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¿Madrid no mereció ser olímpica? Bienvenidos a los Juegos del gulag
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RETRASOS EN LAS OBRAS Y AMENAZAS EN SOCHI

¿Madrid no mereció ser olímpica? Bienvenidos a los Juegos del gulag

Los esqueletos de las grúas de construcción; cables inmensos tirados aquí y allá… todo esto podría dar la impresión de que la urbe de Sochi no está preparada

Foto: Vista desde el interior de una vivienda del estadio olímpico de Sochi, en Rusia (Reuters).
Vista desde el interior de una vivienda del estadio olímpico de Sochi, en Rusia (Reuters).

“Hemos inspeccionado todas las instalaciones en la zona costera y en las montañas, e impresiona. Todo está prácticamente listo”. Fueron las palabras de Jean Claude Killy, el propio presidente de la Comisión Coordinadora del Comité Olímpico Internacional, tras visitar a finales de septiembre la ciudad rusa de Sochi, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014.

Los esqueletos de las grúas de construcción recortados contra el horizonte, cables inmensos tirados aquí y allá, tramos de tuberías y palés apilados a lo largo de carreteras llenas de surcos… Todo esto podría dar la impresión de que este balneario del Mar Negro no está preparado para albergar los Juegos. Pero no hay motivos para preocuparse. “Por supuesto, estamos listos”, argumentó hace un mes su alcalde, Anatoly Pakhomov, confiado en que sólo quedan algunos detalles por retocar, para eliminar cualquier atisbo de duda sobre el proyecto.

Hace semanas, el prestigioso diario 'Vedomosti' reflejó el escepticismo en un editorial que describía la titilante llama de la antorcha como un símbolo del estado de la sociedad, la política y la economía

Pese a las apariencias, la mayor parte de las infraestructuras olímpicas han sido declaradas como “finiquitadas”. La excepción es el Estadio Fisht, donde 40.000 espectadores disfrutarán de la ceremonia de apertura el próximo 7 de febrero. El techo aún está a medio construir, al igual que gran parte de su estructura interior. Pero el fracaso no es una opción en Rusia. El presidente, Vladimir Putin, abroncó hace meses en la televisión estatal al vicepresidente del Comité Olímpico de Rusia 2014, Akhmed Bilalov, por los retrasos en la finalización del complejo para los saltos de esquí. Bilalov captó el mensaje: no tardó en huir del país.

“Tenemos un buen entrenador”, dijo poco después el alcalde de Sochi, antes de aclarar que Putin no le ha llamado nunca directamente, pero que visita con frecuencia las instalaciones. “El presidente de la Federación Rusa está supervisando personalmente el proyecto”.

Pakhomov suele sacar a relucir una larga lista de logros, que comienzan con las nuevas redes de suministro de agua para toda la región, 360 kilómetros de carreteras, 25.000 nuevas habitaciones de hotel… Incluso el edificio del Ayuntamiento, en la calle Soviet, fue abandonado para realizar obras, como una nueva fuente que adorna su entrada o senderos peatonales que ahora lo rodean. “No teníamos nada”, admite el alcalde. “Hemos construido todo desde cero”.

placeholder El presidente ruso Vladimir Putin sostiene la antorcha olímpica en Moscú (Reuters).

Estos Juegos, con un coste estimado de 51.000 millones de dólares, serán los más caros hasta la fecha. Los de Londres 2012 supusieron una inversión cercana a los 19.000 millones, mientras que los de Pekín 2008 tuvieron un coste final de 43.000 millones.

Expertos auguran unos “Juegos del gulag”

No son pocos los que creen que el papel de Rusia como anfitrión de los Juegos se ha visto empañado por la aprobación de la ley contra la “propaganda homosexual”, cuyos promotores defienden con el argumento de que la heterosexualidad está amenazada por publicaciones o información que “persigue la formación entre los menores de cánones sexuales no tradicionales”. El polémico proyecto de ley amenaza con impedir a atletas y espectadores gais que muestren abiertamente sus preferencias sexuales.

