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Los islamistas se obstinan en trasladar la tensión a las urnas
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MOHAMED MORSI OFRECE UN DIÁLOGO SIN RETIRAR SUS POLÉMICAS MEDIDAS

Los islamistas se obstinan en trasladar la tensión a las urnas

La tensión del día anterior había quedado congelada ante

Foto: Los islamistas se obstinan en trasladar la tensión a las urnas
Los islamistas se obstinan en trasladar la tensión a las urnas

La tensión del día anterior había quedado congelada ante el que durante todo el día fue inminente discurso de Mohamed Morsi. Los Hermanos Musulmanes habían asegurado ya por la mañana que el presidente dirigiría un mensaje a la nación con el que trataría de resolver la crisis surgida. Ese discurso no llegó hasta bien entrada la noche y aunque ofreció un “diálogo abierto a los jóvenes revolucionarios y a la oposición”, no varió sus posiciones ni un milímetro.

“Es necesario llegar a un consenso para salvar a la nación”, aseguró el presidente, que ofreció su primer comunicado oficial desde que comenzó la crisis. No especificó sobre qué asuntos tendrían lugar ese diálogo, pero en el mejor de los casos se establece sobre un texto constitucional ya aprobado por los islamistas y ante el que la oposición laica ha mostrado su rechazo. “El gran pueblo egipcio deberá decidir o rechazar en referéndum todas las cuestiones que hemos planteado”, afirmó Morsi, quien asumió la responsabilidad de nombrar una nueva Asamblea Constituyente sólo en el caso de un triunfo del “no”.

El mandatario egipcio insistió en que la hoja de ruta sólo se debatirá después de ese referéndum. Y tampoco modificó su postura ante los decretos constitucionales que blindan sus decisiones ante los veredictos de la Justicia, subrayado que tomó esas decisiones para “garantizar la seguridad de la nación”. Estas eran las principales demandas de la oposición, que no se ven satisfechas. Pero además el presidente fue más allá al asegurar que un grupo de “vándalos” y “corruptos del antiguo régimen” habían condenado sus decisiones.

“Respeto la libertad de expresión, pero nunca toleraré a nadie que intente matar o que cometa vandalismo, no permitiré estos planes de terrorismo ciudadano”, agregó el presidente, que acusó a un grupo de vándalos de intentar atacar las instalaciones presidenciales y a infiltrados de atizar las manifestaciones “pacíficas”. Nada más finalizar el discurso comenzaron de nuevo los disturbios en distintas sedes de los Hermanos Musulmanes, que fueron atacadas por los manifestantes.

Continúan las protestas

Un surco forjado en alambre de espino separaba en la mañana de ayer dos océanos. A un lado, los seguidores de los Hermanos Musulmanes custodiaban el palacio presidencial junto a los uniformados. Y a otro, pocas decenas de opositores soportaban ya el paso de las horas. Ni los cuatro tanques desplegados desde primera hora evitaron que se produjera un último intercambio de piedras, antes de que los militares de la Guardia Republicana evacuaran pacíficamente a los obedientes islamistas. Los manifestantes que fueron llegando más tarde tuvieron que sortear piedras, vallas y todo tipo de objetos esparcidos por el suelo.

Curiosamente éste fue el lugar más seguro la noche anterior. Los seguidores islamistas se atrincheraban en sus posiciones, adonde iban trasladando a sus heridos. Varios grupos de personas se desgañitaban ante la prensa mostrando las balas de goma y los cartuchos de fogueo, que provenían supuestamente del otro bando. “Sabahi, Baradei y Amro Musa son quienes han disparado” gritaba uno de ellos, aludiendo a las principales figuras opositoras que lideran las protestas.

Las pocas ambulancias que se desplazaron hasta el escenario de una batalla previsible sacaban de allí a los heridos. Aunque para salir tenían que atravesar el principal campo de batalla. En una confluencia de calles, islamistas y jóvenes revolucionarios combatían desde cuatro flancos, donde ese día no había rastro ni de Ejército ni de Policía. Los cócteles molotov y las bengalas provocaban eventuales incendios, aunque la verdadera lucha entre ambos sectores se libró cuerpo a cuerpo.

Un joven barbudo imaginó que sería buena idea atravesar el frente para dialogar con el otro bando, pero no soportó ni unos metros. Un centenar de jóvenes lo empujó hasta un callejón a oscuras, donde lo golpearon hasta que varios manifestantes consiguieron sacarlo de allí. A unos metros se escuchaba el alarido de los islamistas que lanzaban otra ofensiva.  

“Han atacado las tiendas de campaña y todo lo que tenían allí los manifestantes y ahora vienen a por nosotros con armas de fuego”, aseguraba Mohamed Abdel Moneim, ingeniero en una empresa petroquímica. Su presencia en el lado de los laicos era casi arbitraria. “Yo voté a Mohamed Morsi esperando un cambio, lo apoyaba hasta la semana pasada, pero después de ver la respuesta de sus seguidores, sólo puedo venir aquí a pedir que se vaya, al igual que hicimos con Mubarak”, declaraba.

Los Hermanos Musulmanes sólo se mostraron conciliadores cuando la batalla ya se había cobrado la vida de al menos seis personas y había dejado alrededor de 600 heridos. Primero fue con un comunicado la misma noche del miércoles, en el que instaba a los manifestantes de uno y otro bando a cesar los enfrentamientos. Y a la mañana siguiente era el propio guía espiritual del movimiento, Mohamed Badia, quien llamaba a la “unidad del país”.

Los islamistas evitaron repetir la convocatoria de una manifestación que el día anterior se había abalanzado al choque con los manifestantes que continuaban acampados frente al palacio presidencial. Y cuando los ánimos se habían calmado, volvieron al ataque. Un nuevo comunicado de la hermandad apuntaba a que los opositores encabezaban “una conspiración para acabar con los objetivos de la revolución del 25 de enero”. La oposición sí que decidió mantener el pulso en las calles con nuevas manifestaciones frente al palacio presidencial. “Hicimos una revolución y ahora estamos reclamamos un nuevo presidente, un nuevo Gobierno”, aseguraba frente a la barrera de espino Mohamed Fathi

La posición de los islamistas ha abierto una grieta tanto en el Gobierno como entre los islamistas. Si el propio vicepresidente había mostrado sus reservas a los decretos aprobados por Morsi y varios de sus consejeros más estrechos han presentado su dimisión, ayer un vicepresidente cristiano del brazo político de los Hermanos Musulmanes comunicaba su marcha del partido. Desde el mundo religioso, la prestigiosa institución de Al Azhar pedía además al presidente que cancelara estas medidas para buscar una salida a la crisis. Algo que el propio Morsi selló anoche de un plumazo.