipcia puede suponer una experiencia letal. No todos los extranjeros consiguen salir indemnesy regresar a sus países. Y, lo que es peor, la falta de supervisión y control en las cárceles impide conseguir pruebas de lo que realmente sucede.

El caso del escritor francés Eric Lang no sólo conmocionó a su país, sino que puso en alerta a la comunidad internacional en El Cairo. La Embajada francesa todavía espera la apertura de una investigación. Lang, habitual en las calles del downtown de la capital egipcia, fue detenido por caminar ebrio durante el toque de queda y no llevar en regla el visado de residencia. Según la versión oficial, el escritor murió tras ser apaleado por sus compañeros de celda y sufrir, como consecuencia, diversas hemorragias internas.

Semanas más tarde, un ciudadano estadounidense apareció ahorcado en los baños de una cárcel de Ismailia. James Henry Lunn llevaba seis semanas detenido a la espera de juicio después de haber incumplido el toque de queda. Las autoridades lo consideraron sospechoso por llevar consigo un mapa de Egipto y material tecnológico muy avanzado. En los días posteriores, fuentes judiciales declararon que Lunn se había suicidado.

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“Nos gritaban ‘canadienses’ mientras nos pateaban”

Al día siguiente de su arresto, John y Tarekllegaron a la prisión del sur del Cairo, donde comenzaron las agresiones más duras. “Nos trataron peor que al resto,” comenta Tarek, “nos gritaban ‘¡canadienses!’, mientras nos pateaban y golpeaban. John tuvo una marca en forma de huella de bota en su espalda durante toda una semana”. En varias ocasiones, el doctortuvo que socorrer a varios compañeros de celda. “Un hombre permaneció varios días con una pierna rota. La ausencia de médicos y material sanitario le provocó una infección. Intenté ayudarle, pero finalmente tuvieron que amputarla”.

En el trigésimo día de su cautiverio, John y Tarek decidieron emprender una huelga de hambre para exigir su liberación. Cuando llevaban 12 días privados de alimento, consiguieron filtrar una carta que se publicó en varios medios internacionales. En ella denunciaban la falta de espacio, alimento, higiene o ejercicio, así como las continuas palizas que recibían.

John y Tarek aseguran que los peores castigos eran siempre para los presos locales: “Los policías obligaban a beber grandes cantidades de agua a quien traficaba con droga, le hacían beber hasta vomitar. Además, le desnudaban, le ataban y le colocaban boca abajo”.

Paredes mugrientas, comida en putrefacción, orina en el suelo, adultos mezclados con niños y heridos de gravedad… son las mismas escenas descritas por todos los extranjeros que han sido arrestados

Hace años que la tortura es una práctica habitual en los centros penitenciarios egipcios. La ley de emergencia que ha regido el país desde el asesinato del presidente Anwar el Sadat en 1981, retomada tras la masacre en Rabaa al Aldawiya el pasado 14 de agosto, permite a las autoridades detener y torturar a enemigos políticos. Sólo en 2011, según la Organización Egipcia por los Derechos Humanos (EOHR, Egyptian Organisation for Human Rights) se produjeron 694 casos reconocidos.

En cuanto a John y Tarek, la campaña de liberación llevada a cabo por sus familiares y amigos surtió efecto. La presión de políticos canadienses consiguió su definitiva liberación en el día 50º de su encarcelamiento.

Aumenta el odio hacia los extranjeros

Los extranjeros se han colocado en el punto de mira. La amenaza de espionaje y el supuesto apoyo de los medios occidentales a los Hermanos Musulmanes han provocado un aumento en las detenciones”, cuenta Heba Morayef, directora de Human Rights Watch en Egipto, quien medió en el caso de los canadienses y negoció con las autoridades para conseguir su excarcelación.

Las condiciones en las cárceles de Egipto, según ella, incumplen todos los tratados internacionales. Como la norma 19 adoptada en 1957 por Naciones Unidas, “cada prisionero tiene derecho a una cama y a un espacio lo suficientemente limpio como para no contraer enfermedades”.

Morayef explica que la alimentación, por ejemplo, depende desesperadamente de las familias: “Ellos comen lo que les llevan sus parientes en las visitas, quienes pagan cuantiosos sobornos a los policías para que puedan introducirla”, por lo que muchos extranjeros encarcelados dependen de la solidaridad ajena, siendo incluso los propios cónsules quienes les llevan la comida.

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El ciudadano inglés Alisdare Hickson denuncia en su blog la imposición de sobornos durante los 40 días que pasó encerrado. “Tuve que pagar para que no abusaran de mí mientras dormía o para evitar los peores rincones de la celda. La falta de espacio nos obligaba a dormir con las rodillas en alto”. Alisdare fue detenido mientras hacía fotografías en una manifestación cerca de la plaza Tahrir.

Finalmente, su abogado consiguió una orden de deportación. La ley egipcia no permite retener a una persona más de 15 días y, sin embargo, los presos pasan meses en la celda mientras esperan ser juzgados. Alisdare sigue pendiente de su caso y, aunque tiene prohibida la entrada en Egipto, un juzgado le ha citado para marzo de 2014.

Una ley penitenciaria arcaica

Los continuos cambios políticos han dado visos de cambio, pero las asociaciones de derechos humanos aseguran que, bajo una gestión militar, nunca se modificará la ley penitenciaria de 1956.“El principal problema es que las cárceles están bajo el mando del Ministerio de Interior, cuando deberían estar controladas por el Ministerio de Justicia”, comenta Yasser Zarea, director de una ONG que da asistencia a los prisioneros (HRAAP, Human Rights Association for the Assistance of Prisoners), “los encarcelados recibirían un trato más justo”.

Según la organización, el número de presos políticos es cinco veces mayor que en los meses previos al estallido de la revolución de 2011: 2.000 presos antes, frente a los 10.000 de los meses siguientes. Las constantes revueltas callejeras y la persecución a los partidarios de los Hermanos Musulmanes han duplicado la población penitenciaria en 20 años.

“Luchamos para incluir algunas enmiendas que ofrezcan garantías a los prisioneros”, dice Zarea, “pero la Administración mantiene una mentalidad antigua, la prisión es concebida como un castigo y no como un medio para la reinserción. Atribuyen la escasez de comida y recursos a una falta de financiación y son pequeñas asociaciones como nosotros las que damos asistencia sanitaria y educación a los presos sin recursos”.

“Nos arrestaron, nos golpearon y nos raparon la cabeza… Dormimos entre cucarachas, apilados como sardinas con otros 36 compañeros de celda. Hubo 602 detenidos aquella noche. Todos afrontamos los mismos cargos ridículos: conspiración, terrorismo, vandalismo y posesión de explosivos”. Así relatan John Greyson y Tarek Loubani la noche en la que fueron arrestados por las autoridades egipcias. Estos dos ciudadanos canadienses pasaron 50 días en la prisión de Tora, y este es parte del escrito que consiguieron pasar al exterior. En él contaban su periplo entre rejas, las vejaciones, los golpes y las pésimas condiciones a las que tuvieron que enfrentarse en la cárcel de El Cairo.

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