A ello se suma la revelación en el diario The Guardian de que Rusia pretende monitorizar “todas las comunicaciones” en Sochi con “uno de los más invasivos sistemas de vigilancia y espionaje de la historia de los Juegos”. Pero hay más. Expertos advierten de que la preocupación por estos asuntos habría ocultado la verdadera amenaza: la posibilidad de que se produzcan episodios de violencia en el escenario, ubicado en el volátil Cáucaso Norte.

Ciertos analistas señalan que, pese a que es muy improbable que separatistas islámicos atenten con éxito contra los Juegos, la política antiterrorista del Kremlin puede haber creado mayores amenazas en una región tan inestable. Tras haber logrado contener (que no eliminar) la violencia en Chechenia, y en sus vecinas Daguestán e Ingusetia, donde rebeldes islamistas llevan dos décadas de lucha, Putin exige ahora una “nueva ofensiva de seguridad” en la región.

Moscú emitió un decreto el pasado mes en el que señalaba que “la eliminación o neutralización de las amenazas terroristas y criminales (…) son especialmente importantes en relación a albergar los Juegos en Sochi en 2014”. La orden prohíbe las reuniones y limita la libertad de movimientos en los alrededores de la ciudad balneario desde enero hasta marzo. No obstante, se siguen produciendo altercados en la región: a principios de octubre se informó de que dos “militantes” habían sido abatidos.

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Construir en terrenos pantanosos

Los activistas denuncian que el medio ambiente ha pagado el precio. Los restos y escombros de la construcción han dado lugar a vertederos en laderas cercanas a la ciudad, denuncia el líder de Environmental Watch en Sochi, Vladimir Kimayev, lo que incrementa el riesgo de corrimientos de tierra, y a depósitos de sustancias contaminantes en el Río Mzymta. Además, un nuevo paseo marítimo junto al mar Negro ha sido construido demasiado cerca de las aguas, lo que convierte a las playas en vulnerables a la erosión.

Ya en 2008, tras una larga disputa con las autoridades rusas, grupos ecologistas fueron capaces de convencer a Putin, por aquel entonces primer ministro, de que se trasladase la pista de bobsleigh y la villa olímpica a una localización menos perjudicial. Después, hubo un periodo de cooperación entre ambos. Aquello terminó a principios de 2010. “Tuvimos reuniones mensuales y acordamos muchas medidas para hacer mejor las cosas”, contó a la prensa el máximo responsable de WWF-Rusia, Igor Chestin, “pero cuando vimos que no se hacía nada nos retiramos del proceso”.

La orden prohíbe las reuniones y limita la libertad de movimientos en los alrededores de la ciudad balneario desde enero hasta marzo

El proyecto olímpico avanzó tan rápido, dijo Chestin, que nunca hubo tiempo para hacer estudios de impacto ambiental. Los estadios para las competiciones cubiertas fueron construidos cerca del mar Negro, en terrenos que nunca se habían considerado edificables porque eran demasiado pantanosos.

Los críticos también apuntan a que la nueva carretera y el ferrocarril que unen el enclave costero con las montañas costaron varios miles de millones de dólares y no se utilizarán después de los Juegos. “Alguien ha calculado que saldría más barato trasladar a todos los participantes en helicóptero. La elección (de Sochi) ha sido pésima”, criticó Igor Chestin. “En un país donde el 60% del territorio está cubierto por permahielo, han elegido un diminuto punto con un clima subtropical”.

El escepticismo no es exclusivo de los ecologistas. Hace semanas, el prestigioso diario Vedomosti reflejó dicha incredulidad en un editorial que describía la titilante llama de la antorcha olímpica como un símbolo del estado de la sociedad, la política y la economía de Rusia.

“Hemos inspeccionado todas las instalaciones en la zona costera y en las montañas, e impresiona. Todo está prácticamente listo”. Fueron las palabras de Jean Claude Killy, el propio presidente de la Comisión Coordinadora del Comité Olímpico Internacional, tras visitar a finales de septiembre la ciudad rusa de Sochi, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014.

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