Es noticia
Lujo y ostentación en la vida de los narcos
  1. Mundo
'EL CHAPO' FIGURA ENTRE LOS MÁS RICOS DEL MUNDO, SEGÚN 'FORBES'

Lujo y ostentación en la vida de los narcos

El narcotraficante más buscado de México, Joaquín El Chapo Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, aparece por tercer año consecutivo en el listado de los multimillonarios

Foto: Lujo y ostentación en la vida de los narcos
Lujo y ostentación en la vida de los narcos

El narcotraficante más buscado de México, Joaquín El Chapo Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, aparece por tercer año consecutivo en el listado de los multimillonarios de Forbes con una fortuna calculada en mil millones de dólares. Se estima que las ganancias de los cárteles mexicanos oscilan entre 10.000 y 30.000 millones de dólares al año; parte de ese dinero se invierte en negocios legales y productivos, pero el gusto por una vida lujosa y muchas veces excéntrica les lleva a comprar armas y teléfonos móviles recubiertos de oro y brillantes, enormes ranchos en los que reúnen todo tipo de animales exóticos (desde tigres a cocodrilos pasando por los más discretos pavos reales) o medallas de oro con las que, a modo de Olimpiadas, se premian los servicios prestados.

Todo ello forma parte de la narcocultura, que incluye gustos musicales y cinematográficos específicos (narcocorridos y narcocine) y su propia devoción religiosa que reparte el fervor entre la Santa Muerte y el “santito” Jesús Malverde, un ladrón del tipo Robin Hood que fue ahorcado en 1909 y elevado posteriormente a los altares por la delincuencia mexicana. Las imágenes de ambos se combinan sin pudor con las de la Virgen de Guadalupe en escapularios, cuadros e incluso vestimenta de los narcotraficantes. Este sistema de vida tiene su espacio en el Museo de los Enervantes del Ministerio de Defensa mexicano, el único del mundo dedicado al narcotráfico y de acceso restringido.

Una colección de pistolas, revólveres y fusiles “cuernos de chivo” (Kalashnikov o AK-47, el más usado por el narco) recubiertos de oro con incrustaciones de brillantes, diamantes y otras piedras preciosas y con las iniciales de sus propietarios grabadas demuestran que la ostentación y el mal gusto no tienen límites. Las filigranas de estas armas, que acumulan hasta más de 300 brillantes por pieza, evocan a héroes de la Independencia como Pancho Villa o Emiliano Zapata, a la Virgen de Guadalupe, la Santa Muerte… y a Versace, firma que atrajo a muchos narcos por su exclusividad. Hoy cuenta con un duro competidor en Ralph Lauren: los capos Edgar Valdés Villareal La Barbie, Benjamín Flores Reyes El Padrino y Marcos Carmona Hernández El Cabrito y José Jorge Balderas Garza El JJ -acusado de tirotear al futbolista Salvador Cabañas- lucían sus polos en el momento de ser detenidos.

En la sala de la “narcocultura” también se exhiben móviles con oro y brillantes valorados en más de diez mil dólares, cazadoras y gorras con el emblema serigrafiado del cártel del Golfo cual si un equipo de fútbol se tratara, medallas de oro con las que Los Zetas premian a sus miembros sobresalientes, monturas repujadas en plata y con finos trabajos de talabartería, una puerta de madera labrada con la imagen de un narco que daba la bienvenida al rancho de un capo, alhajas ostentosas y prendas y zapatos de pieles exóticas de las que gustan estos delincuentes.

Donativos manchados de 'sangre'

De forma periódica desde 2005 el Gobierno mexicano saca a subasta pública aviones, helicópteros, yates, lanchas fueraborda, veleros, mansiones, vehículos de lujo y joyas espectaculares -como un anillo de oro con 34 diamantes que tuvo un precio de salida de 84.523 euros o un reloj de oro rosado de 31.394 euros- incautados a los narcotraficantes, que se venden al mejor postor a cambio de la confidencialidad que garantice su disfrute con la mayor seguridad.

