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El precio del litio sube un 235% y dispara el estatus de Bolivia
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El precio del litio sube un 235% y dispara el estatus de Bolivia

El Gobierno de Bolivia anunció recientemente que elaborará un plan a gran escala para explotar sus valiosos yacimientos de litio en el país. Entre otros, cuenta

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El precio del litio sube un 235% y dispara el estatus de Bolivia

El Gobierno de Bolivia anunció recientemente que elaborará un plan a gran escala para explotar sus valiosos yacimientos de litio en el país. Entre otros, cuenta con el Salar de Coipasa, situado en la región andina de Oruro, en la frontera con Chile; el de Pastos Grandes, en Potosí; o el del Salar de Uyuni, el más grande del mundo. El boom tecnológico de los últimos años ha hecho que este mineral sea imprescindible. Millones de teléfono móviles, herramientas eléctricas, tablets o reproductores MP3 lo necesitan para funcionar, pero han sido los vehículos eléctricos e híbridos los que han logrado que adquiera tanta importancia. Tanto, que para algunos analistas se ha convertido en el equivalente al ferrocarril del siglo XIX y al petróleo del siglo XX. Pero, ¿qué proyección real puede tener en el futuro este recurso energético? Todo depende de si termina sustituyendo al petróleo, algo en lo que los expertos no se ponen de acuerdo.

La teoría del pico de Hubbert de consumo de un recurso finito establece que la obtención del mismo crece hasta un punto en el que no se puede extraer más. EE.UU. lo vivió con el petróleo en 1970. De ser el primer país productor mundial que cubría sus necesidades e incluso exportaba lo que le sobraba, el país norteamericano pasó a importar alrededor del 20% del crudo consumido en 1963, a un 30% en 1973, superar la barrera psicológica del 50% a finales de los años 90 y acercarse al 60% en la actualidad. Y el porcentaje sigue creciendo. Pero no es el único que depende del crudo. En China se matriculan una media de 1,5 millones de coches al mes. La pregunta ahora es, ¿podría suceder a nivel mundial? Según el profesor de Economía y Hacienda Pública de la Universidad Autónoma de Madrid y director de la revista Índice, Diego Cano, no. “No creo que el petróleo se acabe. Se reducirá su consumo mediante su eficiencia. Cuando Stanley Jevons habló por primera vez del problema del carbón llevo a cabo un cálculo de su consumo y proyección, y llegó a la conclusión de que la sociedad desaparecería porque no habría suficiente carbón para todos. Años más tarde, el informe Meadows se presentó en el Club de Roma y facilitó unos plazos para el agotamiento de una lista de materias primas. Pero nada de esto ocurrió”. ¿La razón? Según el economista porque cuando un recurso es escaso el sistema de precios incrementa su coste, y cuando sube el precio se utiliza de forma más eficiente. “Ahora los coches gastan menos petróleo que hace años y los camiones son más aerodinámicos. Los recursos se malgastan menos y se buscan sustitutivos”, añade Cano.

Para Julián Rodríguez Ruíz, profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid, “los modelos de predicción que hacemos en econometría en el tema energético no dicen taxativamente que vayan a desaparecer los hidrocarburos a corto plazo, probablemente lo hagan en un tiempo, pero hoy por hoy no es viable. No se puede predecir que se agoten las fuentes de hidrocarburos como tampoco se puede predecir la sequía a largo plazo”. “Lo que intuyen los modelos es que va a haber una sustitución de energías alternativas”, concluye el profesor. Opinión que no comparte Richard Pike, veinticinco años en British Petroleum como ejecutivo y actualmente en la Royal Society of Chemistry: “El hecho de que las empresas estén invirtiendo cada vez más en fuentes alternativas de petróleo como el gas natural es una señal de que estamos raspando el fondo del barril”.

Pedro Antonio Merino García, director de estudios y análisis del entorno Repsol, va más allá y pone una fecha de caducidad al combustible, pero diferencia entre las reservas probadas y no probadas: “Lo que actualmente conocemos como reservas probadas serían suficientes para abastecer al mundo algo más de 35 años a los ritmos de consumo actuales. Pero no debemos olvidar que además del petróleo convencional existen enormes recursos no-convencionales". "Al final pues, la cuestión no es si existen reservas, sino si seremos capaces de extraerlas económicamente y sin gran impacto ambiental”, concluye.

El precio del litio, cada vez más alto

De una forma u otra, lo cierto es que la demanda futura de litio ha disparado los precios en los últimos años. Uno de los sectores culpables de este incremento, además de las tecnológicas, es el de las empresas automovilísticas. El litio es apreciado por producir energía sin dañar el medio ambiente ni contribuir al calentamiento global, precisamente el argumento estrella de empresas como Toyota, Honda o LG, que están apostando fuerte por este recurso. Sin ir más lejos, la nipona Toyota se asoció con la minera australiana OroCobre para emprender un proyecto en las Salinas de Olaroz, Chile. 

En la actualidad, hay entre 13 y 14 millones de toneladas del llamado nuevo oro negro, principalmente en Bolivia, Chile y China, según los datos del Servicio Geológico de EE UU (USGS). Para 2020 las previsiones son de entre 20 y 30 millones de automóviles eléctricos con baterías de litio, lo que requeriría aproximadamente unas 400.000 toneladas de este metal. No es de extrañar por tanto que entre los años 2000 y 2010 el precio promedio creciera un 235%, lo que significa un aumento anual de más de un 14%. Para los próximos diez años se prevé un crecimiento anual de un 5%. 

El litio de Bolivia ha despertado también el interés de empresas extranjeras, como las firmas francesas Bolloré y Eramet, las niponas JOGMEC, Mitsubishi y Sumitomo, la surcoreana LG e incluso el Gobierno de Rusia. Si las proyecciones no fallan, se estima que la próxima década el litio tendrá un alza considerable en el mercado.

El Gobierno de Bolivia anunció recientemente que elaborará un plan a gran escala para explotar sus valiosos yacimientos de litio en el país. Entre otros, cuenta con el Salar de Coipasa, situado en la región andina de Oruro, en la frontera con Chile; el de Pastos Grandes, en Potosí; o el del Salar de Uyuni, el más grande del mundo. El boom tecnológico de los últimos años ha hecho que este mineral sea imprescindible. Millones de teléfono móviles, herramientas eléctricas, tablets o reproductores MP3 lo necesitan para funcionar, pero han sido los vehículos eléctricos e híbridos los que han logrado que adquiera tanta importancia. Tanto, que para algunos analistas se ha convertido en el equivalente al ferrocarril del siglo XIX y al petróleo del siglo XX. Pero, ¿qué proyección real puede tener en el futuro este recurso energético? Todo depende de si termina sustituyendo al petróleo, algo en lo que los expertos no se ponen de acuerdo.