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Cuando la política americana se convierte en un negocio familiar
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LOS MANDATARIOS HASTA SE DIVORCIAN PARA GARANTIZAR EL RELEVO

Cuando la política americana se convierte en un negocio familiar

Lo que Dios ha unido, que no lo separe…la Presidencia. El mandatario guatemalteco Álvaro Colom y su esposa, Sandra Torres, se divorciarán para que ella pueda

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Cuando la política americana se convierte en un negocio familiar

Lo que Dios ha unido, que no lo separe…la Presidencia. El mandatario guatemalteco Álvaro Colom y su esposa, Sandra Torres, se divorciarán para que ella pueda optar a sucederle en el cargo en las elecciones de septiembre, lo que no tiene precedentes. En un continente de repúblicas, a veces los altos cargos se heredan entre parientes como si de monarquías se tratase, con o sin el permiso de las urnas. Y si la Constitución lo prohíbe, como en el caso de Guatemala, siempre se puede recurrir a ardides como un divorcio tras el que no hay desamor conyugal sino pasión por el poder. La perpetuación de los hermanos Castro en Cuba, la pareja Kirchner en Argentina, la candidatura de la hija de Fujimori en Perú o el intento frustrado de Hillary Clinton por sustituir a su marido en la Casa Blanca son ejemplos, aunque con evidentes diferencias, de esta tendencia americana.

Y ello a pesar de que el constitucionalismo avanzó en la prohibición de que los parientes del gobernante de turno optasen al cargo en la elección subsiguiente y de que las Convenciones de Washington del 12 de marzo de 1923, suscritas por Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, abundaron en esta materia. Pese a todo, muchas veces el poder es cosa de familias.

Entre las parejas que han compartido la silla presidencial hay que mencionar a la primera presidenta del mundo -hasta entonces sólo había habido “primeras ministras”- la argentina Isabel Perón, que en 1974 accedió al poder tras la muerte de su esposo, Juan Domingo Perón. Isabelita lo hizo sin pasar por las urnas, al contrario que la actual presidenta, Cristina Fernández, quien recibió el bastón de mando de manos de su ya difunto marido, Néstor Kirchner. Aunque la acusaron de estar bajo la sombra de su esposo, su viudez le ha abierto nuevas expectativas y posibilidades para el futuro, según los analistas. Mireya Moscoso, la primera mandataria de Panamá (1999-2004) estuvo casada con el tres veces presidente Arnulfo Arias; le sucedió en el puesto Martín Torrijos (2004-200), hijo del general Omar Torrijos, líder del país de 1969 a 1981 tras el golpe de estado que derrocó a Arias. Hillary Clinton lo intentó, pero no pudo contra el carismático Barack Obama; su única hija, Chelsea, parece estar muy interesada en seguir los pasos políticos de sus progenitores.

Divorciarse por “el bien del país”

En las parejas presidenciales, la decisión de divorciarse “de mutuo acuerdo” de Álvaro Colom y Sandra Torres para que ella pueda optar a la Presidencia es inédita en el continente. Ambos reconocen que su relación sigue intacta y que se trata de un “sacrificio” de ambos y de sus hijos “por el bien del país”. Ante el aluvión de críticas, la candidata por Unidad Nacional de la Esperanza (UNE)  ha declarado públicamente, entre convenientes lágrimas, que aunque ama al presidente su amor por Guatemala es aún mayor, y no ha descartado contar con él para su futuro Gobierno en caso de ganar los comicios generales de septiembre. También cuenta con el apoyo, principalmente de movimientos feministas, que defienden su derecho como ciudadana guatemalteca a concurrir a las elecciones, al margen del puesto que ocupe su marido. En este caso, sostienen, no se da la relación de consanguineidad que prohíbe explícitamente la Constitución del país.

 El caso de los hermanos Castro es asimismo paradigmático. Cuando Fidel enfermó, en julio de 2006, delegó como primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en su hermano Raúl, hasta entonces segundo secretario. Dos años después, Raúl fue nombrado presidente de la República por el parlamento de la isla; aunque ha introducido algunos cambios, nadie duda de la influencia que conserva el hermano mayor. Pero el apellido puede perpetuarse -aún más- en el poder: un hijo de Fidel (Antonio) y otro de Raúl (Alejandro) están bien posicionados para ello, ya que ambos fueron designados por el actual presidente del Consejo de Estado como sus dos secretarios ejecutivos. Sus perfiles son harto distantes: el médico Antonio Castro Soto del Valle era hasta hace poco conocido por su pasión por los vehículos deportivos, las mujeres y el beisbol, mientras que el coronel e ingeniero Alejandro Castro Espín, pertenece a la línea dura del PCC y participó en la guerra de Angola, donde perdió un ojo. Expertos en la política de la isla caribeña apuntan que sus respectivos progenitores apuestan por ellos como sus respectivos sucesores.

Otro cachorro con sangre política en sus venas es Keiko Fuijimori, quien aspira a la Presidencia de Perú. Es la mayor de los cuatro hijos del ex presidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por dos masacres cometidas durante su mandato (1990-2000) y de la ex congresista Susana Higuchi, quien denunció presuntas corruptelas de su marido para luego divorciarse e intentar su carrera política en solitario. Keiko, congresista de 36 años, reconoce que se presenta a las elecciones de abril por Fuerza 2011 para que el fujimorismo regrese al país, defiende la “lucha antisubversiva” desarrollada por su progenitor y sostiene que su condena es “injusta”. Aunque no está mal situada en intención de voto, según las últimas encuestas, sobre ella pesa la oscura sombra de su padre y que, presuntamente, sus estudios en el extranjero fueron financiados con dinero público.

Y para quienes piensen que estos casos sólo son posibles en América Latina, cabe recordar también a la familia Kennedy o a los Bush, padre e hijo, al frente de la Casa Blanca. Quizá porque quienes han degustado las mieles del poder, aunque sea en un segundo plano, no pueden renunciar a esta irresistible tentación.

Lo que Dios ha unido, que no lo separe…la Presidencia. El mandatario guatemalteco Álvaro Colom y su esposa, Sandra Torres, se divorciarán para que ella pueda optar a sucederle en el cargo en las elecciones de septiembre, lo que no tiene precedentes. En un continente de repúblicas, a veces los altos cargos se heredan entre parientes como si de monarquías se tratase, con o sin el permiso de las urnas. Y si la Constitución lo prohíbe, como en el caso de Guatemala, siempre se puede recurrir a ardides como un divorcio tras el que no hay desamor conyugal sino pasión por el poder. La perpetuación de los hermanos Castro en Cuba, la pareja Kirchner en Argentina, la candidatura de la hija de Fujimori en Perú o el intento frustrado de Hillary Clinton por sustituir a su marido en la Casa Blanca son ejemplos, aunque con evidentes diferencias, de esta tendencia americana.

Hillary Clinton