También es de dominio público que algunos de los principales señores de la droga limpian su mala conciencia a través de grandes donativos en sus comunidades. La prensa del país se ha hecho eco de polémicas donaciones a la Iglesia mexicana para la construcción de templos e incluso se criticó que en uno de ellos se hubiese colocado una placa en la que se agradecía la generosidad de un peligroso narcotraficante.

Sin embargo, la lucha contra el crimen organizado emprendida por el conservador Felipe Calderón desde su toma de posesión en 2006 les ha hecho recular en sus niveles de ostentación. “El derroche en grandes casas, vehículos de lujo y fiestas sigue existiendo, pero el combate del Gobierno les limita a la hora de llamar la atención; hay un cambio en la manifestación de la riqueza frente a la tolerancia que existió en la década de los 80 y los 90, cuando los capos se paseaban libremente por las calles”, explica a El Confidencial el experto en narcotráfico Jorge Chabat, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

"El Chapo", señala, es “el último de los grandes capos con una fortuna importante”, dada la actual fragmentación de los cárteles que en los 90 se limitaban a los del Golfo, Juárez, Tijuana y Sinaloa. En estos momentos sus líderes “cambian constantemente” porque son arrestados o abatidos por las fuerzas de seguridad. Las ganancias de los cárteles también están más divididas y el dinero por la venta de drogas que se introduce en México en camiones que consiguen cruzar la frontera estadounidense se destina a “negocios fachada, negocios legales en lugares que ni imaginamos, pero también para gastos operativos, compra de armas, sobornos, pago de salarios…”.

Gusto ostentoso y derrocahdor

Aunque “el gusto ostentoso y derrochador de estos personajes permanece”, la lucha del Gobierno y la “sangrienta disputa entre las organizaciones” les obliga a priorizar su seguridad y disminuye la exhibición pública de sus fortunas, coincide en señalar a este medio Carlos Flores, experto en narcotráfico de la Universidad de Connecticut (EEUU). A ello se añade la irrupción en este negocio de personas “de rango medio que no necesariamente han reunido una fortuna comparativa a la que otros individuos lograron con la misma actividad pero en otros momentos”.

Si bien es esa vida de lujo la que atrae “especialmente a los jóvenes” a las redes del tráfico de drogas, apunta, últimamente pagan menos a sus secuaces ya que “se contrata masivamente y no parecen discriminar más hacia individuos especialmente capacitados”. Además de a ex policías o ex militares, e incluso agentes en activo, estas organizaciones criminales recurren a personas que por la falta de expectativas y la precariedad de sus vidas se alistan en ellas. “Si se analizan los múltiples videos o interrogatorios que han trascendido públicamente sobre este tipo de personajes (sicarios y guardaespaldas, principalmente), es posible constatar que la cantidad que reciben no es ni con mucho la expectativa fabulosa que la persona promedio imagina”, explica. Las fiestas suntuosas con bandas de narcocorridos y prostitutas de lujo, las mansiones, los automóviles de alta gama, los yates y los aviones están reservados para los capos más poderosos.

El narcotraficante más buscado de México, Joaquín El Chapo Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, aparece por tercer año consecutivo en el listado de los multimillonarios de Forbes con una fortuna calculada en mil millones de dólares. Se estima que las ganancias de los cárteles mexicanos oscilan entre 10.000 y 30.000 millones de dólares al año; parte de ese dinero se invierte en negocios legales y productivos, pero el gusto por una vida lujosa y muchas veces excéntrica les lleva a comprar armas y teléfonos móviles recubiertos de oro y brillantes, enormes ranchos en los que reúnen todo tipo de animales exóticos (desde tigres a cocodrilos pasando por los más discretos pavos reales) o medallas de oro con las que, a modo de Olimpiadas, se premian los servicios prestados.

Forbes