Pablo Emilio Escobar Gaviria. La sola pronunciación de su nombre aún inspira respeto y terror en Colombia. Zar de la cocaína, patrón del mal, padre del narcoterrorismo; el fundador del temible Cártel de Medellín, por el contrario, siempre fue un devoto de su familia. Incluso, un buen padre.
Juan Pablo Escobar, su primogénito, hoy rebautizado como Sebastián Marroquín para huir del horror que aún inspira su apellido, desvela en Sin Filtros cómo era Escobar, “mi padre, mi amigo, verdugo y salvador de muchos”.
“¿Infancia? Tuve que crecer a destiempo”, relata ante nuestras cámaras un hombre adulto que cuando contaba con la tierna edad de siete años contempló como su padre dictaba y ejecutaba sentencias de muerte para sus múltiples enemigos. “Cuando el ministro de Justicia de Colombia, Rodrigo Lara Bonilla, fue asesinado por orden de mi papá en 1984, fue cuando me confesó que él era un bandido. Eres un niño, no estás preparado para eso”, confiesa.
En los años más duros del narcotráfico en Colombia, con el Bloque de Búsqueda, cuerpo de élite del Ejército colombiano, la poderosa agencia antidrogas estadounidense (DEA), el Cártel de Cali y el grupo paramilitar apodado “Los Pepes”, aunando esfuerzos para liquidar a su padre, se estima que Pablo Escobar fue responsable directo de más de 5.000 muertos en un conflicto que dejó un reguero de 15.000 cadáveres. “Para mi papá, cualquier excusa valía una guerra”, explica su hijo, que desvela como el sangriento choque entre el poderoso Cártel de Medellín y el Cártel de Calí respondió a “un lío de faldas”, que generaría “atrocidades sin nombre”.
Frecuentemente retratado en la ficción como un hombre de familia, Juan Pablo Escobar opina que “es la única verdad”, de grandes producciones de televisión como la célebre “Narcos” de Netflix o “El Patrón del Mal” de Caracol Televisión. “Gracias a estas series parece que lo más cool es ser un narco”, reprocha.
“Mi padre fue un asesino, un bandido, un verdugo pero antes que eso fue mi papá. Y me crió con mucho amor y cariño”, concluye.
El 2 de diciembre de 1993, Pablo Escobar fue abatido por el Ejército de Colombia en los tejados de Medellín.
Tenía 44 años y más de 5.000 cadáveres en su cuenta.
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