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El dólar, último tesoro de Egipto
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LA DESCONFIANZA POR LA MONEDA LOCAL CREA UNA FIEBRE POR EL BILLETE VERDE

El dólar, último tesoro de Egipto

Cuando los bancos comienzan a cerrar sus ventanillas, las casas de cambio se convierten en alternativa. Mohamed Yusef, empleado de una empresa turística local, acude a

Foto: El dólar, último tesoro de Egipto
El dólar, último tesoro de Egipto

Cuando los bancos comienzan a cerrar sus ventanillas, las casas de cambio se convierten en alternativa. Mohamed Yusef, empleado de una empresa turística local, acude a una de ellas para transferir su salario semanal en dólares. Asegura que en los últimos tiempos sus ingresos sólo representan la tercera parte de lo que ganaba antes de la revolución, cuando el sector se encontraba en pleno auge. “La moneda local no para de bajar y aunque sepa que cada semana pierdo dinero, prefiero tener mis ahorros en dólares”, declara.

Las 800 libras egipcias que lleva consigo apenas le dan para unos 120 dólares. En un par de semanas, la divisa local ha caído cerca del 8% y el billete verde se ha convertido en el último de los grandes tesoros egipcios. El Gobierno ha fijado límites diarios a las empresas y particulares para evitar una fuga masiva de divisa extranjera y ha impuesto comisiones de entre el 1 y el 2% para este tipo de movimientos.

Pese a la nueva tasa, “en los últimos 15 ó 20 días no ha parado de venir gente buscando dólares”, reconoce al otro lado de la ventanilla MaraiSoleh. Este empleado opina que existe “cierto furor entre los ciudadanos porque piensan que la cotización de la libra egipcia va a seguir cayendo y su dinero no va valer nada en un futuro”.

Al cierre de 2012, en los depósitos del Banco Central egipcio sólo quedaban 15.000 millones de dólares, menos de la mitad de los que se registraban hace un par de años. Y ante esta situación, la entidad regulatoria ha comenzado a inyectar moneda extranjera en las entidades comerciales mediante subastas de dólares, lo que ha provocado que la divisa local se sitúe en sus niveles más bajos de los últimos años.

La ex directora del servicio de estudios del Banco Central egipcio y experta en política monetaria, Talua el Autari, explica a este diario que este mecanismo provoca un efecto bola de nieve, ya que “si el organismo se desprende de más dólares, el precio de la libra egipcia seguirá cayendo”. Pero, “si los ciudadanos no encontraran dólares por los procedimientos formales, se crearía un mercado negro y los tipos de cambio estarían muy lejos de los fijados oficialmente”.

Según la economista, no hay constancia de que haya surgido este sistema informal. El Ejecutivo asegura que no se siente preocupado, pero en la última semana no ha parado de dar señales de alerta. El lunes se formalizaba una profunda remodelación de Gobierno, liderada por un nuevo ministro de Finanzas - afín a los Hermanos Musulmanes, según reconocían a este diario miembros del brazo político del movimiento islamista- y que modificaba prácticamente todas las carteras del área económica. Y pocos días después, la Presidencia anunciaba el nombramiento de un nuevo gobernador del Banco Central, que tendrá que hacer frente a esta nueva crisis de la divisa.

El problema se enmarca en un escenario global. La caída del turismo ha generado el hundimiento de las reservas extranjeras. La economía crece a un ritmo del 2 por ciento, insuficiente para hacer rodar a un gigante de 85 millones de personas. Y la bolsa vive una constante montaña rusa, a golpe de los espasmos producidos por la errática transición hacia la democracia. Tomando una perspectiva general, el principal índice de valores egipcio se encuentra cerca de un 15 por ciento por debajo del nivel previo a la revolución, pero ha remontado entorno al 40 por ciento con respecto a los momentos más críticos del pasado año. En estos últimos días, los problemas de la moneda han lastrado la cotización, pero las negociaciones para cerrar crédito con el FMI, que los inversores ya dan por descontado, ha impulsado un comienzo de año alcista.

El préstamo del FMI y sus condiciones

Los enviados del Fondo Monetario Internacional han regresado a Egipto para ultimar las negociaciones de un préstamo de 4.800 millones de dólares, que a finales del año pasado se vio aplazado por la última crisis política. El Gobierno, mientras tanto, sigue abriendo líneas de negocio en la región. Y si hace unos meses, ya llegó a acuerdos con Arabia Saudí o Turquía, esta misma semana Qatar ha prometido una ayuda de 5.000 millones de dólares, que dobla la cantidad inicialmente prevista.Pero el FMI no promete sólo liquidez, sino estabilidad para la economía, puesto que Egipto tiene además varios créditos pendientes, sujetos a que consiga cerrar un acuerdo con el organismo internacional.

Talua el Autari descarta un incumplimiento en los pagos. La deuda externa equivale al 13 por ciento del PIB, por más del 75 por ciento que representan las obligaciones internas. Pero el déficit ronda ya un preocupante 12% y las condiciones que impondrá el FMI estarán directamente encaminadas a reducir el gasto público. El Gobierno ya anunció un fuerte aumento de la presión fiscal, que finalmente no llegó a aplicar, debido a la inminencia del referéndum constitucional. “Habrá subidas de impuestos de impuestos directos que no hará distinción entre clases y se eliminarán subsidios, lo que afectará directamente a los más pobres”, señala la economista.

La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, indicaba esta semana que las autoridades egipcias deben convencer a sus ciudadanos de que el préstamo es conveniente para el país. Pero si la entrada de dólares puede aliviar el problema de la divisa, la retirada de las subvenciones al pan, los combustibles o la energía amenazan con disparar una inflación que ahora se sitúa cerca del 5%.

A las puertas de la casa de cambio,Suleiman Mohamed sostiene que prefiere aferrarse al dólar porque “todo ha subido mucho y aunque uno tenga muchas libras egipcias, no puede comprar nada”. Mientras, a unos pocos metros, Magda Yusef acude a una de las panaderías donde se vende el pan subsidiado. Ella no entiende de divisas, ni de grandes cifras y como el 40% de la población –según datos del Banco Africano de Desarrollo- reconoce vivir con menos de dólares al día. Sólo sostiene que los precios no han parado de subir y que si siguen por este camino, no tendrá con qué alimentarse.

Cuando los bancos comienzan a cerrar sus ventanillas, las casas de cambio se convierten en alternativa. Mohamed Yusef, empleado de una empresa turística local, acude a una de ellas para transferir su salario semanal en dólares. Asegura que en los últimos tiempos sus ingresos sólo representan la tercera parte de lo que ganaba antes de la revolución, cuando el sector se encontraba en pleno auge. “La moneda local no para de bajar y aunque sepa que cada semana pierdo dinero, prefiero tener mis ahorros en dólares”, declara.