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La Constitución de quienes nunca podrán leerla
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LA TASA DE ANALFABETISMO ENTRE LOS EGIPCIOS RONDA EL 30%

La Constitución de quienes nunca podrán leerla

Las barandas que marcan la frontera del barrio de Imbaba ofrecen reflejadas en el Nilo las lujosas Nile Towers, un complejo comercial levantado hace años por

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La Constitución de quienes nunca podrán leerla

Las barandas que marcan la frontera del barrio de Imbaba ofrecen reflejadas en el Nilo las lujosas Nile Towers, un complejo comercial levantado hace años por el magnate egipcio Naguib Sawiris. Del otro lado del río, una calle dominada por los talleres mecánicos abre las puertas a uno de los suburbios más pobres del núcleo urbano cairota. Apelmazados en una maraña de caminos, comparten espacio puestos de comida, carretas tiradas por burros y unas motos adecentadas para trasladar clientes, que se abren camino entre los coches y miles de personas. Los taxis apenas aceptan adentrarse en este laberinto que emula la vida rural a escasos kilómetros del centro de El Cairo.

Como en el resto de la ciudad, el sistema de recogida de basuras es deficiente. A sus 75 años, Lodfy Abdala, se dedica a depositar en un almacén los desechos de sus vecinos, a la espera de que alguien venga a recogerlos. Sus problemas en la vista le impiden ver con claridad la suciedad y el ejército de moscas que le rodean. No puede leer, aunque tampoco antes aprendió. Este sábado está llamado a las urnas para decidir sobre la futura Constitución y aunque no sepa nada de ella asegura que votará sí.

“No la he leído, yo voto y ya está”, responde a unas preguntas que alteran su rutina. Lodfy señala que en “la televisión, la radio y las mezquitas” todo el mundo habla de la nueva Carta Magna, por tanto, no necesita profundizar más. Los islamistas y, en especial, los Hermanos Musulmanes son quienes han impulsado el proceso constitucional, que la oposición ni siquiera reconoce como legítimo. “Los Hermanos Musulmanes son buenos porque siempre nos han ayudado”, proclama el anciano.

La cofradía siempre ha gozado de una fuerte influencia en el barrio, gracias a sus redes de caridad. Aunque en los últimos meses su presencia parece haberse evaporado. El cartel del brazo político de la hermandad ha desaparecido del edificio en el que hace poco más de un año instaló su sede y sus miembros sólo se dejan ver por allí de forma esporádica. Sorprendentemente, en las pasadas elecciones presidenciales el candidato más votado no fue Mohamed Morsi, sino Hamdin Sabahi, un político izquierdista que captó el voto de los revolucionarios, pero también de las clases bajas, no tan preocupadas por la religión como por su economía.

Ésta fue la elección de Magdy Asawa, uno de los peluqueros del barrio. “Aquí no entra nada de dinero, mi negocio está paralizado al igual que el país y la Constitución no va a mejorar la situación porque no va a conseguir que todos se pongan de acuerdo”, relata. Opina que gran parte de la población “obedece las órdenes del guía espiritual de los Hermanos, pero nadie sabe nada de la Constitución”, de la que él sí presume haber leído parte.

Votar por la “estabilidad”

Conscientes de los problemas económicos y del nivel de pobreza del país, los Hermanos Musulmanes han trasladado el foco no tanto a la religión, inculcada ya entre sus votantes, sino a la estabilidad. Un discurso que recalcan sus fieles repetitivamente y al que se acoge también Saber Ahmed, dueño de una pajarería de Imbaba. “No he leído la Constitución, pero sé que es buena y votaré sí, ya que el país necesita salir adelante”, argumenta.

Según los últimos datos de la UNESCO, pertenecientes a 2010, unos 16 millones de egipcios en edad adulta no saben leer ni escribir, lo que representa un 28% de la población. “Pobreza y analfabetismo abonan un terreno fértil para comerciar con la religión”, aseguraba en su cuenta de Twitter el líder opositor Mohamed el Baradei, nada más conocerse los resultados de la primera vuelta del referéndum constitucional.

Esos datos reflejan que un 56% de los egipcios que acudieron a las urnas aceptan el texto, que debe ser refrendado este sábado en segunda vuelta. La mayoría de las provincias pertenecen a zonas rurales, donde los islamistas tienen mayor aceptación, por lo que las previsiones apuntan a que la diferencia aumentará. Sin embargo, para los líderes laicos la distancia no es suficiente para reducir la división y más si se tiene en cuenta la escasa afluencia de votantes. En la primera ronda la participación sólo alcanzó el 33%, lo que refleja no sólo la desafección con los islamistas, sino las pocas alternativas que representa la oposición, que a última hora apostó por rechazar la Constitución en las urnas.

El Cairo fue una de las dos provincias en las que triunfó el no. Y aunque sólo se encuentren divididos por el Nilo, Imbaba y el resto de la gubernatura de Giza -separada administrativamente de la capital- deben ofrecer este sábado su veredicto. La miseria y la incultura también se abren paso a través del bullicio de este arrabal. Un gran caladero para los islamistas, en el que, sin embargo, ya no tienen donde cultivar en medio de unas penurias que tampoco ellos consiguen aliviar.

Las barandas que marcan la frontera del barrio de Imbaba ofrecen reflejadas en el Nilo las lujosas Nile Towers, un complejo comercial levantado hace años por el magnate egipcio Naguib Sawiris. Del otro lado del río, una calle dominada por los talleres mecánicos abre las puertas a uno de los suburbios más pobres del núcleo urbano cairota. Apelmazados en una maraña de caminos, comparten espacio puestos de comida, carretas tiradas por burros y unas motos adecentadas para trasladar clientes, que se abren camino entre los coches y miles de personas. Los taxis apenas aceptan adentrarse en este laberinto que emula la vida rural a escasos kilómetros del centro de El Cairo.