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Ahora o nunca: Obama se juega su credibilidad con la reforma sanitaria
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EL PAÍS QUE MÁS GASTA, EL MÁS INEFICIENTE

Ahora o nunca: Obama se juega su credibilidad con la reforma sanitaria

Lo intentó hace un siglo Teddy Roosevelt. También Lyndon B. Johnson en los años 60, y Bill Clinton tres décadas más tarde. Los tres fracasaron, y

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Ahora o nunca: Obama se juega su credibilidad con la reforma sanitaria

Lo intentó hace un siglo Teddy Roosevelt. También Lyndon B. Johnson en los años 60, y Bill Clinton tres décadas más tarde. Los tres fracasaron, y desde entonces el sistema de salud de los EEUU se ha vuelto cada vez más ineficiente. Y lo que es todavía peor, más insolidario. Obama intenta ahora cambiar el curso de la historia, pero no lo tiene fácil. Alguien ha dicho que ahora o nunca. Si fracasa Obama, el presidente con mayor apoyo popular -junto a Reagan-  nadie duda de que la reforma sanitaria se irá al garete durante muchas décadas. Y entonces, es probable que sea demasiado tarde.

Desde luego que el deterioro de los ratios de eficiencia no ha sido por falta de medios. Frente a lo que habitualmente se cree, Estados Unidos es el país del mundo que más dinero destina a financiar su sistema sanitario. Nada menos que el 15,3% de su Producto Interior Bruto, frente al 8,4% de España o el 11% de Francia, tradicionalmente unos de los países del mundo más volcados a la protección social. Pero no sólo eso. También frente a lo que habitualmente se dice, el Gobierno norteamericano es uno de los que destinan mayores recursos a programas sanitarios, lo que pone en cuarentena el mito de que la salud en EEUU es un negocio privado por falta de recursos públicos

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 19,3%  del gasto público en EEUU se destina a sanidad, por encima del 15,5% español. Y la consecuencia no puede ser otra. El gasto público en salud per cápita en EEUU se sitúa en 3.076 dólares en términos de paridad de poder de compra (lo que permite realizar comparaciones), mientras que un país como España -paradigma de la intervención pública en el sistema sanitario- se alcanzan únicamente los 1.757 dólares en términos de poder adquisitivo.

Es más. Si se incluyen también los recursos que destina el sector privado para financiar el coste de la sanidad, resulta que el gasto per cápita de se sitúa en 6.719 dólares en EEUU, más del doble que los 2.466 que se destinan en España (en ambos casos en términos de poder de compra).

Pues bien, pese a todos estos datos, lo cierto es que el sistema sanitario de EEUU deja fuera de cobertura a 47 millones de personas que carecen de seguro medico. En unos casos, por falta de recursos económicos; en otros, debido a que las empresas dejan tirados a sus trabajadores al no  aportar a las aseguradoras  los fondos suficientes. Y en otros, simplemente, debido a que muchos ciudadanos prefieren estar sin seguro médico para aumentar sus ingresos.

El fracaso de los Clinton

Pero paradojas de la vida, el país del mundo que más dinero destina a sanidad es el que ahora se enfrenta al dilema de tener que gastar entre 1 y 1,5 billones de dólares adicionales en 10 años para extender el seguro médico a toda la población. Un senador republicano ha vaticinado que este asunto acabará siendo el Waterloo de Obama, y es probable que no se equivoque. Hillary Clinton fracasó hace una docena de años. Y fracasó cuando la economía estaba en ebullición, lo que añade un futuro complicado para el presidente de EEUU, que se ha volcado en la defensa de su proyecto político como nunca antes lo había hecho un mandatario estadounidense. Ni si quiera Bill Clinton.

El plan de Obama no significa la creación de un sistema sanitario público de carácter obligatorio, como en España o la inmensa mayoría de los países europeos. Al contrario, el presidente de EEUU lo plantea como un sistema alternativo a las compañías privadas, con un objetivo estratégico: abaratar las pólizas que hoy asfixian a las empresas y los trabajadores que  tienen que pagarlas. Es decir, mientras que en un país como España la asistencia sanitaria en un derecho ciudadano que las autoridades están obligadas a proveer; en EEUU la reforma significará que las empresas estarán obligadas a pagar el seguro sanitario, salvo fuertes penalizaciones.

Pero no todas las empresas. Las más pequeñas estarán exentas, lo que explica que incluso en el caso de que el plan Obama triunfe  16 millones de estadounidenses (la tercera parte que ahora) seguirían sin seguro médico. El derecho de asistencia sanitaria, por lo tanto, sólo  seguirá vigente para los pobres (aquellos que acrediten su estado de necesidad) y los mayores de 65 años.

Y es que Obama no ha planteado la cuestión como un camino hacia la universalización del sistema, sino como un proceso de racionalización del gasto para evitar el colapso. No es para menos. Algunos estudios oficiales hablan de que si no se pone orden a un gasto que está literalmente desbocado, es probable que en 2040 la tercera parte del PIB de EEUU se tenga que destinar a financiar la sanidad. Básicamente debido al envejecimiento de la población.

Negociar con hospitales y aseguradoras

El propio Obama ha dicho que su país está ante una bomba de relojería, y de ahí que haya negociado con los hospitales, las aseguradoras y las farmacéuticas una rebaja de los precios que cobran a sus clientes. El nuevo un sistema público que competiría con el privado se presenta como una especie de ‘caballo de Troya’ dentro del sistema.

Ahorrar es, por lo tanto, el objetivo, y para ello Obama ha propuesto poner mayor énfasis en la medicina preventiva o tener acceso a los últimos avances en investigación. Además de la digitalización de todos los historiales médicos para evitar la montaña de burocracia que hace completamente ineficiente el sistema de salud. La administración estadounidense está convencida de que si el sistema funcionara mejor, se ahorrarían miles de millones de dólares que hoy se gastan en servicios de urgencia que obligatoriamente tiene que pagar el Estado.

¿Y de dónde saldrán los recursos?  Obama ha hecho un guiño a su electorado de izquierdas avanzando una subida de los tipos impositivos para los más ricos. En concreto, para los contribuyentes individuales con ingresos brutos ajustados superiores  a los 280.000 dólares al año, y 350.000 dólares en unidad familiar. En total, unos dos millones de estadounidenses. Pero como con esos ingresos adicionales no llega, y de ahí que haya que tirar de endeudamiento público.

Aquí está el problema. Muchos ciudadanos, incluso los que han apoyado a Obama, detestan tener que pagar más, aunque sea por vía indirecta (aumentando la deuda pública). Sobre todo teniendo en cuenta que el 90% de los votantes ya tiene su propio seguro médico. No lo tiene fácil Obama pese a su proverbial capacidad para explicar con palabras sencillas problemas complejos.

Lo intentó hace un siglo Teddy Roosevelt. También Lyndon B. Johnson en los años 60, y Bill Clinton tres décadas más tarde. Los tres fracasaron, y desde entonces el sistema de salud de los EEUU se ha vuelto cada vez más ineficiente. Y lo que es todavía peor, más insolidario. Obama intenta ahora cambiar el curso de la historia, pero no lo tiene fácil. Alguien ha dicho que ahora o nunca. Si fracasa Obama, el presidente con mayor apoyo popular -junto a Reagan-  nadie duda de que la reforma sanitaria se irá al garete durante muchas décadas. Y entonces, es probable que sea demasiado tarde.

Deuda Hillary Clinton